Parte 40
Decides confiar en la pelirroja y subes al auto con rapidez, justo a tiempo para esquivar una bala que cruza a un centímetro de tu oreja.
—¡Wow! ¡Eso estuvo cerca! —exclamas. Tu corazón late a mil por hora. Estuviste al borde de la muerte, y sabes que todo es por no haber creído en lo que M te advertía.
—¡Qué estúpida que eres! Yo sabía que no ibas a pasar la prueba —dice, molesta.
—Lo siento —te disculpas—. ¿Qué prueba?
—Para ver si eras digna de recibir tu legado. Ahora ya es tarde para eso. Nos devolverás la llave y seguirás con tu vida.
—¿Legado? ¿A qué te refieres? ¿Quién eres?
—No soy M, si eso te preguntabas, pero soy lo mejor que tienes a tu alcance en este momento. Puedes decirme C si quieres. Ahora te llevaré a tu casa. No salgas por unos días. Todo volverá a la normalidad cuando se den cuenta de que ya no tienes la llave.
—Pero aún la tengo... —dices. Abres tu bolso y la miras de reojo.
—Ya no —dice C. Da un chasquido con sus manos y la llave se materializa entre ellas. Magia. C debe ser una bruja, decides.
Ella te deja frente a tu casa. Te sientes tranquila al saber que te has deshecho de ese objeto y que ya no tendrás problemas. Pero algo te carcome por dentro. Sabes que has perdido una enorme oportunidad, una oportunidad que no recuperarás nunca.
Pero al menos estás viva y eso es lo que importa, ¿o no?
Vuelve a la parte 2 si quieres reintentarlo.
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