Te das cuenta de que no deberías estar ahí. M te dio un celular más seguro por algún motivo. ¿Y si alguien estuviera revisando tu PC para ver qué sitios visitas?

«Ya me estoy volviendo paranoica», piensas, pero tomas el recaudo de borrar tu historial de búsqueda tras salir de la página web que estabas visitando. Decides a partir de ahora seguir siendo cuidadosa y hacer todo lo que te pida M.

Antes de irte a dormir pones a cargar ambos teléfonos celulares y corroboras que M no te haya enviado un mensaje de texto. No lo recibes hasta recién el día siguiente.

M: Muy bien. Sabía que no me decepcionarías. Ahora que sé que puedo confiar en ti comenzaré a darte más detalles. ¿Por dónde empezamos? (11:05 AM)

Hay cosas que sabes por lo que averiguaste en el sitio de Steve, pero quieres asegurarte de que esa información haya sido fidedigna así que empiezas a preguntar como si no supieras nada. M no tiene por qué enterarse de las cosas que ya sabes.

Tú: ¿Qué es esta llave? ¿Para qué sirve? (11:06 AM)

M: Es difícil de explicar en pocas palabras, pero es un objeto muy buscado por lo cual debes tener mucho cuidado. (11:08 AM)

Tú: ¿Por qué la buscan tanto? (11:09 AM)

M: Porque con ella puedes abrir cualquier puerta y, por sobre todo, cualquier portal. (11:10 AM)

Tú: Portal? (11:10 AM)

M: Sí. A otras dimensiones. En total son 9. (11:11 AM)

M: Por eso nadie puede saber que la tienes. Solo puedes confiar en tu ángel. En nadie más. (11:12 AM)

Tú: ¿Conoces a mi ángel? (11:12 AM)

M: Sí. Él fue quien me recomendó solicitar tu ayuda. (11:13 AM)

Tú: Esto se pone cada vez más raro. (11:14 AM)

M: Puedes buscarlo en tus sueños. Es la única forma en la que puedes hablar con él. (11:15 AM)

Tú: Cómo hago eso? (11:16 AM)

M: Concéntrate en ello antes de dormir. Será sencillo para ti, estás preparada. (11:17 AM)

Tú: Qué más debería saber? (11:19)

M: Eso es todo por ahora. Te contactaré más tarde. (11:20)

Piensas que no es mala la idea de contactar a tu ángel mientras esperas más detalles de M. Aun no tienes sueño, así que esperas hasta después de almorzar para intentar dormir una siesta y buscar a tu ángel como te dijo M que podías hacer. Sabes que quizás no tendrás suerte, pero no pierdes nada con intentarlo.

Recuerdas bien su imagen, así que te acuestas y dibujas su rostro en tu mente. Te concentras en él mientras el sueño se apodera de ti.

Pronto te encuentras caminando en medio de un prado. Bellas flores silvestres te rodean. Sientes que una mano se posa en tu espalda. Te das la vuelta y te encuentras cara a cara con él. Le sonríes feliz de verlo, aunque también tienes muchas ganas de golpearlo porque nunca salió de él establecer contacto contigo.

—Hola —le dices—. Creo que al fin podremos hablar, ¿no?

—Hola, ahora sí —te dice—. Antes no podíamos.

—¿Por qué no? —preguntas

—Porque se me prohíbe entablar relación alguna con quienes protejo. Sin embargo, en sueños nadie puede vernos y podemos hablar con total libertad.

Se sientan en el suelo para seguir hablando. Desearías pasar un largo rato con él allí pero sabes que tu tiempo es limitado y que debes ir directo al grano.

—¿Puedes decirme quién es M y por qué me ha elegido a mí para tener esa llave?

—M es una amiga que está intentando ayudarte —te dice—. Necesitas descubrir tu verdadera identidad y esta llave te ayudará a hacerlo. Ya has pasado una prueba enorme al llegar hasta aquí y por eso puedo decírtelo. Eres más que una simple humana. Pero está en ti hallar tu poder.

Te ríes. ¿Más que una simple humana? Si lo único extraño que te ha pasado hasta ahora ha sido ver a tu ángel guardián, cosa que otros humanos afirman haber hecho también. Y recibir esa llave rara que abre portales, uno de los cuales resulta estar en tu casa, claro.

—Es verdad —te dice tu ángel—. Cuídate y sigue las instrucciones de M. Por más que quiera no podré salvarte si alguien que no sea humano intenta matarte por poseer esta llave. Solo estarás a salvo dentro de tu casa y con quienes M te indique.

—¿Por qué no puedes ayudarme? —preguntas.

—Porque no lo tengo permitido. Si lo hago perderé mis alas. Lo siento.

Tragas saliva. Claro que no quieres comprometer a tu ángel de esa forma y lo entiendes.

—Supongo que ya debo irme —dices. Ya comienzas a sentir que estás por despertar.

—Así es, pero puedes volver cuando quieras —te dice tu ángel.

—¿Cómo te llamas? —preguntas.

—Akiriel —te responde, antes de desvanecerse mientras despiertas. Es el sonido de tu teléfono celular el que te trajo de regreso. Un número desconocido está llamando.

Ve a la parte 114 para contestar la llamada.

Ve a la parte 115 para ignorarla.