
Mi habitación
MI HABITACIÓN
I
Ahí está.
Veo la cerradura
que abre la puerta
que me lleva a la vida.
Ahí está.
Quieta.
Esperando impasible,
esperando la llave
que sostengo en la mano.
Tengo la llave
que abre la puerta.
Tengo la llave
que me enfrenta al mundo,
a un mundo
desconocido para mí.
Un mundo de sensaciones,
de sueños,
de alegrías y tristezas,
de miedos;
el miedo que ahora padezco
y me impide abrir la puerta
para pasar al otro lado.
Sostengo la llave
en mi mano arrugada.
La miro,
la contemplo,
la dibujo con mis dedos
cansados,
desfigurados
por el paso del tiempo...
y tiemblan rugosos.
Los nudillos hinchados
me devuelven
un grito doloroso.
Las yemas sensibles,
la piel arrugada
me confunde,
me entretiene...
No son mis manos firmes,
mis manos suaves
cálidas y seguras...
No son manos conocidas
las que observo
asustada, confundida.
Y las oculto en mi pecho,
junto a mi corazón,
porque no son mis manos
las que sostienen la llave,
las que acarician
su frío metal.
La llave es fría,
plateada
como las canas
que enmarcan mi rostro.
Lisa y suave,
como el suave silencio
que envuelve mi existir,
que envuelve mi vida.
La miro,
la acaricio,
la vuelvo a mirar
y decido usarla
solo esta vez.
Me acerco a paso lento,
cauteloso,
a la cerradura
que abre la llave
que llevo escondida,
que abre la llave
que aprieto a mi pecho
con fuerzas producto
de la angustia,
del miedo a la realidad
fría, cruel, déspota...
que se empeña en mostrarme
día a día,
hora a hora,
lo sola que está mi vida,
lo triste que está mi alcoba...
tan vacía.
Miro la puerta blanca
que me separa.
Escucho las voces
al otro lado
y grito de espanto...
¡Nooo!
¡No las conozco!!
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