8
Al día siguiente, Herminio despertó antes que Venustiano. Se dirigió a la cocina, donde ya se encontraba doña Rocío. La saludó y preguntó: —¿Todo bien?
—Bien. Mejor que anoche— respondió con tono apagado.
Hermi se quedó parado en su sitio, observando cómo la viejita empezaba a preparar el desayuno. Tras unos minutos, doña Rocío preguntó: —¿Venu está despierto ya, o sigue dormido?
—Sigue dormido.
—Pobrecito. Ayer pasó por muchas emociones fuertes.
—Ya lo creo.
Mientras hablaban, la abuelita sacó una pequeña olla y la llenó de agua para hervirla, pero al abrir el recipiente del café, lo encontró vacío, así que dijo a su nieto: —Hermi, ¿puedes ir a comprar más café, por favor? Ya se terminó, y creo que hoy es más necesario que nunca. Si hasta tu abue y tu papá están aún dormidos.
—Está bien, no me tardo —respondió el joven.
Herminio salió de la casa. Como aún era muy temprano, había un poco de niebla, pero no le molestaba, ya estaba familiarizado a tal clima. Incluso jugó por unos segundos con ella, usando su control sobre el agua, con lo que se relajó un poco.
A la mitad del recorrido hasta la tienda, distinguió a Guadalupe, quien caminaba en la acera opuesta, en dirección contraria. Hermi no lo pensó dos veces y corrió para alcanzarlo. —¡Lupe! ¡Detente!
El otro volteó a verlo, y se detuvo: —¿Herminio? Supongo que Venu ya te dijo todo.
—Sí, eh...— Hermi estaba sorprendido: —¿Cómo sabes cuál de los dos soy?
—Bueno, tu voz es un poco ronca, tus manos son más finas, y tus ojos no son tan intensos, comparándolos con los de Venu— contestó Lupe.
Hermi se aclaró la garganta y expresó: —Bien, eso no importa. Lo que quiero saber es si dijiste la verdad, que...— pero el otro lo interrumpió: —No hables tan alto.
—Cierto — concedió Hermi, y continuó en voz baja: —¿De verdad te arrepientes?
—Claro que sí. Desde el primer día, pero más desde que conozco a Venu — respondió Lupe.
Herminio no dijo nada, pero hizo un gesto que daba a entender que quería escuchar más. Entonces Guadalupe continuó: —Mira, cuando tenía quince años, falleció mi abuelo, que era quien trabajaba el barro. Y como nos quedó parte de lo que ganó gracias a los concursos y a la venta de sus obras, mis papás decidieron que había que mudarnos, pero no estuve de acuerdo. Nos peleamos varias veces, y al final, ellos se fueron a Estados Unidos y yo, de rebelde, me quedé, porque no creía que nos fuera a ir mejor allá que acá. Además, yo ya sabía trabajar el barro y quería continuar con el legado de mi abuelo. Así que desde entonces sobrevivo solo. Y hace tres años, alguien que se enteró de que ustedes tenían la llave, me convenció para conseguirla. Dijo que ya sabía dónde estaba la caja fuerte que se supone se abre con ella. Le creí porque esa historia estaba muy arraigada en mi familia, y quería recuperar el contenido de la caja.
Herminio interrumpió: —¿Sabes lo que hay en la caja fuerte?
—Sí.
—¿Qué es?
—No es lo bastante valioso para haber creado esta situación. Por desgracia para todos, no me di cuenta hasta que pasó lo que pasó. Para ese momento, a los veinte años, creía ya distinguir lo bueno de lo malo, pero ya ves que no —Lupe observó a Herminio antes de continuar: —Ya después de tanto tiempo, decidí que, aunque no puedo arreglar nada, al menos debía hacer algo para que ustedes estuviesen mejor. Por eso empecé a comprarles.
—Ah, ahora entiendo por qué nunca nos aceptaste el cambio cuando pagabas —comprendió Hermi.
Lupe asintió y siguió hablando: —Jamás hubiera pensado que Venu y yo termináramos por enamorarnos. Me di cuenta que se alegraba de verme y me buscaba constantemente, y después de un corto tiempo descubrí que también me hace feliz estar con él, pero no quise decírselo. No creo justo que me ame tanto, después de haber cometido un crimen tan grave.
—Bueno, de eso no te puedo culpar. Él fue el que tomó la iniciativa de amistar e incluso coquetear contigo, tú intentabas no hacerle caso, pero tratándose de mi hermanito, es difícil —murmuró Hermi.
En este punto, ya estaba más conmovido que enojado. Ahora ya tenía más claro lo que podía hacer, pero entonces Lupe dijo: —Bueno, ahora que ya saben la verdad, no pienso ocultarla más. Voy a contarle todo a las autoridades —, y se dio vuelta para irse, pero el otro lo detuvo de un jalón: —¡Un momento!, ¿no que no habías dicho nada porque te tienen amenazado?
—Así es, pero ya no me importa. He vivido veintitrés años en este mundo; si paso muchos más en prisión o si me mata esa persona, al menos tendré la certeza que no todo lo que hice fue malo —contestó.
Hermi lo agarró con fuerza, como queriendo clavarlo en el piso, (y si no fuera porque en ese momento no tenía el control de la tierra, sí lo hubiera hecho), mientras decía: —¡No harás eso! Si tú mueres, Venu se va tras de ti; Voy a encontrar una forma de detener al asesino sin que llegue siquiera a tocarte. Vengaré a mi mamá, y tú y mi hermano van a vivir, ¿entiendes?
Lupe asintió con la cabeza; un poco asustado de la reacción de Herminio.
Éste continuó hablando mientras dejaba de retener a Guadalupe: —Bien. Tú sigue como si no hubiera pasado nada de nada. Yo me encargaré del resto.
—... ¿Estás seguro?
—Es la forma de terminar con esto —contestó Hermi, y lo soltó entonces. Se despidió con la mano y se fue a buscar el café. Guadalupe lo siguió por unos segundos con la mirada, bastante sorprendido de lo que acababa de pasar. Luego se marchó.
Cuando Hermi llegó a casa, notó que ni siquiera el aroma sabroso de los huevos rancheros había animado a Venustiano a levantarse, aunque sí a su papá y al abuelo.
Mientras desayunaban, Herminio estuvo pensando en cómo trazar un plan que fuera efectivo. Aunque seguía muy enojado con Lupe, no podía dejar que le pasara algo. Sobre todo porque a Venu le afectaría más de lo que ya estaba, pero en el fondo, también porque entendía que en el tiempo en que ocurrió aquél asunto, el joven debió estar muy solo. Si él mismo a veces se sentía así, aunque sólo había perdido a su mamá, para Guadalupe debió ser peor alejarse de sus dos padres, y más porque ellos aún estaban vivos, pero sus ideales eran muy diferentes.
Ahora que lo analizaba de otra manera, no era tan extraño que Guadalupe no pudiera mantenerse indiferente a los acercamientos de Venu. Después de mucho tiempo, de nuevo alguien le mostraba que lo quería, así que a pesar de que Lupe quiso mantenerse distante, se enamoró con la misma intensidad que Venu.
En fin, eso no serviría para averiguar quién era el culpable de la muerte de Rocío, así que Hermi se concentró en su plan para descubrirlo.
Pasó un gran rato, incluso después de que hubo terminado de comer, considerando la mayor cantidad de detalles que pudo cerebrar, hasta que finalmente, decidió que ya estaba listo para ser puesto en función, y fue a hablar con el abuelo, quien en ese momento ya había salido a trabajar. Esta vez, el papá de los chicos no había ido con él, pues había decidido atender la venta, ya que Venu aún estaba encerrado en su cuarto.
Para don Venustiano Hernández, trabajar en el campo no implicaba gran esfuerzo físico, pues gracias a su dominio de los elementos, podía avanzar rápidamente en arar la tierra, regar la siembra y protegerla del viento, además de controlar el fuego cuando se quemaban los pastos antes de sembrar. Hermi sabía que el abuelo, con la experiencia en el dominio de estas habilidades, si bien nunca las había usado para otros fines, podía ayudarle a mejorar en el uso de sus propios poderes, aunque estuvieran condicionados a dos elementos cada día, así que, en cuanto lo encontró en el campo, le dijo: —Abue, necesito tu ayuda. Quiero que me guíes para poder usar mis poderes con tanta destreza como tú.
—Hermi, yo tengo muchos años trabajando así, te costaría mucho tiempo igualarme— contestó el abuelito.
—¡Ya lo sé, pero no tengo tiempo que perder! — replicó el muchacho.
Don Venustiano lo miró sorprendido y preguntó: —¿Cuál es la prisa?
Herminio entonces explicó —He pensado en un plan para descubrir al culpable de la muerte de su mamá, y detenerlo de una vez por todas. Y por eso, primero necesito controlar mejor mis poderes.
El abuelito estuvo de acuerdo, pero hizo una observación: —Puedo enseñarte algunas cosas más, pero para que lo domines vamos a tardar tiempo, al menos un mes, y si nos concentramos mucho en no voy a trabajar el campo en ese tiempo, así que vamos a tener que reorganizarnos todos para evitar que se pierda todo el trabajo que ya hicimos aquí.
Hermi asintió, sin poner objeciones: —Más tarde se lo contaré a papá, abuelita y Venu. Pero, ¿ya podemos empezar a entrenar?
El abuelo se rió y afirmó: —Está bien, no te desesperes. Vamos allá, donde no hay nada sembrado.
El lugar que había señalado quedaba detrás de la casa. Un espacio de aproximadamente 10 x 20 m., de superficie regular, en el que hacía ya muchos años, cuando los gemelos eran pequeños, solían jugar al futbol, pero ahora que ya habían crecido, aún no se sembraba nada allí.
—Muy bien. Dime por dónde empiezo— pidió Hermi.
Don Venustiano se rió nuevamente y contestó: —No te apresures. Inicia por concentrarte en uno de los elementos. Te sugiero que comiences con el aire, que con lo alterado que estás, si intentas con el agua, vamos a salir bastante perjudicados.
—¿Por el agua? ¿Cómo? — preguntó sorprendido el joven.
—Pues, podrías hacer que hirviera, o, por el contrario, hacer que se vuelva hielo. O simplemente mojarnos y correr el riesgo de resfriarnos, mira que el clima ha estado un poco frío...— contestó don Venustiano.
—Ah. Bueno, pero, ¿ya empezamos? — insistió el muchacho.
El abuelo se rió y asintió.
Hermi comenzó entonces a practicar su control sobre el viento, guiado por el abuelo. Pasó gran rato antes que consiguiera manejarlo sin provocar una polvareda.
Tenía que pulir su habilidad.
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