12
La granja esta vacía, al igual que todas las ciudades vecinas. Desde el primer ataque hace tres días las ciudades evacuaron por lo acontecido, dejando deshabitado casi todo el país. O eso se creía.
Elías dice que algunas personas no se han ido, supone que es la oportunidad perfecta para un saqueo, tenía algo de sentido. La mayoría se fue sin llevarse nada, dejando todas su posesiones en sus antiguos hogares, sin embargo ¿Quién querría saquear este sitio? Se suponía que estaba lleno de “invasores” sí, así les decían, o más bien, nos decían.
Llevaba en este sitio 32 horas, las primeras 26 había estado atada a una silla y a penas estaba consciente de lo que pasaba, el resto pude ser testigo de algo más. Los helicópteros circulando.
—Van a las ciudades —dijo Elías—, lanzan bombas, en espera de que algún insecto enorme salga de su escondite.
Ese acto no tenía sentido, nada iba a salir, porque ellos no eran insectos —o eso creo— Ellos habían realizado ataques planeados, y no vinieron a esconderse, vinieron a buscarnos.
Viese por donde se viese, lanzar bombas a ciudades vacías era estúpido. Y autodestructivo.
¿Pero quién entiende los actos humanos? Ni ellos mismos lo hacen, y no iba a ocupar mi cerebro en intentar hacerlo.
Elías también ha dicho que las salidas están cerradas ¿Para qué? No tengo ni idea, probablemente las fuerzas armadas estén a la espera de un ataque galáctico, apuntando por horas a unas direcciones vacías de alguna presencia. Sin saber que esta, no es su guerra.
Aún con la toalla cubriéndome, busco algo para vestirme en el armario, toda la ropa es básicamente lo mismo; blusas a botones y pequeños shorts de lona, y rara vez unos pantalones.
La granja es grande y cómoda, excepto por el extraño vapor que se siente. Tiene una cochera en la cuál hay dos autos. Elías había tomado el mejor, pero no reproche al respecto, me conforme con el pequeño auto verde ronrron, mientras él se quedaba con la camioneta negra.
La ropa me queda un poco grande, en especial la ropa interior. Conseguí una camisa de cuadros rosa, que dejaba parte del vientre libre.
«Como pudo está mujer pasar todo el tiempo así».
No era cómodo pero la mujer de la casa parecía no pensar lo mismo, toda su ropa era igual. Lo acompañe con un pequeño shorts de lona el cuál ajuste con un cinturón para prevenir que se me cayera. Esto era detestable. En el espejo solo veía una imagen delgada cubierta por ropa que le bailaba entre sus músculos.
Afuera el sol esta pleno y el cielo demasiado despejado, si no estuviera en estas circunstancias sería un día magnífico. Los autos están bajo la sombra de un árbol, y Elías está revisando el motor de uno de ellos.
El sonido de mis botas contra el suelo empedrado le avisa de mi llegada, haciendo qué él se vuelva hacia mí. Al ver mi aspecto enarca una ceja mientras me estudia.
—No te atrevas a hacer comentarios —amenazo, sabiendo que nada lindo puede salir de su boca.
—Esa sería una moda bastante atractiva —opina él señalando mi ropa interior que sobresale de mis pantaloncillos cortos—. Atractivamente ridícula.
Suelta una carcajada. Doy una patada al suelo y le golpeó con diminutos proyectiles de roca. Está vez no reclamo, no me enojo, y no me ofendo. Simplemente lo observo y me concentro en su risa, y siento que está mal, no él, sino el hecho de que lo haga.
—¿Cómo lo haces? —cuestiono.
—¿El qué? ¿El revisar el motor? —pregunta concentrado en lo que hace, niego con la cabeza a pesar de saber que no me mira. Eso tampoco sé cómo lo hace, pero no era de lo que estaba hablando.
—No eso, hablo de… —Levanta la cabeza al ver que no termino la frase, esta vez no lleva lentes, y sus ojos a la intemperie me dejan ver sus ojos avellana a la perfección.
—¿De?
—De que ríes a menudo.
Frunce las cejas y parece analizarlo por primera vez, su personalidad no es como la mía, aunque en cierto punto son similares. Él bromea de manera ofensiva, yo soy ofensiva sin estar de broma. Él ríe luego de sus comentarios, yo en cambio, no lo hago.
—Preferiría no hablar de eso, por ahora, pero lo haré después —dice y vuelve a hacer lo que estaba haciendo.
—¿Debo confiar en tu palabra?
—Es la única opción que tienes —repone sangrón.
Me apoyo en un extremo del vehículo y miro fijamente sus manos moverse por el montón de cosas que contiene esa parte del auto. Elías levanta la vista y luego pregunta:
—¿Qué?
—Nada, solo veía lo que hacía sin entender lo que haces.
—Ven acá, déjame mostrarte cómo se hace, en caso de que en algún momento tengas que hacerlo sola.
El hecho de que lo diga me deja inmóvil. eso me asusta, ahora que sé que me ayudaría me había sentido calmada y segura, pero si él piensa en la posibilidad de que eso no sea así…
—¿Vienes o no? —pregunta seriamente sacándome de mis pensamientos.
Me encamino a su lado y me quedo a la espera de cualquier cosa, voltea los ojos para luego jalarme y ponerme entre medio de él y el auto.
—Hay varias cosas que se deben revisar en el motor de un auto antes de salir —comienza a decir—. Entre estás está el nivel de aceite, el nivel de refrigerante, el nivel de agua, el nivel de gasolina y los niveles de los electrolitos de la batería. También es importante revisar la presión de los neumáticos, el nivel de la correa, el filtro de aire y los frenos.
Asiento lentamente tratando de recordar todo lo que ha dicho, aunque realmente mi cerebro solo ha procesado las primeras tres palabras.
—Revisar todos estos aspectos de un auto antes de salir es importante para asegurarse de que el vehículo está en buenas condiciones y que es seguro para manejar —prosigue aunque realmente no entiendo porque debe de preocuparse tanto por eso—. Si el aceite es demasiado bajo, puede dañar el motor. Si el refrigerante es demasiado bajo, puede provocar que el motor se caliente y se dañe —continua, señalando las partes que se ven implicadas en su explicación—. El nivel de agua es importante para asegurar que el motor está funcionando adecuadamente también.
—Entiendo —digo frunciendo el ceño, él me lanza una mirada inquisitiva y tengo que añadir algo más para que no se percate de lo perdida que estoy—. ¿Y en qué le ayuda el agua?
—El agua es esencial para el funcionamiento del motor, ya que ayuda a enfriarlo. Si el agua está demasiado baja, el motor puede sobrecalentarse y sufrir daños —aclara—. ¡Ah! También es importante verificar la presión de los neumáticos, ya que si están bajos puede afectar. Fíjate en esto —pide tocando la batería—. Los electrolitos de la batería son el líquido que se encuentra dentro de la batería y ayuda a mantenerla funcionando —dice, me inclino hacia adelante para intentar ver el interior—. Los electrolitos están formados por ácido sulfúrico y potasio. El nivel de electrolitos se mide mediante un indicador situado en la batería. La mayoría de los autos tienen un indicador de nivel de electrolitos que es similar a un nivel de aceite.
—¿Qué se hace si los electroconcitos son muy pocos? —inquiero.
—Electrolitos —se queja—. Si los electrolitos son muy pocos, se debe rellenar la batería con una mezcla de agua y ácido sulfúrico. Es importante usar un traje de protección y guantes de seguridad al abrir la batería y rellenarla. También es importante evitar derramar el electrolito, ya que es muy tóxico y puede causar quemaduras en la piel.
—Para eso mejor cojo otro auto —comento cruzándome de brazos, ¿Usar todo un equipo para llenar una batería de porquería? No gracias, esos son métodos fastidiosos e innecesarios, tengo ciudades vacías atascados de autos.
—Que sutil —masculla entre dientes. Abro la boca para soltar el primer insulto que se me venga a la cabeza, pero entonces llega a mis oídos el ronroneo proveniente del cielo. Ambos levantamos la cabeza para observar el perfecto cielo, en dónde aparece un helicóptero circulando el área.
—¿Crees que nos miran? —pregunto aún con la mirada fija en él.
—Sí.
—¿Por qué no disparan?
—Porque somos sus conejos de laboratorio.
—Ya veo.
El helicóptero se aleja hasta el punto de desaparecer. Claro que nos miran, y simplemente se hacen los ciegos, diciendo por los noticieros que las ciudades están vacías de cualquier persona.
Claro que no lo somos, pero ellos no lo saben, y nos mantienen en observación para ver si sufrimos algún tipo de ataque.
Entonces comprendo, algo que me había preguntado desde que cobre conciencia.
—No huyes de las bombas —digo, esta vez parezco captar la atención de Elías completamente—. Huyes de las cámaras.
Él sujeta el capo y lo deja caer con fuerza, no me inmuto por eso, y pienso en decir algo más certero y razonable. No me importa si se queda callado, o si me ignora, es su silencio el que me da más respuestas.
—Para poder fortalecer tus poderes necesitas practicar cada vez más. En una ciudad estarías demasiado expuesto, por eso estás aquí, lejos de las cámaras de las tiendas; evitando que ingresen y vean lo que haces, lo que eres.
Tal cómo lo intuía, él no dice nada, y no es necesario palabra alguna. Él simplemente está a otro nivel.
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