Capítulo 07
El amanecer sobresalía entre las montañas rocosas. Todo ese país era maravilloso. Todo era único y perfecto, incluso las personas. Katheryn ni si quiera se dio cuenta que no había dormido nada y no le importaba, se sentía bien.
Un par de kilómetros antes de llegar a una gasolinera cercana, Katheryn necesitó la ayuda de un par de hombres que pasaban con una carreta jalada por un caballo. La ayudaron sin dudarlo y le regalaron café a todos—incluidos Brenton y Ben—.
Bebieron el delicioso café y siguieron su camino. Aún faltaba más de un día para llegar al Estado de México y al Distrito Federal.
Gabriel Duarte estaba más que deseoso de llegar, así que Katheryn le suplicó a Owen cederle el lugar a Gabriel en lo que faltaba de camino, a pesar de los pucheros del rubio, cambiaron de lugar.
-¿Ya revisaste si todo sigue en su sitio, Katheryn?—le preguntó Owen desde atrás.
-¿Todo?
-Sí. Todas tus cosas que trajiste desde California. Ya revisé lo mío y todo está en orden. Faltas tú.
-Supongo que todo está aquí—abrió el tablero donde había guardado el libro y la llave—todo en orden. Solo que no sé dónde está mi teléfono.
-Aquí lo tengo—repuso Heidi—lo guardé porque lo habías dejado debajo de los asientos. Tómalo.
Lo recibió sin verla. No tenía batería.
-No tiene batería. Guárdalo, por favor—se lo devolvió.
Y Luke iba con la boca cerrada desde la noche anterior y solo había intercambiado un par de palabras con su novia y con los hombres del café, pero nada más.
Los ojos oscuros de Gabriel se postraron en Katheryn. Ella conducía a toda velocidad y el sol de la mañana la había hecho sudar, gotas de sudor resbalaban de su rostro, cuello y axilas. Necesitaba una ducha urgente. Se echó aire con una mano y luego encaró a Gabriel, regalándole una gran sonrisa y para su sorpresa, él le devolvió una más radiante.
-¿Estás ansioso por ver a Gaby?—se animó a preguntarle. Las pupilas de él se dilataron.
-Bastante. Supongo que ella también lo está, ¿verdad?—le temblaba los labios al hablar. Katheryn sintió terror, Gabriel Duarte se debatía en no perder la cordura y llorar frente a ellos.
Katheryn optó por alargar su brazo y depositar su mano sobre la de él para reconfortarlo. Apretando los labios, Gabriel asintió y su mirada se perdió en la ventanilla. Y en ese momento sintió unas ganas inexplicables de abrazarlo y decirle que todo estaba bien.
Oh, Katheryn. Este sujeto está destrozado por dentro.
¿Podrías dejar de meterte en su cabeza?
No. Debes escuchar lo que él está pensando ahora.
¿Qué?
De repente, la voz de Heidi desapareció y tomó lugar la de Gabriel Duarte en su cabeza.
¿Por qué me siento así? estas personas son solo niños.
No estoy seguro de poder soportar tanto tiempo sin romperme en pedazos y llorar frente a todo el mundo. De que todo esto termine, ¿Qué será de mí? Abrazaré a mi sobrina, ¿y luego que pasará? ¿Iré con ella? ¿Regresaré a Tijuana? ¿Qué soy realmente? ¡Quiero morir justo ahora!
Y sin darse cuenta, Katheryn había comenzado a llorar. Se limpió el rostro con brusquedad y suspiró. Últimamente estaba muy sensible a todo y se odió por ello.
No sabía que podías hacer eso.
Son trucos bajo la manga. En fin, ¿Qué piensas?
No tengo idea de qué es lo que debo pensar. Lo único que quiero es encontrar el libro y buscar a mis hermanos.
Bien.
-Caigo de sueño. El café no me quitó el sueño, sino todo lo contrario—se quejó Owen.
-¡Cierra la maldita boca!—gruñó Luke. Todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para verlo, Katheryn por poco choca con un tronco a mitad de la carretera.
-Amor, ¿Qué pasa?—Heidi lo sujetó de la barbilla y lo obligó a verla a los ojos.
-Necesito silencio. No puedo pensar si Kennedy sigue abriendo la boca cada que algo le molesta.
-Solo dije que tenía sueño…
-¡Cállate!—le espetó Heidi—haznos un favor, rubio. Intenta guardar silencio durante tres horas, ¿sí?
Owen rodó los ojos y decidió ver por la ventana. Katheryn observó a sus amigos desde el espejo retrovisor. Algo andaba mal en Luke.
¿Cuál es tu problema, Greenwood?
Intentó no hablarle de mala manera y más sabiendo que había entrado a su cabeza pero fue inútil. Owen no había dicho nada malo.
Ninguno, ¿y el tuyo, Levis?—rió con ironía. Su risa era tormentosa a través de la mente.
¿Qué te traes? No has hablado durante horas y ahorita por poco golpeas a Owen, ¿Qué ocurre?
No quiero ser grosero contigo, Katheryn, pero no te incumbe. Tu solo dedícate a conducir.
Vaya. Eres un estúpido.
Apretó la mandíbula y prefirió no presionarlo más. No tenía idea de que estupidez le pasaba a su amigo y no tenía ganas de averiguarlo.
A su lado, Gabriel intentaba encender su teléfono. Maldijo un par de veces antes de darse por vencido.
-Está muerto—dijo, curvó las comisuras de sus labios hacia abajo, dandole espacio a un puchero. Katheryn parpadeó sorprendida por ese gesto. Él se partió de la risa—después de todo, odio este inmundo aparato, ¿Quién lo necesita?
Y sin miramientos, sacó la mano con el teléfono y lo tiró lejos.
-Solo sirve para que las personas que menos te agradan te tengan vigilado—se encogió de hombros y dejó escapar un suspiro de su garganta. Katheryn tenía la boca y los ojos bien abiertos sin poder creerlo. Ni loca hubiera tirado su teléfono, ni aunque le pagaran y menos sabiendo que era el de Ethan.
-¿Eres millonario para poder tirar tu teléfono sin remordimiento?—jadeó su amiga. Ella también había visto el espectáculo.
-Nop.
-Solo le gusta tirar el dinero a la basura—carraspeó Luke y Katheryn rodó los ojos agobiada.
-Lo que pasa es que no tengo porque conservarlo. Solo lo compré por el trabajo y ahora no pienso regresar, así que no lo necesito—esbozó una sonrisa—aparte, mañana es el límite de tener a ese par conmigo y estoy seguro que intentarán localizarme, pero ya no más.
-Prefiero morir antes de que esa mujer, Tania, ¿así se llama?—objetó Owen, Gabriel asintió, riéndose—me llamase. La odié, aunque solo tuve una oportunidad de verla, es una persona desagradable.
-No te rías, pero yo solía salir con ella.
Owen y Katheryn soltaron una carcajada, las mejillas de Gabriel estaban escarlatas y negaba con la cabeza, tratando de no reírse.
-¿Quién es Tania?—interrumpió Heidi con el ceño fruncido.
-Una policía que conocimos. Estaba loca, pero no importa—añadió Katheryn, dando por terminado el tema.
Una hora después, todos tenían hambre. Brenton y Ben estaban esperándolos en una tienda de abarrotes que estaba justo en la orilla de la carretera. Al parecer estaban comiendo sándwiches, pero a la distancia que estaban, Katheryn no supo si en realidad eso estaban comiendo u otra cosa. Se orilló despacio y aparcó detrás de ellos.
Owen fue el primero en bajar, luego los demás y al final ella. Quería asegurarse que ningún otro auto lleno de adolescentes estuviese cerca para dejar ahí su precioso Jetta. Se recogió su melena negra y plata con una liga. Su rostro estaba sin gota de maquillaje, parecía incluso más joven que siempre. Heidi y ella parecían adolescentes de dieciocho años.
-Pensamos que no se detendrían—dijo Ben, dandole otro mordisco a su… taco.
-Pensaron mal—musitó Owen, con los ojos pegados en el taco—oye, dame un poco. Muero de hambre.
-Consigue el tuyo, rubito—se burló el otro. Katheryn arrugó la nariz y estuvo a punto de tirar de la mano de Owen y llevárselo a otro lado—es mentira, tómalo.
Los ojos castaños de su amigo se iluminaron y sin dudarlo le quitó el taco de la mano y se lo llevó a la boca sin miramientos.
-¿De dónde sacaron esos tacos?—preguntó Gabriel. Brenton frunció el ceño antes de responder.
-De esa tienda—le respondió a regañadientes. Odiaba hablar cuando comía.
Gabriel miró a Katheryn y a Heidi, luego a Luke y a Owen antes de entrar a esa tienda de abarrotes. Katheryn se preguntó qué era lo que pensaba hacer. ¿Robar una docena de tacos? Se rió ante su propia idea.
-¡Esto es delicioso! ¿Por qué no hay de esto en Estados Unidos o en Estocolmo?—susurró Owen con la boca repleta de carne y tortilla.
-Te diré por qué, Kennedy—le respondió Luke, sonriendo. Katheryn no sabía si estaba siendo sarcástico—México es uno de los países con más turismo, tradiciones y costumbres. Y la comida de aquí, no se compara a ninguna. Todo es hecho a mano y hecho de lo que ellos cosechan.
-Los tacos no se comparan a una hamburguesa. Son bastante deliciosos.
-Exacto.
Con la frente arrugada por el asombro, Katheryn se limitó a observarlos. Una hora atrás, Luke quería golpear a su amigo y ahora hablaban animadamente de la comida mexicana.
Minutos después, apareció Gabriel con las manos llenas. Dos bolsas negras grandes que desprendían humo de ellas.
-¿Qué has comprado?—Heidi se lanzó a ayudarlo.
-Ya no había tacos, pero había una señora de allá—señaló la otra casa que estaba a dos metros de la tienda—está vendiendo tamales y compré para todos. Dos para cada quién.
-¿Qué son tamales?—preguntó Owen, fascinado.
-¿No lo sabes?—se burló Brenton.
-No.
-Son más deliciosos que los tacos—arqueó una ceja y miró a Gabriel— ¿compraste doce?
-Supongo que sí—se encogió de hombros—dos para cada uno.
-Perfecto—abrió una bolsa y sacó cuatro tamales, le dio dos a Ben y volvió la mirada a Gabriel— ¿Cuánto es?
-No es nada—le sonrió.
-¿En serio?
Gabriel asintió y la pareja se dispuso a comer antes que todos.
Heidi inhaló el olor de su comida y le hincó el diente sin pensarlo. Katheryn cogió uno y lo desenvolvió poco a poco. Olía de maravilla.
-¡Amo el de mole!—chilló Heidi llena de excitación—mil gracias, Gabriel.
-Supiste elegirlos—rió Luke—gracias, amigo.
Katheryn observo como Gabriel sonreía ante los cumplidos de sus amigos. Se acercó a él y le dedicó una sonrisa de complicidad. Y se preguntó cómo sería volver a ver a sus hermanos otra vez así como él vería a su sobrina.
-Necesito una ducha. Lo digo muy en serio—se quejó Heidi. Todos ya habían acabado de comer y se estaban estirando para poder seguir.
-Todos necesitamos una ducha. Tiene días que no lo hacemos—añadió Luke, frotándose el cuello.
-¿Les parece si voy a preguntar si nos rentan o nos prestan un baño?—preguntó Gabriel.
-¡Sí!
-¡No!
Katheryn rodó los ojos, abrumada.
-¿Crees que la señora de los tamales te haga ese favor?
-No, pero espero que sí.
-Entonces voy contigo.
Los dos se encaminaron a la humilde casa en busca de un baño para darse una ducha rápida. Tenía pena de ser demasiado aprovechada con la pobre señora, pero Gabriel se las arreglaría para convencerla. Al llegar, un perro atado a un árbol los recibió moviendo la cola, se inclinó a acariciarlo y luego una señora mayor salió al umbral de la puerta, su rostro era dulce y amable, una gran sonrisa abarcó sus labios al ver de nuevo a Gabriel.
-Hola de nuevo—dijo él, sonriendo con galantería—quisiera saber si usted podría rentarnos su baño para ducha… para bañarnos—titubeó. Su español era firme y cálido.
-¿Cuándo son?—preguntó ella, mirando a Katheryn fijamente sin borrar su sonrisa.
-Somos seis en total.
-Adelante. Entren—abrió la puerta de par en par. Katheryn quiso comérsela de tan dulce que era—están en su casa, hijo.
Él esbozó una gran sonrisa y agitó su brazo en dirección a ellos. Todos asintieron y se dispusieron a sacar su ropa del auto.
-Espera aquí. Voy por mi ropa—le dijo a Gabriel, él asintió y entró a la casa.
Corrió hasta la cajuela—que Brenton había abierto—y sacó lo necesario. Un short gris demasiado corto, —habría dicho Ethan con el rostro endurecido, se rió así misma, ¡Lo extrañaba mucho!—una blusa de Nike y unas sandalias que casi no usaba.
-La llave la tendré yo. Al rato te las doy—bramó Brenton, estaba enfadado—no dejes que nadie aparte de mí, las toque.
Asintió un tanto perpleja y siguió a sus amigos hasta la casa.
Toda la casa era rustica, acogedora y fresca. Esperó su turnó en entrar al baño en el patio trasero, donde diversas gallinas y guajolotes picaban la tierra con granos de maíz. En toda su larga vida nunca pensó en visitar México y se alegraba de poder haberlo hecho.
Deseó con todas sus fuerzas haber podido traer a Ethan y poder disfrutarlo con él.
Pasaron los minutos, Luke y Heidi fueron los primeros en entrar y ya estaban limpios. Luke lucía de nuevo su piel blanca como la porcelana y sus ojos azules brillaban, su cabello negro azulado con blanco estaba bien ordenado. Parecía nuevo. Y Heidi, ella de nuevo era una modelo hermosa sacada de la televisión. Y ella seguiría siendo Katheryn Levis, la chica rara de siempre.
Cuando por fin llegó su turno, solo faltaba ella, Brenton y Gabriel.
Entró dando traspiés en el baño. Dejó su ropa sobre el lavamanos y abrió la regadera, el agua fría resbaló en su piel como seda fría y deliciosa. No quiso quedarse tanto tiempo así que se apresuró a lavarse y salir.
Se sentía como nueva.
-¡Mi turno!—gritó Brenton, y antes de entrar al baño le entregó las llaves de su auto—es tu auto. Solo tuyo, ¿entiendes?
-Sí.
Buscó la sala donde Gabriel esperaba su turno. La señora le había preparado jugo de uva y charlaban animadamente en español. Al verla, le dio un vaso de jugo y le indicó que sentara a su lado.
-Me imagino que no son de aquí, ¿verdad?—le preguntó la señora en inglés. Katheryn se sorprendió y disimuló con una tímida sonrisa.
-Somos de California.
-Los norteamericanos son muy bonitos—sonrió—pero nosotros no nos quedamos atrás.
Gabriel esbozó una sonrisa y le guiñó un ojo a Katheryn, que por poco se ahoga con el jugo.
¡Tiene 34 años, Katheryn, contrólate!, se reprendió a sí misma. Y su subconsciente le respondió por primera vez: ¡Tendrá 34 años pero se cae de bueno, aparte tú estás grandecita también, idiota!
Contraatacó: ¡Pero yo amo a Ethan! y la otra no se quedó atrás: ¡Si lo amaras tanto, no estarías tratando de olvidarlo con Owen y con Gabriel!
-¡Eh! ¿Katheryn?
-¿Perdón?—parpadeó como boba.
-Brenton te ha estado hablando durante tres minutos. Es mi turno de bañarme.
-Ah, sí. Lo siento—rió como tonta—te esperamos en el auto.
Gabriel con un asentimiento de cabeza, se metió a la casa seguido por la señora amable.
Al salir, el perro la despidió con un lengüetazo en su pierna.
Guardó su ropa sucia en una bolsa de plástico y lo lanzó a la cajuela sin mirar en donde había caído. Sus amigos jugueteaban con una pelota de estrés mientras esperaban. Brenton y Owen tenían el cabello tan dorado que brillaban como el mismo sol.
-Pensé que estabas en medio de un trance, Katheryn—bromeó Brenton. Ella ni si quiera notó su presencia. Dio un respingo—tranquila, solo soy yo.
Parpadeó confusa.
-¿Qué ocurre?
-¿No extrañas a Clara?—fue lo primero que se le vino a la mente. Ya que su mente estaba en blanco.
Todo rastro de humor desapareció del rostro de su amigo.
-¿Debería de extrañarla?—frunció el ceño. Gotas de agua escurrían de su cabello hasta llegar a su cuello.
-Fue tu novia durante años.
-¿Y eso qué? ella no era para mí. La amé, sí. Pero Benjamín Smith es lo que el destino quiso para mí.
-¿No extrañas su rostro, su voz, sus besos y su risa?
Las comisuras de los labios de su amigo se elevaron.
-Extraño sus ojos, su nariz, sus labios más que nada. Extraño su risa histérica, extraño su cuerpo, sus caricias—dijo en un suspiro—pero no puedo seguir pensando en ella, ¿comprendes? Es doloroso. Es como si tú recordaras a Ethan todo el tiempo, sabiendo que jamás volverán a estar juntos. Estoy seguro que te duele, ¿no es así? sé que te duele ahora que lo estamos recordando—la atrajo a su pecho y la abrazó—pero esa es la razón por la cual yo desecho a Clara de mis pensamientos. No quiero seguir sufriendo.
-Pero hay algo muy diferente, Brenton. Tú tienes a Ben y yo no tengo a nadie.
Brenton soltó una risilla.
-Tienes al rubito, Owen Kennedy. Que está más que dispuesto a amarte y a seguirte al fin del mundo si tú quieres.
Rodó los ojos, sonriendo como idiota.
-Lo sé, pero yo no lo amo. Eso es lo que me perturba.
-Con el tiempo, quizá.
Pero el tiempo era solo un mito. El tiempo no curaba corazones rotos, solo los anestesiaba. El tiempo no ayudaba a amar a una persona, solo ayudaba a acostumbrarse a ella. El tiempo solo se medía con las manecillas del reloj, no con el corazón. El tiempo era una basura. El tiempo solo era querer olvidar pero quedarse estancado sin cambiar nada. El tiempo no era un amigo, era un enemigo encubierto.
-¡Ya estoy listo!—gritó Gabriel a lo lejos. La mandíbula inferior de Katheryn de no haber estado pegada a su cara, hubiese rodado por el suelo. Él estaba perfectamente distinto. Su cabello negro ondulado estaba despeinado, su ropa era la de un adolescente y sus ojos tenían un brillo radiante y sin decir de su boca. Perfecta y rosada.
-¿Quién eres y qué le has hecho a Gabriel Duarte?—bromeó Heidi en cuando él se acercó.
-Me han dado esta ropa. Es de su hijo menor—rió, avergonzado.
-Te ves más joven—terció Owen—pareces de nuestra edad.
-Exagerado—dijo Ben, riéndose—pero te ves bien. No pareces nuestro padre ahora.
-¿Parecía su padre?—Gabriel se horrorizó.
-Eh, un poco.
Katheryn rió por lo bajo.
-Debemos irnos—declaró Luke desde el asiento del copiloto en el auto de Katheryn.
Reanudaron el viaje. Katheryn se sentía fresca como una lechuga y dispuesta a conducir por dos semanas enteras. Eran las doce del día y el sol estaba justo encima, sintió pena por Brenton y Ben que iban sin protección, solo los cascos. Optaron por ponerse camisetas sin mangas, desde lo lejos se notaba sus pieles sonrojadas e irritadas por el sol.
Encendió el aire acondicionado y cerró todas las ventanas.
Uyy, te ves tan bien con esa ropa, que de no ser una mujer, te haría mil hijos.
Katheryn ahogó una risa.
Heidi, por favor.
¿Qué? nunca te había visto con esa ropa. ¿Es nueva?
No. De hecho esta ropa Clara fue quién me la compró en una liquidación. Es su estilo, no el mío. Pero hace calor y me siento bien teniéndola puesta.
Pues te ves sexy. Tiene buen gusto.
A Ethan le hubiera dado un ataque verme así.
Ambas estallaron en risas silenciosas. En modo vibrador se rieron durante un minuto. Nadie se percató de ellas, puesto a que estaban ocupados escuchando música de la radio.
¿Cómo aquella vez que te quitaste la blusa de Clara en pleno tráfico?
¿Cómo sabes eso?
Se horrorizó y se ruborizó.
Leí la mente de Ethan cuando llegaron al departamento. Estaba muy molesto contigo porque le rompió la nariz a un sujeto que te dijo una obscenidad. Era todo un héroe.
Sus celos asesinos eran lo mejor de él.
¿Lo echas de menos?
No te lo imaginas. Quiero verlo una vez más.
Ahora que hablamos de eso, el día en el que pasó todo, Luke alcanzó a ver a algo que se llevó a Juno. Pero no puedo leer su mente ni sus recuerdos, ¿te ha dicho algo?
No.
Sí. Luke le había dicho que una persona había llegado por Juno y que había provocado aquella explosión. Pero le dio su palabra de no decir nada. Ni siquiera a Heidi.
Es extraño. Pero retomando a Ethan Quin…
Ja, Ja, Ja
¿Puedes creer que antes yo lo odiaba por ser tan… Ethan?
No lo sabía.
Una vez peleó con Luke. Y perdió. Grité de felicidad como una demente al verlo caer todo herido al suelo y ahora me arrepiento, Luke se odia por eso.
Pero eso fue antes.
Ninguno de nosotros sabía que nos haríamos aliados contra Palmer y mucho menos amigos. Tú fuiste el pegamento de todos nosotros.
Yo era la presa y ustedes los cazadores, sino mal recuerdo…
¡No sabes cuánto me odio! Yo planeaba tu muerte todos los días y ahora planeo mil maneras de protegerte a cada hora.
Exagerada.
No tanto como Ethan.
Tienes razón.
¡Oye! ¿Puedo preguntarte algo personal e íntimo?
Síp.
Ethan y tú, ¿tuvieron relaciones alguna vez?
Tragó saliva. Por supuesto que no. Pero siempre quiso estar unida a él.
No.
¿Por qué no?
Porque él murió.
No me refiero a eso.
Nunca hubo oportunidad.
Una oleada de estática diferente la hizo parpadear confundida. De repente sintió que sus manos ya no eran suyas y tampoco sus pies. Giró bruscamente el volante y los neumáticos derraparon en el asfalto.
-¡Katheryn! ¿Qué pasa?—chilló su amiga.
-¿Qué ocurre?—preguntó Owen, sobresaltado.
Luke y Gabriel estaban con los ojos abiertos como platos mirando a Katheryn. Pero ella tenía la mirada fija al frente.
Aceleró a fondo. Sus ojos estaban fijos sin parpadear e iban en dirección opuesta.
Heidi intentó hablarle en la mente y no hubo respuesta, le gritó a todo pulmón y tampoco.
-¡Owen, en cuanto te grite “Ya” tomas el volante!—gritó Luke.
Él asintió.
-¿Qué harás?—preguntó Gabriel, atemorizado. La velocidad en la que iban era sumamente alta.
-La voy a tele transportar afuera. Algo le está sucediendo. Sino la saco, nos vamos a estrellar.
Heidi ahogó un grito cuando Luke gritó “YA” y Owen se lanzó a adelante tratando de controlar el auto que seguía sin rumbo.
Luke la sacó abrazada y aparecieron varios metros lejos. Katheryn tenía los ojos negros, ni un rastro del color gris de siempre.
Se escuchó un ligero “plop” a lo lejos, Owen había logrado parar el auto y detrás la motocicleta de Brenton y Ben venían a toda leche.
-¡Por Dios, Katheryn! ¡Responde!—la movía pero ella seguía sin reaccionar. Sus ojos daban escalofríos.
-¡Suéltame!—dijo ella con voz distorsionada.
-¿Qué te ha pasado?
-¡Suéltame!—repitió. Sus ojos negros irradiaban rabia.
Luke se apartó justo a tiempo. Ella le había lanzado una centella eléctrica.
-¡No se acerquen!—gritó él a los demás—no es ella. Tiene algo dentro.
Ben agrandó los ojos y se acercó con cautela.
-Al parecer, algún Elegido antiguo no quiere que lleguemos al libro.
-¿Qué clase de Elegido puede meterse a un cuerpo? Es estúpido.
-No tengo idea pero estoy seguro que es un Elegido más.
-Juno Weber podía hacer eso.
-Pero ella ya no está.
-Eso no lo sabes…
-En el libro dice todo lo que queremos saber. Y solo Katheryn puede leerlo.
-¡Eh! ¿Qué haces? No la toques.
Ben depositó su mano sobre la frente de su amiga, ella cerró los ojos durante un segundo y luego volvió a abrirlos. Sus ojos grises radiantes de siempre los tranquilizó. Luke les dio una señal para poder acercarse.
-¿Qué estamos haciendo aquí?—preguntó, confundida. El sol le contrajo las pupilas.
-Te volviste loca pero ya estás bien—argumento Owen, abalanzándose a ella. La cargó en sus brazos.
Gabriel seguía dentro del auto mirándolos sin parpadear.
-Yo conduciré—se ofreció Luke. Brenton asintió y le acarició las mejillas a su amiga.
-Ve con cuidado. Ella no se siente bien.
Katheryn sentía que todo le daba vueltas. Gabriel se sentó en el copiloto mientras que Heidi y Owen cuidaban de ella en los asientos traseros.
Prefirieron no decir nada hasta que ella hablara por si sola.
Lo cual no esperaron tanto.
Ella habló.
-Sentí que alguien ordenaba a mi cuerpo. Como una marioneta.
-¿Alguien podía decirme que ha ocurrido?—preguntó Gabriel.
-Nada—respondió Luke, tajante.
-Quiero saber qué es lo que está pasando. —protestó Gabriel, malhumorado.
-No sabemos con exactitud qué fue lo que pasó. Pero esperemos que no vuelva a pasar. Según Ben, él cree que algún Elegido antiguo no quiere que lleguemos al libro.
-Yo te voy a explicar todo, Gabriel—interpuso Katheryn, agobiada.
Katheryn se dio la tarea de relatar todo lo que estaba y lo que había pasado anteriormente, las manos de Gabriel comenzaron a temblar antes de apenas llegar a la mitad. A cada palabra que ella ejercía, él se sentía más contrariado y confundido.
No era posible que todo aquello hubiese pasado. ¿Por qué? esa pregunta era la más famosa entre ellos. ¿Por qué a ellos les sucedió y no a otras personas? ¿Por qué exactamente ellos?
-…y bueno, por esa razón es que vamos a la capital del país en busca de respuestas, la llave que es posible que abra la cerradura del libro de La Vida está en el tablero, delante de ti. Está guardada en el libro de Paul—finalizó por fin. Luke hizo una mueca de incomodidad, no le gustaba escuchar de nuevo todos los detalles de su asquerosa vida.
-Entonces, tu novio falleció sin más… ¿no supiste que le pasó?—preguntó Gabriel, entornando los ojos— ¿solo despareció así como así? ¿De la nada?
-Sí—recordarlo seguía siendo doloroso.
-Bien. No preguntaré más sobre él porque sé que te duele.
-Gracias—bufó Owen—es mejor así, ¿Por qué recordar momentos tristes, si podemos crear nuevos y felices?
-Tienes razón, rubio—objetó Luke, sonriendo.
Heidi rodó los ojos y se dedicó a acariciarle el cabello a Katheryn.
-Katheryn, pequeña—tartamudeó Gabriel, sus ojos oscuros estaban puestos en Luke, quién lo miraba por el rabillo del ojos mientras conducía— ¿puedo hacerte una pregunta?
-Adelante.
-¿En ese libro sabrás la ubicación exacta de tus hermanos?
-Eso creo.
-Entonces te ayudaré.
-No será necesario. Tú debes estar con Gaby, ella te necesita.
Gabriel Duarte asintió, complacido por la respuesta.
¡Es emocionante, Katheryn! ¡Ya pronto estaremos allá!
Lo sé… tengo miedo.
¿Por qué?
¿Y si todo es una farsa? ¿Y si Ben está demente?
Oye, las dos sabemos que está loco de remate pero no jugaría con algo así. Sabe perfectamente que si hiere tus sentimientos, lo mataremos y es posible que Brenton rompa con él.
-Necesito dormir—dijo Katheryn en voz alta— ¿No les importa si duermo un rato?
-No. Duerme—susurró Luke—duerme tranquila. Yo conduciré lo que resta del camino, no te preocupes.
Pasaron las horas. Se sumió en un gran sueño sin soñar nada.
Oh vamos, Katheryn, despierta.
No quiero…
¡Despierta! Tienes que comer algo. ¡Son las seis de la tarde!
¡No quiero!
Gabriel dijo que estamos en Puebla, y ya falta poco para llegar pero tienes que comer. Despierta. Ahora.
A regañadientes, Katheryn abrió los ojos. Los azulados ojos de su amiga la sobresaltaron, ya que estaba a solo unos centímetros de su rostro.
-¡Qué!
-Tienes que comer algo.
El Jetta no estaba en movimiento y solo estaban ellas dos dentro. Afuera, la risa histérica y alocada de Owen la desconcertó.
-¿Dónde están todos?
-Todos están comiendo, obvio. Solo faltas tú.
Se sentó aún más confundida y con ojos curiosos miró todo a su alrededor. Estaban en una ciudad grande y brillante, estaban estacionados detrás de un restaurant. Divisó a Owen y a los demás sentados en una mesa lo suficiente amplia, se estaban devorando algo que no alcanzaba a ver.
Intentó arreglarse las greñas y bajó con ayuda de Heidi. Ambas estaban despeinadas pero se miraban adorables. Katheryn tropezó con una grieta en el suelo y cayó de bruces sobre la motocicleta de Brenton.
-¡Auch!
Los cinco chicos dejaron de comer para ir a ayudarla. Heidi chilló del susto y pateó la motocicleta tres metros lejos.
-¿Estás bien, Katheryn?—alardeó Owen, con los ojos bien abiertos.
-Sí…
Se sujetó la mejilla y sus yemas de los dedos se tiñeron de sangre.
-Santo Dios, ¡Te heriste!—gruñó Luke y fulminó a Brenton con los ojos— ¡Tu maldita chatarra lastimó a Katheryn, imbécil!
-No fue culpa de Brenton—ladró Ben, a la defensiva. —ella tropezó.
-¡Basta!—exclamó ella, enfadada—no es posible que hagan una pelea por esto. Estoy bien, maldita sea. Solo quiero comer.
El único que se animó a seguirla fue Gabriel. Quizá se debía a que él no había comenzado a pelear. Katheryn notó su presencia y se dio la vuelta antes de que la sujetara del brazo.
-No quiero compañía. Lo digo en serio, Gabriel.
-Pero necesitas limpiarte esa herida.
-Estoy bien. En unos minutos cicatrizará.
-Insisto. Soy una persona mayor que tú, así que no hay peros que valgan—esbozó una sonrisilla divertida.
Y Katheryn no pudo negarse.
Entraron al local y pidieron un botiquín de primeros auxilios. Todas las personas—morenas en su mayoría—los miraban sorprendidos. Bueno, miraban a Katheryn y su exótica apariencia. Su cabello negro azulado con mechones plateados, su piel de porcelana y sus ojos grises, no era de ver todos los días.
-¿Te arde?—le preguntó a ella, mientras le ponía alcohol sobre su raspadura.
Ella negó con la cabeza.
-Ya está—le sonrió—te pondré una gasa hasta que desaparezca, ¿de acuerdo?
-De acuerdo.
Minutos después, sus amigos entraron dando traspiés. Rodó los ojos y desvió la mirada a Gabriel, que estaba entregando de nuevo el botiquín con los encargados. Y hasta ese momento se dio cuenta que era un restaurant de tacos. Los adornos eran de personas mexicanas famosas comiéndose una orden de tacos. Retratos de tacos en caricatura, incluso un chile jalapeño vestido de mariachi.
-Katheryn…
-No quiero hablar con ninguno de ustedes. Quiero estar sola con Gabriel—bufó.
-¿Por qué con él? yo quiero estar contigo—espetó Owen, molesto. Gabriel se encogió de hombros y pidió un refresco.
-Por favor—graznó.
Todos, excepto Owen, asintieron.
-Estaremos afuera—avisó Brenton antes de salir.
Los ojos de Owen estaban fijos en ella. Al parecer no tenía ninguna intención de irse y dejarla con Gabriel.
Quiero estar sola, Owen.
Pues no me iré de aquí. Te hice una promesa de estar contigo, ¿lo olvidas?
Solo será por unos minutos. No quiero pensar en nada.
Puedo estar en silencio.
¡Quiero estar a solas con Gabriel! ¿No entiendes?
No. No entiendo.
Exhausta, se hundió en su asiento y miró a su amigo rubio sentarse junto a ella con la cara entre las manos. En cambio Gabriel se había puesto a beber su refresco con indiferencia. Bostezó y llamó a una mesera que pasaba por ahí con una lista de pedidos a la cocina.
-¡Hey!
-Buenas tardes, ¿Qué se le ofrece?—sonrió forzadamente. Sus ojeras delataban cansancio y aburrimiento. Katheryn se sintió cohibida de escuchar el español en otra persona que no fuese Gabriel.
Carraspeó.
-Quisiera una orden de tacos…-frunció el ceño— ¿de qué tiene?
-Al pastor, carne asada de res, lengua, ojo…
Se le revolvió el estómago. ¿Lengua, ojo? ¿Qué demonios?
-Quiero una orden de al pastor—titubeó.
-Bien—anotó su pedido en la larga lista—pero tendrá que esperar un poco, hay muchas órdenes hoy.
Y a paso rápido y ligero, desapareció en una puerta.
Hacia más calor que horas atrás y quería despojarse de su ropa sin importarle que hubiera personas ahí. Recordó a Ethan y no pudo evitar sonreír y sentirse triste.
-¿De qué pediste?—le preguntó Gabriel. Ni si quiera notó su cercanía hasta ese momento.
-Al pastor. No sé qué sea pero no quiero de lengua y ojo.
-El de lengua sabe delicioso. Yo pedí dos órdenes ese rato.
Ella agrandó los ojos y él rió.
-Deberías probarlo.
-Nunca lo haré.
Con las cejas arqueadas, Gabriel le dirigió un vistazo a Owen. Él estaba maldiciendo por lo bajo y Katheryn oía perfectamente bien que decía—oía todas las conversaciones del lugar e incluso podía ver lo que estaba pasando en la cocina y al otro lado de la pared. Pero Owen estaba muy molesto con Gabriel.
“¿Quién se cree? Apenas la conoce de unos días y ya se siente su mejor amigo. Pero yo soy su amigo desde hace meses y ella me pertenece, solo a mí. Pff, que estúpido. Katheryn, maldita sea. ¡No lo conoces! Él solo quiere a su sobrina de vuelta, no le importas. A mí me importas, tonta cabeza hueca. Te amo…”
Katheryn suspiró y estiró uno de sus brazos depositándolo en el hombro de su amigo. Él dio un respingo y volteó a verla, confundido.
-¿En serio soy una tonta cabeza hueca?—le susurró.
-¿Qué?—su voz se desintegró y la sangre de su rostro se esfumó. Estaba pálido.
-He oído todo lo que susurrabas.
-Pues, perdón. No fue mi intención ofenderte, aunque no lo hice. Eres una tonta—achicó los ojos. Ella levantó una ceja, incrédula.
-¿Por qué estás celoso? Owen, todos son mis amigos. Tú lo eres.
-A ninguno de ellos has besado. Solo a mí. Y eso me da derecho a ponerme celoso. —respondió en un siseo con los labios apretados. Su rostro ahora estaba rojo.
Katheryn entornó los ojos, sorprendida. Owen jamás le había hablado de esa manera tan posesiva.
-Owen, ni si quiera Ethan se ponía de esa manera. Él sabía exactamente que todos ustedes son mis amigos.
-Te recuerdo que quería asesinarme.
-Pero no lo hizo.
-¡Pero quería hacerlo!
-¿Y qué querías que hiciera? Éramos novios. Tenía derecho a celarme.
-¿Entonces porque te enojas que te cele?
-Nosotros no somos novios, Owen.
Y antes de que ella pudiese reaccionar, él ya se dirigía a la puerta de salida.
Gabriel tenía la boca entreabierta, mirándola.
Mierda.
-Pensé que si eran novios.
-¿Escuchaste todo?—se ruborizó.
-Solo lo indispensable.
-Lamento que oyeras eso—a lo lejos, la mesera traía su orden de tacos—ya no tengo hambre. Se me fue el apetito.
Se deslizó de la silla y se echó a andar en dirección a la puerta, donde sus amigos la esperaban. Gabriel tuvo que pedir para llevar la comida de Katheryn.
Escudriñó todo a su alrededor en busca de Owen pero no estaba. Y tampoco Luke estaba.
-¿Dónde está Owen?—preguntó por fin. Sus amigos dejaron de hablar para verla.
-Se ha ido—respondió Heidi, mirándola.
-¿A dónde se fue?
Brenton se puso de pie y la abrazó con ternura.
-El rubio se fue a California a cuidar de Clara.
Empujó a su amigo y ahogó un grito.
-¿Por qué? ¿Por qué se fue con ella? ¿Luke lo llevó?—estaba molesta y unos celos la comenzaron a atormentar.
-No nos dijo por qué. Solo le pidió el favor a Luke.
**
Había pasado ya dos semanas más o menos desde que su mejor amiga, Katheryn, la había abandonado a su suerte. Se llevó a su ex novio y a su nuevo amigo, Owen Kennedy y en vez de llevarla también, la dejó en su departamento.
Ahora se encontraba sola, sin poder hacer nada. Tenía dinero de sobra para pasar dos años sin hambre y un techo donde dormir pero necesitaba la compañía de otro ser humano para no volverse loca.
Abrió el balcón y se sentó a observar la ciudad, el atardecer se lo había perdido por culpa de una excelente película y ahora solo quería ver el amanecer aunque fueran las ocho de la noche.
El sonido del microondas la hizo respingar. Sus palomitas estaban listas. Se echó a correr y las puso en un recipiente, regresó al balcón y se dispuso a ver a las personas caminar. Una anciana que pasaba por ahí, le regaló una demoniaca sonrisa sin dientes, ella palideció y le arrojó un puñado de palomitas a la cara. La mujer se horrorizó y se fue corriendo. Clara se partió de la risa al ver que cojeaba de la pierna izquierda.
Se estaba volviendo loca. No había ninguna duda.
-¿Qué estoy haciendo, Dios?—dejó caer al suelo sus palomitas y comenzó a llorar—estoy muriendo lentamente y sola.
“Toc, Toc”
-¿Katheryn?—balbuceó entre sollozos—ahora escucho ruidos, genial.
“Toc, Toc” “Toc, Toc”
-Maldita sea. ¿Quién es?—gritó desde el balcón. Tenía pereza abrir, ya que dos días atrás, un vagabundo la había molestado.
-Soy yo, Owen Kennedy—por poco se cae al escuchar la dulce voz del rubio adorable. Después de todo, Katheryn había sido buena persona al dejarla con él.
Se acercó a la puerta dando traspiés y abrió sofocada por la adrenalina.
El rubio esbozó una sonrisa tierna y arqueó las cejas.
-¿Puedo pasar, Clara?
-Pasa—jadeó. Su cabello era una mierda, se lo tiñó de rojo al otro día de la partida de ellos y no le salió como esperaba— ¿vino Katheryn contigo?
Los ojos de él se ensombrecieron.
-No. Y es mejor así.
-¿Entonces, qué haces aquí?
-No soportaba un minuto más viajar y heme aquí. ¿Puedo hacerte compañía?
-Por supuesto. Quédate aquí todo el tiempo que necesites.
Owen barrió todo a su alrededor y se sentó en el sofá, se sintió incomodo al recordar a Katheryn. Despejó su mente y centró toda su atención en Clara Ponce. Le gustaba. Le gustaba mucho esa chica. Aunque su corazón estaba obsesionado con Katheryn, podría soportarlo al tratar más a su amiga.
Era inmortal, lo sabía. Pero Clara aún era joven.
-¿Qué tal has estado estos días?
-Fatal. Extraño a Katheryn.
Rodó los ojos, exasperado.
-No hablemos de ella. Háblame de ti. Después de todo, viviremos juntos, ¿no?
Clara perdió la cabeza ante la sensualidad del rubio. Asintió titubeante y tomó asiento frente a él.
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