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Tres años después, los Domínguez Hernández, si bien no olvidaban este suceso, habían conseguido una nueva normalidad. Los dos hermanos, quienes ahora tenían veintiún años, vendían los productos de la siembra, a las puertas de la casa.
Ya se habían acostumbrado a pasar casi todos los días en su puesto, mientras su abuelo y su papá seguían trabajando en la siembra y cosecha en su terreno, y la abuelita realizaba las tareas domésticas. Ya no recibían condolencias ni intentos de consuelo, con lo que estaban bien.
Dolía más que les recordaran a cada segundo que su mamá ya no estaba. Era mejor simplemente seguir adelante y no pensar tanto en ello.
Una tarde más corriente que común, los hermanos se encontraban en el puesto,
esperando a que llegaran compradores. En la mañana habían tenido poca venta, y se estaban aburriendo un poquito, así que empezaron a jugar videojuegos en sus celulares. Estaban bastante entretenidos compitiendo, cuando escucharon una voz que saludó tímidamente: —Buenas tardes.
Los hermanos levantaron la mirada y se encontraron con un chico, que debía tener una edad similar a la de ellos, quizá un poco mayor solamente. Delgado, con cabello lacio y de piel
morena, era un hombre lindo, pero no llamativo.
El joven estaba cohibido, no se atrevía a mirarlos de frente, pero ambos le devolvieron el saludo: —¡Buenas tardes!
El chico intentó sonreír y miró rápidamente lo que había a la venta. Señaló con timidez: —Sólo... un poco de elote desgranado.
Los gemelos se señalaron uno al otro, a punto de discutir sobre a quién le tocaba atender, pero se detuvieron a tiempo, y Herminio fue quien terminó por levantarse y pesó los granos de
elote para guardarlos en una bolsa y entregarla al joven, quien la recibió, pagando enseguida, al tiempo que decía un quedo "gracias", y se marchó sin recibir el cambio, lo cual sorprendió a losgemelos, aunque sólo eran diez pesos, pero nadie antes había hecho tal cosa. Esperaron a que el muchacho regresara más tarde, cuando notara que le faltaba ese dinero, como solía suceder enesos casos. Pero no apareció.
Este suceso desconcertó bastante a los hermanos, pero no le dieron
importancia. Sin embargo, un par de días después, el mismo joven volvió a aparecer, y aunque esta vez pidió algo diferente, de nuevo dejó dinero de más.
Como esta vez fueron ocho pesos, los gemelos empezaron a creer que o no sabía contar, o no le importaba porque era poca cantidad. Pero como dicen por ahí, la tercera es la vencida, así que cuando el joven volvió a aparecer unos días después, los hermanos ya habían decidido que la situación no podía continuar.
Esta vez, Hermi estaba ocupado atendiendo a una señora que aparentemente llevaría un poco de todos los productos, así que Venustiano fue quien se encargó del chico. —Hola, ¿qué vas a llevar?
—Ehm... ejotes, por favor.
—Claro, ¿Cuánto? Está a 25 el kilo.
El cliente titubeó, pero logró pedir: —Medio...
Para Venu fue cosa de un par de segundos pesar y embolsar los ejotes, entregando lacompra al muchacho en un instante.
—¿Cuánto es?
—Nada, no te preocupes — sonrió el vendedor, agitando suavemente la mano.
Sin embargo, el joven no se fue: —Si llevo medio kilo y está a 25 el completo... Debo darte 13 pesos —calculó, y sacó de su bolsillo un billete de 20 pesos.
Venu negó, explicando: —Dejaste cincuenta pesotes la vez anterior, más los 18 que ya habías dejado, con eso te compras dos kilos de ejotes y ahora nomás llevas medio, obviamente si no recoges tus sesenta y ocho no sería justo cobrarte los 13 pesos. —Hizo una pausa para pensarlo mejor —Que en realidad serían 12.50, pero está difícil encontrar moneditas de 50 centavos en estos tiempos. Es más, te lo dejaré a 12.
El chico se quedó en silencio unos segundos, pero luego respondió: —No... puedenquedárselo, no lo necesito...— balbuceó.
Venu se rió: —¿Eres rico o qué? Te debíamos esto, no sería correcto no devolvértelo.
El joven dudó qué hacer ante la firme pero amigable reacción del vendedor, y trastabilló al contestar: —No, es que... en serio, yo no lo necesito, por favor, acéptalo —Y extendió de
nuevo el billete de 20.
Venu resopló y se cruzó de brazos, pero al siguiente segundo se relajó y rió: —¿Sabes qué? Un cliente como tú sería bueno para los cantineros de las películas antiguas. Vas dejando dinero de más, así que cuando necesites algo caro no quedarás a deber, no como los protagonistas que siempre se quedan endeudados.
El joven sonrió tímidamente, asintiendo con la cabeza. Aún sonriendo, Venu puso lasmanos en la cintura y alzando una ceja, afirmó: —Pero si piensas que por eso te voy a dejar pagar de más, te equivocas.
El muchacho no dijo más, agachando la cabeza, pero de todas maneras, dejó el billete sobre la mesa, tomando la bolsa con los ejotes y escapando rápidamente. Venustiano no supo si reír o enojarse.
La señora que Hermi estaba atendiendo aun seguía allí, y habiendo presenciado el chisme, metió su cuchara en el asunto: —Pobre chico, la soledad le está haciendo daño. Y con el talento que tiene, pero bueno, es común en los artistas.
Los gemelos la quedaron viendo, dudando si no era ella la loca. La señora notó la mirada juzgadora y respondió: —¿Qué? ¿No lo ubican? Si es el chico del taller de alfareros, de los Aguirre. Hace tiempo que los viejos se fueron al otro lado, aprovechando la fama de sus artesanías. Pero el muchacho se quedó, sepa la bola por qué. Y se nota que no le ha caído bien estar solo.
—Ah... — los hermanos recordaban un poco de los alfareros del pueblo, no por
haberlos conocido, sino porque a veces en el canal once sacaban de nuevo el documental donde mencionaban a uno de ellos al haber ganado en el Premio Nacional de Arte Popular en los años
2000. Pero ellos tenían mucho más qué hacer como para prestar atención a las vidas ajenas.
La señora recogió sus compras, se despidió y se fue, así que Hermi dejó pasar el momento. Pero Venu no podía mantenerse indiferente. Ya que estaban solos, tomó los veinte pesos y los guardó en su bolsillo, mientras le decía a su hermano: —¿Estás pensando lo mismo
que yo?
Hermi se sentó y apoyó los brazos sobre la mesa, colocando su cabeza sobre ellos: —¿Que ya hace hambre? Sí.
—¡No!, bueno, sí. Pero lo que yo estaba pensando era que deberíamos investigar más sobre ese chico —respondió Venu, sentándose también.
El otro pensó por un momento y dijo a su hermano: —Bueno, eso es un poco extremo, ¿no crees? —Venu estaba por replicar cuando un segundo pensamiento cruzó la mente de Hermi: —Aunque, no funcionó lo que hiciste de no cobrarle. Este asunto no se lo podemos dejar así.
—Claro que no— respondió Venustiano. No se rendiría tan fácil, pero sería una tarea bastante dura.
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