15
Un rato más tarde, mientras Hermi ya dormía, Venu trató de recordar qué sabía de Guadalupe, algo que le ayudara a descubrir quién podría ser el criminal.
Algo que nunca le había preguntado era la razón por la que se ponía nervioso con las notificaciones que llegaban a su teléfono. Inocentemente, Venu había creído que era porque les interrumpían la escasa conversación que podían tener. Aunque en ese entonces no sabía que Guadalupe también estaba enamorado de él, sí percibía que a veces intentaba hablarle un poco más, pero por su carácter, simplemente lo atribuía a que desconfiaba de su propia habilidad social.
Sin embargo, casi enseguida le vino a la memoria que, la tarde de la feria, Lupe estaba hablando con un señor, pero después de que Venustiano llegó, ya ninguno de los dos le había prestado atención, y por eso mismo no recordaba el aspecto de ese hombre, aunque no le había dado la impresión de que se tratara de un asesino, pero podría equivocarse.
No podía recordar qué era lo que hablaban cuando él llegó, pero al menos tenía una pista más. ¿Tal vez, aunque no se tratara del culpable, el señor también tuviera algo qué ver con el robo de la llave? ¿Sería quien le mandaba mensajes a Guadalupe? Quizá para advertirle, ya fuera porque él era quien lo amenazaba o porque era más fácil así cuidarse de alguien más.
Tomó su celular, que había dejado en la mesita, y tras encenderlo de nuevo, buscó la información sobre los trabajadores del museo. Sin embargo, incluso al buscar uno por uno en la lista y después en redes, no pudo reconocer a ninguno, ni por el nombre ni por la apariencia.
Tal vez la abuelita tenía razón y debería buscar a Guadalupe. Después de volver a apagar el teléfono, lo regresó a la mesita y se envolvió en la cobija para tratar de dormir, lográndolo al poco rato, ya que estaba cansado.
Al día siguiente, Venu despertó temprano... tal vez demasiado; todavía no salía el sol, pero algunas aves comenzaban a despertar y a cantar. Miró a Hermi, quien seguía dormido, enrollado en su cobija como una oruga en un capullo. Al revisar la hora que era, Venu descubrió que eran las 5:00 de la mañana, y sorprendió por ello, ya que normalmente él era quien dormía más tiempo.
Pensó por un momento en despertar a su hermano, pero al final no lo hizo. Se levantó y se vistió con cuidado de no hacer mucho ruido para no perturbar el sueño de su gemelo. Quizá fuera por el poco tiempo de sueño, por la depresión, o ambas cosas, pero Venu quería ir a buscar a Guadalupe, No se sentía capaz de hablarle, pero intentaría espiarlo, pensando que tal vez así podría encontrar algo que los ayudara a descubrir la verdad.
Sin embargo, el ligero rechinar de la puerta al abrirla despertó a Hermi, quien entreabrió los ojos y distinguió la silueta de su hermano.
—¿Qué pasa? —interrogó.
—Iré a buscar a Lupe —contestó Venu.
Hermi se asomó a la ventana. Todavía estaba oscuro. —¿Qué hora es? —preguntó
—Son las 5:00
—¿Qué? ¡Aún falta para que amanezca! Mejor duérmete otra vez.
—No, no puedo dormir, así que intentaré esto.
—Pero a esta hora, seguro que él también está durmiendo. Y, además, ¡hace mucho frío!
—Pues en eso te equivocas... Bueno, sí hace mucho frío..., pero mi Lupito ya debe estar despierto. La última vez mencionó que estaba desvelado porque empieza a trabajar a las 5:00, para poder comenzar a vender a las 7:00
—Hmmm, entonces mejor espérate a que sean las 7:00.
—Pero sólo lo voy a espiar.
—...Ahora sí, estoy seguro de que estás loco.
—Tal vez, pero eso lo decidirá el público.
—Venu, deja en paz la cuarta pared. No es fácil repararla cuando se rompe.
—Díselo a la autora, ¿ok?
Hermi suspiró y se acomodó para ver más fácilmente a los ojos de su gemelo. —¿Y para qué vas a espiar a Guadalupe?
—Pues porque no estoy seguro de estar listo para hablar con él, pero quiero saber cómo está y además encontrar algo para que podamos avanzar en el plan. Tengo una pequeña noción de quién puede ser el asesino, pero incluso si no, todavía podría encontrar algo útil. Y según sé, gracias a tus libros de misterio, cuando amenazan a alguien es porque lo pueden vigilar de alguna forma, así que, o encuentro al criminal directamente, o encuentro el camino para descubrirlo.
—Ah, pues eso tiene sentido. Me retracto, estás bastante cuerdo.
—Bueno, pues ahora, me voy. ¿Quieres venir?
—Déjame quince minutos más, ¿no?
Venu rió y negó con la cabeza. Volvió al lado de Hermi y lo empujó suavemente de vuelta a la cama. —Descansa, hermanito. Volveré pronto, no te preocupes.
Luego de eso, salió de la habitación, y luego de tomar una fruta de la cocina para comer en el camino, también salió de la casa.
La niebla apenas se estaba levantando, así que el frío del ambiente se sentía más en los pies que en la cabeza. Las luces de algunas casas ya estaban encendidas, y con el paso de los minutos, algunas más comenzaron a aparecer. Venu encontró el paisaje muy bonito, pero no se detuvo a pensarlo mucho.
Llegó hasta la calle donde estaba la casa de Guadalupe, y aunque no iba a hablar con él, se sentía nervioso. Tenía poco más de un mes sin verlo, y a pesar de que había guardado su número de teléfono, tomándolo de la desgastada lona que había en la pared en vez de un letrero, no se había animado a llamarlo ni enviarle un mensaje, en primera porque no estaba seguro de que le contestara, y además ahora se sentía torpe para expresarse, lo que era increíble pero cierto.
Después de unos pasos más, se encontró frente a la puerta, sintiéndose un poco tonto por quedarse allí parado. Se sobresaltó cuando vió una luz encenderse, pero trató de calmarse, recordándose que sólo estaba allí para ver.
Sin embargo, un poco después sintió una mano en su hombro, y saltó por el susto, encontrándose con que sólo se trataba de su hermano.
Al siguiente segundo, Venu le dio un zape y lo regañó: —¡¿Qué haces!? Casi me muero, pensé que era una aparición o algo así.
Hermi se frotó la cabeza para disminuir el dolor del golpe mientras contestaba: —Vine a cuidarte porque capaz te quedas dormido aquí afuera.
—Eso suena más como algo que te pasaría a ti, pero ya que estás aquí, ¿me ayudarás?
—Obvio microbio. También le envié un mensaje a papá para que sepa dónde estamos.
—Ja, ya decía yo que algo se me escapaba. Buena idea.
Así que los chicos se quedaron cerca de la casa, atentos para espiar a Guadalupe. El frío aún persistía, y la niebla hizo que sus ropas se humedecieran, pero trataron de ignorar la incomodidad. Ya que Hermi le había prácticamente ordenado continuar actuando como si no hubiera pasado nada, no esperaba ver algún cambio. Sin embargo, Venu desconocía ese hecho, y estaba más preocupado. Lo conocía lo suficiente para comprender que de ninguna forma sería indiferente a lo que había pasado. Y cuando lo vieron, notaron de inmediato que estaba bastante decaído.
No podían saber qué tanto había cambiado su rutina diaria, o si había cambiado siquiera, pero podían suponer que no, ya que abrió el local a las 7:00, como Venu había dicho. Su actitud, si bien normalmente retraída, no había cambiado en sí, pero ahora se veía abatido. Lo único que parecía alterarlo, era cuando recibía mensajes de texto, lo que podía ser a cualquier hora. Entonces se le notaba molesto, pero aun así, siempre contestaba.
Para espiarlo, Hermi y Venu, procurando no ser vistos, se situaron a una distancia regular, y trataban de verlo desde la puerta, esquivando cuando miraba hacia donde se encontraban. Sin embargo, Guadalupe percibió que lo estaban observando, pero trató de seguir actuando igual, hasta que salió a la calle, y como era lógico, los gemelos fueron detrás de él. Llegó hasta la tortillería, a dos cuadras de distancia de su casa, y de regreso, en vez de dirigirse a la casa, se metió en una calle. Aunque se sorprendieron, los gemelos no se apresuraron a seguirlo para no delatarse, pero entraron también a la calle, y entonces quedaron más sorprendidos cuando no lo vieron.
—¿Eh? ¿Dónde estará?, no oí que corriera, pero ya no lo veo aquí —dijo Hermi.
—Ni yo. Creo que ya descubrió que lo estamos espiando y se volvió invisible —respondió Venu.
—Bueno, esta fue tu idea, así que me toca preguntar: ¿qué hacemos? — expresó Hermi.
Venu se quedó pensando por unos momentos antes de contestar: —Vayamos a su casa; si ya nos descubrió, tenemos que explicarle por qué lo seguíamos. Y si no nos descubrió, pues de todas formas hay que seguir espiándolo.
—De acuerdo. ¡Pero yo diré que fue tu idea, porque es verdad y porque no quiero ser el que se meta en problemas! —alegó Hermi. Venu sólo se rió, y se dirigieron a casa de Lupe nuevamente.
Pero todavía no se acababan las sorpresas. Cuando llegaron, vieron que Guadalupe ya había llegado antes que ellos, y en el local estaba una señora, quien se les hizo conocida, pero no la consiguieron identificar. Era alta, de edad madura y bien plantada. Vestía traje sastre y su cabello era corto y ondulado, cuya raíz delataba un color negro canoso bajo el tinte castaño.
Los hermanos se ocultaron para no ser vistos, pero no pudieron escuchar nada; tuvieron que retroceder cuando la dama, después de hablar por un corto tiempo, al parecer sin dejar que Guadalupe respondiera, salió de la tienda y caminó hasta un auto, estacionado un poco más adelante.
Al principio, Venu estuvo a punto de decirle a Hermi que esa señora lucía un poco sospechosa, pero después de un segundo, logró recordar dónde la había visto. Era la secretaria de cultura del municipio, y considerando el poco tiempo que estuvo allí y su expresión molesta, el joven pensó que tal vez había ido porque no le quedó de otra. Si Guadalupe le había hecho caso cuando le sugirió que presentara alguna de sus creaciones en el concurso de arte popular, quizá tendrían que contactarlo, y considerando que la zona donde vivían era abundante en talentos artísticos, no le sorprendería si el personal de la secretaría no fuera suficiente para informar a todos los que se inscribieran.
Pensando en esta posibilidad, Venu se distrajo ante la ilusión de que Guadalupe le habría hecho caso a su sugerencia, y se emocionó tanto que tuvo que cubrir su boca con las manos para no hacer un escándalo. Su corazón latió tan rápido como el de un colibrí, pero enseguida, Hermi lo sacó de sus ilusiones, sacudiéndolo con fuerza para que reaccionara. —No sé qué rayos estás pensando, pero no es momento de que andes con la cabeza en las nubes.
—¡Eh, tampoco me agarres de maraca! —protestó Venu, y Hermi resopló mientras lo soltaba.
La señora ya se había ido, y aunque al ver hacia el local notaron que Guadalupe estaba sentado detrás de la mesa, mirando algo en su celular con desgano, por lo menos por hoy no era seguro seguir espiándolo sin que se diera cuenta. Venu quería ir a abrazarlo, decirle que no se preocupara, pero tal vez eso fuera muy torpe de su parte.
Por su parte, después de un pequeño estornudo, Hermi apoyó su mano en el hombro de su hermano y dijo: —Deberíamos volver a casa e investigar sobre esa señora. Todos son sospechosos hasta que se demuestre lo contrario, ¿no?
El otro asintió. Se sentía un poco cansado y sería mejor no sobreesforzarse, ya que todavía quedaba mucho por hacer. Después de dar un último vistazo hacia Guadalupe, los dos chicos caminaron para volver a su casa.
Sin embargo, unos momentos después de cruzar la calle, fueron sorprendidos por la voz de otra persona, que no se les hizo conocida, pero claramente se dirigía a ellos: —¿Qué hacen ustedes aquí?
Los hermanos voltearon a ver de quién se trataba: un señor, que parecía estar en la edad del quinto piso, y vestido con formalidad, quien los miró con atención. Hermi le respondió: —¿Eh, acaso nos conoce?
—Ustedes dos estaban el otro día en el museo; tardaron mucho viendo los planos de la ex hacienda —respondió el señor.
Con un poco de esfuerzo, los hermanos se dieron cuenta de que se trataba del vigilante que rondaba el museo el día anterior. Y a su vez, era el mismo que estaba hablando con Guadalupe el día de la fiesta de Santa Luisana.
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