16.
[NIALL]
—Niall hace más de una hora que estoy esperando por ti, ¿te puedes apurar?
Arrojando mi cabeza hacia atrás, la apoyé en el respaldo del sofá y miré hacia donde Dacel estaba de pie. Se veía molesto, sus oscuras cejas estaban profundamente fruncidas y sus brazos estaban cruzados sobre su pecho. Me estaba mirando directamente, como si esperara algo de mí.
Y sí, lo estaba haciendo.
Estaba esperando que me decidiera a levantar mi culo del sofá y lo moviera hacia su auto, pero, ¡Era la repetición de Plaza Sésamo! Es como no leer la biblia... bien, bien, lo admito, jamás leí la biblia, pero a lo que voy es que es muy importante para mí el bendito programa. Hoy daban el especial de pascuas que me había perdido, ¿acaso no podía tener un poco de comprensión por aquí?
Dios, algunas personas solo eran desconsideradas.
—Niall —gruñó entre dientes.
—Bien, ya me estoy moviendo, ¿sí? —me impulsé para ponerme de pie y miré hacia Tommy, sentado en el suelo cerca de mi—. Mocos, presta atención así después me cuentas lo que sucedió.
Él parpadeo confundido antes de sonreír—. Bubba —extendió los brazos en mi dirección. Mirando alrededor, me aseguré de que Dacel estuviese distraído antes de inclinarme y darle un rápido abrazo y un beso. Él rio—. Aios, Bubba.
—Hasta luego, mocoso.
Le devolví el saludo con la mano mientras me dirigía a la puerta. Dacel gritó un aviso hacia la cocina para que alguien fuese a vigilar al mocoso antes de que pudiésemos salir de la casa y hacia su auto.
—¿Tienes todo lo necesario en tu bolsa? —preguntó mientras encendía el auto.
Revisando rápidamente mi Fanny pack, asentí—. Todo está aquí.
—Bien, entonces vámonos.
El parque de diversiones al que quería ir no estaba lejos verdaderamente, a unos veinte minutos en auto, aun así, fue tiempo suficiente para que lograse que Dacel deseara poder arrojarme del auto en movimiento, ¿Quién hubiese dicho que meter el dedo húmedo en la oreja de alguien podía molestarlo tanto?
Para el momento en que llegamos al estacionamiento, mis manos estaban atadas sobre mi regazo, cortesía de la gruesa cinta que Dacel guardaba en su guantera -no tenía ni idea de porque- la cual había enroscado alrededor de mis muñecas para que finalmente me quedase quieto.
—¿Me puedes quitar esto? —pedí, agitando las manos frente a mi rostro.
—No lo sé, te ves bonito así —aseguró antes de inclinarse hacia adelante y dejar un beso en mis labios—. Además, las restricciones me dan la libertad de hacer eso.
—Aun puedo morderte, ¿sabías?
—Ouh, mi bebé espinoso. —otro beso.
—Oh no, no, no, no, no —gruñí—. Ni siquiera pienses en ponerme un apodo estúpido y cursi o juro que voy a dispararte.
Sonriendo, se inclinó nuevamente y mantuvo sus labios sobre los míos, este beso fue más brusco, su lengua se deslizó dentro de mi boca con una destreza que estaba demasiado lejos de mi poca experiencia. El maldito estaba abusándose de mi momento de debilidad donde no podía detenerme, así que, levantando las manos, tomé un puñado de su cabello y lo jalé con fuerza.
No pude estar más sorprendido cuando el muy jodido gruñó en vez de alejarse, besándome con más fuerza.
Cuando el aire fue absolutamente necesario, se alejó y me dio una de esas sonrisas de mierda que solía exponer. Sacando la navaja que siempre llevaba en su bolsillo, cortó con facilidad la cinta en mis muñecas, quitándola con cuidado.
—Me llevaré la cinta, por las dudas —se bajó del auto, dejándome aun jadeando en mi asiento, mirándolo como idiota. Rodeando el capó, abrió mi puerta—. Vamos, bebé, no llegamos hasta aquí para que te quedes sentado en el auto.
Enojado conmigo mismo por dejarme engatusaron con tanta facilidad, ignoré su mano y salté fuera de la camioneta, dirigiéndome a la entrada del parque con pasos pesados. Cuando llegué a la entrada, me detuve de golpe y miré hacia todos lados con el ceño fruncido. Mierda, no pensaba que hubiese tanta gente, estaba comenzando a creer que mi idea del parque no había sido tan buena después de todo.
—¿Qué sucede, caramelito?
Llevé mi brazo hacia atrás, dando de lleno en el estómago de Dacel cuando este me abrazó por la espalda—. No creo que haya sido tan buena idea venir, Daz.
—Hey, ¿ese es el mismo Niall que acaba de amenazarme con dispararme hace cinco minutos?
Estreché los ojos hacia él sobre mi hombro, odiaba cuando ponían en duda mi valentía. Yo jamás había sido un miedoso, pero las multitudes no eran mi cosa favorita en el mundo. Había demasiada gente tocándote desde todos los ángulos, demasiado contacto humano para mi gusto. Lo odiaba.
—Vamos, Ni, todo estará bien, mantente cerca de mí y prometo protegerte de todas esas viles personas.
—No necesito tu protección —gruñí.
—Vamos entonces, bebé.
Oh dios, él realmente estaba buscando que lo golpeara. Gruñendo entre dientes, pasé a su lado y seguí caminando hacia el parque y al tumulto de gente. Nos detuvimos para comprar boletos antes de realmente entrar donde estaban los juegos. A pesar de todo, me quede cerca de Dacel y ni siquiera me queje cuando arrojó un brazo sobre mis hombros.
—¿A dónde quieres subir primero?
Miré alrededor y sonreí al ver los autos chocadores—. Allí, allí, allí.
—¿Por qué no me parece extraño que elijas un juego así?
—Oh, y quiero subir a la Montaña Rusa, al Barco Vikingo que esta por allá, al juego de caída libre y quiero ganarme algo en esos juegos de dispararle a los patitos y no podemos perdernos la Noria.
Me volteé a verlo para verlo sonreírme de manera extraña, al darme cuenta de lo exaltado que había salido ese comentario, me tranquilicé. Él sonrió y se acercó a dejar un beso en mis labios—. Haremos todo eso, te lo prometo.
(...)
Aferrándome a la barra, miré hacia la parte de abajo cuando la rueda se detuvo con nosotros en la parte superior. Podía verse todo el parque desde donde estábamos y era malditamente asombroso. El brazo de Dacel estaba a mi alrededor, tenía la hipótesis de que el chico estaba evitando que me cayera gracias a mi estupidez.
—Wow —parpadee hacia él—. ¿Te imaginas caer desde aquí? Seguramente no habría nada de mi al llegar al suelo, mis sesos estarían por todo el lugar.
Hizo una mueca—. Esa no es la imagen mental que quería tener, rubia.
—Tu trabajas con sangre y heridas todo el tiempo, ¿por qué rayos esto te asquea?
—No me gusta imaginarte aplastado contra el suelo, Niall —me jaló hasta que mi espalda volvió a apoyarse contra el respaldo—. Quédate quieto y admira la vista, siento que va a darme un infarto cada vez que te mueves.
—Bien, me quedaré quieto —aplasté el peluche del tiburón doctor que Dacel había ganado para mi contra mi pecho y lo miré—. ¿Que se supone que hacemos ahora?
Movió las cejas con una sonrisa—. Tengo varias ideas.
Tomando un puñado de los ositos de goma que había comprado para el mocoso, los empuje en su boca cuando se acercó—. Contrólate, Harrison.
—Es difícil controlarme cuando te tengo cerca —aseguró, masticando los pocos que habían entrado a su boca.
—Que adulador que me saliste —rodé los ojos.
—Dame un beso, rubia —pidió, logrando que lo mirará elevando una ceja—. Si me das un beso, prometo dejarte en paz hasta que lleguemos a casa.
Lo miré con desconfianza. Dacel se había mantenido a mi alrededor todo el tiempo sin permitir que las personas me sofocaran, tal vez si se merecía un pago. Y talvez yo tenía un poco de ganas de besarlo.
—Bien pero no te abuses. —pedí antes de inclinarme hacia él, dudando por un momento antes de finalmente pegar mis labios sobre los suyos.
El beso fue suave, Dacel no se apuró no tomó el control, dejó que yo lo tuviese y me permitió ir a mi torpe ritmo. Me moví con vacilación, besándolo suave, de la única forma que sabía. Sus dedos se hundieron en mi cabeza, acariciando suavemente mi cabeza y por una vez en mucho tiempo realmente me sentí seguro y protegido.
¿No era eso extraño?
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