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13

Los hermanos se marcharon del museo. No se detuvieron a ver nada más, lo que tuvo como ventaja que no se olvidaron de la imagen de los planos. Así, al llegar a su casa, y para no estorbar a la abuelita, que estaba haciendo la limpieza de la sala, los chicos se fueron a su habitación y hablaron entre ellos acerca de lo que habían observado, ya que durante el camino no se dijeron nada, previendo que alguien se enterase de que buscaban la caja. Por ahora, lo importante es que tenían ideas de dónde podía estar oculta.

—Evidentemente, los sitios principales donde puede estar son el despacho y la habitación.

—Es posible, pero también podría estar en la capilla, en la biblioteca, en el comedor, o bajo la puerta de entrada, ya que los planos mostraban huecos poco usuales en esos lugares.

—Ahora que lo mencionas, es verdad que había algunos espacios extraños en los planos.

—Aun así, es más probable que estén en el despacho o la habitación, pero no descartemos esos otros sitios.

—Lo anotaré para que no lo olvidemos —afirmó Venustiano, mientras buscaba dónde apuntarlo. Al encontrar una libreta y una pluma, anotó en una página las observaciones, y en la siguiente dibujó un croquis, imitando los planos, y señalando en él los probables escondites. Cuando terminó, dijo: —Volvamos a concentrarnos en descubrir al culpable.

Herminio sacó su celular y buscó de nuevo el registro de los trabajadores del museo. Sin embargo, se detuvo antes de abrir la página, pues una idea nueva lo atacó en ese momento, y preguntó: —Oye Venu, ¿y si lo que debemos investigar antes de buscar al asesino, es qué había en la caja?

—¿Por qué lo dices? —respondió Venu.

—Pues, porque se me hace un poco extraño, ahora que lo pienso mejor, que, en primer lugar, el culpable haya dicho que sabía dónde está la caja fuerte si no era cierto, ya que para robar algo valioso, siempre se debe tener la certeza de que el plan funcionará, y en cambio actuaron 'al trancazo'. En segunda, para robarse una llave, y estando en condiciones de correr y disparar un arma de fuego, el asesino podía haber actuado solo, no necesitaba de Guadalupe. Y, en tercer lugar, ¿para qué necesita que Guadalupe siga vivo? Lo tiene amenazado, sí, pero lo usual es que lo hubiese eliminado en cuanto se enteró que iba a denunciar —explicó Hermi.

Al principio, Venu lo miró con ganas de reclamarle con algo del tipo de "Has leído demasiadas novelas policiacas", pero esas dudas tenían lógica, y él tampoco consiguió pensar una explicación razonable para contestarlas. —Bueno, en eso tienes razón. Y me parece lógico eso de investigar primero qué se supone que hay en la caja —contestó finalmente.

Hermi sonrió ligeramente, sintiéndose un poco orgulloso de sí mismo, y volviendo la mirada a su celular, buscó en internet si había alguna información relacionada con la caja fuerte. Sin embargo, después de abrir muchos sitios y páginas, no encontró más que teorías, y todas apuntaban hacia lo mismo: joyas o dinero de la época.

No había ninguna información relacionada en las páginas oficiales del gobierno municipal ni estatal, y tampoco en la de la Secretaría de Cultura federal, así que a pesar de que el joven buscó en cada resultado del navegador, y que al poco rato, en vista de la tardanza, Venu también se puso a revisar diferentes sitios de internet, no lograron un gran avance.

—Esto no lo había previsto —se quejó Hermi.

Venu se encogió de hombros. —Tal vez sea cierto lo que dice aquí y sólo sean joyas o cosas así. Después de todo, aunque ya no fueran objetos valiosos monetariamente, históricamente sí lo son.

—Bueno, eso de todos modos nos regresa a los mismos sospechosos, así que quizás no fue tan buena idea meternos a buscar por este lado. Perdimos tiempo.

—Al menos no fue mucho. Pero no estoy seguro de que sea buena idea regresar al museo para investigar a la gente de allí.

Hermi se quedó callado por un instante, mirando fijamente a su hermano. —¿También notaste que parecía que nos estaban vigilando?

—La verdad, no. Pero confío en ti; si lo percibiste, debe ser cierto —contestó Venu.

Herminio respiró hondo, y estaba a punto de contestar, cuando escucharon que la abuelita los llamaba para que fueran a comer.

Mientras comían todos juntos, la abuela les preguntó: —¿Cómo van con la investigación? ¿Encontraron lo que buscaban en el museo?

—Sí, pero de todas formas vamos mal. Aún hay cosas que no cuadran— respondió Hermi.

—¿Cuáles son? — preguntó don Herminio.

El muchacho explicó nuevamente los aspectos sin resolver, así como la sensación que había tenido de que alguien los seguía cuando estuvieron viendo los planos en el museo.

Doña Rocío entrecerró los ojos, pensando en este último detalle, y se dirigió a Venu: —Sé que eres un poco distraído, pero trata de recordar: ¿En algún momento, cuando ibas a buscar a Guadalupe, viste a alguien que ahora pudieras reconocer en el museo?

—No... nunca presté atención a nadie que no fuera él — contestó.

La abuelita se dio un ligero golpe en la frente con la mano. —Bien, bien. La próxima vez, trata de observar un poco más el entorno.

Venu agachó la mirada. —Ni estoy seguro de si habrá una próxima vez... No sé si él quiera seguir conmigo.

Don Herminio apoyó su mano en el hombro de su hijo, intentando darle ánimo. Como nadie quería hacer que Venu se sintiera peor, todos terminaron de comer en silencio.

El resto de la tarde fue también bastante silencioso. Aunque los gemelos se dedicaron a ayudar al abuelo con el campo y así practicar el control de sus poderes, no hubo mucho intercambio de palabras más allá de lo necesario.

Faltaba poco tiempo para que oscureciera cuando finalmente, recogieron las pocas herramientas que habían utilizado y acomodaron los huacales con los productos que habían recogido para el siguiente día.

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