6. Portal
Freyja y Amär cayeron al filo de una noche oscura, a pesar de estar siendo cruelmente sometido Aren logró cerrar el portal antes de que siquiera los bárbaros pudieran colocarle los brazaletes rúnicos que condenaban su inmortal existencia.
Amär golpeó el suelo con violencia, mientras que Freyja no provocó sonido alguno con su caída, la joven aprendiz de bruja se levantó exaltada, solo para presenciar como el portal era cerrado y con ello el destino de su maestro sellado.
— ¡No...! — gritó con desesperó genuino.
La mujer cayó al suelo dando un sonoro gritó al cielo, con la esperanza de que aquel grito llegará hasta Asgard y con ello hiciera compadecer el alma de los dioses, pero no parecía que ninguna presencia divina llegará en su auxilio. Freyja se levantó y con sigilo se acercó a Amär que desesperada no dejaba de gritar, Freyja movió sus dedos imitando la combinación rúnica "Actívate".
— Detente — Freyja tocó el hombro de Amär y está al instante dejo de llorar.
Aunque estaba encarnada, aún conservaba el "don de la obediencia", don que le permitía hacer que la obedecieran en todo, claro que debía activar ciertas runas antes.
Amär se giró lentamente hacía Freyja y al verla la joven aspirante a inmortal retrocedió asustada, podía sentir aquella energía peculiar provenir de tal enigmática mujer, pero todo indicaba que era mortal...¿O no?
— ¿Quién... quién eres? — Amär miró de pies a cabeza a Freyja, notando su rareza — ¿O qué eres?
Freyja sonrió, aún en una forma tan inmunda como la mortal seguía siendo un ser de admirar.
— Relájate, soy Freyja, la diosa del amor y de las valquirias, patrona de la guerra y la brujería, una de las gobernantes de Asgard.
Amär la miró inquieta, antes de soltar la carcajada más grande de su vida.
— ¡Tú! ¿La diosa Freyja? ¡Ja! — Amär se levantó enojada por tal blasfemia — ¡No me hagas reír! La diosa Freyja es completamente poderosa y exquisita como para siquiera pensar en encarnarse...— Amär nuevamente la miró, "Demasiado bella como para ser mortal" pensó notando su torpeza — O...¿Eres una de las tantas formas que toma Freyja?
Freyja se levantó y la miró con algo de repudio, Amär no era alguien a quien se pudiera llamar "hermosa", bonita quizás, pero jamás hermosa: tenía el cabello marrón rojizo, la piel llena de cicatrices y quemada por el sol, la cara demasiado angulosa y unas cejas frondosas, tenía unos ojos oscuros pero hermosos aunque estaban demasiado juntos y eso le hacía perder la poca gracia que le quedaba, además de que con esas cejas frondosas y arqueadas daba la impresión de siempre estar enojada. Aún con todos esos desfortunios físicos se podía encontrar cierta belleza en algo tan pobre como ella, claro que no lo suficiente como para retar de tal manera a Freyja.
— Se podría decir que sí — acepto con su orgullo herido la diosa — Mirá, estoy atrapada en esta forma...mortal — como odiaba esa palabra — y no podré regresar a Asgard o a mí cuerpo divino sin la ayuda de tú padre.
— ¿Mí padre? ¿Porqué Aren debería ayudarla? Aún mejor, ¿Cómo se supone que sabré si lo que me dice es verdad y no un montón de parloteo sin sentido?
— ¿Estas...retandome?
En su increíble inmortalidad ningún humano había tenido la osadía de regarla, pero la mirada feroz de Amär le indicaba que así era. Con suma resignación Freyja se dispuso a caminar hacía un pequeño charco de agua, no estaba segura de si funcionaría pero siempre podía controlar a la brujita para que hiciera todo cuanto le plazca, de hecho podía controlarla en ese instante, pero prefería adular de su poder aunque este fuese escaso. Freyja colocó sus manos dentro del diminuto charco de agua cristalina, cerró sus ojos y se concentró, ¿Qué es lo que quería? Las imágenes de runas llegaron a su mente, solo debía concentrarse: y mezclar las runas correctas para crear una palabra, de esa palabra crearía una frase y con ello su poder estaría activado.
Rápidamente las runas aparecieron en su mente, un conjunto de símbolos dorados, plateados, esmeraldas, negros, blancos y escarlatas desfilaron en una hilera de recuerdos. Las runas que tendría que usar eran las runas invocando el nombre de Océano. Fue Fácil localizar las runas correctas, pues su aura las delataba, con ferocidad movió sus manos y del charco empezó a surgir más agua y a su vez invocando las runas Aire hizo que está levitara lo suficiente como para volverse un espejo, un espejo que reflejaba uno de los innumerables paisajes de Asgard. Freyja deseaba poder saber cuál unión rúnica podría regresarle sus poderes, pero algo en su interior le decía que esas runas serían difíciles de invocar en su condición mortal, por eso Loki seguía siendo su única esperanza.
Al girarse Freyja se encontró con Amär arrodillada en el suelo, en posición de adoración a ella.
— ¡Gran Freyja! — dijo la nórdica con rotundo respeto — ¡Le ruego perdón por tal osadía! Ahora sé que es usted mí reina, pues ningún brujo o bruja puede invocar las runas con tanta facilidad, menos atrayendo la energía de los dioses revelando su reino, Asgard.
Freyja sonrió triunfante.
— Acepto tú perdón, mortal. Ahora bien, dime, ¿Cómo vamos a recuperar a tú antecesor? Veo que tienes magia...— Amär bajo la cabeza avergonzada pues sabía que su magia era insignificante, ni siquiera contra los humanos había podido luchar — pero esa magia es débil y para crear el portal que necesito un brujo mayor es el indicado.
Amär asintió y busco con la mirada algo que pudiera darle alguna localización en específico.
— Creó que lo que desea mí reina será difícil de conseguir — Amär camino hacia la punta del barranco, desde donde se podía ver con claridad el Päev ardiendo en llamas, siendo bañado por la sangre inocente, la sangre de los inocentes hermanos y hermanas de las tierras de Amär — pero no imposible, nuestra oportunidad es ir de vuelta al Päev liberar a Aren e ir a un lugar en donde se pueda invocar dicho portal.
Freyja asintió complacida por la obediencia de la mortal.
— Bien, iremos en su rescate.
Las velas danzaban con el frívolo aire de la nocturna noche, era una noche maldita, llena de muerte y maldad, los gritos de los esclavos y esclavas resonaban por cada rincón del reino, llegando incluso a los oídos de Aren, que permanecía encadenado en el salón del trono, justo al lado de su captor, tal y como él quería.
— ¿No te parece una espléndida noche?
Einar se movió con un pavo orgulloso exhibiendo su plumaje, su gran palacio estaba hecho de oro y adornado con diversos rubíes, se había inspirado en los antiguos palacios persas de sus numerosas conquistas para hacerlo, creyendo que así atraería a su amor, a su Aren, pero parecía ser que nada que Einar le ofrecía lo complacía. Einar bajo la cabeza, se sentía mal de que las cosas fueran así, pero no tenía precisamente muchas opciones, por más que había deseado llegar a Aren de forma dulce y correcta el destino parecía querer verlo sufrir. Sí, Einar había atacado las tierras de Aren en su búsqueda, pero jamás había sido su intención matar a tantas personas, ¡Sus riquezas ya eran inmensas! Ya no deseaba oro (tenía más del que podía gastar), ya no deseaba rubíes (tenía más de los que pudiera contar) ya no deseaba tierras (tenía más que la arena en el mar), lo único que deseaba era amor (pero era eso justo de lo que carecía), el amor de Aren.
Su plan era cruel, sí, pero también necesario, deseaba a Aren con toda su alma y cuerpo, pero parecía ser que el brujo lo odiaba con tal intensidad.
Aren no había cambiado en lo más mínimo, seguía siendo el mismo hombre que una vez se robó su frío corazón.
Por otra parte Einar sí que había cambiado: ahora era un hombre fuerte y velludo, que portaba con orgullo innumerables cicatrices, una cabellera rubia que mantenía trenzada y una barba áspera y fuerte. Era todo un hombre, todo un guerrero, todo un vikingo, todo un bárbaro.
— Aren...— susurro Einar para ponerse en cuclillas frente a su amado, hacía muchos años que había ordenado colocar un segundo trono a su lado, muchos creían que se debía a que pronto buscaría una reina y por ello muchos nobles le entregaron a sus hijas como concubinas con la esperanza de que se hicieran reinas, pero ninguna lo hizo, porque Einar hacia mucho estaba enamorado — Por favor — Einar tomo las mejillas de Aren forzandoló a mirarlo, los ojos de Aren estaban rojos de tanto llorar y varias lágrimas seguían descendiendo de ellos — mírame, amor, te lo ruego, te daré todo cuanto desees...— Einar acarició las cadenas, sabía que aunque Aren no tuviera poderes se negaría a quedarse con él — siempre y cuando estés conmigo.
Aren sollozó.
— Los mataste...— Einar abrazo con fuerza a Aren cuando esté intentó apartarse — no... aléjate
Aren se removió violentamente.
— Amor, por favor...
— ¡No! ¡LOS MATASTE! ¡DESGRACIADO, LOS MATASTE! ¡LOS MATASTE! ¡LOS MATASTE!
Einar sujeto con fuerza a Aren abrazándolo, evitando que se apartará y haciendo que llorará en su pecho, odiaba hacer eso, se había jurado que Aren jamás derramaría alguna lágrima en su presencia, que todo sería felicidad para él, pero lo había fallado.
No podía darse el lujo de dejar que una revolución pasará, perdería numerosos bienes y con ello su reputación, no podía permitirlo, aunque eso implicará el sufrir de su amor.
— Lo sé — Einar acarició el cabello de Aren que seguía llorando y gritando contra su pecho — lo siento.
Susurro para besar su cabeza.
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