Parte 140
«Prometió no hacerme daño», te dices. «Creo que vale la pena arriesgarse».
—Voy a hacerte otra pregunta —le dices—: ¿qué crees que vayan a hacer conmigo?
—Eso depende de Nikolav —te dice—, pero de ninguna manera pueden dejar que ganes acceso a esos poderes. Los vampiros siempre nos hemos asegurado de que haya un cierto equilibrio de poder para que las brujas no logren dominarnos. Tú podrías lograr que la balanza se incline en su favor. Nikolav no es tan estricto como lo era nuestro rey anterior. Dudo que decida matarte. Podría enviarte a casa tras eliminar tus recuerdos de haber estado aquí, o podría sugerir que te convirtiésemos en vampira.
—Oh...
No sabes cómo te sientes al respecto. ¿Cómo sería ser vampira? No lo sabes. ¿Tienes riesgos de convertirte en una ahora que el rubio te ha mordido? Tampoco sabes, no tienes idea de cómo funciona eso. De lo que sí estás segura es de que ya no podrás hacerle más preguntas.
El vampiro vuelve a beber de ti. Esta vez parece costarle un poco más detenerse, y tú no sabes cómo hacerlo parar. Te sientes más débil con cada segundo que pasa. Y luego te desmayas.
No sabes cuánto tiempo estuviste inconsciente, pero logras despertar. Hay un sabor metálico en tu boca: sangre. Sangre del vampiro.
—Lo siento, bebí demasiado —se disculpa—. Tuve que darte de mi sangre para que recuperes las fuerzas. Creo que será mejor que regresemos. Pronto este cuadro se pondrá peligroso, y debe estar por amanecer allí afuera.
—¿Peligroso? No entiendo —le dices.
—No te preocupes, yo te saco de aquí antes de que sea tarde —te dice. Pero parece que él también perdió la noción del tiempo, porque no logran llegar a la salida. Un par de hombres vestidos como vaqueros del medio oeste irrumpen en la fiesta portando dos revólveres cada uno. Los apuntan hacia la gente que está bailando.
—¡Al suelo! —te grita Frederick. Pero lo logras. Una bala te alcanza antes de que puedas hacerlo, y atraviesa tu corazón. Mueres antes de que el rubio pueda intentar hacer algo para salvarte.
Y vuelves a despertar cuando la noche, en una habitación oscura, acostada al lado de Frederick. Ahora eres una vampira, y solo tienes deseos de estar con él, con tu creador, y cumplir todos sus deseos.
—Lo siento —te dice—, no fue mi intención convertirte. Aunque sí me agrada poder disfrutar ahora de tu compañía y que no debas ya irte.
No vas a culparlo por ello. Te sientes feliz de que haya ocurrido, y quieres pasar la eternidad a su lado, alimentándose juntos de la sangre de otros. Tu voluntad ha sido anulada. Como vampira seguirás las órdenes de tu creador mientras él viva. Y ya no podrás reclamar tus poderes como última descendiente de Lilith. Has perdido la oportunidad de lograr cosas grandes.
Vuelve a la parte 2 si quieres volver a intentarlo.
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