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20

Caigo de rodillas en el suelo cubierto de tierra polvorienta y piedras.
Elías en otro momento me hubiera soltado alguna ofensa por mi estado, pero esta vez se queda callado, algo que no me ayuda en absoluto.
Al menos recibir sus quejas y reproches me ayudaría a distraer la mente de todos esos recuerdos que me atormentan.

Me quedo con el mentón apoyado sobre mis rodillas, observando a la distancia todo lo que nos rodea. Gran parte del país se ha quedado sin energía, este es uno de esos sitios. 

El parque en cual estamos se logra divisar por la luz del cielo, algo que le brinda un aspecto entre lo opaco y vivo.

—Yo no quise hacerlo —balbuceo aún entre temblores. Elías me mira desde lo alto antes de decir:

—No te preocupes, tarde o temprano moriría —Eso fue en modo de consuelo.
Algo de lo que me doy cuenta en este momento, es que Elías no es bueno haciendo ese tipo de cosas.

—¡Pero lo mate yo! —me quejo.

—¿Y? ¿Importa acaso quien acabó con su miserable vida?

Me mira enarcando una ceja y poniendo sus manos en la cadera. Cada vez que hace eso se ve más mayor de lo que realmente es, y eso me dejaba sin voluntad para llevarle la contraria.

—A mí sí —declaro agachando la cabeza.

—A ti todo te importa, en mi opinión eres más buena que un humano —opina—. O quizá, más cobarde.

Le miro mal.

—Asesine a un sujeto que era el amigo de mi hermano
—reprocho—. Eso no me hace ni humana ni cobarde.

Se ríe con fuerza ante mi comentario.

—¿Amigo? —inquiere incrédulo—. Ese no era amigo de Anderson, era un oportunista solamente. Y si te hace sentir mejor, él iba a enviarte al matadero, y no eras la primera.

Eso era verdad.

Nosotros seríamos unas víctimas más del largo listado. Julián no era bueno, pero eso no cambiaba el hecho de haberlo matado por mi propia mano.

—Además, tu vida es mil veces más valiosa que la de ese sujeto —declara Elías.

Sorprendida lo observo, y por primera vez mi cerebro se queda vacío.

***

Juntos buscamos algo para llenar el estómago, encontrando unas sardinas y alverjas enlatadas, las cuales comimos sentados en el columpio del parque, anulando el sonido con el ruido de las cadenas.

Al tener mi tercera lata vacía, me columpio y le doy una patada a la lata, la cual vuela por los aires y cae más allá.
Sonrío mientras atraigo la lata hacia mí nuevamente. Ésta se estrella en mi palma y tras un nuevo impulso, la vuelvo a lanzar mucho más lejos que antes.

Hago eso hasta perder la cuenta, bajo la atenta mirada de Elías a mi lado. Debo de verme como una chiquilla insoportable, pero esto disminuye mi angustia, mis penas, y todos mis temores.

—¿Sabes? —dice Elías a mi lado. Aún en movimiento lo
observo.

—¿Qué? —pregunto ejecutando mi maniobra que resulta muy divertida.

—Cuando estás así luces encantadora —Su declaración hace que pierda la concentración, algo que me impide sujetar la lata a tiempo, recibiendo un impacto en la frente.

—¡Auch! —mascullo llevándome la mano al área afectada, él ríe burlón—. ¿A qué te refieres? —cuestiono sin mirarlo, algo en el ambiente me hace sentir extraña.

—A que pareces… —vacila al querer decir la expresión correcta, aprovecho eso para enarcarle una ceja—. Irreal
—dice al fin.

Pienso que está de broma y me quedo a la espera de que suelte su típica risilla, pero no lo hace.
Arrugo las cejas sin comprender.

Entreabro los labios para decir algo como: es un insulto ¿No?  Pero me suena tan estúpido que no digo nada, y me quedo sintiendo como la brisa hace que los cabellos se me metan a la boca. 

—No eres… específicamente como deberías de ser
—dice luego de un momento de silencio.

Para entonces mi columpio solo se mueve unos escasos cinco centímetro.

—A veces resultas como una humana —prosigue—, pero tan ajena a ellos a la vez. Otras en cambio, te vez como un Bolar, en toda la extensión de la palabra, que me pregunto cómo es que lo haces —lo observo fijamente—. Eres diferente.

—¿Cómo un bicho raro? —pregunto, hace un mohín con la boca.

—Tal vez —dice mirando a la distancia—. Siento que, hay un propósito diferente al que pensamos.

—¿Hablas del porqué estamos aquí? —cuestiono ante el repentino giro de la conversación.

—Sí. Se suponía que nuestros… padres… lo hicieron para líbranos de los Anvibios pero, al mismo tiempo para darnos la oportunidad de crecer y derrotarlos, imagino.

Su voz está cargada de desconfianza, que dudo por un momento de si se trataba del Elías que yo conozco o es una de sus facetas ocultas. Y luego soy consciente de algo, en este momento estoy conociendo al Elías verdadero. A ese que se oculta bajo capas de fortalezas y confianza.

La declaración que ha hecho es evidentemente lo que rondaba en su cabeza desde hace mucho.
Él se hace tantas preguntas como yo, pero a diferencia prefiere resguardarlas y no decirlas.
Sin embargo ahora, lo está haciendo.

—Diría algo, si supiera que es lo que soy. —confieso, dándole a entender que no sé cómo llevar este tipo de conversación—. No sé siquiera sé que significa ser un “Bolar”  o sí alguna vez significo algo o solo fue algo implantado.

Guardo silencio a la espera de que diga algo, pero no lo hace. Así que continúo:

—A veces pienso, o trato al menos, de pensar en como era; lo que hacía, el planeta, mi vida, su llegada, el caos.

—Pero es imposible hacerte a una idea —repone él—. Tu cerebro está vacío de todo eso, y no tiene sentido —dice—. ¿Cómo es posible que no recordemos nada? Tendríamos que tener algo, una imagen, un ser, una vida, un mundo, y sin embargo nuestro cerebro solo nos dice “cumplir la misión, eliminar a los Anvibios” ¿Y qué con eso?

Abrazo la cadena del columpio mientras analizo sus palabras. Elías se ha cuestionado lo mismo que me he preguntado yo, durante muchos años.

Es como si solo fuéramos una cáscara vacía. Siendo conscientes que somos Bolares, pero sin saber lo que significa ser uno.

—Estamos vacíos —digo en un murmuro cerrando los ojos.

Podría decir que esto no me duele, pero estaría mintiendo.
Estar vacía es horrible, ser un bicho sin otro propósito más que el matar es completamente desdichado, esto no es lo que hubiese escogido de haber tenido la oportunidad de decidir.

El sonido de las cadenas agitándose me indica que Elías se mueve, aún así mantengo los ojos cerrados, no quiero que vea las lágrimas en mis ojos. No por verme débil, sino para no verme humana.

Me tenso al sentir sus dedos sobre mí mejilla, pero algo me induce a dejar que su piel haga choque con mis átomos. Sus dedos cepillan mi negro y lacio cabello, el cual llevo libre como siempre.

—Sabes —dice bajito—. Tú eres todo lo que me compone.
Abro los ojos para verle, su rostro inclinado solo ilumina la luna, sin embargo me parece una imagen casi divina.

—¿Por qué?

—Porque antes de ti estaba vacío. Y no me refiero a vacío vacío, sino a la falta de conciencia de que estaba vivo. Conocerte fue ser consiente del sabor de la miel, el color del sol, el sonido del viento.  —Hace una pausa en la cual trato de relajar mi ceño fruncido—.  Conocerte fue como despertar de un sueño.

Nuevamente sus ojos vuelven a los míos, y no puedo pensar en otra cosa que no sea la idea de que esto es un sueño. Pero si lo es … ¿Cómo puedo sentir su mano entre mi cabello? Si es un sueño… ¿Cómo puedo sentir cada fibra de mi cuerpo estremecerse por sus labios sobre los míos?

Si esto es soñar se siente demasiado real, si esto es soñar quisiera hacerlo por toda la vida, si esto es soñar, debo haber perdido la cabeza.

No somos humanos, pero parecemos unos.
No recuerdo nada se nuestra antigua vida, y él tampoco lo hace; aún así, tenerlo cerca de siente bien.
Por primera vez comprendo al humano y su comportamiento, y por primera vez, me siento bien haciendo algo muy típico de él.

Alejo un poco la cabeza de la suya, al sentir como su fría respiración me baja al cuello.
A mis oídos llega el suave ronroneo de nuestros cuerpos, y algunas chispas proveniente de los cortos circuitos.

—¿Quién eres? —me pregunta aún con su rostro cubierto por mi melena.

—¿Eh? —suelto con un hilo de voz, que suena más a quejido que otra cosa.

—¿Quién eres? —insiste en el mismo tono que en mío, que sí este sitio no fuera una completa tumba, no le habría escuchado.

Soy el Bolar 303, el cual vino ha cumplir su misión. Sin
embargo, no es lo que quiero ser, así que me tomo el atrevimiento de decidir por mí misma.

—Soy Anyeli, el Bolar que hará lo posible por salvar la humanidad, para luego, hacer todo lo que un día quise, y que nunca tuve el valor de hacer.

Elías se aleja permitiéndome ver una sonrisa cálida. Sonrío también.

—¿Besar estaba entre esas cosas que has querido hacer?
—pregunta.

—La verdad no, pero probablemente ahora esté en la lista.

Esta vez suelta una risilla, pero no de burla, sino de algo más que no logro identificar.

—A veces me imagino como un pulpo —le digo . Me mira incrédulo—. ¿Qué? Solo trato de darme una imagen, una imagen de algo diferente a esto —declaro mientras señalo mi anatomía—. No soy experta en Bolares, pero algo en mi instinto me dice que no es de esta manera.

—Un pulpo es muy original —opina él mientras asiente. Entrecierro  los ojos al darme cuenta que realmente se está burlando—. Ni siquiera sabes si ahí había agua.

Su punto de vista es demasiado bueno, tanto que río.

—Tal vez en el fondo seamos un pulpo terrestre —le digo, se carcajea.

—No me imagino un pulpo tan feo dentro de un cuerpo tan…    —Me mira y lo miro.

Ambos nos quedamos en silencio, porque de repente el ambiente se ha tornado incómodo y fuera de lugar.
Vuelvo a columpiarme.

—Emmm… creo que lo mejor es que busquemos un sitio donde quedarnos —propone Elías poniéndose de pie—. La idea de pasar una noche en el parque como vagabundo no me agrada.

Suelto una risa ante su ocurrencia. Algo que me hace sentir extraña y un tanto desubicada. La antigua Anyi no sonreía.

Me pongo de pie limpiándome las manos en el pantalón, deben de ser las once de la noche. Hay neblina a nuestro alrededor, por lo cual el clima debe de ser frío.
Claramente mi temperatura es igual que siempre, y siento la curiosidad de cómo es sentir esos cambios de clima tan habituales.

Antes de alejarnos por completo vuelvo la vista hacia los columpio, para recordar el íntimo momento en el que Elías y yo nos vamos involucrados. Aún siento la suavidad de su boca, y el aire gélido acariciando mi piel. Por algún motivo, lo quiero otra vez.

Todos mis pensamientos se ven interrumpidos por un pequeño destello a la distancia, lo cual me obliga a extender la mano y detener a Elías.

—Mira allá —le pido mientras señalo con el dedo. Los ojos del chico se alzan para seguir la dirección que le muestro. Al verlo sus cejas se arrugan.

—Extraño —dice aún con la vista enfocada en la residencia.
Todo a nuestro alrededor está oscuro y abandonado. Pero por algún motivo, más allá de nosotros, hay un edificio iluminado, llamándonos como luz al insecto.

—No quiero verme envuelta entre más dementes —digo cortante al leer sus intenciones.

—Tal vez esta vez no lo sean —dice acariciando su barbilla. Chasqueo la lengua entre lo irritada y asustada.

Minutos más tarde me encuentro siguiéndole los pasos a
Elías, así evitar sufrir algún ataque inesperado al estar completamente sola.

El chico a la cabeza, se mantiene en silencio durante el transcurso, haciendo que el único ruido perceptible sea el sonido de nuestras pisadas, y algunas que otras peleas de perros.

—He estado pensando en algo —dice Elías de repente, haciendo que de un brinco en mi sitio.

—Siempre estás pensando —repongo, recordando todos esos momentos en los cuales lo he visto ajeno a la realidad.

—Hablo enserio —se queja malhumorado.

—Yo también.

—No estás más en deuda —suelta, en tono casi desesperado.

Al comprender el significado de sus palabras mi pecho se oprime.

—¿Qué quieres decir? —cuestiono con precaución.

Se detiene en la penumbra, convirtiéndose en un cuerpo inmóvil e intimidante.

Detengo mi avance y me posiciono frente a él, sin hacer el intento de parecer a la defensiva.

Me comienzo a poner nerviosa, desesperada, preocupada.
Todo de junto.

—Me ayudaste en el laboratorio, cuando me impacto la bala  —comienza a decir—. Y me libraste de Julián. Me parece que tengo que buscar otra carnada.

Ambas ocasiones fueron por conveniencia propia, en los cuales solo pensé en como salir del lío con vida.
En mi búsqueda de ello, Elías estaba incluido. Aunque no fuese el primordial motivo.

Al principio temí por su descabellado plan de convertirme en un señuelo, pero con el tiempo aprendí a confiar en sus actos, sabía lo que hacía. Y sin embargo, ahora me está diciendo que buscará a alguien más.

No me agrada la idea. Y no entiendo el porqué

—¡Espera! —pido al ver que está más lejos—. ¿Eso quiere decir que me estas echando? —pregunto entre  jadeos al alcanzarlo.

—No. Lo que te estoy dando, es la oportunidad de que te vayas, ¿Querías encontrar a tu hermano no? Si no has cambiado de planes, puedes hacerlo. —Me mira inexpresivo—. Porque yo aún no estoy dispuesto a ayudarte.

Vuelve a caminar y yo hago lo mismo, aún perturbada por su declaración.

Desde el día en el que me golpeó la cabeza he estado dependiendo de él, más ahora debo de decidir: entre mi comodidad y mi hermano. Entre el lado seguro y el incierto. Entre la vida y la muerte.

Llegamos a un escaso kilómetro de nuestro destino. Y ya no siento miedo, al contrario, estoy tranquila. O más bien, estoy desorientada.

—Gracias —digo antes de que ingresemos a inspeccionar el edificio—. Por cumplir tu parte del trato.

Sin decir algo más, tomo la delantera.

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