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En uno de tantos valles enclavados entre las montañas de la huasteca, existe la pequeña ciudad de Santa Luisana del Café. El nombre de este lugar se debe a que en los tiempos del porfiriato este sitio era una hacienda cafetalera, perteneciente a un señor José Aguirre, quien era una figura misteriosa y por motivos inciertos, casi nunca permanecía mucho tiempo en su latifundio. Por eso mismo, al serle expropiada la hacienda Santa Luisana al llegar los años post-revolucionarios, se incrementaron los ya de por sí numerosos mitos alrededor de su figura y sobre su descendencia, pero por el momento, nos enfocaremos en uno solo, el cual surgió durante el reparto agrario que se llevó a cabo en aquel entonces, varias familias de agricultores que anteriormente habían sido trabajadores de la hacienda recibieron terrenos y se corrió el rumor de que Aguirre había escondido la llave de su caja fuerte en una de las parcelas expropiadas.
Con el paso del tiempo, esta historia se volvió legendaria y poco creíble. Sin embargo, la persistencia de este rumor incluso ya en la segunda década del siglo XXI, afectó la vida de los Domínguez Hernández.
Esta familia, aunque desde hace mucho tiempo y por causas que se desconocen debido a su antigüedad, tiene la mágica particularidad de controlar los elementos naturales. Este poder aparentemente se hereda de generación en generación, sin estar claro si hay algún factor genético o simplemente sobrenatural. En la época que vamos a relatar, la persona de más edad con este poder es don Venustiano Hernández, campesino de más o menos setenta años, con escolaridad básica pero amplios conocimientos de su oficio y de su comunidad; algo conflictuado a veces por tener el nombre de quien ordenó la muerte de Zapata pero que también fuera el presidente que promulgó la Constitución de 1917.
Después de don Venustiano, la siguiente en heredar este poder fue su hija, Rocío Hernández Bazán, mujer tranquila pero firme de ideales, y ella, a su vez, lo heredó a sus hijos gemelos, Venustiano y Herminio Domínguez Hernández. Estos dos hermanos, tenían además la peculiaridad de que, en un día, uno de los dos dominaba el fuego y la tierra, mientrasel otro controlaba el aire y el agua. Al día siguiente, se intercambiaban, aunque aparentemente, eso tenía más relación con el ciclo de sueño que con el día y la noche.
A pesar de que hasta los años 50's del siglo XX había sido común el miedo,
principalmente sostenido por los restos de la religión que había sido legalmente depuesta al final de la Guerra de Reforma, hacia las personas que presentaban algún poder extraordinario, a estas alturas, no era algo demasiado llamativo en el pueblo que hubiera una familia con poderes sobrenaturales; de hecho, los rumores señalaban a una segunda, desaparecida hacía algún tiempo, y una tercera que había emigrado hacía poco tiempo, aunque ambas con diferentes habilidades. Si algo había de sobresalir en la situación de los Domínguez Hernández, era que a pesar de dedicarse al campo y obtener ingresos de la venta del maíz, frijol, calabaza y quelites, no socializaban más allá de lo necesario. Por lo tanto, nadie se imaginó que en algún momento fueran el blanco para un crimen.
El inicio de la tragedia tuvo lugar al inicio de la temporada de siembra en el 2016, cuando don Herminio Domínguez, papá de los gemelos y esposo de Rocío, encontró una llave enterrada mientras araba la tierra para comenzar la
siembra. Le pareció algo extraño, y después de dudarlo mucho, llegó a la conclusión de que no podía ser otra que la llave del hacendado, pues la forja antigua y resistente parecía corresponder a esa época. Así que la llevó a su casa y la colgó en un clavo cerca de la puerta, con la intención de llevarla al museo del municipio y que los especialistas confirmasen o descartaran la identidad de esta llave. Si bien no se olvidó, no la llevó, pues el trabajo le absorbía mucho tiempo, y la llave permaneció muchas semanas colgada allí.
Una noche, sin embargo, un ruido despertó a la familia. A los pocos segundos, todos se levantaron a investigar, pues al parecer, alguien había entrado al terreno, y más grave aún, a la casa. Mientras los gemelos, que entonces tenían dieciocho años, revisaban el interior de la casa, sus padres y abuelos maternos salieron al terreno a buscar al intruso.
En realidad, se trataba de dos personas, con el rostro totalmente cubierto, a excepción de los ojos. Ambos se movieron rápidamente y con sigilo mientras buscaban en la casa de la
familia de agricultores. No les llevó mucho tiempo inspeccionar el interior, pero al no encontrar lo que buscaban, salieron a buscar afuera de la casa. En ese momento, el ladrón más joven vio la llave colgada en la puerta y la tomó. Sin embargo, se dio cuenta unos segundos más tarde de que la luz estaba encendida y reaccionó demasiado lento para evitar a Rocío, quien lo descubrió y capturó al manipular la tierra, envolviendo los pies del chico.
Él, atemorizado, miró en un intento de pedir piedad directo a los ojos de la señora, quien firmemente lo interrogó: -¿Qué quieres al venir aquí?...
En ese momento, el segundo ladrón disparó hacia ella. Una bala directa y certera. Rocío cayó al suelo, perdiendo la vida y liberando al ladrón joven al mismo tiempo. Este intentó gritar, pero estaba tan conmocionado que no logró emitir sonido alguno por el horror que experimentaba.
El otro delincuente, sin mostrar ningún remordimiento, tomó bruscamente a su
compañero y, tras golpearlo para tratar de hacerlo reaccionar sin éxito, le arrebató la llave y lo arrastró fuera del terreno. Sus movimientos fueron lo bastante rápidos para que, a pesar de que el resto de la familia no demoró ni un minuto en llegar tras escuchar el disparo, y de que don Venustiano los persiguió furiosamente, no se logró atraparlos. Una vez a salvo, el asesino guardó su arma y la llave robada sin darle importancia a lo sucedido, mientras que el pequeño ladrón no podía deshacerse de la imagen de Rocío desplomándose una y otra vez.
Por supuesto, aún más duro que para ese muchacho, fue para la familia que perdió una hija, esposa y madre al mismo tiempo. Durante los días siguientes, junto al dolor de la pérdida de Rocío, se sumó el descubrimiento de que sólo habían robado la llave, y no se pudo encontrar a los culpables, aunque hubo muchas investigaciones, tanto en la escena del crimen como en los alrededores del pueblo, por lo que hubo que resignarse a que el caso quedara sin resolver.
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