6
Pasaron un gran rato recorriendo la feria, que abarcaba el parque central y algunas de las calles alrededor de éste, hasta que por fin Venustiano descubrió a Lupe, quien estaba hablando con un señor, cerca de donde se encontraban ellos.
—De acuerdo, aquí voy— murmuró Venu antes de dirigirse hacia él.
Se acercó con paso firme y el corazón acelerado. Alcanzó a escuchar un poco del diálogo entre los dos, aunque sólo cuando estuvo lo bastante cerca.
El señor dijo algo como: —Estoy de acuerdo, pero a ver, hazla entender.
—¿Entonces, seguiremos igual? Don Cruz, no creo lograrlo.
—¿Qué cosa? —interrumpió Venu, y de inmediato cubrió su boca con una mano, avergonzado. No era la primera vez y muy seguramente tampoco la última en que su lengua se movía más rápido que su cerebro. Procedió a disculparse, a lo que el tal don Cruz respondió encogiéndose de hombros, mientras Guadalupe le dio una pequeña sonrisa.
—Venu, ¿cómo te va? — preguntó el joven.
—Bien, todo tranquilo. ¿Tú cómo estás?
El señor los miró con algo de incomodidad y se despidió del alfarero: —Bueno, otro día seguimos. Te cuidas —, y prácticamente huyó de la escena.
Guadalupe no tuvo ni tiempo de responder, así que volvió su mirada hacia Venu, intentando hablar con él. —Hace... tiempo que no te veía.
El muchacho rió y replicó: —¿Cómo hace tiempo? ¡Si apenas lleva dos días que fuiste a comprar!
Lupe sonrió levemente mientras se rascaba la nuca, tratando de encontrar cómo explicarse. Durante ese breve lapso, Venu observó el rostro del chico. Se veía más fatigado de lo habitual.
—Pareces cansado. ¿Te fuiste de parranda?
—No, para nada —respondió, dejando escapar una suave risa —Es que... suelo levantarme a las cinco y, como he estado bastante ocupado durante varias noches, no he dormido lo suficiente. Por eso también pensé que habíamos pasado más días sin vernos. Supongo que perdí la noción del tiempo.
Venu volvió a reír, conteniéndose para no abrazarlo todavía: —Pensé que te habías ido de fiesta y no me invitaste.
—Ehm, estamos en una fiesta ahora, ¿no?
—Sí, pero no me invitaste.
Hubo un breve silencio, y Venu temió haberse equivocado al hacer esa bromita.
—Este... hoy... hace un poco de frío— afirmó Lupe, para cambiar el tema.
—Sí, ya viene el otoño. Ha sido bastante irregular la lluvia, pero conseguimos buena cosecha, aun así— comentó Venu. Ya no se sentía tan nervioso como antes de encontrar a su amado; sin embargo, pensó que no debía declarársele aún. Primero quería propiciar una situación un poco más relajada, así que le preguntó: —¿Quieres bailar?
—Claro... sí...
—¡Entonces vamos!
Después de todo, Lupe estaba menos nervioso ahora que no tenía la mirada del otro hermano fija en él, reflejando un poco de molestia, pero a veces también complicidad, (Hermi tampoco era bueno disimulando).
Guadalupe no sabía que ahora tenía cuatro pares de ojos acechándolo desde lejos.
—¿Ustedes creen que le irá bien? — preguntó Herminio.
—Pues, al parecer, sí— respondió su abuelito.
—No estoy tan seguro, Guadalupe parece más interesado en lo que están platicando que en Venu. De hecho, él es el que está hablando más— respondió don Herminio.
—¡Ja!, claro que no. Fíjense cómo le mira. Si no está igual de interesado que nuestro Venu, les prometo que cocino mole toda la semana— respondió la abuelita, que nunca apostaba si no estaba segura de ganar. Aunque los demás no tenían con qué responder a la apuesta, la aceptaron, por la pequeña posibilidad de comer el mejor platillo de doña Rocío toda la semana. Continuaron viéndolos desde lejos, esperando distinguir la reacción de Lupe.
Sin embargo, otra persona se acercó a ellos. Un señor bajito y agradable, con el uniforme policíaco, a quien todos recordaban muy bien, ya que fue el único representante de la autoridad que los había ayudado con sinceridad durante el caso del robo de la llave y el asesinato de Rocío.
—Buenas tardes, señora y señores. Qué casualidad encontrarlos aquí —saludó cortésmente.
Don Venustiano fue quien respondió: —Buenas tardes, señor Rojo. Si no recuerdo mal, ahora es usted el jefe de la policía. Felicidades por su cargo.
El mencionado hizo un gesto con la mano, restándole importancia: —Fue pura casualidad que me eligieran. Lamento no haber podido ayudarlos más en su momento, pero gracias a eso, tengo una noticia muy buena. Lo he pensado desde que me nombraron, y además investigué un poco sobre los cambios en el orden público que se han venido efectuando. Es probable que se pueda reabrir la investigación, así que si lo logramos, les informaré.
Don Venustiano abrió mucho los ojos y sonrió levemente: —¿En verdad? Eso sería... muy tranquilizador. No recuperaremos a nuestra Rocío, pero al menos los criminales no quedarán sin castigo.
—Así lo espero. Probablemente les avise si se reabre el caso esta misma semana, espero no les moleste recibir una visita de su servidor —continuó el señor Rojo.
La abuela asintió enérgicamente: —¡Claro que no nos molesta! Usted es bienvenido, y más si se trata del asunto de mi niña. ¡Esos desgraciados van a ver...!
—Shhh, querida, guarda la ira para cuando los tengamos enfrente —la interrumpió el abuelo, dándole palmaditas en la mano.
El jefe de la policía rió alegremente y se despidió: —Entonces, nos veremos pronto.
—Muchas gracias. Esperemos que esta vez sí se logre dar con los culpables —respondió don Herminio.
El señor Rojo asintió y se fue. Pareció llevarse un poco del peso que había en la familia Domínguez Hernández.
—Parece que todo va mejorando —sonrió Hermi, y volteó a ver en la dirección donde se encontraba su hermano, pero entonces descubrió que Venu y Guadalupe se habían ido. —¡Qué rayos...! ¿No estaban allí, frente a ese zaguán? —exclamó.
—Juraría que sí. Vaya, no debimos quitarles la vista de encima a esos dos —replicó su papá.
—Voy a buscarlo. No creo que esté muy lejos— dijo Hermi, pero el abuelito lo interrumpió: —¿Por qué no le llamas al celular?
—No creo que lo escuche con el ruido, además, si está con Lupe, no va a contestar. Vuelvo pronto— respondió el chico, y se marchó.
El papá y el abuelo se quedaron sin saber qué hacer. Mientras, la abuela se reía en el interior, mientras pensaba: «Seguro este arroz ya se coció».
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