«Por algo me ha llegado esta llave», piensas. «¿Qué será lo que abre?»

Decides que vas a seguir las instrucciones al pie de la letra. Si es peligroso sacar la llave de tu casa, entonces no lo harás. Si sales la esconderás. Eso parece ser lo más seguro. De momento te la cuelgas y la ocultas debajo de tu camisa.

No vas a ninguna parte en todo el día, por si acaso. Te sientes nerviosa y no puedes dejar de pensar en la llave que tienes encima. Se siente importante, sabes que es un objeto muy valioso, más allá de que puede valer por su contenido en oro y piedras preciosas.

Cuando ya ha caído la noche, alguien golpea a la puerta. No esperas a nadie. Acudes a ella nerviosa y espías antes de abrir para ver quién está afuera. No hay nadie. Pero sabes que seguro te han dejado otra cosa, así que abres la puerta.

Encuentras un paquete similar al anterior. Lo levantas y lo llevas adentro. Es más pesado así que sabes que el contenido es diferente. Lo abres. Se trata de otra nota y un teléfono celular un poco viejo, de esos que solo sirven para enviar mensajes de texto y realizar llamadas.

Felicidades. Has pasado la primera prueba. A partir de ahora me comunicaré contigo por mensaje de texto. Este teléfono es especial y nadie podrá saber qué conversamos a través de él. Por favor continúa siguiendo las instrucciones. La seguridad de la llave mística y la tuya propia dependen de ello.

Todo se vuelve cada vez más raro y misterioso, pero seguirás las instrucciones porque esa parece ser la decisión correcta. Crees, sin embargo, que necesitas más información sobre la naturaleza de esta llave.

Ve a la parte 18 si quieres investigar en internet sobre la naturaleza de esta llave.

Ve a la parte 19 si decides esperar a que M te brinde la información que necesitas.