4
Después de revisar varias ollas, Venu escogió la más parecida a la que se había roto.
Mientras elegía, había notado que la mayoría de las piezas de barro no tenían decoración, ni tan sólo la firma del artesano, lo cual le pareció extraño. Mientras sacaba el dinero para pagar,
preguntó: —¿Por qué no firmas tus piezas? Son muy lindas, si las compran, por ejemplo, turistas, seguro alguien más buscará tu trabajo y se le hará complicado encontrar tu taller.
—Aún no son tan buenas — contestó tímidamente el alfarero, deteniendo la mano de Venu antes de que dejara el dinero en la mesa —No me debes nada.
El muchacho frunció el cejo: —¡¿Por qué demonios haces las cosas así!?
—No... creo que... quieras saberlo.
—Claro que quiero, soy chismoso por naturaleza. Además no ayudas, haces cosas muy extrañas —se quejó Venu.
El otro chico respiró profundo.
Venu continuó: —¿Sabes qué? Voy a averiguarlo; no importa si tengo que perseguirte todos los días, quiero saber qué pasa contigo.
El joven se sintió un poco asustado por esa respuesta tan contundente, aunque también sintió su ánimo ligeramente más alegre, y pensó que a pesar de que Venu parecía un poquito loco, era agradable. Esa agresividad le daba cierto encanto en realidad, junto con la amplia sonrisa que le había mostrado hacía unos momentos, y los aparentemente suaves rizos de su cabello. Lo habría contemplado por horas sin cansarse.
Pero salió de su aturdimiento rápidamente cuando el menor preguntó: —¿Cuál es tu nombre?
—¿Mi nombre?
—Ajá. Yo soy Venustiano.
—Hmmm. Me llamo Guadalupe.
—Bonito nombre.
—Bah, a mí no me gusta. Es muy común.
—Pues, a mí sí. ¿Te cuento algo?, a mí también me ha dado problemas mi nombre,porque es en referencia a mi abuelo, pero la mayoría de las personas creen que es por Carranza, y dicen que debería ser más rudo, pero, ¿sabes qué les contesto?
—¿Qué?
Venu sonrió de manera traviesa y dijo: —Que no soy rudo porque soy técnico.
Guadalupe lo miró por un momento antes de reírse alegremente ante ese argumento basado en la lucha libre. Venu se rió también, aunque no tan fuerte, ya que quería escuchar bien la risa del otro chico, después de todo no parecía reír a menudo.
El artesano se calmó pronto, pero mantuvo una sonrisa en su rostro y la mirada fija en Venu. Sin embargo, el sonido de llamada de su celular lo hizo reaccionar.
Contestó rápidamente y con cierta inquietud. No dijo mucho, y a pesar de que el teléfono no estaba en altavoz, se notaba cómo la persona del otro lado de la línea hablaba rápidamente y con voz fuerte. La comunicación no tardó más de un minuto, pero hizo decaer denuevo el ánimo de Guadalupe. —Me debo ir— dijo a Venu en cuanto colgó.
—Está bien. ¿Nos vemos después? — preguntó el joven.
Guadalupe sonrió y contestó: —Vaya pregunta. Si acabas de decir que no me dejarás en
paz.
—Jaja, entonces es un sí. Pero ya no te escapes.
—Eso no te lo puedo asegurar.
Venu sonrió y se fue, con la olla en sus brazos y una canción zumbando en su garganta. A pesar de que apenas lo conocía, y aun con lo inestable que parecía ser, Guadalupe le agradaba.
Cuando llegó de nuevo a su puesto, Hermi estaba reacomodando los huacales que ya se encontraban vacíos, pero de seguro había escuchado el sonido de los pasos de su hermano, ya que volteó a mirarlo justo en el momento en que dejó la olla sobre la mesa. —Por lo que veo, te fue bien —dijo mientras miraba la cazuela.
Venu estuvo a punto de contestar que en realidad no había logrado regresarle ni un peso, pero prefirió saltarse esa parte y respondió muy animado: —Así es, aunque no creo que este caso se pueda dar por terminado.
—Oh... eso creí —sonrió Hermi, mientras levantaba la olla y la miraba desde varios ángulos.
La sonrisa del otro desapareció, temiendo que su hermano sabía que no logró devolver el dinero. Pero Hermi continuó con un comentario muy diferente: —Perdón por dejarte solo en esto, pero... sentí que estaba estorbando.
—¿Qué? ¿Cómo crees? Seguro te habría gustado entrar a ver todas las artesanías. Lupe es un chico muy talentoso, aunque se nota que es inseguro. Y si eso lo dice alguien que no sabe de arte como yo, ¡imagínate si en algún momento lo viera una persona que sí le sepa a esas cosas!
Hermi lo miró sorprendido: —Sigo teniendo la impresión de que estoy interrumpiendo algo.
Venu le quitó la olla de las manos y se dirigió a la puerta de la casa, sin saber qué contestar. Hermi lo siguió para ayudarle a abrir la puerta y llevar la cazuela a la cocina.
Como ya había olla, la abuela preparó la comida que el abuelo le había pedido, y desde luego que a toda la familia le encantó, de manera que se terminaron todo. Sin embargo, antes de que eso sucediera, Venu le pidió a doña Rocío que guardara un poco para poder llevárselo a Guadalupe, ya que, como él no había querido aceptar ningún pago por la olla, por lo menos debía recibir otra cosa. La abuelita estuvo de acuerdo, así que guardó suficiente en un recipiente de plástico y lo dejó en el refrigerador.
La mañana siguiente, Venu y Hermi volvieron a su puesto, y aunque era temprano, el primero se sentía un poco ansioso por ver de nuevo a Guadalupe, así que cuando terminaron de acomodar todo, en vez de sentarse con su hermano para esperar a que llegaran los compradores, Venu se metió a la casa para ir por el recipiente y volvió a salir, despidiéndose de su gemelo: —Ahorita regreso, tú cuida el changarro.
Hermi estaba por protestar, pero lo pensó dos veces y sólo se encogió de hombros: —Ta'bien; no se te olvide mirar antes de cruzar.
Advertencia no muy útil, y no solamente porque vivieran en una zona poco transitada por vehículos, sino porque apenas escuchó el compactado "está bien", Venu se alejó como si fuera a llegar tarde al lugar donde se dirigía.
Quince minutos después, era el primero en todo el día en cruzar la puerta del local del alfarero. Como si no se notara suficientemente su llegada intempestiva, Venu saludó alegremente: —¡Buenas, chico misterioso!
De inmediato se arrepintió, cuando Guadalupe sólo respondió, con voz tenue: —Hola...
Moderándose, Venu miró el interior del local, preguntando con más calma: —No teinterrumpo, ¿o sí?
El otro chico negó con la cabeza, a lo que el primero sonrió y continuó hablando: —Te preguntarás qué hago aquí, ¿verdad? Pues ya que ayer no quisiste recibir nada por tu trabajo, te traje algo para que veas qué tan bien funcionó la olla —, y le acercó el recipiente.
Aunque el bote decía "crema", era algo evidente que eso no era el contenido, y entonces la curiosidad del alfarero comenzó a funcionar. Lo tomó con las dos manos y después de apoyarlo en la mesa, quitó la tapa para ver adentro.
Venu lo miró fijamente, pero aun con toda su atención puesta en él, le sorprendió notar la sonrisa que se formó rápidamente en el rostro de Guadalupe, quien alzó la mirada y con más ánimo, aunque todavía sin atreverse a hablar más alto, dijo un —Gracias —más alegre de lo que se podría imaginar por su actitud habitual.
—¡No hay de qué! —respondió Venu, y después de dar un par de pasos atrás, se dispuso a la despedida: —Bien, espero que te guste. Nos vemos —y se giró para salir del lugar.
Pero esta vez, Guadalupe fue quien intentó continuar: —¿Lo... preparaste tú?
Venu se detuvo para contestar: —No, lo hizo mi abue, yo no sé cocinar. Queríamos aprender de mamá, porque la verdad nos gustaba más cómo cocinaba ella, pero bueno...
Hubo un corto silencio.
Siempre que se habla de alguien que ya no vive y cuya ausencia aún no ha pasado por completo de ser dolor a ser un recuerdo agridulce, se genera un ambiente algo extraño tanto para quien lo conoció como para quien no, pero la respuesta suele ser algo con intención de consolar, del tipo "suena a que era una gran persona" o "seguro está muy orgullosa de ti"; pero en cambio, Guadalupe dijo: —Lo siento —, en un tono muy pesaroso, de tal manera que Venu se preguntó si se habría mostrado demasiado melancólico.
—No pasa nada —respondió —, de todas maneras en algún momento aprenderé —, agregó, intentando volver la atención al tema de la comida. Sin embargo, Guadalupe volvió a su ensimismamiento de antes, con la mirada perdida, aunque alguien poco observador creería queveía el bote de crema.
Venustiano respiró hondo. Probablemente porque su hermano le había contagiado el gusto por los misterios, alimentado por los pocos libros en su casa y los muchos PDF's en el celular de Hermi, aunado a que el alfarero tenía cierto encanto en su timidez, pero sin pensarlo dos veces, Venu se acercó a Guadalupe, extendiendo la mano: —¿Sabes qué? Seamos amigos.
La respuesta rápida y un poco obvia fue: —¿Por qué?
—Porque si no puedo descubrir tus secretos, por lo menos espero que un día tengas la confianza para decírmelos.
Y de nuevo, silencio. Guadalupe miró fijamente la mano que se le ofrecía, de manera que Venu se imaginó que la escena parecía la de un brujo malvado intentando engañar al príncipe. Pero para su suerte, "el príncipe" tomó su mano, aceptándolo.
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