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7

Unos minutos antes, Venu volteó a ver a su familia, que en esos momentos estaban distraídos con la llegada del jefe Rojo. No tenía tiempo para avisarles a dónde iba, pero confió que podía llamar a Hermi después. Así que tomó la mano de Guadalupe y lo guió más cerca del lugar de donde venía la música.

Como aún era temprano, la música sonaba principalmente de los puestos de juegos, pero en el centro del parque había un templete donde se presentaban algunos músicos locales, preparando el ambiente para cuando entrara la noche y la banda de turno fuera la que se llevara la atención de la gente.

Por el momento, las canciones eran adecuadas para bailar, sin que el ritmo fuera demasiado tranquilo pero tampoco se requería de gran energía para seguirlas.

Al inicio, Venu tomó de las dos manos a Guadalupe, pero todavía no terminaba la primera melodía cuando notó que era un poco incómodo, así que sin aviso, se acercó para apoyar una mano en el hombro de su compañero.

Guadalupe no protestó; ya se había acostumbrado a la personalidad tan espontánea y desinhibida del más joven, y lo dejó acomodarse como quisiera. Bailaron tranquilamente, perdiendo la noción del tiempo. Pasaron dos o tres canciones hasta que el mayor descubrió que Venu había apoyado la cabeza sobre su hombro, y en algún momento él había empezado a acariciar su cabello rizado. Guadalupe se detuvo, aunque se sentía feliz, pero...

Mientras, Venu estaba disfrutando la situación. Ese era el momento adecuado, pero había muchas personas alrededor, más que cuando comenzaron a bailar, y por tanto, había más ruido. Por un momento, creyó que tendría que hablar más alto para que Guadalupe lo escuchara, aunque de esa forma también una gran cantidad de personas se enteraría de que estaba enamorado del muchacho. El que estuvieran tan cerca uno de otro no era muy llamativo entre tantas personas, pero decirlo seguramente sí lo sería, y aunque a Venu no le molestaría gritarlo a los cuatro vientos, no creía que fuera la mejor idea tomando en cuenta el carácter de su compañero.

Afortunadamente, tuvo una idea para resolverlo, y dijo: —Lupito, quiero decirte algo, pero, aquí hay mucho ruido. Vamos por allá, donde no hay tantas personas.

—Eeeh, bueno, está bien— contestó el otro, un poco desconcertado.

Entonces, Venu llevó a Lupe hacia una pequeña calle desierta, a la cual estaba bloqueado el paso de los autos por unos puestos ambulantes. El joven usó su poder discretamente para cambiar la dirección del viento y evitar que llegara hasta ellos la mayor cantidad del ruido proveniente de la feria.

Lupe estaba un tanto confundido con la actitud de Venu. O le diría algo muy bueno, o muy malo, pero el otro no parecía tan apresurado en hablar como en llevarlo a ese sitio, así que decidió preguntarle: —¿Qué es lo que me querías decir?

Venustiano estaba un poco alterado nuevamente. Intentó mirarlo a los ojos, pero primero debía calmarse. Bajó la vista hasta la colección de dijes que colgaban de los varios collares que Lupe traía puestos siempre. Los miró un momento, luego levantó los ojos hasta encontrarse con los de su compañero, quien volvió a hablar:

—Si es por lo que pasó hace un...

Venu lo calló tocándole los labios con el índice, causando que se sonrojara. Entonces consiguió decir: —Quería informarte que estoy enamorado de ti, Guadalupe Aguirre —, y enseguida lo besó, sintiendo la sonrisa del joven antes de que correspondiera efusivamente, y ambos se perdieron en la dulzura de ese pequeño gran acto de amor. Por ese momento, no les importó lo que sucediera con el resto del mundo.

Pero esa fue la última sonrisa de Lupe en esa ocasión. Cuando concluyó el beso, se apartó de Venu diciendo: —Yo también estoy enamorado de ti, pero no podemos estar juntos.

—¿Por qué no? Por mi familia no hay problema, no tengas miedo...

—No es por eso. Sé que no se opondrían, te quieren como eres. Y no me importa lo que diga el resto de la gente sobre nosotros. Es... es una cuestión de justicia.

—No entiendo, ¿de qué hablas? — preguntó Venustiano.

Guadalupe respiró hondo. Miró de frente a su amado y dijo con voz trémula: —Hace tres años, fui uno de los ladrones que entraron a tu casa. Yo... robé la llave que estaba colgada junto a la puerta. Sé... sé quién... mató a tu mamá.

Venu quedó pasmado. No lo podía creer. —¡¿Qué?! ¡¿Estás diciendo la verdad?!

—Sí. Quisiera que fuera mentira, pero no lo es —contestó Lupe, deseando poder bajar la mirada.

—¡¿Y por qué lo dices hasta ahora?!, ¿Nunca pensaste denunciar al asesino? ¡¿Tan siquiera te arrepientes de haber robado?!— gritó Venu.

—¡No podía ni puedo decir nada, o el siguiente muerto seré yo! Pero sí estoy muy arrepentido. Desde ese mismo día...

A pesar de que los ojos de Venustiano reflejaban su furia, Guadalupe siguió mirándolos fijamente. Ambos dieron unos pasos hacia atrás. Transcurrieron algunos segundos muy tensos. Finalmente, la fuerza de Venu se quebró, y bajó la mirada llorando. Lupe quería abrazarlo, pero sabía que lo rechazaría, y prefirió marcharse, tratando de contener también su llanto mientras se alejaba, más enojado que nunca consigo mismo.

Cinco largos minutos después, Herminio descubrió a Venustiano, aún parado en la calle, llorando, y rápidamente se acercó a él. —Venu, ¡¿qué te pasó?!— preguntó.

—Lupe sabe quién fue— consiguió decir Venu.

—¿Quién fue qué? — interrogó Hermi.

—Quién le disparó a mamá.

—¡¡¿QUÉ?!!

En ese momento, Herminio hubiera sido capaz de atacar a Guadalupe, pero por suerte ya no estaba allí. Y además, tenía que llevar a Venustiano a casa.

Pero antes de comenzar la vuelta hacia el sitio donde los aguardaban su papá y abuelos, los dos hermanos tuvieron la misma duda: —¿Qué les diremos?

Pasaron dos minutos más en silencio. —No les digamos nada aún. Vamos a casa, allá me explicarás todo lo que te dijo Guadalupe, y decidiremos qué hacer— expresó Hermi. Venu sólo asintió con la cabeza, y se fueron.

Cuando su familia los vió llegar, por supuesto notaron de inmediato la tristeza de Venu, lo que los dejó perplejos, ya que lo poco que habían visto pronosticaba que el chico sería correspondido y volvería con ellos siendo el hombre más feliz de Santa Luisana; pero no obtuvieron explicación de ninguno de los gemelos. Tampoco al llegar a su casa recibieron más que esta respuesta por parte de Herminio: —Primero tenemos que hablarlo nosotros.

Así que no insistieron y dejaron que los hermanos hablaran primero entre ellos.

Naturalmente, pasó un gran rato para que se calmaran, pero entonces, ya con las ideas un poco más claras, Venu contó la breve conversación, con todos los detalles que consiguió recordar. Hermi escuchó con atención. Al terminar la narración, ambos se quedaron en silencio unos minutos, reflexionando.

—¿Crees que sea verdad? — preguntó por fin Hermi.

—Mientras él hablaba, me miraba con tanta fijeza, que... creo que sí es verdad— contestó Venu. Suspiró y agregó: —No me debí enojar tanto.

—¿Cómo que no?, ¡¿estás loco?!— exclamó el primero.

Venu lo miró y contestó: —Ya sabes que sí. Pero, bueno, después de todo, es mejor decir la verdad, aunque no sea en el mejor momento, ¿no? Es lo que dice papá, y mamá también lo decía.

Hermi lo examinó con la mirada. En verdad lucía convencido. Herminio no estaba seguro si sólo era porque Venu estaba enamorado de Lupe y por tanto era capaz de perdonarle cualquier cosa, o si en verdad creía en que el joven alfarero se arrepintiera de sus actos.

Al final, Hermi decidió: —Bueno. Por ahora vamos a creerle, (o yo voy a creerle).

—¿Y qué les diremos a papá y a los abuelos? — preguntó Venu.

—Vamos a contarles casi todo. Sabrán que Guadalupe conoce quién mató a mamá y que lo están amenazando para que guarde silencio, pero no que él participó en el robo. Al menos por ahora — contestó.

El segundo asintió: —De acuerdo. Si se enteraran, seguro que...

—Entiendo la idea. Si yo mismo lo pensé, pero ya se había ido. Una decisión sensata— respondió Hermi.

Enseguida, los dos hermanos fueron a buscar a su padre y abuelos. Contaron la versión que habían acordado, y consiguieron evitar que la furia de su familia se dirigiera hacia Lupe, enfocándola en el culpable de disparar aquella bala.

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