Capítulo 04
En el transcurso de los días, todo fue de viento en popa o al menos eso parecía. Brenton habló con Clara sin necesidad de atarla a la cama para que ella lo escuchara. La primera vez que intentó acercársele, ella lo noqueó de un puñetazo en la nariz y él salió despedido hasta el balcón, y para la desgracia de Katheryn, Ben voló al balcón y se lo llevó.
Durante unos días, su amiga estuvo encerrada en el baño intentando no golpearla por no haber impedido que ese sujeto se llevase a Brenton. Nadie quería molestarla y se dispusieron a llevarle comida y dejársela afuera.
Estaban a una semana de comenzar el mes de Marzo y Katheryn logró sacar a su amiga de la depresión. Tironeó de ella hasta sacarla a la sala donde Brenton la esperaba, Owen intervino para que Clara no rehuyera de nuevo. Heidi y Luke salieron para no presenciar el show. La puerta nueva era incluso mejor que la anterior, hasta había un agujero, para ver a través de ella antes de abrir.
Sus amigos hablaron durante horas.
Katheryn sacó a Owen y a Ben a regañadientes del departamento para darles privacidad.
-¿Y si lo vuelve a golpear?—masculló el enamorado, tratando de liberarse de la mano de Katheryn.
-Si eso sucede, ella sabrá sus razones—respondió ella, rodando los ojos—esperemos aquí afuera. La calle está desierta y podemos esperar con tranquilidad.
Desde el día en el que Katheryn besó a Owen por decisión propia, entre ellos surgió una relación más íntima, pero no se arriesgaban a contárselo a ninguno de sus amigos, ya que, aparte de que era algo acelerado, ella seguía dolida por Ethan y tenía que respetarlo. Pero sin embargo, Owen la hacía sentir viva y feliz.
-¡Eh! ¿Qué hacen aquí afuera?
Sus otros dos amigos ya estaban de regreso y Brenton y Clara seguía discutiendo, desde donde estaban se escuchaba los gritos y reproches de ambos. En ocasiones, Ben intentó atacarla por la espalda para correr por su amado en la parte de arriba, pero Owen se clavó en la puerta impidiéndole el paso.
Katheryn tenía los ojos pegados en el asfalto, sin percatarse de que Luke se había sentado a su lado y Heidi enfrente. Los dos la sostenían de las manos.
-¿Qué te ocurre?
-Estoy agotada. Ya quiero que ese par se reconcilie—el gruñido de Ben fue interrumpido por el gruñido de Owen, este cayó de bruces al suelo. Se pusieron de pie y divisaron a Brenton con el rostro enfurecido de coraje, de sus ojos rodaban lágrimas y sus labios estaban tan apretados que bien podían romperse.
El rostro de Ben se iluminó de inmediato y Katheryn sintió un hueco en su pecho. ¿Qué había pasado?
-¿Qué ha pasado?—le preguntó.
-¿Qué ha pasado?—repitió, sonriendo irónicamente—lo que ha pasado es que Clara me confesó que cuando estábamos juntos, me estuvo engañando con otro sujeto y que no quiere saber nada de mí. Le doy asco.
Los labios le temblaban, no sabía que decirle a su amigo. En cambio él, estiró su brazo y cogió una de sus manos, la miró a los ojos y depositó la cajita negra de terciopelo en ella.
-Esto ahora te pertenece. Haz lo que quieras con ese anillo, ya no vale nada—le acunó la palma y se la besó—vámonos, quiero ir a casa.
Ben asintió, complacido.
Segundos después, vio a su amigo alejarse a toda velocidad en medio de la oscuridad con Ben Smith.
La cajita con el anillo se deslizó de sus dedos, rodó al suelo, y no se inmutó para recogerlo. Owen se inclinó y la cogió.
-Esto es algo pasajero. No hagas que te afecte esto, por favor—le suplicó, angustiado. Luke frunció el ceño al ver como él la abrazaba con mucha confianza, justo como Ethan la abrazaba.
-El rubio tiene razón—aprovechó para separarla de él, y la abrazó—esto es un problema de ellos. No es el tuyo.
-Kath, tu amiga debe aprender a solucionar sus problemas ella sola—añadió Heidi, acariciándole la espalda—ánimos, Kath.
-Necesito estar sola—con un gesto evasivo, se volvió hacia el matiz. Sacó las llaves y dando un suspiro abrió la puerta y se deslizó dentro. Sus amigos la observaban cerca de la ventanilla, ninguno de ellos se opuso, salvo Owen. Él tenía pegado el rostro en el cristal con los labios apretados—no Owen. No quiero compañía de nadie.
Y sin miramientos, encendió el motor y lo echó a andar. Eran las ocho de la noche y tenía el tiempo suficiente de ir a donde sea y regresar antes de la media noche.
De nuevo sintió la desesperación de no tener a la persona que la dirigía a lo correcto. Ethan Quin la había dejado sola, tanto física y emocionalmente. Ansiaba escuchar su voz una vez más, sentir sus brazos y sus besos. Se mordió la lengua para ahogar el estúpido sollozo que estaba a punto de escapársele.
Con todos los problemas que tenía encima, no se había dedicado a pensar que tal vez sería buena idea tomar un verdadero respiro ella sola. Ignorando que era inmortal, ignorando a sus amigos, incluidos Clara y Brenton, ya que ellos eran los problemas principales que no la dejaban dormir. Unas verdaderas vacaciones, sola. ¿Y qué mejor pretexto que ir en busca del Libro de La Vida en México?
Les diría a sus amigos que iría por el libro, aunque ni si quiera se atreviera a pisar Bella Artes. Solo con el fin de estar tranquila en el país vecino, donde nadie la conocía, donde nadie sabía quién era o de donde venía. Pero había solo un detalle que la anclaba en el suelo: No sabía cómo llegar exactamente a la capital del país.
Apretó el volante y maldijo por lo bajo.
Que estúpida era. Planeaba fugarse y no tenía ni la menor idea de a dónde ir cuando estuviese ahí.
El teléfono de Ethan lo había dejado en el departamento, nadie podía localizarla, así que viró en una esquina y aparcó en la acera de una tienda de lácteos, que estaban por cerrar.
Se hundió en el asiento para pensar en lo que haría. Plantear sus ideas antes de dar el paso a su destino.
El alma estuvo por salírsele de su cuerpo cuando un sujeto pasó golpeándole el parabrisas con la mano, era un vago ebrio. Le sonrió ampliamente y se alejó por un callejón. Ella se estremeció y sacudió la cabeza.
Los dueños del local de lácteos la miraban ceñudos. Se apresuró a encender el auto y salir disparada de ahí por si alguno de ellos la atacaba por estar estacionada en donde no debía.
Llegó a un semáforo y planteó dos ideas:
La primera: Irse esa misma noche. Largarse en auto hasta la frontera con México, y luego pensar en lo que haría para pasar la noche o cruzar sin ser vista.
La segunda: O ir directamente por Ben Smith y obligar a que la acompañase hasta allá, para luego buscar el libro, leerlo, saber las respuestas, encontrar a sus hermanos, verlos y largarse con ellos hasta Japón. Y luego morir de hambre por falta de efectivo y de no saber hablar japonés.
Soltó una risa histérica y demente al pronunciar la segunda idea, que resultaba muy realista ante sus posibilidades.
Los conductores que estaban estacionados junto a ella la miraban con desconfianza y cautela. Se estaba riendo sola y como una loca.
Su vida estaba tan desquiciada que de seguro esas personas no se equivocaban: Se estaba volviendo loca.
En cuando el semáforo cambió a verde, ella fue la primera en salir a toda velocidad, rechinando los neumáticos en el asfalto. Por lo tanto, esas ideas estaban descartadas permanentemente. O quizá si tomaba clases de japonés o mandarín podría resultar la segunda.
Estaba perdiendo la cabeza, era obvio.
Dio vuelta en “U” y regresó por donde había llegado. Necesitaba hablar con Brenton y Ben. Ellos eran su única salida.
Ya lo había decidido. Al otro día, a primera hora saldría en busca del libro De La Vida. Le importaba un carajo si Clara se quedaba sola en su departamento, comprendió que ella no podía formar parte de su vida y tenía que terminar con su amistad para no sufrir. Estaba dispuesta a dejarle su departamento para que viviera tranquila mientras que ella buscaba su propia vida. Una verdadera.
Años atrás, su amistad con Sam Blair se esfumó. Tuvo que huir cuando vio a un Elegido distinto a ella, pensó que estaba en peligro y se marchó sin despedirse de su amiga Sam. Había pasado diez años en Santiago de Chile y si no hubiese visto al Elegido levantar un tráiler, de seguro se habría ido de ahí años después.
Acarició la pulsera de plata de su muñeca y encendió la calefacción, se dirigió a la casa de su amigo en busca de ayuda.
Tenía un mal sabor de boca por lo que Clara le había dicho a su amigo. Le tenía asco, sí, lo entendía, pero ella nunca lo engañó con nadie, pero esa mentira lo había herido y era posible que ya no volvieran nunca más. Sin embargo, eso era una buena decisión.
No podían estar juntos. No eran de la misma naturaleza. No eran el uno para el otro y jamás lo serían. Sus corazones eran ardientes, cálidos y puros, pero no encajaban como ellos querían.
Llegó en cuestión de minutos y se detuvo detrás de la camioneta Lincoln negra de él. Todas las luces estaban apagadas y la mansión estaba a oscuras, ni si quiera el que cuidaba la puerta estaba ahí. Le dio escalofríos y abrió la puerta para bajar, pero alguien se la cerró de nuevo, obligándola a no salir por ningún motivo. Con los ojos entornados, barrió con los ojos todo a su alrededor y divisó a alguien correr entre unos arbustos que daban con la terraza de la casa.
Salió por la puerta de atrás, aguzó los ojos y siguió a esa persona. Quien quiera que fuese, no era amigo de Brenton ni de Ben.
Temió por la seguridad de Mattie, pero a esas alturas, ella se habría encargado de encender las luces y no mantener en completa oscuridad la mansión. Algo andaba mal.
Se tranquilizó a sí misma repitiendo a cada segundo “No hay nada que temer. Todo acabó. Juno no está y no hay otros Elegidos en contra mía, tranquilízate, Levis”
Pero su corazón dio un vuelco. La persona que huía de ella, ahora la perseguía. Giró sobre sus talones y se echó a correr en dirección a su auto, esa era su única salida.
Para su mala suerte, tropezó con una grieta y cayó de bruces. Se hizo un ovillo para confundir a su atacante y luego arremeter contra él. Pero no pasó nada.
Oyó los pasos del atacante pasar por su costado y correr a toda leche, lejos de ella. Ahogó un grito al presenciar su huida en su auto, en el auto de su amado Ethan. Ella hubiese preferido que la atacara en vez de llevarse su matiz. Él sujeto era un genio en todo, porque sin llaves logró encender el motor.
Katheryn perdió los estribos y se le fue encima. Se trepó al parabrisas y el carro se fue en reversa, ella se sostuvo bien para no rodar al suelo.
-¡Para! ¡Detente o te mataré!—le gritó a través del cristal. No podía distinguir su rostro, pero lograba verle una cicatriz que abarcaba su mejilla izquierda hasta el mentón.
No hubo respuesta. Ella siguió agazapada como un koala al parabrisas. Él le dio la vuelta al auto y lo hizo andar en dirección correcta. No tenía indicios de parar, sino lo contrario: de acelerar y sacarla volando.
Con las uñas clavadas al parabrisas, cerró los ojos y reunió fuerzas para llamar a su poder, una hilera de electricidad surgió de sus palmas. En su cabeza, todo estaba planeado: Le enviaría todos los rayos que le fuese posibles hasta matarlo, aunque el auto no lo soportara, lo haría sin dudarlo.
-Ni se te ocurra. El vehículo explotará y saldremos heridos—dijo una voz profunda en el interior. Katheryn contuvo el aliento, esa voz la había estremecido, era gruesa y potente, como si el verdadero Dios se hubiera convertido en hombre—por tu bien, tranquilízate. Voy a parar el auto y tú bajarás.
-¿Quién eres?—le preguntó a gritos. El auto seguía en movimiento pero a una velocidad ligera.
-Bajarás y no intentarás seguirme. Es por tu bien—era más una afirmación que una orden. Ella asintió, hipnotizada por su voz. Deseó verle el rostro.
El auto se detuvo en seco, la oscuridad en el interior le resultó delirante, pues, ahora no podía ni si quiera verle la cicatriz.
-Baja—le ordenó. Sin pensarlo dos veces, descendió del auto y se quedó boquiabierta al ver como él sujeto se robaba el auto sin preguntarle.
La había dejado justo en la tienda de lácteos de minutos atrás.
¿Tanto tiempo pasó y no sintió nada por haber estado trepada en el parabrisas?
¿Quién era ese sujeto? ¿Por qué había hurgado en la mansión de Brenton? ¿Y por qué le había robado su auto tan fácilmente? Y lo peor de todo, ¿Por qué ella le había obedecido sin titubear? Incluso podía haberle dicho que se arrojara al asfalto para ser aplastada por los neumáticos y ella sin dudarlo se hubiera soltado para hacer su voluntad.
Hasta en ese instante, la realidad la golpeó. Había perdido el único recuerdo auténtico de Ethan y no tenía suficiente dinero para regresar.
Estaba sola. Tardaría tres horas en regresar caminando al departamento. Estaba por dar las nueve de la noche y llegaría a las doce, tal y como lo había planeado, pero sin auto.
Comenzó a caminar por la calle, a lo lejos, la gran avenida llena de autos esperaba a pasar el semáforo. Corrió hacia ahí con la esperanza de alcanzar al sujeto con su auto y golpearlo, pero estaba segura que él había desaparecido y que jamás lo volvería a ver.
Dio un pequeño descanso en una cafetería de Starbucks, le dio gracias al cielo que llevaba un par de dólares para un café. Entró con los nervios de punta y contuvo la respiración, Owen Kennedy, su amigo, estaba de espaldas a ella bebiendo un café acompañado de Brenton y de Ben.
Abrió los ojos como platos y salió huyendo de ahí.
Lo que menos quería era ver a Owen ahí.
Pero ellos la llevarían a casa. Ya no tenía como regresar. Se tragó el orgullo y volvió a entrar, y esta vez fue sorprendida por ellos. Los tres hombres la miraban estupefactos.
-¡Aquí estás!—dijo Owen, quién ya se encontraba a su lado y dandole un abrazo.
-No esperaba verlos aquí—fue lo único que dijo. Sintió la mano de él cernirse en su cintura mientras la empujaba a la mesa.
-Kennedy salió disparado hacia mi casa, parecía un loco—dijo Brenton, una hora atrás se encontraba destrozado y en ese instante, estaba sonriente y tranquilo, se debía a Ben, estaba segura—y nos dijo que te habías largado a quién sabe dónde. Así que decidimos ayudarlo a buscarte.
-Aunque no sabíamos dónde empezar, y quisimos tomar un descanso aquí—agregó Ben.
-Pero es un milagro que estés entera—suspiró su amigo, rodando los ojos—Katheryn, si nos disculpas… queremos ir a mi casa y dormir…
La pareja se puso de pie dispuesta a marcharse. ¿A caso no sabían lo que había pasado? Se horrorizó ante la idea de que ese sujeto misterioso los pudiese atacar en cuanto llegaran.
-¡No pueden irse!—chilló.
Todas las personas se volvieron para verla. Ellos se sentaron de golpe, sorprendidos. Owen le acarició un mechón plateado y se lo retiró del rostro.
-¿Qué ocurre?
-Algo ha pasado—susurró—Brenton, tú casa… un sujeto… mi auto… todo oscuro…
Con los ceños fruncidos, el trío intentó consolarla.
Pero ella los apartó de un manotazo y balbuceó cosas incoherentes, fragmentos de lo que había sucedido pero lo único que logró fue preocupar a todas las personas.
-¿Qué le está pasando?—preguntó un anciano, con la mandíbula tensa.
-No sabemos. Se puso así de repente—espetó Owen a la defensiva, el anciano dio un paso a ella pero él se lo impidió—no se acerque.
-Soy médico psiquiatra, y esta muchacha entró en un estado de shock relativo—informó, Brenton se adelantó a pasarle el brazo por encima del hombro a ella, un gesto protector—quisiera revisarle las pupilas para saber si está bien.
-Oiga, ¿Qué le pasa?
-Acabo de salir de mi trabajo y traigo lo necesario para ayudarla—de sus bolsillos sacó una lamparita—solo le revisaré…
-Ella no está loca, apártese.
-De acuerdo, solo quería ayudar—se dio la vuelta y regresó a su mesa.
El trío fulminó al anciano por unos segundos antes de postrar sus ojos en ella. Katheryn mantenía los ojos bien abiertos y sin parpadear.
Ben escudriñó su rostro, tratando de encontrar algún indicio de agresión pero no había nada extraño en el rostro de su amiga.
-¿Qué ha pasado, Katheryn?—le preguntó. Ella negó con la cabeza y le echó los brazos al cuello de Owen, este la cargó en sus brazos— ¿A dónde la llevas?
-A casa.
-¿En qué piensas llevártela?
-En su auto.
-No tengo auto, Owen—le susurró ella al oído. Él se puso rígido—me lo han robado.
-¿Qué?—arrugó la nariz, sorprendido y asustado— ¿Cómo? ¿A qué hora? ¿Estás bien?
-Estoy bien—suspiró—es lo que quería decirles. Alguien estaba en la casa de Brenton.
Brenton enarcó las cejas, incrédulo.
-¿En mi casa? Katheryn, ya no vivo ahí. La semana pasada vendí esa mansión junto con mi camioneta.
Katheryn sintió vergüenza y ganas de asesinarlo. ¿Por qué no se lo había dicho?
-¡Por qué no me lo habías dicho! Pensé que era un ladrón… ¡No! Sí era un ladrón, ¡Se robó mi auto!
-Dinos que pasó exactamente—le ordenó el rubio.
Tomaron de nuevo asiento los cuatro y ella comenzó a relatarles desde el principio. Todo el tiempo en el que habló con ellos, se la pasó tratando de recordar aquella cicatriz y aquel rostro misterioso en la oscuridad pero no tuvo éxito. Se mordía los labios constantemente, ¡Esa voz profunda y gruesa la volvió loca de deseo!
Al cabo de diez minutos, dio por terminada la historia. Sus amigos tenían la boca abierta.
-¡Ay! ¿No te hiciste daño?—alardeó Owen, asustado.
-No, pero yo quiero de vuelta el auto—masculló, irritada.
-Si quieres el auto, debes reportarlo a la policía—añadió Ben.
-A ver, ¿Estás diciendo que el sujeto que estaba en mi antigua casa, te impidió salir del auto y luego saliste, y después él mismo te lo robó en tus narices?
Ella asintió, avergonzada.
-¿Y luego intentaste calcinarlo con tu poder, pero él te dijo que no era buena idea y le obedeciste?—prosiguió Ben en vez de Brenton. Ella volvió a asentir—esto es raro. Tú eres una persona que no se deja influenciar por nadie, nunca acatas la orden de los demás, siempre impones tu carácter.
-La verdad es que no sé qué me pasó.
-¿Lograste verle algo del rostro?
-Solo una cicatriz que abarcaba de su mejilla a la barbilla.
Se encogió de hombros y se levantó de la silla, los tres la imitaron.
-¿Saben qué? No voy a decirle nada a la policía. Que se quede con el matiz—se reprendió a sí misma. No quería dejar en el olvido aquel bello auto pero era mejor así. Si quería encontrar una verdadera vida, desprendiéndose del auto era una buena forma de empezar.
-Pero hace unos segundos dijiste que querías de vuelta el auto…
-Lo que pasa es que quiero ir a buscar el Libro De La Vida lo antes posible. Y tú irás conmigo, Smith.
-¿Solo él irá?—preguntaron Brenton y Owen al unísono.
Rodó los ojos y respiró profundo antes de responder:
-Todos iremos, ¿Qué parte de “Son mi familia” no entienden?
-Jamás nos habías dicho eso.
-Bueno, ahora lo saben. Nadie puede quedarse. Nadie.
-¿Y Clara?—preguntó Ben, en un gruñido. Brenton palideció.
-Ella se quedará. Le dejaré el departamento. Aunque me duela, ella no forma parte de mi familia y es lo mejor.
-Aguarda, ¿nos iremos para siempre?—agregó Owen.
-Sí.
-Pero…
-Si quieres quedarte con ella, adelante. Pero envejecerá y la verás morir—tragó saliva al pensar en su amiga—y no sabrás nada de nosotros.
La idea le aterró. Él rubio sacudió la cabeza sin titubeos y la cogió de la mano.
-A donde tú vayas, yo iré.
-Sin auto estamos perdidos—levantó una ceja, tratando de no sonar tan desdichada—tendremos que conseguir uno para transportarnos.
-Bueno, como has dicho que en mi antigua casa alguien robó tu auto—de su bolsillo trasero, Brenton extrajo una chequera—voy a compensártelo. Son las nueve y media, las agencias de vehículos cierran a las diez, tenemos tiempo para ir en busca de tu nuevo auto.
Katheryn parpadeó.
-¿Qué?
-Te voy a obsequiar un auto. El que tú quieras será tuyo—le sonrió—vamos.
Owen saltó de emoción y tiró de la mano de ella a la salida. Los cuatro salieron de la cafetería, la motocicleta de Brenton estaba estacionada justo en un poste de luz, de tanta desesperación, ella ni si quiera lo notó.
Ben rodeó a su amigo con los brazos y le besó la comisura de sus labios antes de emprender el vuelo en el cielo estrellado.
Tanto Owen y Katheryn fruncieron el ceño.
-¿A dónde va?
-Nos esperará en la agencia. Suban.
-Brenton, yo no quiero ese auto.
-Es un regalo. Ahora sube—le ordenó, miró al otro rubio con nerviosismo—Kennedy, súbete también. Katheryn que vaya en medio y tú atrás.
Obedeció.
Ella sintió vértigo al estar de nuevo montada en aquella cosa monstruosa por segunda vez, pero se sentía protegida por sus dos amigos. Rodeó la cintura de Brenton y Owen la sujetaba por detrás con fuerza. Iba en medio de dos chicos malditamente sexys, solo que uno tenía otro tipo de atracciones pero no importaba.
Chicas de veinte años que paseaban por ahí, se quedaban boquiabiertas al verla ir con ellos. Rió por lo bajo cuando una señora madura les gritó:
-¡Así como te ves, me vi! ¡Viva la juventud!
Owen soltó una carcajada y ocultó su rostro en el hombro de ella. Brenton apenas hizo una mueca, pues, a él le desagradaba las personas vulgares.
A lo lejos, la agencia se divisaba entre el boulevard abarrotado de autos.
Pasó sin ningún esfuerzo en reducir la velocidad o ser ofendido por los conductores. En la puerta principal yacía Ben esperándolos.
Owen ahogó un suspiro y se aferró a la espalda de ella y ella se aferró a la cintura de Brenton.
-Escoge el que más te guste. El precio no es problema para mí—le dijo antes de entrar a la agencia.
Sintió que sus piernas flaqueaban y tuvo que prenderse del brazo de su amigo íntimo.
Un sujeto bien vestido y con una sonrisa radiante les dio la bienvenida. La agencia era de la marca Volkswagen, y autos extremadamente bellísimos estaban esperando a un dueño capaz de pagar por ellos.
-¿En qué les puedo servir?—preguntó con dulzura. Katheryn arrugó la nariz, la falsa dulzura e hipocresía le asqueaba, quizá se debía a que él pobre hombre tenía que vender mínimo un auto para conservar su empleo.
-Le quiero obsequiar un auto a mi querida amiga pero ella no sabe cuál—respondió Brenton con naturalidad. Estaba acostumbrado a tratar a ese tipo de personas— ¿Podría enseñarnos los modelos que tiene? El precio es lo de menos.
Katheryn intentó sin éxito negarse pero su amigo le gruñó y prefirió no decir nada. Mientras tanto, Ben y Owen corrieron a apreciar los autos de lujo.
-¿Es para ella?—la señaló. Brenton asintió—yo sé que auto le queda como anillo al dedo.
Les hizo una seña y lo siguieron. Ella se quedó embobada con un Jetta recién salido al aparador, era color vino, el mismo color exótico que el matiz de Ethan.
-¡Eh! ¿Te gusta este, Kath?—se sobresaltó cuando su amigo apareció detrás de ella.
-Es muy bonito.
-¿Lo quieres?—agrandó su sonrisa y sus dientes blancos y perfectos brillaron con la luz del lugar. Katheryn se encogió de hombros, aunque por dentro quería gritar de felicidad y darle un beso de agradecimiento pero se contuvo.
Asintió con algo de pena.
-¡Quiero este!—gritó Brenton, el encargado giró sobre sus talones y abrió los ojos como platos—lo quiero esta misma noche. Dígame el precio.
-Es el más reciente Jetta del año próximo, el color lo define por misterioso y espectacular, es lujoso y tiene todas las comodidades—balbuceó, estupefacto—tiene un alto precio.
-El dinero no es problema. Lo quiero.
El sujeto pronunció las cifras de dinero y Katheryn por poco se desmaya, Brenton soltó una risotada y asintió.
-Nos lo llevamos, ¿Dónde pago?
Owen no podía articular ninguna palabra, y Ben se limitó a abrazar a su chico mientras observaba a Katheryn sacar el auto de la agencia.
El olor a nuevo y la comodidad la estremecieron.
-Te voy a escoltar hasta tu departamento—le dijo su amigo—iremos detrás de ti. Y quiero que disfrutes tu auto nuevo.
-Es demasiado costoso—se mordió los labios y Owen se puso el cinturón, ahora él era el copiloto.
-Es solo una compensación por lo del Matiz—le guiñó el ojo—anda. Conduce. En el departamento hablamos… o afuera.
Katheryn asintió y aceleró. Sintió que estaba en un auto de carreras, el volante era suave como todo el interior. Por suerte, Brenton logró sacar un permiso para poder conducirlo sin placas hasta que tuvieran tiempo de sacarle.
-Esto es fantástico. Aunque echo de menos el otro auto—argumentó Owen, acariciando la piel de los asientos.
-Si quiero una vida de verdad, tengo que deshacerme de mis antiguas pertenencias para empezar desde cero.
Después de eso, ninguno dijo nada. Llegaron en silencio al departamento.
Con excesiva precaución aparcó el Jetta en la acera. Brenton y Ben se estacionaron detrás de ella.
Bajaron y le puso alarma. Suspiró antes de encararlos.
-¿Estás segura que quieres ir por el libro?
-Absolutamente.
-Excelente. Mañana a las siete en punto vendremos—afirmó Brenton—y recuerda: Clara ya no es bienvenida con nosotros.
El tono de su voz era superficial, estaba herido por dentro pero lo ocultaba.
-Hablaré con ella esta noche. Le diré que iremos a buscar unas cosas y que no regresaremos pronto.
-¿No le dirás la verdad?
-No. Es posible que intente irse con nosotros.
-Estoy de acuerdo. Sé por qué lo haces—dijo Brenton con pesar—suerte. Mañana nos vemos y tú, rubio, apóyala.
El reloj marcaba las diez cuarenta. Subieron a hurtadillas y se escabulleron por la sala, donde todo estaba oscuro. Owen soltó un suspiro ronco y enseguida todas las luces se encendieron. Luke estaba sentado en el sofá con los brazos cruzados y los ojos enrojecidos, a su lado Heidi estaba con el mismo aspecto, incluso peor.
-¿Podrías decirnos donde demonios te has metido?—le espetó Luke y mató a Owen con sus ojos azules ardiendo— ¿Por qué no llamaste para decirnos que la habías encontrado?
-¿Dónde está Clara?—preguntó ella, ignorando a sus parloteos.
-Tu amiguita se encerró en tu habitación. Desde que estuvo aquí el otro rubio, ha estado ahí.
Con la mirada, buscó los ojos de Heidi y habló con ella a través del pensamiento:
Tuve un problema, no se preocupen. Todo está bien y quiero que alisten sus maletas porque mañana nos largamos por el libro.
A lo que su amiga le respondió:
¿Qué? aguarda, ¿Qué? ¿Irnos a México? ¿Mañana?
¡Sí! No preguntes al respecto. Solo hazlo. Se los explicaré mañana.
¡Oye! ¿Puedes hablar a través de la mente?
Sí…
¿Desde cuándo?
No tengo idea pero es estupendo. Al menos podremos comunicarnos sin problemas.
Y en silencio se introdujo a su habitación.
Le dolía el corazón tener que dejar a su mejor amiga. Meses atrás jamás la hubiese abandonado pero habían cambiado las cosas.
Clara dormía profundamente en su cama, la almohada estaba húmeda a causa de sus lágrimas. Y Katheryn con cuidado, sacó su mochila y comenzó a empacar en la oscuridad, podía ver todo bien. Pero por desgracia no podía hacer el truco que Ethan podía hacer para no despertar a su amiga, de un gemido ronco, Clara se despertó asustada y encendió la luz.
-¡Katheryn!—jadeó y se le fue encima— ¿Dónde estabas? ¡Me abandonaste!
-Salí a pasear con Owen—respondió con vaguedad. Su amiga dejó de abrazarla y clavó sus ojos en la mochila llena de ropa.
-¿A dónde vas?
-Todos nos iremos a Nueva York, se nos olvidó algo la última vez que estuvimos ahí—mintió. ¡Qué difícil era eso!
-Yo no traje ropa para ir.
-Iremos todos, excepto tú, Clary—le dijo con dulzura—tú quedarás aquí. Aguardando.
-¿Aguardando qué? ¿Por qué no quieres que vaya contigo? no tengo a nadie más y me prometiste que podía estar contigo—su depresión le había arrancado todas sus fuerzas y ahora todo le dolía. Estaba muy sensible.
-Y no lo niego—añadió—pero esta vez no puedes venir. Tienes que quedarte aquí, es peligroso que vengas.
-¿Todos irán? ¿Incluso Owen?
Katheryn sintió pena y celos. Pero le sonrió.
-Sí cariño, él más que nada vendrá conmigo.
Y ahí fue donde su amiga perdió la cabeza y la cordura. La desesperación la invadió.
-¿Por qué yo no puedo tener un novio que me ame tanto como a ti te aman? Ethan te adoraba y te veneraba, y Owen Kennedy daría la vida por ti, ¿Por qué yo no puedo ser querida como tú? ¿Qué tengo de malo yo? ¿Soy horrible? ¡Por qué!
Katheryn tenía la garganta seca. Intentó pasar saliva pero no pudo. Y no sabía que decir.
-Y ahora tú quieres abandonarme. ¿Qué pasará conmigo?
-Esta es tu casa. Es tuya.
-No la quiero. No puedo vivir sola, me volveré loca—gimió.
-Volveremos pronto—se mordió los labios y se dedicó a seguir metiendo su ropa.
-Mientes. Sé que mientes. No sabes mentir—las lágrimas rodaban de nuevo por las mejillas de ella—no volverás. Estás harta de mí y de lo que le dije a Brenton, ¿no es así? Él te puso en contra mía.
-No es verdad. Ni si quiera he visto a Brenton desde que lo echaste de aquí.
No le gustaba mentir pero era para una buena causa.
-Entonces quiero que Owen se quede conmigo. Lo necesito.
Desvió los ojos de su ropa para verla.
-Él vendrá conmigo.
-Estás celosa porque él también me quiere.
-Piensa lo que desees. Pero no puedes venir y tampoco él puede quedarse, es por tu bien.
Minutos después, Clara se quedó dormida en el suelo de tanto llorar. Katheryn parpadeó para no llorar también y la cargó a la cama.
La puerta se abrió con un leve crujido y la cabellera dorada de Owen surgió de la oscuridad.
-¿Ya le dijiste?
-Sí.
-¿Lo tomó bien?
-No.
-Es lo mejor—se puso de cuclillas y la abrazó.
-¿Ya todos están haciendo sus maletas?—susurró en su pecho.
-Sí. Ellos ya lo tienen listo, pero yo no. A eso vine.
-Hazlo. Rápido. Para que mañana no hagamos ruido al marcharnos.
Dos horas después, Owen cayó rendido en el suelo sin miramientos. Y ella salió en busca de Luke para hablar con él.
Heidi estaba dormida en sus piernas y él en cuando la vio, dejó a su amada en el sillón y la siguió al balcón.
Sus ojos azules se desorbitaron al ver semejante auto afuera.
-¿Dónde dejaste el Matiz? Ese auto lujoso está aparcado en nuestra entrada.
-Me robaron el Matiz y Brenton me obsequió el Jetta de abajo—se mordió el interior de las mejillas, queriendo reírse por el rostro de su amigo.
-¡Qué demonios pasó!
Le contó toda la historia con lujo de detalles, guardándose la hermosa voz que tenía el ladrón.
Luke tenía la mandíbula desencajada por la sorpresa.
-¿Solo lograste verle una cicatriz?
-Sí.
-¿Pero quién rayos fue? ¿Y por qué?
-Es lo que quisiera saber. Pero ya pasó. Ahora tengo un auto nuevo y más bello.
-Pero era el Matiz de Ethan, ¿lo olvidas?
-Luke, si quiero encontrar mi verdadera vida, tengo que dejar atrás todo lo que me unía a esta vida de mierda que he tenido durante estas décadas.
Y esta vez él no respondió, solo asintió, evaluando el auto desde arriba.
-Ah, Brenton y Ben vendrán, ya lo sabes.
-¿Qué hay de tu amiga sexy?
Con los ojos en blanco, le dio un golpe amistoso en el brazo. Él rió.
-Ella se quedará aquí. No le gustó la idea, así que debemos largarnos antes de que despierte.
-¿La abandonarás?
-No. Le he dejado mi departamento, no estará en la calle.
-Me refiero a que la dejarás para siempre. En cuanto tengas ese libro, ya no regresarás. Y nosotros tampoco.
-Lo sé.
-¿Y no te… duele?
Le dirigió una mirada herida y llena de dolor.
-Lo siento.
-No hay problema. Es la mejor decisión que pude haber tomado—aspiró el aire de la noche—mi prioridad ahora es encontrar a mis hermanos, lo demás no me importa.
A las seis cincuenta de la mañana, ya todos estaba de pie, aguardando la llegada del par de enamorados. Katheryn le dejó el anillo que Brenton le había dado a Clara y que ella rechazó, se lo dejó al lado de su mano para que cuando ella despertara, no se sintiera tan sola. Aunque estaría sola a partir de ese momento. Ya no estaría para cuidarla.
La mañana era helada y deliciosa.
Heidi por poco se va de espaldas al saber toda la historia detrás de aquel Jetta color vino ocupando el lugar del Matiz de Ethan. Abrazó a Katheryn tan fuerte que sintió que sus pulmones estaban colapsando.
-¡Pudiste llamar!—le reprochó.
-El teléfono lo olvide—palpó sus bolsillos, había cargado toda la noche el teléfono por alguna emergencia.
-A partir de ahora, a ninguno se les ocurra olvidar sus aparatos.
Asintieron como niños obedientes.
-Bien. Todos entren al auto. Hay que estar preparados para largarnos por si Clara despierta—anunció ella, quitándole el seguro a las puertas.
Los cuatro se deslizaron dentro. Gemidos de placer escaparon de sus labios, ella se echó a reír.
-Que delicia de asientos. Mi trasero necesitaba algo así—dijo Luke, acariciando la tapicería.
-Mi espalda está mejor acomodada—terció Heidi.
-Aquí adelante es mejor—se burló Owen.
Katheryn se abrochó el cinturón de seguridad y todos la imitaron.
Sus cosas estaban en el maletero, esperando a ser transportadas al país vecino.
A las siete en punto, el ronco motor de una motocicleta los sobresaltó. Brenton y Ben ya estaban ahí.
-¡Eh! ¿Podrías abrir el maletero? Nuestras cosas no pueden ir sobre nuestras espaldas.
-Listo.
Ben bajó y metió sus mochilas dentro del auto y volvió a montarse detrás de su novio.
-Nosotros iremos aquí. Sígannos.
Con un asentimiento de cabeza, Katheryn aceleró detrás de ellos. Conducir ese auto era como estar volando.
-¿Trajeron el libro con la llave?
-Aquí lo tengo—informó Heidi desde atrás, y alzó el libro para que todos pudieran verlo.
-Dale la llave a Katheryn.
-La puedo perder. Llévenla ustedes.
-Uhm, nosotros la perderemos más fácil.
-Dénmela ya—estiró el brazo y cogió la llave—lo voy a colocar en el tablero. No se olviden.
Asintieron.
Cuando estaba por dar la vuelta a la esquina, el grito de su mejor amiga la sobresaltó. Enfrente de ellos, Clara estaba parada con los brazos extendidos, impidiéndole el paso a Brenton y a todos.
La palidez se apoderó del rostro de Katheryn. Owen abrió los ojos como platos y arrugó la frente.
Brenton le tocó la bocina pero ella no quería apartarse. Y con el dolor de su corazón, Katheryn tocó las suyas e hizo el ademán de acelerar, solo forzó el motor para asustarla. El claxon era potente y fuerte. Pero eso tampoco la hizo retroceder.
-Voy a bajar—anunció Owen, quitándose el cinturón.
-No, ¿Qué haces?
-Tal vez pueda convencerla.
-No. En ese caso yo voy.
-¡Nadie baja!—gruñó Luke—déjenmelo a mí.
-¿A dónde la enviarás?
-Al departamento.
Luke se tele transportó junto a ella, Clara se sobresaltó y antes de que pudiese gritar, había desaparecido.
Heidi maldijo por lo bajo.
Brenton la miró por encima del hombro y Ben le enseñó el pulgar hacia arriba. Segundos después, Luke volvió al Jetta.
Su rostro estaba arañado y mordido.
-¡Rápido! ¡Acelera!—gritó él, mirando hacia atrás— ¡Viene de nuevo!
Sin titubear, aceleraron y salieron a toda leche de ahí.
-¿Qué te pasó? ¿Qué te hizo esa pequeña zorra?—eludió Heidi, encolerizada.
-Me clavó las uñas en la carne y me mordió sin piedad—se pasó el dorso de la mano por sus heridas—pero ya estoy bien.
Sus heridas se empezaron a cerrar.
-Tiene graves conflictos esa chica.
Katheryn apretaba el volante con todas sus fuerzas. Le dolía ver a su amiga así. Se tragó las lágrimas y siguió conduciendo.
Al cabo de una hora, aparcaron en un restaurant antes de adentrarse a la autopista en dirección a México.
Desayunaron huevos revueltos con tocino y café, todo pagado por Brenton. Katheryn seguía sin querer aceptar la amabilidad de su amigo, nunca le agradó que le pagasen lo que consumía, pero no podía hacer nada en su contra.
Ella aprovechó para comprar una cajetilla de cigarrillos en cuanto terminó su desayuno, todos se dedicaron a charlar en vez de atragantarse tan deprisa la comida como ella había hecho. Pero lo hizo por un solo motivo: Poder pensar en su amiga Clara.
Sus mechones plateados se desordenaron al salir del restaurant, las cenizas del cigarrillo se le adhirieron a su cabello, pero no le importó. Fumar la relajaba. No lo hacía con frecuencia pero lo necesitaba.
Los autos pasaban a toda velocidad por la autopista. Caminó hasta su Jetta nuevecito y se recargó en la puerta y se dedicó a observar el cielo, el sol estaba brillando encima de ella pero no quemaba, el sol aún estaba tierno y era reconfortante sentir su cálida presencia en su piel.
Se pasó las yemas de sus dedos en su pulsera de plata, su nombre estaba labrado en plata y aquel obsequio de parte de Ethan jamás lo perdería, así como su auto. Se juró así misma no perder otra parte del recuero de su novio.
-Aquí estás.
Se volvió para ver a Luke, con nerviosismo tiró la colilla al suelo y lo aplastó con su zapato.
-¿Te da miedo que te halla pillado fumando?—arqueó una ceja, sonriendo.
-No, pero nunca lo he hecho frente a ustedes.
-Dame uno.
Ella le dio la cajetilla y el encendedor.
Juntos prendieron un cigarrillo y se dedicaron a ver a los autos.
A cada calada, suspiraban.
A cada suspiro, le daban una calada fuerte a su cigarrillo.
-Si llegases a encontrar a tus hermanos, ¿Qué harás?—espolvoreó la ceniza al suelo y dio una calada profunda para luego sacar el humo en un susurro—ellos estarán sorprendidos de verte.
Ella tiró la colilla al suelo y la pisó de nuevo. Sus ojos grises se postraron en los suyos.
-No lo sé. Ni si quiera estoy segura si de verdad los encontraré.
-Esa llave es antigua. Ese libro existe, Katheryn.
-¿Sabes qué es lo que quiero, Luke?
-¿Qué?
-Quiero estar con Ethan y mis hermanos. Eso es lo que quiero.
Luke sonrió y la acercó a su cuerpo. Le dio un par de palmaditas en su espalda para subirle el ánimo.
-Ethan Quin fue un hermano para mí. Él perdió la vida para protegerte, de eso estoy seguro.
-No me has contado bien que sucedió con Juno.
-Ah, eso…
Se apartó de ella y le robó otro cigarrillo.
-Pues, ¿Cómo te lo explico? Una persona sin rostro apareció entre toda esa luz cegadora y se llevó a Juno consigo.
Katheryn estaba perpleja. ¿Quién era esa persona?
-¿Quién…?
-No lo sé, pero Juno no fue la causante de la explosión. Fue ese sujeto—Luke vio cómo su amiga había empezado a tejer telarañas de preguntas y de respuestas absurdas en su mente, puesto a que se encontraba ida, sin parpadear—pero no quiero que te partas el cerebro tratando de averiguar quién era ese sujeto.
-¿Y si ese sujeto es el mismo que me robó el auto?
Luke abrió la boca para responder pero la cerró de inmediato al ver como los demás salían del restaurant. Volvió su cabeza a ella.
-Por favor, intenta no hablar de esto con ellos. Hablaremos nosotros dos después, ¿de acuerdo? Ellos no vieron lo que yo.
-Está bien.
-¡Oigan!—refunfuñó Heidi— ¿Por qué nos dejaron ahí?
-Lo siento, princesa, Katheryn no se sentía bien y vine a acompañarla—la envolvió en sus brazos.
-¿Qué te ocurre?—la cuestionó Owen, con los ojos como rendijas. Su lunar estaba contraído en una mueca.
-Nada.
-¡Hey, chicos del barrio!—gritó un camarero desde la puerta. Todos giraron sus cabezas a él—se les ha olvidado esto—en su mano había un teléfono. Era el teléfono de Katheryn y de Ethan.
Ben le quitó el aparato al sujeto y no le dio las gracias.
-De nada. Estúpido—musitó el hombre al darse la vuelta.
Brenton lo sujetó del brazo evitando que él se le fuera encima.
-Tranquilo. Es un idiota.
-Odio a las personas de ese tipo—le tendió el teléfono a Katheryn—toma.
-Gracias, Ben.
-De nada, Kath—le sonrió.
-¿Chicos del barrio?—rió Owen—que buen apodo.
-Ni se te ocurra ponernos un apodo—lo amenazó Heidi.
-Solo decía—bufó.
-Ya. No perdamos más tiempo y pongámonos en marcha—eludió Katheryn, tirando del brazo de su amigo.
Reanudaron el viaje a las nueve y quince de la mañana.
Heidi fue la única que se encargó de comprar golosinas y sodas para el trayecto, les compartió la mitad a los enamorados de la moto y lo demás les quedó para ellos. Aunque al principio, Katheryn y Owen gritaron de histeria al presenciar la casi caída de la soda encima de los asientos por culpa de Luke. Pero fuera eso, el viaje fue tranquilo.
Pasaron las horas.
El sol comenzó a ocultarse. Brenton redujo la velocidad para quedar a la par con Katheryn, bajó el cristal para poder hablar.
-¿Qué te parece si seguimos toda la noche hasta que ya no podamos? Quedarse en un hotel es más pérdida de tiempo.
-No me habías dicho que teníamos una hora exacta para llegar.
Aturdido, Ben interrumpió.
-Lo que él quiere decir, es que será divertido conducir hasta el amanecer—rodó los ojos—quiere quitarse todo el estrés que tiene por lo de Clara.
Con una sonrisa, Katheryn asintió. A ella también le haría bueno conducir hasta el amanecer para estar ocupada en la carretera que en su propia cabeza.
-Entonces hasta mañana pararemos. Chicos—miró a los de atrás, ellos tenían toda su atención en ese par—no dejen que Katheryn se duerma. Disfruten el viaje comiendo y charlando, conduciremos hasta el amanecer.
Dicho eso, partieron a toda velocidad, y Katheryn no se quedó atrás.
Y así fue.
Condujeron hasta altas horas de la madrugada, pero para su sorpresa, ella no tenía ni una pizca de sueño, aunque sus amigos estaban roncando de placer, menos Luke. Este le sonrió a ella por el espejo retrovisor.
Katheryn aminoró el paso, Brenton iba en la delantera sin detenerse y ella tampoco. Infinidades de autos quedaban atrás al rebasarlos.
-No es una competencia—le dijo Luke desde la parte de atrás. Ella sonrió.
El cabello de él estaba despeinado y sus mechones blancos revueltos con los de Heidi. Había intentado dormir pero la advertencia de Ben no lo dejó: Tenía que distraer a Katheryn para que no se durmiera.
-Lo que pasa es que estoy probando la velocidad.
-Voy a pasarme al frente—le informó. Katheryn iba a replicar cuando Owen y Luke desaparecieron y luego reaparecieron en los lugares contrarios.
-Astuto.
-Es inteligencia—respondió con orgullo. Se abrochó el cinturón y se acomodó—es alucinante. Ni si quiera tienes pisado todo el acelerador, ¿no?
-Ni si quiera un poco, apenas lo tengo presionado—soltó una risilla.
Los dos se quedaron viendo con picardía y complicidad.
-Adelante, Kennedy y Heidi tienen los cinturones—susurró Luke, emocionado.
Con los nudillos apretados al volante, Katheryn cambió las velocidades y aceleró a fondo.
El tiempo, espacio y todo a su alrededor pareció que hubiese desaparecido. A penas se distinguía las luces de los faros delanteros de los autos que venían en dirección contraria. Ambos estaban hundidos en los asientos, excitados por la adrenalina.
Poco a poco Brenton se fue quedando atrás, la pareja estaba estupefacta, le dieron paso al Jetta y se quedaron pasmados al verlo desaparecer a toda velocidad.
-¡Es auto será la perdición de Katheryn!—gritó Ben por encima del casco y del aire.
-¡Agradece que yo soy tu perdición!—le respondió, riéndose.
A las cuatro de la mañana, Katheryn ya no podía más. Se le cerraba los ojos, Luke tenía apenas unos minutos de haberse dormido y eso le molestó. Quería dormir pero no podía. Bostezó seis veces y se frotó los ojos.
Ni si quiera Brenton estaba cerca, lo había dejado atrás desde hacía dos horas y no lo había vuelto a ver de nuevo. Frenó poco a poco y se orilló en una cuneta para esperarlo y de paso dormir al menos unos minutos. Puso los intermitentes y cerró los ojos. El aire acondicionado la arrullaba.
Y volvió a soñar…
Ella corría, gritaba y saltaba de felicidad. No sabía porque pero se sentía feliz y tranquila. Estaba en un prado bajo el sol, vestida con vestido rosa pálido y unas sandalias de piel color crema, su cabello era café, como era antes de ser maldecida por un rayo. Cerca de ella había un lago de agua cristalina, donde podía ver su reflejo.
La Katheryn del reflejo con la piel blanca, las mejillas sonrosadas y pecosas, su cabello café y sus ojos ambarinos la sobresaltaron.
Se alejó del lago y corrió en dirección contraria.
-¡Alto!—dijo una voz familiar y lejana. Ella dejó de correr e intentó buscar al dueño de esa voz tan dulce.
-¿Quién eres? ¿Dónde estás?
-Aquí—le gritó.
A lo lejos, divisó a un pequeño niño saludándola con la mano. Con ojos curiosos, Katheryn lo estudió de arriba abajo, no podía distinguirle bien el rostro pero estaba sonriendo.
-Katheryn, soy yo, ¿no me reconoces?
-Me pareces familiar pero no sé quién eres. Acércate.
-Soy Charlie, tu hermano.
-¿Mi hermano?—lo miró confundida—mi hermano murió hace mucho tiempo.
-¡Eh! ¡Katheryn! Al fin estás aquí—apareció otro niño, un poco mayor que él otro— ¿Qué haces ahí parada? Vamos a casa.
-¿Quién eres?
-Soy Jack, tú hermano—ahora el confundido eran ellos, se dirigió al otro niño y susurró: — ¿no le dijiste quiénes éramos?
-Sí pero no me cree.
-Ustedes no pueden ser mis hermanos. Ellos murieron.
-Oye, estaremos esperándote ansiosos. Date prisa, porque pronto tendremos que irnos—le sonrió Jack—apresúrate.
Sintió que iba a vomitar.
¡KATHERYN! ¡KATHERYN! ¡DESPIERTA! ¡DESPIERTA, KATHERYN!
-¡No son mis hermanos!—gritó en cuando abrió los ojos.
-Por supuesto que no somos tus hermanos—la risa de Owen la hizo reincorporarse de golpe. La luz del día la cegó por unos segundos y cerró los ojos—tranquila. Todo está bien.
-Solo fue un sueño, Katheryn. No dice nada—argumentó Heidi, muy cerca de ella.
Cayó en la cuenta que su barrera mental no la había reforzado y Heidi de nuevo podía meterse de nuevo en su cabeza.
-Oye, no lo hago para fisgonear tus pensamientos. Solo quería ayudarte.
-Heidi, tienes suerte que me duela las sienes porque si no, te asesinaría.
-Es un milagro que pude entrar de nuevo a tu mente.
-Desde que Juno desapareció, dejé de poner mi barrera pero ya no más—se concentró en bloquear el poder de su amiga, ella arrugó la nariz—así está mejor.
Abrió de nuevo los ojos, el sol ya no le lastimaba la vista.
Owen estaba arrodillado junto a ella y detrás de él, estaba la motocicleta de Brenton. Se había quedado dormida en la cuneta.
-Son las nueve de la mañana—le informó Luke desde atrás—no despertabas, fue por eso que Heidi hurgó en tu cabeza y pues… estabas teniendo un sueño agradable con tus hermanos.
-Pero eso no significa nada—cortó Heidi—es solo un sueño, Katheryn.
Aturdida por el sueño, se puso de pie y salió del auto para estirarse. Escudriñó todo a su alrededor y sus ojos tropezaron con los azules de Ben, este estaba del otro lado de la autopista, se volvió hacia la izquierda y miró a Brenton de cuclillas varios metros lejos de Ben y con el rostro sumergido en una bolsa de plástico, estaba vomitando. Arrugó la nariz y se deslizó de nuevo al asiento.
-Hablé con Lawton—dijo Luke.
-¿Sobre qué?—le preguntó mientras abría una soda, su garganta necesitaba humedad.
-Ya no conducirás todo el día, a las diez pararemos en algún hotel.
-Bien—asintió y se tragó un gran sorbo.
Horas más tarde, los seis se dirigían a una gasolinera para recargar combustible y comer algo de golosinas para seguir el trayecto a la frontera.
Katheryn le brindó el honor a Luke de conducir el Jetta pero le advirtió que fuese con precaución o si no lo asesinaría, y con una sonrisa, su amigo cogió el volante y lo echó a andar.
-¡No hay tampoco Doritos en esta tienda!—protestó Owen por segunda vez, la primera fue cuando pasaron junto a una pequeña tienda antes de llegar a la gasolinera y tampoco había de sus frituras favoritas.
-Coge unas papas—le sugirió Ben, en sus manos tenía varios tipos de frituras y entre ellas una bolsa gigante de Doritos. Owen sintió ganas de golpearlo.
-¡Dame las Doritos!—rugió.
-No. Yo las vi primero—se burló—consigue las tuyas.
Y sin previo aviso, comenzaron a forcejearse la bolsa de Doritos y por desgracia, la envoltura se desgarró y decenas de triángulos con queso salieron volando por los aires hasta dejar una alfombra naranja en el piso. Horrorizados, soltaron la bolsa vacía y se tiraron al suelo para recoger sus preciados Doritos.
El encargado de la tienda estaba cruzado de brazos frente a ellos, y sus ojos echaban fuego.
-¡Fue él!—gritaron al unísono.
Katheryn quería que la tierra se la tragase. ¿Por qué se comportaban como niños solo por una bolsa de frituras?
Brenton corrió y levantó a su amado del suelo, Katheryn sujetó a Owen del cuello de su playera y lo levantó a la fuerza de la alfombra de Doritos. Su boca estaba llena de queso.
-¿Qué diablos están haciendo, par de idiotas?—musitó Luke, con las manos llenas de latas de sodas, Heidi estaba detrás de él, burlándose.
-Ben me robó las Doritos, eso pasa—protestó el rubio, haciendo pucheros.
-Por supuesto que no—achicó los ojos y lo señaló con el dedo—tú me arrebataste la mierda bolsa de las manos y forcejeamos por ella. Él la rompió.
-Quien lo haya hecho no tiene importancia. Ustedes lo pagarán—masculló el encargado. Su cuello estaba rojo y tres venas sobresalían de él.
Brenton fue el que pagó por todos, otra vez.
Al salir, Ben le dio un zape en la base craneal a Owen. Este gruñó e intentó golpearlo pero Katheryn lo tenía aferrado a ella, él se estremeció y decidió ignorar a todos para centrarse solo en ella.
-Bien, son las dos de la tarde y el calor es insoportable—dijo ella—en veinte minutos seguiremos. No aguanto.
Se sentó en la tierra detrás de su auto para beber una lata de cerveza muy fría. Sonrió al recordar que ahora ya nada tenía sentido. ¿De qué le serviría sus dones? ¿De qué le serviría poder ver a través de las paredes y escuchar a una distancia extensa? Ya no tenía caso. Ahora todos sabían de ella y tal vez, solo tal vez volvería a fisgonear a las personas en su próxima estancia en cualquier lugar del mundo. Pero aprovechó la ocasión para husmear en la charla de Heidi y Owen que estaban a dos metros de ella.
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