O1 de Marzo, 11:2O am.
El sonido peculiar del despertador de Gabriel la hizo despertarse. La casa de él era inmensa y lujosa. No pensó que los mexicanos pudiesen tener esa clase de exigencias, se reprendió a sí misma y se juró que jamás volvería a subestimar a nadie, ya que una gran sorpresa se llevaría. Era su segundo día en esa casa y en ese país.
Owen se mostró más amigable que ella y se lo agradeció, ya que Gabriel estaba siendo muy generoso y hospitalario con ellos sin conocerlos. Quizá se sentía algo agobiada porque él era errante de sus verdaderos nombres.
-Katheryn, adivina que día es hoy—Owen entró sonriendo a la habitación que Gabriel le había dado para dormir.
-Es el día en el que los Owen’s mueren—refunfuñó ella, adormilada, él rió—déjame dormir.
-Hoy es primero de Marzo—rodó los ojos y sonrió.
-¿Y?
-No sabía que hoy cumplía años Justin Bieber—se partió de risa en el suelo, Katheryn le dio una patada en las costillas pero eso le hizo reír el doble.
-¿Qué es lo gracioso? Justin Bieber no es alguien importante.
-Al parecer para millones de niñas sí lo es.
-Ja, Ja, Ja, ahora largo de aquí.
-No, espera, tienes que leer todo esto.
Le acercó el iPad de Gabriel a la cara. Ella arrugó la frente.
-Deberías de dejar eso en su sitio. No es tuyo.
-Me lo prestó, ahora lee.
“El cantante canadiense Justin Bieber está de fiesta. Hoy cumple sus bien merecidos 2O años de edad y sus fans cada vez están más locas por él”
-¿Y qué hay de sorprendente en esa nota?
-Lee los comentarios de las niñas—se mordió los labios, debatiéndose en no reír.
“¿Qué demonios hace Bieber ahí? Debería estar en mi cama, yo le doy su regalito de cumpleaños”
“Quiero todo contigo, Justin, ¡Fóllame ya!”
“Dame duro este día, Bieber, te espero desnuda en mi cama”
-¡Puaj! ¿Qué demonios te pasa? Es asqueroso, Owen.
-Es gracioso. Y son niñas pre-púbertas de 13 años para abajo.
-¿Me despertaste solo para eso?—espetó, malhumorada.
-No te desperté para eso—dijo serio. Ella lo miró ceñuda.
-¿Entonces…?
Los labios rosados y con sabor a miel de Owen la sorprendieron durante unos segundos.
Esa era una buena forma de empezar el día y no leyendo los comentarios sexosos de niñas precoces.
-Nunca dejarás de sorprenderme, ¿verdad?
-Jamás.
Ampliando su sonrisa, él la dejó sola para que se despabilara y se reuniera con ellos a desayunar.
La ropa que Gabriel Duarte le había proporcionado era de su talla, según le había dicho que toda esa ropa era de su hermana menor.
Toda la ropa era para el calor y no podía quejarse. En ese país el calor era insoportable.
Se duchó con agua fría y la sintió de maravilla. Escogió entre toda esa ropa algo más o menos a su estilo; una playera de algodón gris y una short de mezclilla, aunque sus converse estaban sucios, se los puso.
En el comedor estaban Gabriel y Owen devorándose una tostada.
-Nina, tu amigo Stephan se ha comido toda la miel pero hay nutella para tus hot cake—le dijo Gabriel con una sonrisa tímida. Owen se encogió de hombros y ella se pasó la lengua por los labios. Por eso los labios de él sabían a miel.
Sacudió la cabeza y varios mechones plateados se adhirieron a su rostro por el agua. Tomó asiento y no dijo nada.
-¿No vas a probar nada?
Asintió y alargó su mano en busca de su ración.
Desayunaron en silencio.
Gabriel tenía treinta y cuatro años—él mismo se los confesó—Katheryn no había estado tan mal al calcular su edad pero a pesar de tener más de treinta, aún conservaba su humor de una persona de veinte años o menos. Él era un adolescente encerrado en un adulto.
Pasaron los días. Se acercaban poco a poco a la fecha límite para estar con él, y no habían podido encontrar ni una sola pista o señal de sus amigos.
Se sentía devastada. En vano había abandonado a su mejor amiga. La rabia concentrada en su interior la estaba matando poco a poco.
A solo dos días del diez de Marzo, Gabriel la pilló en su azotea. Katheryn había descubierto ese sitio por si sola mientras vagaba por la casa, y se sobresaltó cuando lo vio sentarse junto a ella. Pensó que la regañaría pero no fue así.
-¿Qué haces aquí?
-Estaba pensando—respondió con vaguedad.
Se estaba acostumbrado a hablar español. Incluso con Owen, ninguno de los dos había hablado en inglés desde que cruzaron la frontera.
-Me gusta tu look.
Hizo una mueca y luego sonrió.
-¿Por qué?
-Esos cabellos plateados no son comunes—las comisuras de sus labios se elevaron—es sorprendente. Aquí la mayoría de las adolescentes se tiñen el cabello de rubio y no les favorece.
-¿Por qué no les favorece?
-Por qué son morenas y no se ve bien—suspiró y miró al vacío—en cambio a las norteamericanas sí, aparte de que son rubias naturales, pueden teñirse de verde y de plateado—la miró—como tú. Y les queda perfecto. Hace contraste con tus ojos, son naturales, ¿verdad?
Sus mejillas se enrojecieron y asintió. Nunca le habían dicho ese tipo de cosas.
-En fin, tu físico es muy bonito.
-Gracias.
Hubo un silencio prolongado. Eran las tres de la tarde, Katheryn no recordaba haber visto el cielo tan despejado y hermoso.
De repente sintió a Owen entrando en pánico. Cerró los ojos simulando suspirar y buscó su mente.
¿Qué te ocurre?
¿Dónde estás? Estoy solo aquí, ni si quiera Gabriel está…
Estamos en la azotea. Sube y no seas paranoico.
Minutos después, ya estaban los tres sentados mirando al cielo.
-Pasado mañana tendrán que regresar a la estación de policías—dijo Gabriel, su rostro estaba inexpresivo.
-¿Por qué no nos llevas a la capital del país?—preguntó Owen.
Esa pregunta le sorprendió a Gabriel.
-¿Qué?
-En el Distrito Federal tenemos familia—añadió Katheryn, tratando de sonar convincente—ellos nos ayudarán a regresar a California.
-No puedo hacerlo. Me arrestarían por ayudarlos—se pasó una mano por el cabello—ya con tenerlos en mi casa me han amenazado de no hacer nada extraño y llevarlos en la fecha límite.
Owen asintió. Pero Katheryn le clavó los ojos encima.
-Entonces déjanos ir. Nosotros veremos que hacer—interpuso ella.
-Si tienes miedo a que te arresten, nosotros nos encargaremos.
En cambio, el oficial Duarte se echó a reír. Ceñudos, ladearon la cabeza sin comprender aquella risa careciente de humor.
-Están bromeando, ¿no?
-No.
Su rostro se ensombreció.
-¿Ustedes planearon todo esto, no es así?
-¿De qué hablas?
-Ustedes planearon todo para que yo los trajera a mi casa y luego abusar de mi generosidad.
-¡No!—masculló Owen—nosotros en ningún momento pensamos en encontrarte. Pero te diré una cosa, Gabriel, tanto ella como yo, no tenemos por qué estar aquí. Vinimos por un propósito y un objetivo.
-Tenemos que irnos y pensamos que podrías ayudarnos pero ya hemos visto la respuesta.
Los ojos oscuros de él se postraron en ella.
-¿Quiénes son ustedes en realidad?
Ninguno respondió. Owen no dejaba de pasearse por toda la azotea, esperando a que Katheryn respondiera pero no lo hizo. La respuesta de ella era simple: No quería perjudicar a ese pobre hombre y tenía razón.
-Gracias por tu hospitalidad y confianza, pero es hora de marcharnos—ella se puso de pie y Gabriel la imitó.
-No pueden irse.
Owen, intenta distraerlo. Bajaré y abriré la puerta. Gabriel tiene demasiadas armas escondidas.
Date prisa.
Katheryn esperó pacientemente hasta que Owen reanudó la conversación.
-¿Quieres saber quiénes somos en realidad?
-Sí.
-Entonces toma asiento. Te diré quiénes somos—miró a Katheryn y esta se escabulló por las escaleras.
-¡Nina! ¿A dónde vas?—le gritó él.
-Creo que al sanitario—dijo Owen, caminó hasta la puerta y se sentó en medio—siéntate.
Le obedeció pero no dejaba de verlo a los ojos. Desconfiaba de él.
-¿Quiénes son?—repitió.
-¿Prometes no decírselo a nadie? Aunque estoy seguro que no lo harás por qué sé que quieres vivir.
Todo lo que le diría era mentira pero necesitaba hacerlo para salir de ahí sin ninguna presión.
-Les di techo y comida, ¿Por qué me pagan así?
-No te haremos nada. Solo déjanos ir.
-¿Son criminales?
-¿Tenemos cara de serlo?
-No—balbuceó.
-Nosotros somos personas diferentes a las demás.
-¿En qué sentido?
-Somos vampiros—quiso reír pero se contuvo. Pero el rostro de Gabriel estaba neutro.
-No tiene gracia.
Con los ojos en blanco, Owen se levantó y se puso de pie.
-Somos seres inmortales. No le hacemos daños a nadie, solo queremos vivir en paz pero ustedes los humanos nos ponen trampas para caer y no tenemos más remedio que asesinarlos si se interponen en nuestros caminos.
Esta vez el oficial se horrorizó.
-¡Es mentira!—rió Owen—pero lo de inmortales es verdad. Nosotros no envejecemos nunca.
-¡Todo tiene sentido ahora!—chilló él. El rubio palideció—sabía que no eran normales, ¡Lo sabía!
El oficial comenzó a hablar en voz baja, ahora Owen era el que estaba horrorizado. Ese sujeto de seguro estaba loco y lo había puesto al límite.
Katheryn, este tipo está demente.
¡Ya abrí la puerta principal! ¡Apúrate!
Owen abrió enseguida la puerta y se lanzó hacia abajo, dejando a solas a Gabriel Duarte y su locura.
Bajó dando traspiés, había demasiados escalones y muy poca luz.
La risa de histeria de Gabriel lo atemorizó.
-¡Son dos Elegidos!—le oyó decir.
-Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…-comenzó a rezar mientras bajaba los peldaños a toda velocidad.
Cuando por fin tocó el piso de abajo, corrió a toda leche en busca de Katheryn. La encontró forzando la puerta y salió al tiempo que ella cerraba con fuerza.
Su rostro estaba sudoroso y sonrojado del esfuerzo.
-Gabriel sabe que somos Elegidos.
-¿Se lo dijiste?—abrió la puerta de la camioneta de Gabriel, ambos se deslizaron dentro.
-¡No! lo adivinó por sí solo.
-¿Por qué se lo dijiste?—le reprochó mientras salía en reversa a la calle.
-No se lo dije. Él de la nada me gritó que éramos dos Elegidos.
Y antes de que pudieran haber salido a la calle, el rostro de Gabriel se estampó al cristal delantero.
-¡No se irán con mi coche!—gruñó.
-Apártate—le espetó ella.
Pero ambos se quedaron paralizados al notar que el parabrisas se desprendía de su sitio. Gabriel logró arrancarlo con facilidad.
-No se vayan—suplicó el hombre con las manos ensangrentadas—ustedes son lo que he estado buscando durante dos siglos.
Entraron de nuevo a la casa pero ahora con la cabeza gacha, mirando a sus pies. Se sentaron juntos, tomados de la mano mientras que Gabriel se paseaba de un lado a otro sin dejar de verlos, sus manos ya no tenían ninguna herida. Estaban sanas.
Katheryn tragó saliva. Era un familiar de algún Elegido que tuvo que salir disparado a algún lado después del cambio. Se preguntó de quién Elegido era familiar.
-Así que eres como yo, eh—Owen lo retó.
-Soy familiar de una Elegida.
-¿Te enteraste de eso en diciembre?
-No exactamente pero el 31 de diciembre todas las respuestas llegaron a mi cabeza.
Silencio.
-¿Saben dónde está Gabriela Fuentes?
Katheryn entornó los ojos y contuvo la respiración.
-¿Qué es ella de ti?
-Es mi sobrina. La perdí hace doscientos cinco años. —Suspiró— Ella es una Elegida como tú, Nina.
-Primero que nada, debes saber nuestros verdaderos nombres—carraspeó—soy Katheryn Levis, la última Elegida.
-Y yo soy Owen Kennedy, la antigua pareja de una Elegida que ya no está.
Algo dentro de la cabeza Gabriel funcionaba a toda máquina.
-¿Saben dónde está ella? ¿Lo saben?
Owen negó con la cabeza.
-Sí sé—aventuró a decir ella—pero no está en este continente. Creo que está en el Líbano con otro Elegido.
-¿La has visto?
-Sí. Es una excelente chica.
-¡No puedo creer que pronto la veré!—lágrimas espesas rodaron por sus mejillas.
-¿Por qué estás tan seguro? No te he dicho que tengo todavía contacto con ella.
Ni si quiera ella misma podía pensar con claridad. ¿Por qué el mundo tenía que ser tan pequeño?
Encontrarse con la familia de Gabriela Fuentes en un momento crítico, no estaba en sus planes y mucho menos ayudarlo.
-Si quieren que los ayude a llegar a la capital, tendrán que ayudarme a encontrarla—sentenció. Aquel humor infantil se había por completo de él. Ahora parecía un hombre mucho mayor.
Owen que aún no entendía nada, tiró del brazo de ella y la llevó lejos de Gabriel para poder hablar.
-¿Qué está pasando?
-Gabriela Fuentes es otra Elegida y él es su tío.
-Eso lo sé, pero, ¿Qué piensas hacer? ¿Lo vas a ayudar? Se supone que tienes que encontrar el libro y recuperar a tus hermanos; y no ayudar a este hombre.
-Él nos ayudó desde el principio, aparte prometió llevarnos.
Antes de responder, el rubio inhaló y exhaló tres veces.
-Bien.
Gabriel esperaba su respuesta de ese par. Era su oportunidad de volver a ver a su pequeña sobrina después de tantos años.
-Llévanos al Distrito Federal y tendrás de vuelta a Gaby.
-Trato hecho—su sonrisa espectacular regresó a él—tomaremos un avión y en tres horas estaremos allá.
**
-¡¿Dónde demonios está Katheryn y Owen?! ¡No es posible que se los haya tragado la tierra!—chilló Heidi al no ver a su amiga y al rubio. Estaban en aquella gasolinera donde había sido el accidente pero ni si quiera había rastro de ellos.
-Por si no te has dado cuenta, ¡Han pasado muchos días! Es obvio que se fueron de aquí—musitó Brenton.
-¡Es por tu culpa! ¡Maldito Gay!—le tendió una bofetada en la mejilla, Brenton cayó al suelo.
Luke protegió a su novia de la ira de Ben.
-¡Basta!—gruñó Luke, irritado—algo debió suceder para que ellos se hayan ido.
-Pero Luke, si este par no hubiera desaparecido de repente, nada de esto estuviera pasando.
-No podía moverme, son las secuelas de la enfermedad que tuve—espetó Brenton—me dio parálisis, y por poco iba a regresar a mí, sino hubiera sido por Ben.
-¡Pero Ben era el que se sentía fatal!
-¡Y luego mis huesos amenazaron en colapsar!
Heidi se alejó malhumorada de ese par. ¡Habían abandonado a su amiga!
Llevaban más de una semana buscándolos y no tenían nada que pudiera darles señales que estaban bien. Había intentado conectarse con ella pero no podía.
-¿Y si lograron cruzar la frontera?—le preguntó Luke a Heidi.
-No creo. Nos hubieran avisado.
-Transfórmame en mexicano—le ordenó.
-¿Eh?
-Hazlo. Tengo una idea, cariño.
Asintió y lo transformó en un chico moreno de ojos oscuros y cabello chocolate. Se miraba bastante atractivo.
-¿Qué piensas hacer?
-Ir a preguntar por ellos. Regresaré en media hora, no te muevas de aquí—rebusco en sus bolsillos—te dejo las llaves del auto de Katheryn. Si pasa algo, váyanse.
Luke cerró los ojos y desapareció.
Abrió los ojos enseguida, sintió una mano dura y pequeña cernirse sobre su hombro. No sabía en qué parte de la estación de policías estaba pero consiguió guardar la calma antes de encarar a la persona que tenía a sus espaldas.
-¿Quién eres?—una voz irritante de mujer habló en español. Se dio la vuelta poco a poco para verla. El rostro de esa mujer era intrigante, su piel era bastante oscura y no daba signos de ser buena persona.
-Soy Pedro Torres—balbuceó.
-Bien, Pedro, ¿Qué haces aquí? este lugar es prohibido.
-Busco información—no lo podía creer. La mujer, que por su vestimenta parecía ser policía, le había creído. Pensaba que era mexicano.
-¿Qué clase de información?
-Quisiera saber si no han venido dos sujetos raros por aquí…
A juzgar por el rostro rígido de la mujer, supuso que Katheryn y Owen pasaron por ahí y no se la pasaron bien.
-¿Los conoces?
-Simple curiosidad…
-Bueno, pues hace una semana más o menos cruzaron una pareja de adolescentes norteamericanos. Un oficial se los ha llevado a su casa durante unos días.
-¿Qué?
-Regresa por dónde has venido, pequeño.
-¿Qué oficial se los llevó?—la intriga en su voz no pudo ser disimulada.
-No es asunto tuyo. Fuera de aquí.
Exasperado, Luke se dio la vuelta y se echó a andar en dirección contraria, esperó a que aquella mujer se fuera para regresar.
No esperó tanto tiempo, la mujer desapareció entre las columnas de cemento y aprovechó para tele transportarse dentro de la estación.
Por suerte, entró en un cubículo pequeño y vacío. La puerta estaba con llave así que estaba a salvo, si alguien intentase entrar haría primero ruido y le daría tiempo de huir. Se tomó seis segundos en escudriñar todo a su alrededor, sus ojos se postraron en la insignia de metal que estaba plasmada sobre la pared: Oficial Gabriel Duarte Rodríguez.
Arqueó las cejas e indagó por todos los rincones. Se dedicó a fisgonear en el escritorio, cajón por cajón, papeles y más papeles sin importancia.
La perilla de la puerta crujió y toda la sangre de su rostro se desvaneció. Retuvo el aliento.
-No, Gabriel se fue de vacaciones. Pasado mañana regresa con esos niños norteamericanos—dijo una voz en español.
Luke agrandó los ojos y siguió buscando entre los papeles, ahogó un grito de victoria al encontrar una hoja con letras mecanografiadas y leyó hasta última línea:
Yo, el oficial Gabriel Duarte, me hago cargo de los dos adolescentes norteamericanos que por error se perdieron en la frontera.
Nina Parker y Stephan Jones.
Queda bajo mi responsabilidad absoluta su custodia desde el día de hoy 27 de Febrero de 2014 hasta el 10 de Marzo del mismo año.
Y en letras repintadas, decía la dirección de su casa.
-Son bastantes listos, chicos—sonrió abiertamente y dobló la hoja para luego guardarla en su bolsillo trasero—Nina y Stephan, buenos nombres...
Aspiró hondo y cerró los ojos para regresar con los demás.
Heidi estaba dentro del Jetta de Katheryn, esperándolo. La pareja no estaba a la vista pero no le importaba, ahora tenía la dirección donde sus amigos se encontraban.
El poder de su novia comenzó a desvanecerse, su oscuro y blanco cabello saltó a la luz al igual que sus intensos ojos azules.
-Muñeca, he vuelto—golpeó el cristal con las yemas de sus dedos. Heidi dio un respingo y abrió la puerta. Se lanzó a su cuello y lo besó con ternura hasta sus labios.
-Santo cielo, ¿estás bien? Pensé que te había arrestado—jadeó.
-No, pero conseguí la dirección exacta donde están ese par de pillos—esbozó una radiante sonrisa pero se esfumó al ver a Brenton y a Ben regresar desde saber dónde. Apretó la mandíbula y se puso rígido—¿Dónde estaban ellos?
-Se fueron después de ti, pero no les hagas caso. Cuéntame que hiciste.
Lo tomó de la barbilla y le ordenó verla a los ojos.
-Luke—canturreó con ternura—mírame, e ignóralos.
El semblante de su amado de suavizó y suspiró.
-Aquí tengo lo que necesitamos—de su bolsillo trasero extrajo la hoja—pero necesitamos pasar la frontera.
-¿Puedes llevarnos con el Jetta y la motocicleta, incluidos?
-Puedo hacerlo aunque es más agotador…
-¡Hey!—gritó Ben, dio varios pasos zigzagueantes hacia ellos— ¿Qué encontraste?
-Dile a tu novio que es hora de irnos—masculló Luke en respuesta.
***
La Ford de Gabriel iba a mil por hora. Owen estuvo a punto de gritarle que parara, puesto a que su cinturón estaba inservible.
Katheryn se sentía agotada, ¿Qué le estaba pasando? Intentó sin descanso conectarse con Heidi, pero las veces que lo hizo fueron en vano. No sentía el pensamiento de su amiga.
Sopeso la idea de dejarlo por la paz pero intentó una vez más y parpadeó sorprendida.
La sentía muy cerca.
¿Heidi? Heidi, ¿Eres tú? Soy Katheryn…
Hubo un doloroso minuto de silencio y resopló, indignada.
¡Santo Dios! ¿Katheryn?
Entornó los ojos, sobresaltada y chilló.
-¡Gabriel, detente!
La camioneta se detuvo en seco y los ojos oscuros de Gabriel la observaron desde el espejo retrovisor pero no objetó nada. En cambio su amigo rubio, se acercó a ella con los ojos entornados.
¿Dónde han estado? ¿Por qué nos abandonaron?
¡No los abandonamos! Regresamos a la gasolinera y ya no estaban. Hemos estado buscándolos por más de una semana, ¿están bien? ¿Dónde están?
Vamos en dirección al aeropuerto para ir a la capital.
¡Demonios! Nosotros estamos justamente en la casa de ese policía que los llevó.
¿Cómo saben de todo eso?
Larga historia. Regresen, aquí estamos, por favor.
Se mordió los labios antes de aspirar con fuerza y enfrentarse a Gabriel.
-¿Podríamos regresar a tu casa? Mis amigos están ahí, esperándonos.
-¿El trato sigue en pie, verdad?—respondió con desconfianza.
-Sí—rodó los ojos—solo regresemos.
-¿Qué ocurre?—terció Owen, ansioso.
-Heidi y los demás están aquí.
La camioneta se puso en marcha pero ahora en sentido contrario. La velocidad era alta y esta vez Owen se sentía a gusto de ir rápido.
Tardaron quince minutos en llegar. Katheryn sintió que su corazón le daba un vuelco al ver su hermoso Jetta empolvado y la motocicleta aparcados en la acera de la casa de Gabriel. Sus cuatro colegas estaban sentados en el sucio asfalto con los rostros mugrientos y sudorosos, y sus cabellos parecían escobas.
Se lanzaron fuera de la Ford para encontrarse con ellos.
Habían pasado varios días—una eternidad para todos—y se abrazaron. Gabriel solo los observaba con una sonrisa ladeada desde la camioneta.
-¡Me alegro que estén bien!—canturreó, sonriendo.
-Por Dios, ¿cómo le hicieron para poder cruzar y encontrar un sitio donde dormir?—su amiga la sujetó de los hombros y la escudriñó con los ojos abiertos como platos.
-Fue fácil—inquirió Owen, riéndose—nos encontramos con el tío de una Elegida llamada Gabriela Fuentes y nos ayudó. Solo que el tipo quiere verla.
Luke se acercó a Gabriel, con Brenton y Ben pisándole los talones. Con el ceño fruncido, Katheryn centró su atención en Heidi, ya que estaba sofocada de tanta adrenalina.
-¿Por qué tenían que encontrarse con ese sujeto? Es guapo pero… no se ve tan… gentil.
-Es gentil—se volvió para verlo, Gabriel estaba sumergido en una conversación con el trío, parpadeó perpleja al ver a Owen unirse al pequeño grupo—nos ayudará a llegar a Bellas Artes, pero quiere ver a Gaby y tú sabes cómo llamarla.
-Para eso necesito un ave lo suficientemente fuerte para enviarle un recado.
Con ojos curiosos, barrió todo a su alrededor. El cielo estaba oculto de nubes y el sol brillante sobre sus cabezas. De repente un movimiento captó su atención, un hermoso pájaro sobrevolaba a unos metros.
-¿Ese está bien?
-Perfecto.
Treinta minutos después, tanto el pájaro como todos, ya iban rumbo a su destino. La camioneta Ford de Gabriel quedó estacionada afuera de su casa, porqué Katheryn protestó en ir en su precioso Jetta. Brenton y Ben los siguieron por detrás en la motocicleta, ella tenía en mente tener una conversación dura y extensa con Brenton sobre todo lo sucedido, pero tendría que esperar a estar en la capital para poder hablarlo.
-Así que eres el tío de Gabriela Fuentes—Heidi se aventuró a interrogar a Gabriel, él asintió con las pupilas dilatadas de excitación.
-¿La conoces? ¿La has llamado?—tartamudeó. Su inglés era exótico.
-Sí, le envié un mensaje con una pájaro—se encogió de hombros—si tienes suerte, la verás en unos días en el auditorio.
Luke cogió la mano de su novia y le sonrió abiertamente, sin embargo, el oficial carraspeó y se estiró lo suficiente para susurrarle a Katheryn en el oído mientras conducía:
-Espero ser de ayuda, aunque tardaremos tres días en llegar si vamos en este coche.
Owen rodó los ojos, exasperado y se reclinó más en el asiento del copiloto, se sentía algo molesto por la cercanía de Gabriel y de Katheryn.
-Este auto corre más de lo que te imaginas—le respondió ella, con orgullo.
Un segundo después, yacían a toda velocidad en la carretera libre en dirección al corazón del país.
Correr sin detenerse. Correr sin obstáculos. Correr a su destino.
Luke, ¿estás despierto?
El ronco silbido de su respiración la hizo reír. Eran las seis de la tarde y todos salvo ella, estaban dormidos.
El día había sido muy pesado pero ella estaba más que despierta. Alcanzó a ver que las luces de la motocicleta de su amigo estaban encendidas, el sol estaba casi oculto y encendió las suyas para evitar la fatiga de recordarlo más tarde. El silencio la reconfortaba, le daba tiempo de aclarar su mente y sus ideas. Jadeó ante el recuerdo de su sueño de días atrás donde sus hermanos le decían que la estaban esperando. Cerró los ojos con fuerza y luego parpadeó, se esforzó en colocar de nuevo su barrera mental para que Heidi no fisgoneara de nuevo.
La mente de ese sujeto, Gabriel, es algo extraña. Jamás había visto tantas anomalías en una persona como las que vi en él.
Apretó los labios y aceleró un poco más antes de responderle a su amiga, que por arte de magia estaba despierta.
¿Qué viste en su cabeza?
En términos generales nada, pero sus recuerdos son terribles. Ha pasado por tantas cosas que incluso a mí me dolió verlo. Sus pensamientos están en blanco pero sus recuerdos están como un libro abierto.
¿Podrías describirme en breve, que recuerdos viste?
Heidi dudó antes de contestar, se debatía en poder explicarlo de la mejor manera posible.
Katheryn, cuando Gabriela fue convertida, él estaba con ella…
Eso ya lo sé. ¿Qué hay de terrible en eso?
No entiendes. Gabriela estaba siendo atacada sexualmente por un sujeto, cuyo rostro no alcancé a ver en los recuerdos, y él la rescató, pero justo después de rescatarla sucedió el accidente que los separó. ¡Santo Cielo! Si sintieras lo que él sintió al ver a su pequeña sobrina ser herida de esa manera… se me erizó los vellos del cuerpo de tan solo recordarlo.
Y ahí fue donde todo tomó sentido. En diciembre, cuando Juno murió y dejó de hipnotizar a todos con su poder, Gabriel recordó absolutamente todo—incluida la violación de Gaby—y se sintió terrible. Se sintió devastado. Un helado escalofrío le recorrió toda su espina dorsal.
De solo pensar en lo que sufrieron ambos, me afecta.
No debiste meterte en su cabeza, Heidi.
Tenía que hacerlo. Ahora ya sabemos por qué quiere encontrarla con tanta urgencia.
-Lo vamos a ayudar—dijo en voz alta. Heidi le apretó el hombro asintiendo. Pero nadie despertó, fue un alivio.
-Por cierto, su inglés es sexy—canturreó, risueña.
-¿Quién te entiende, Heidi?—le preguntó, riéndose.
La risa contagiosa de su amiga la hizo estremecerse y acordarse de Clara. ¿Qué será que estaba haciendo en ese preciso momento? Había pasado casi dos semanas o más desde que la abandonó a su suerte.
-¿En qué piensas, Kath?—le preguntó Heidi, preocupada.
Sus miradas se cruzaron en el espejo retrovisor, azul y gris. Los ojos de su amiga estaban oscurecidos de angustia y los de ella estaban inundados de lágrimas, no se percató de ello hasta que parpadeó y furiosas gotas de agua descendieron por sus mejillas.
No llores, querida. ¿Qué está pasando dentro de esa cabecita? Tu barrera es incluso más fuerte que antes. No puedo derribarla, así que habla. No quiero presionarte pero no me dejas otra opción.
Estoy pensando en Clara y en la absoluta soledad en la que la he abandonado.
La otra Elegida carraspeó y elevó los ojos al techo. Katheryn se encogió de hombros y apretó el volante hasta dejar sus nudillos blancos.
Ella está bien.
Pero la abandoné, ¿no te das cuenta? Está sola. Incluso su ex novio está conmigo y no con ella. De seguro me odia.
Sé que llevas años con ella y es doloroso dejarla. Pero somos de mundos diferentes, naturalezas distintas, ella es mortal y tú inmortal, ibas a sufrir verla envejecer y fue lo correcto.
Hice lo mismo con Sam Blair, ella fue mi mejor amiga antes que Clara. Y Luke me dijo que ella fue la prometida de Ethan, ¿curioso, no? fui amiga de la ex novia de mi novio.
El silencio repentino la alteró. Su amiga no respondió.
-¿Qué sucede? También lo sabías, ¿verdad?—dijo en voz alta.
¿Por qué nunca me contaste de ella?
¿A caso era importante?
Por supuesto que sí. Se trata de ti, de tu pasado. ¡Katheryn, somos como familia!
No entiendo a qué viene ese instinto salvaje de querer saber mi pasado. Tú sabes más de mí y yo no sé nada de tu vida anterior.
Nunca me has preguntado nada.
Parecían idiotas las dos, sentadas sin hablar verbalmente, solo mirándose por medio del espejo retrovisor, cualquiera diría que estaban en estado vegetal pero no. Estaban teniendo una plática seria.
¿Quién estuvo contigo el día de tu accidente?
Nadie. Solo yo.
No mientas…
¡No miento! Es la verdad. Yo estaba sola cuando eso sucedió.
¿Eso es posible?
No tengo idea, pero yo soy la prueba. Nadie estaba conmigo.
Con dificultad, Katheryn se volvió para verla a la cara.
-¿Luke sabe de eso?
-Sí.
-¿Por qué no me lo dijiste?
-Katheryn, estabas pasando por un momento crítico. Palmer quería asesinarte, luego Juno, después Ethan falleció, ¿crees que mi vida era importante en ese momento? Pues no. Tú eres mucho más importante.
-No digas algo así. Yo no valgo nada.
-Vales mucho. Te tenemos que proteger, incluso de ti misma—hizo una pausa y luego con voz queda, dijo: —Yo no tengo a nadie a quién buscar en ese libro de La Vida y aunque lo tuviera no lo haría. Mi familia eres tú y todos los que estamos aquí, incluso este pobre hombre.
Katheryn vaciló antes de contestar.
-¿Eres mi hermana o madre?—bromeó.
-Las dos cosas, jovencita.
La noche fue incluso más corta. Luke despertó a las diez de la noche y Heidi decidió dormir, tanto Gabriel y Owen se mantuvieron sumidos en un grato sueño tranquilo y despreocupado. Brenton y Ben apenas se lograban ver a la distancia.
El sentido del humor lo tenía a mil por hora. Quería reír, llorar e incluso gritar.
Sacudió la cabeza repetidas veces y dejó que el aire se colara por las ventanillas y la refrescara.
¿Qué serías capaz de hacer por mí, Luke?
La tranquilidad y calma por parte de él, la sorprendió. Heidi era buena contando chismes. Era obvio que todos sabían su nuevo poder mental y le agradaba.
¿Por ti?—ahogó una risa cómica— ¿sabes? Hasta la pregunta ofende, Katheryn.
Solo respóndeme.
Haría cualquier cosa para protegerte.
¿Cómo qué?
Agradezco que Heidi no pueda oírnos, reforcé mi barrera mental. Haría todo para que estuvieras a salvo, incluso daría la vida por ti.
La garganta comenzó a sentirla seca. Carraspeó y parpadeó, temerosa. Tragó saliva antes de replicar.
¿Ethan te dijo algo antes de morir? ¿Algo sobre protegerme o algún juramento suicida?
No entiendo a dónde quieres llegar. Me pones los pelos de punta.
Hace unas semanas, cuando pasé la noche afuera con Owen y regresé al departamento, me dijiste que habías hecho una promesa para protegerme, y quiero saber si a Ethan le prometiste eso.
Pues sí.
Que agradable respuesta…
Ethan era un celoso y sobreprotector demente, y le prometí que yo también te cuidaría para que no se rebanara los sesos cuidándote o acechándote.
¿Cuándo exactamente se lo prometiste?
El día que fuiste a la casa de Lawton y tuviste ese estúpido accidente que por poco te quita la vida.
Sus mejillas se tiñeron de escarlata.
¡Ash! No es posible que te le hayas prometido eso—soltó una risita nasal.
¿Por qué no hablamos normal? Estamos a unos centímetros, es algo raro.
No quiero que nadie se entere de esto, idiota.
-Hey, ¿a quién le dices idiota?—la acusó, divertido.
-A ti—le sacó la lengua.
-¿Ves? es más excitante hablar así.
-¿Podrías dejar de decir obscenidades? Pretendo dormir—refunfuñó Owen.
Luke rodó los ojos y Katheryn le envió una mirada de Te-lo-dije.
¡Tú ganas!
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