3
Esa misma noche, mientras la abuelita preparaba la cena, Venu se acercó a ella para hacerle unas preguntas: —Abue, ¿tú recuerdas algo sobre los Aguirre?
—¿Los de cuando Santa Luisana era una hacienda?
—No... los alfareros.
—Ay diablito, pues son los mismos. ¿Por?
—¿En serio?
—Pues eso dicen.
—Ah... bueno, es que hay un chico que ha venido un par de veces a comprar, y una señora nos dijo que era de esa familia.
—Oh, ya. ¿Él te gusta?
Venu dudó, no había podido observarlo mucho aunque sí tenía la impresión de que era lindo: —No... pero deja te cuento qué pasó —y narró lo sucedido en cada ocasión.
Doña Rocío escuchó todo el chisme sin interrumpir, pero haciendo que su nieto le ayudara a cocinar mientras hablaba. A ella también le parecía un poco extraña la conducta de ese joven, mas no comentó, esperando a que Venu terminara de hablar.
Pero para cuando el joven finalizó su relato, llegaron Herminio y su papá, quienes habían acomodado los productos que se venderían al siguiente día, dejándolos en huacales junto a la puerta de la casa, para sólo sacarlos en la mañana en cuanto el puesto quedara armado de nuevo. Y también llegó el abuelo, quien llevó en una canasta algunos chilacayotes, los primeros que se cosechaban en ese año. Acomodó la canasta mientras comentaba a su esposa: —Rocío, ¡ya salieron los primeros! Mañana haz un molito para comerlos, por favor.
—Lo haría, pero la olla buena para el mole se rompió, y no me has traído otra —respondió ella.
Antes de que don Venustiano pudiera contestar, Venu chasqueó los dedos y mirando a Hermi, quien estaba sacando los platos para acomodarlos en la mesa, exclamó: —¡Ya sé! Como no nos deja regresarle su cambio, se lo regresaremos al comprar una olla nueva.
Hermi lo miró por un momento antes de sonreír: —Pues mala idea no es, hay que intentarlo.
—¿De qué hablan, niños? —preguntó su padre, así que mientras cenaban, esta vez fue el turno de Hermi de explicar los curiosos sucesos que había protagonizado el extraño joven.
Al siguiente día, todo transcurrió con tranquilidad en el puesto, así que
aproximadamente al mediodía, Hermi y Venu decidieron con un volado, quedándose el primero para cuidar y atender el negocio, y el segundo tomó tanto el dinero que el muchacho les había dejado como un poco de lo que tenían ahorrado, para ir a buscar la alfarería.
No quedaba muy lejos, así que Venu pudo llegar a pie sin cansarse por el trayecto. A diferencia de su familia, que armaba y desarmaba su puesto de venta a base de una mesa, huacales y lona, un local a lado de la puerta de la casa era el que resguardaba las piezas de barro, pero no se veía a nadie atendiendo. El muchacho que les compraba no estaba allí, y tampoco había otra persona que pudiera atender.
Venu esperó por unos minutos, convencido de que alguien aparecería, pero no fue así.
Tocó en el marco de la cortina de metal, y luego de un par de minutos más, salió del local y tocó en la puerta de la casa, sin resultados.
Contrariado, el chico sacó su celular para enviar un mensaje a su hermano y contarle sobre esto. La respuesta de Hermi fue rápida, indicándole que regresara y volviera a intentar un poco más tarde. Así pues, Venu caminó de vuelta a su casa, algo desanimado, y por ello no prestó mucha atención a su entorno, distraído en tararear una canción mientras imaginaba qué otro misterio podría rodear al joven alfarero.
Cuando por fin llegó a su calle, caminó hacia el puesto, hablando descuidadamente, sin notar que su gemelo estaba a punto de hacer algo usando el agua de una botella que habían dejado sobre la mesa.
—¿Puedes creerlo? Ni así logro regresarle lo que... —se interrumpió al ver que Hermi perdió el control sobre el agua y en vez de sólo salpicar, tiró casi toda sobre algo invisible que estaba frente al puesto. O más bien, alguien.
Había apenas un 0.04 de probabilidad de encontrar a otra persona con algún poder, pero en ciertos momentos de la vida, las matemáticas se vuelven irrelevantes frente a la realidad. Y cuando, debido a la sorpresa y el frío del agua, la persona perdió el control sobre su invisibilidad, reveló por un momento su identidad, haciendo que los hermanos se quedaran perplejos al notar que se trataba de su misterioso cliente. Desde luego, él también estaba sorprendido, pero no tardó en volver a su estado invisible para intentar huir, aunque por algún motivo no pudo permanecer así por mucha distancia, y antes de que pudiera llegar a la esquina lo vieron nuevamente.
—Eh... ¡Espera! —exclamó Venu y corrió tras el chico, quien ya se había alejado
bastante. Hermi iba a seguirlo, pero se lo impidió la llegada de otro cliente.
Venu corrió lo más veloz que pudo, aunque no creyó lograr alcanzar al muchacho, pero de repente el chico tropezó y cayó. Se levantó rápidamente, pero antes de que pudiera volver a correr, Venu lo alcanzó, y usando sus poderes, sacudió la tierra de su ropa: —¿Te encuentras bien? —inquirió, alzando la mirada enseguida, al notar que el otro joven era un poco más alto, y miró directo a sus ojos de color café oscuro y mirada diáfana como un manantial.
Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos por la respuesta: —Estoy bien.
Venustiano replicó: —Eres raro, haces cosas raras y siempre te escapas.
—Es que... No socializo mucho.
—Tampoco soy muy abierto a hacer amigos, pero, ¿qué onda contigo?
El muchacho no respondió. Venu notó que le había quedado en el rostro un poco de tierra, y alzó su mano para limpiarlo, haciendo que el joven se sobresaltara, apartándose a un lado. Sin embargo, como Venu usó su poder de nuevo, no necesitó tocarlo: —Tranquilo, sólo tenías un poco de tierra en tu cara.
—Ah... gracias...
Venu sonrió, y habló con más calma: —Oye, ¿te da miedo que sepan de tu poder? Puedes hacerte invisible, eso está genial. Pero entiendo si te asusta cómo lo tomen los demás.
El chico intentó contestar, pero no pudo emitir ninguna palabra, balbuceando
torpemente, así que Venu continuó: —Mi hermano y yo nunca tuvimos problema con lo que la gente piense de nuestros poderes, pero sé que no es fácil para todas las personas.
Después de un momento de silencio, el muchacho suspiró, y su rostro lució una
expresión de franca rendición.
Hermi los alcanzó en ese momento. Dirigiéndose al mayor, se disculpó: —Lo siento, no quise causarte daño alguno — y enseguida le dio un ligero zape a su hermano —Fíjate primero, me distrajiste y lo dejé como sopa, si nomás lo quería salpicar.
—¡Lo siento! ¡Podrías haberme avisado! —se quejó Venu. Hermi hubiera respondido, pero como no quería causar más problemas para el alfarero, se limitó a suspirar.
Hubo un breve e incómodo silencio, que fue roto cuando el joven dijo: —Creo que ya me debería ir. Disculpen por haberlos molestado.
—¿En serio? — murmuró Venu, sin saber que hacer y un poco desanimado. Pero Hermi actuó rápido, deteniendo al chico al poner su mano sobre uno de sus hombros, tal vez con mucha fuerza, ya que lo hizo sobresaltarse.
—Espera. ¿Es verdad que tú eres alfarero? — interrogó Hermi.
—Sí, ¿por?
Hermi agarró a su hermano y lo empujó suavemente hacia el muchacho: —Vas, dile tú.
Venu hubiera protestado, pero sabiendo que no podía dejar pasar la oportunidad, habló:—Es que mi, digo, nuestra abue necesita una olla de barro y supuse que tú tendrías alguna para vender.
—Ah... sí, tengo varias. También... si no hay como... como la necesita, puedo hacer una —contestó el chico.
—¡Ja! ¡Excelente! —exclamó Hermi, y dando unos pasos atrás, se excusó: —Bien, como ya habíamos elegido, te toca, Venu. Yo voy a seguir cuidando el puesto porque ya saben cómo está la inseguridad en estos tiempos. Ahí nos vemos —, y se fue con tanta naturalidad que los otros dos no pudieron ni quejarse.
Se miraron uno al otro por un momento, y después, Venustiano rió y tomó el brazo del otro, jalándolo suavemente para hacerlo avanzar. —Debes pensar que estamos locos, pero lo estamos en un nivel aceptable, no te estreses.
El muchacho no respondió, dejándose llevar hasta su propio local, como una hoja por el viento.
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