
Parte 153
Sabes que el dragón podría hacerte daño, pero estás seguro de que tendrás la oportunidad para invocar a tu ángel a tiempo si esto ocurre, que quizás sus planes para contigo sean otros, y que es mejor mantener la calma. Al menos por el momento.
—Pensé que para este entonces te habrías cagado en los pantalones —dice el dragón con su potente voz. Mejor dicho, dragona, ya que su voz es claramente femenina—. Eres valiente, debo concederte eso.
—¿Qué quieres conmigo? ¿A dónde me llevas? —preguntas.
—Al castillo, es obvio —te dice—. Ese camino es una trampa, jamás hubieras logrado salir de allí si no fuera por mi intervención.
—Me podrías haber dicho que querías ayudarme... —dices, un poco molesto. La dragona va descendiendo, y en pocos segundos te deposita en el suelo.
—Lo siento, me divierte un poco asustar a la gente. Hace mucho tiempo que nadie me visita. Estoy sola aquí, ¿sabes? —Y tras decirte eso su cuerpo comienza a transformarse, hasta convertirse en el de una bella mujer. Es alta, de alrededor de un metro ochenta, de piel morena y cabello amarillo dorado como su piel de reptil. Aparenta alrededor de veinticinco años, pero sabes que debe ser mucho mayor.
—Wow... ¿Eres una humana que puede convertirse en dragón?
—No, no, no. No me ofendas —te dice, sacudiendo la cabeza—. Soy dragona, y como tal puedo tomar forma humanoide cuando así lo deseo, pero de humana no tengo nada. —Al decir esto vez cómo sus ojos de color ámbar brillan, y se ven como los de un reptil, para luego perder su brillo y volver a verse normales.
—Perdón, no quise ofenderte —te disculpas.
—Bien. ¿No piensas abrir la puerta? —dice, mostrándose impaciente.
—Pensé que la abrirías tú —le dices.
—¿Y quién te dijo a ti que yo tengo acceso a este castillo? Pues no. Lo he intentado de todas formas y no se puede entrar. Vivo en una cueva. Es el único refugio que me dejaron cuando me encerraron aquí.
—Oh... ¿Eres prisionera? —preguntas.
—Pues sí. Al parecer a alguien le pareció divertido disponer este sitio solitario como mi cárcel. Todo por ayudar a Ildwin... Ese desgraciado...
—¿Quién es Ildwin? —preguntas.
—Un príncipe dragón rebelde. También está prisionero. Larga historia —te dice. Sabes que no está en sus intenciones contártelo.
—¿Y cómo te llamas tú? —quieres saber.
—Ishkaweah —responde—. Pero me puedes decir Ishka. Ahora, ¿piensas o no piensas abrir la puerta?
—Vale, vale. Ya abro.
Tomas la llave y abres la puerta.
El castillo no es tan lujoso como el del plano de los vampiros pero tiene su encanto. La principal diferencia es que este se ve desierto. No parece estar habitado por una sola alma.
«Tenía razón Ishka al decirme que está sola aquí», piensas. «¿Cuál es el sentido de un castillo desierto?».
Te adentras hasta llegar a una sala amplia. En ella hay cinco puertas de distintos colores. La primera es negra, la segunda de color violeta, la tercera es roja, la cuarta es amarilla, y la quinta es verde.
—¿Sabes para qué son esas puertas? —preguntas. Ishka se encoge de hombros.
—¿Cómo voy a saberlo? —dice—. Aunque... Sí hay una forma en la que puedo indicarte qué debes hacer aquí.
—¿Cuál sería esa forma?
—Los dragones tenemos el poder de conseguir cosas para otros, prácticamente lo que sea que haya en existencia. Pero no podemos regalar esto, debemos trabar un trato con el humano en cuestión.
—¿Qué clase de trato?
—Por algo que realmente queramos. Pide bien, entonces podrás cumplir tu misión dentro de este sitio.
—¿Y qué me pedirás tú a cambio? —preguntas.
—Que me dejes salir de aquí cuando hayas cumplido tu misión —te dice. Te mira expectante, ¿qué vas a decidir?
Ve a la parte 184 para descubrir por tu cuenta qué debes hacer en ese sitio y qué puerta abrir.
Ve a la parte 185 para trabar un trato con Ishka para acceder al conocimiento de qué debes hacer allí y qué puerta debes abrir.
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