Parte 143
Sabes que no vale la pena arriesgarte a que algo salga mal. Debes controlar tu curiosidad; quizás en otro momento logres saciarla.
—Creo que ya no haré más preguntas —le dices—. Mejor regresemos al castillo.
Él asiente y te acompaña hasta la salida. Vuelves a usar la llave y pronto están otra vez en el pasillo. Le agradeces por su compañía, le das un beso de despedida, y regresas a tu cuarto para descansar. Pronto va a amanecer.
Al otro día te buscan cuando ha caído la noche. Vuelves a ver al rey de los vampiros en la sala del trono. Esta vez viene acompañado por una muchacha rubia de ojos celestes y mejillas rosadas, quien no parece tener nada que ver con los vampiros. Se la ve un poco preocupada.
«Claro, es una hada», piensas, y te sientes asombrado por su belleza.
—Muy bien —dice Nikolav—. Meredinn ha regresado de la dimensión humana y ha confesado haber enviado la llave a este chico quien es, en efecto, el último descendiente hechicero de Lilith.
Se oye un murmullo entre los presentes. Todos parecen esperar que se decida qué ocurrirá contigo.
—Meredinn afirma que estaba haciéndole un favor a una amiga bruja, que hay mucho descontrol en el uso de sus poderes y que se influyen mucho en asuntos humanos... para generar el caos y ganar poder para sí —continúa el vampiro—. Ahora, lo que debemos decidir con el concejo aquí reunido es si permitiremos que siga adelante con este plan que no consultó, como debería haber hecho, o si tomaremos medidas para asegurarnos de que este hechicero no adquiera sus poderes.
—Y si hay que castigar a Meredinn por no haber consultado esto —añade la virreina.
—No —dice Nikolav—, su madre se encargará de esto. Sea lo que sea que decidamos, habrá consecuencias por actuar de esta forma. Pero es algo que ya no entra en mi jurisdicción sino en la de las hadas. Pero sí debemos decidir entre vampiros qué hacer con este brujo.
Un vampiro que se encuentra sentado entre otros al costado del trono levanta la mano, supones que se trata de uno de los miembros del concejo que Nikolav mencionó.
—Yo opino que hay que deshacerse de él. Es cierto que podría servir para controlar a los demás, ¿pero quién nos asegura que no se volverá en nuestra contra una vez obtenga sus poderes?
—Eso es cierto —dice Nikolav.
Uno a uno los miembros del concejo van dando su opinión. La mayoría opina que deben matarte para que ya no haya descendencia que pueda heredar la magia de Lilith, o que deben quitarte los recuerdos de todo lo ocurrido y regresarte a tu dimensión. Tú estás nervioso y no sabes qué hacer. «Quizás pueda usar algún cuadro para ocultarme», piensas.
En un momento una voz habla dentro de tu cabeza. Te das cuenta de que es Meredinn.
—Debes huir lo antes posible —te dice—. Los convenceré de que no actúen aún, así podrás huir. Al lado del cuadro que usaste ayer con Frederick hay un cuadro que es completamente negro. Si te paras frente a él y te imaginas un lugar, podrás ir donde sea. A tu casa, por ejemplo. Será la mejor forma para regresar.
Entiendes que la muchacha te leyó la mente (solo así pudo haber sabido donde estuviste con Frederick la noche anterior) y que luego pudo proyectar sus pensamientos hacia la tuya. Entonces supones que puedes hablarle de ese mismo modo si te está leyendo los pensamientos, así que diriges tus pensamientos a ella.
—¿Y si me quitan la llave antes de devolverme a mi cuarto? —le preguntas.
—Entonces me aseguraré de devolvértela de alguna forma. Tú tranquilo.
No estás nada tranquilo. Los vampiros terminan de hablar y nadie ha opinado que debes obtener los poderes que dicen que heredaste. Todos quieren deshacerse de ti.
¿Qué haces?
Ve a la parte 148 para pedir hablar directamente con Nikolav para intentar convencerlo de que no eres una amenaza para los vampiros.
Ve a la parte 149 para seguir las instrucciones de Meredinn.
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