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#02 - Disociación y tortura.

Por un momento, dejó de lado la cárcel, a sus amistades, a toda consecuencia que llegará al hacer todo eso. Mina tenía conciente que iría a la cárcel, no huirá, Jihyo tampoco, pero querían vivir el momento de felicidad y calma después de meses llenos de tortura que Jihyo tuvo.

— Lo hiciste, ya lo hiciste — Mina dijo mientras la pelinegro se hundía en su cuello. La rubia sabía que Jihyo estaba llorando, eso decía sus pequeños espasmos, lo mojada que estaba quedando su camiseta, y sus pequeños chillidos sollozantes. Jihyo estaba siendo liberada — Ya lo lograste.

— Ne-Necesito explicarles, quiero explicarles a Minho, a Sana y a... todos. Necesito explicarles — como si estuviera pidiendo permiso, dijo y se separó lagrimeante, viendo como Mina sonreía y se acercaba para besarla. Jihyo correspondió emocionada por la muestra de afecto y cuando se separó Mina acarició sus mejillas, pinchando su cachete relleno para hacerla reír un poco como siempre.

— Está bien, tómalo con calma y solo me llamas si quieres que esté junto a ti. Estaré en la sala, ¿bien? — Jihyo asintió recibiendo aquel abrazo reconfortante como el mejor de todos, el que solo tocaba zonas que ella permitía y que le causaba felicidad.

Aquel sótano estaba asustado, habían escuchado relajo, muchos gritos, aunque realmente no pudieron distinguir alguno como conocido. Habían estado horas sentados y ya estaban muy entumidos, con el trasero doliendo o ni siquiera sintiéndolo, junto a muñecas y tobillos ardiendo por las cuerdas puestas.

Jihyo entró con comida que había calentado en el microondas, esperanzada de que Minho o alguna de las chicas quisiera comer. También traía agua, porque pensaba que era lo que más podrían querer, el agua era esencial después de una resaca, y ni Minho ni Sana habían tomado agua..

Se adentró dejando todo en la mesa de la esquina, luego volteando su mirada hacia las cuatro sillas donde cuatro pares de ojos la miraban de distintas formas. Jihyo reconocía una mirada entre esas, esa mirada furiosa de Nayeon fue la misma que le regaló cuando volvió para el cumpleaños de Jeongyeon pero no asistió al de ella.

Jihyo debía explicar, que realmente no asistió, no porque no haya querido ver a su amiga alegre festejando y cumpliendo veinticuatro años, sino porque aquel día era uno de los peores de su vida, donde deseaba morir.

Jeongyeon la miraba decepcionada, triste. Y Sana parecía destruida, derrotada y realmente desesperanzada. Minho era como el más firme, que se mantenía afectado pero no tanto, se veía disgustado por su presencia.

— Jihyo, ¿podrías darme un poco de agua? — Minho le preguntó antes de que pudiera decir alguna cosa. Jihyo lo miró y luego miró el agua en aquel vaso de vidrio — Por favor.

— Era a lo que venía, a ofrecerles agua y comida — informó y Sana alzó la cabeza, viendo la comida porque si iban a salir de allí ella realmente no quería sufrir hambre — ¿Querrán? — preguntó viendo la negación de Nayeon solamente, para luego ver a Jeongyeon quien asintió.

— Agua — dijo Jeongyeon junto a Minho.

— Yo los dos — Sana asintió viendo como Jihyo acercaba la bandeja y la dejaba en el suelo frente a ella — ¿Nos vas a soltar? — preguntó al verse incapaz de tocar aquella comida.

— No, solo les daré agua a ellos dos — Jihyo aclaró quitando toda la esperanza de Minho, porque él había pedido agua más específicamente para que Jihyo lo soltase por lo menos una mano. Cuando Jeongyeon y Minho terminaron de beber, Sana fue alimentada casi felizmente, sino fuera porque el ambiente era un poco incómodo.

Claro, no todos los días una amiga alimenta a tu otra amiga mientras ésta está amarrada, ¿sabes? Era completamente fuera de lugar, como toda la situación que ahora vivían.

Lo único bueno era el clima entre fresco y acogedor, muy buen recibido para sus temperaturas corporales, pero más allá estaban en cansancio y estrés constante. El cuerpo les dolía y sus pensamientos eran tan revoltosos.

Jihyo no se animó a contarles todavía, pero sí se sentó mientras iba a tomar su cuchillo para cortar otra manzana, pero este ya no estaba en su cintura, así que supuso que Mina debía traerlo.

Salió de allí para respirar mejor, ya que se sentía sofocada de tantos pensamientos. Estaba liberada de sus pesadillas, de las vivas por lo menos, ya que sabía que todavía su subconsciente la haría soñar con aquellos sucesos. Todo eso la abrumada de una manera extraordinaria, y necesitaba calmarse un poco.

Fue a con Mina, abrazándola y avisándole que no les ha dicho pero que hará un picadillo de frutas para calmarse un poco, así que le pidió su cuchillo.

— ¿No lo habrás perdido al bañarte? Yo no lo tengo — Jihyo asintió comprendiendo, y entonces tomó otro de la cocina después de estar unos momentos más en los brazos de Mina.

Todavía era uno de febrero, el anochecer estaba llegando apenas y todo había salido como lo había planeado totalmente. Solo faltaba la parte de recordar, y explicar a sus amigos, esa era la más difícil para ella.

— ¿Quieres que te acompañe? — Mina preguntó mientras tenía en sus manos una pistola, una que ni siquiera tuvo que usar pero que por seguridad la tenía en la parte trasera de su pantalón — Puedo apoyarte y lo dices de una mejor manera — persuadió mientras daba pequeños besos en las mejillas de Jihyo, viendo como estas se incendian de rojo suave y se abultaban más por la sonrisa que la pelinegra empezaba a mostrar — ¿Te sientes bien? — preguntó colocando sus manos cuidadosamente en la cintura de Jihyo, quien asintió y aceptó el tacto.

— Estoy sintiéndome bien, solo nerviosa, pero estoy muy bien — volvió a asentir para pegar sus labios a los de Mina, sintiendo aquellas manos yendo a su cadera y cintura repetidamente en una cariñosa muestra de afecto — Voy solo yo, tú espérame en la sala — Mina asintió y la soltó para que se pudiera ir.

Mina en cambio estaba sintiéndose feliz, totalmente feliz de ver que Jihyo había logrado hacerlo y solo le faltaba lo último para tener las consecuencias de sus acciones.

Jihyo caminó por el pasillo a la habitación y se adentró masticando todavía la manzana que se había echado a la boca. Minho estaba seriamente enojado con ella, se le veía en toda la cara. Jeongyeon parecía que solo quiso agua para volver a llorar porque tenía las mejillas llenas de lágrimas. Nayeon estaba respirando, eso era bueno. Y Sana... Sana seguía destruida.

— ¿Qué mierda estás esperando para hacer algo, Jihyo? — Nayeon le cuestionó al verla sentándose tranquilamente en la silla junto a la mesa. Jihyo frunció el ceño, luego escuchando las demás preguntas que llegaron, pero no respondió ninguna.

Todos hacían preguntas, y no sabía cuál contestar primero.

¿Dónde estaba Chaeho? ¿En dónde estaban? ¿Qué les haría? ¿Qué les pasaría? ¿Cuándo los soltará? ¿Por qué hace todo eso? ¿Por qué había tanto ruido hace un rato? ¿Qué le sucedió a ella para cometer eso?

Mucha preguntas y ninguna contestó, prefirió sentarse y escuchar algunas groserías acompañadas con cuestionamientos. Esperó a que se calmaran. Jihyo sabía que estaban en un momento de desesperación, de estrés, de confusión, así que los dejó desahogarse un poco insultando y comentando cosas hirientes.

Ella tenía una explicación y esperaba que la entendieran.

— ¿Ya terminaron? — preguntó al ver a todos callados y aún con enojo recorriendoles pero ya más en calma — Esperaba eso para poder explicarles — se levantó de la silla y suspiró.

— ¿Puedes darme más agua? — Minho preguntó en un tono grave, tenía la garganta seca y necesitaba liquido para que dejara de doler un poco.

Jihyo poco concentrada en su vista, asintió y llevó el vaso de agua hacia Minho.

La situación fue tan rápido. En un instante Minho se había levantado y la había golpeado fuertemente en el rostro, que volteó su cuerpo y hizo chocar su cabeza con la pared. El vaso de vidrio cayó estrepitosamente y se quebró. Todo fue un gran mareo y puras vueltas de su cabeza ya que fue un duro golpe.

— ¡Corran, ya! — Minho exclamó y todas se quitaron las cuerdas que solo habían tenido muy flojas.

Había pasado que en realidad el cuchillo de Jihyo se había quedado donde la misma Jihyo lo había dejado. La pelinegro no se había dado cuenta que, al dejar la bandeja de comida frente a Sana, también había dejado su cuchillo un poco al lado de la silla de Minho. El chico cuando la vio fuera de vista, había hecho todos los esfuerzos para tirarse y poder tomar aquel cuchillo con sus manos amarradas. Las chicas lo habían alentado y guiado hacia donde estaba el cuchillo -ya que él, estando de espaldas, no podía ver- y lo había tomado, cortando las cuerdas de sus manos.

Después cortando las de sus pies y haciendo lo mismo con las chicas, pero al verse encerrados con llave solo faltaba hacer que Jihyo entrase de nuevo. Minho había arreglado las cuerdas de las demás para que quedasen como si estuvieran todavía inmovilizadas, y las de él se las puso solo por encima, rogando tener suerte para que Jihyo no lo notase antes de hacer algo contra ella. Cuando la pelinegro entró y estuvo en aquella mesa, donde un cuchillo menor estaba puesto, empezaron a insultarla y cuestionarle, queriendo que se acerque y pierda la concentración para poder hacer algo. Jihyo no había reaccionado a ninguna provocación y fue cuando Minho había tomado el plan de pedirle agua para golpearla.

Y ahora huían mientras Jihyo estaba allí tirada. Sana fue la última, que se quedó en la puerta, viendo como Jihyo torpemente intentaba pararse y luego caía lastimandose con el vidrio del vaso.

Jeongyeon tomó del brazo a Sana, sabiendo muy bien que la japonesa sentía más que una amistad por Jihyo y que le dolía verla allí. Sana había estado enamorada de Jihyo desde que la conoció, pero todo eso Jeongyeon sabía que no estaba bien. Sana solo se dejó guiar, porque quería realmente encogerse en una esquina y llorar.

Jihyo tambaleó y volvió a su misma posición, queriendo estabilizarse pero le tardaría un poco.

— ¡Busquen a Chaeho! — ordenó Minho mientras pasaban por diferentes habitaciones, escandalosamente buscando al muchacho que era novio de Nayeon, pero al no encontrarlo no podían darse el lujo de quedarse — ¡Es mejor contactar autoridades, así podremos hacer algo! — Nayeon quiso replicar, pues se sentiría realmente mal si se iban sin su novio, pero tuvo que aceptar al verse en la situación estresante.

Buscando la salida, se encontraron con la sala principal, donde al otro lado estaba la puerta de salida, abierta donde se podía ver afuera una camioneta roja que desconocían pero que les serviría. No pensaron si tal vez era de alguien, solo querían salir de allí.

— Vamos, vamos — Minho fue el primero en acercarse, mientras Nayeon dudativamente tenía un arma en mano, la cual había encontrado en un cajón de la cocina.

Justo cuando el chico saldría por la puerta, un cañón de pistola le apuntó al pecho haciéndolo retroceder y chocar con Jeongyeon y Nayeon, las cuales iban detrás. Retrocedieron mientras Sana apenas los alcanzaba.

— Pff, yo creo que nos debemos sentar todos — una mujer desconocida, rubia, les apuntaba y se acercaba mientras los hacía entrar. Minho tragó saliva viendo que la puerta de salida era cerrada y la mujer giraba la llave para cerrarla, aunque la llave quedó pegada a la cerradura.

— Yo creo que no — Nayeon con temblores levantó su mano donde tenía el arma.

La rubia silbó despacio y miró el problema.

Mina había escuchado el ruido desde afuera, donde había salido para tener un poco del frescor de la noche, así que solo fue de meterse y ver cómo aquel amigo de Jihyo había querido salir, no fue nada de esfuerzo apuntarle el cañón cargado que en un solo movimiento se dispararía. Lo haría de inmediato, si no supiera que Jihyo realmente quería a sus amistades, las apreciaba.

— ¿Tú quién eres? — Jeongyeon preguntó confundida, retrocediendo cuando la rubia sonríe en grande.

Mina por pura diversión, y saber que esa castaña no dispararía, bajó su arma y se aclaró la garganta para hacer una voz formal.

— Ah, cierto. Me presento, soy Myoui Mina — reverenció una vez y tomó el arma de nuevo para seguir apuntando. Confirmó que realmente la castaña no dispararía porque esta temblaba y ni apuntaba de la manera correcta — Quisiera haberme presentado de otra manera pero es esta la que tocó, soy la novia de Jihyo — sonrió viendo los rostros de las cuatro personas frente a ella.

Mina no supo lo que había causado con eso, porque no sabía que una de ellas sentía algo realmente fuerte por Jihyo, y que en ese momento esa una de ellas estaba destruyéndose.

— Espera, ¿dónde está Jihyo? — a su llamado, ve como Minho tomó el arma que Nayeon tenía y entonces ahora no está muy segura si este podría disparar.

— Le he dado un buen golpe — provocó mientras tomaba el arma, removiendola entre sus dedos para ajustarla a su mano y poder estar seguro de que apuntaba de alguna manera bien — La he dejado un poco mareada — sus provocaciones tenían más bien el fin de desconcentrar a Mina para que Jeongyeon pudiera tomar el teléfono que estaba en la mesa de la sala, así que llamará a autoridades mientras él ganaba tiempo.

La mirada de Mina se torna severa y furiosa, el solo hecho de que hayan tocado de nuevo a Jihyo le daba una tremenda sensación de enojo. Apretó el arma y su dedo se tensó, casi disparando hacia Minho, quien tenía la pistola en manos, temblando.

Mina de reojo pudo ver cómo la pelinegro se acercaba al celular que había dejado en la mesa. Aquel con el que había respondido algunos mensajes de Momo sobre cómo le iba en sus "vacaciones con su novia", aquel teléfono que había olvidado y le estaba dando un problema.

Rápidamente desvió el cañón y apuntó al celular, disparando para destrozarlo por completo. Que la perdone Momo, luego le respondería o algo así, con el teléfono de Jihyo.

Todos se exaltaron y Minho apuntó a Mina en advertencia, menos tembloroso que antes. Mina suspiró y iba a intentar negociar para estar mejor.

— Escuchen, nadie quiere hacerles daño ni les harán daño, solo sientense y escuchen — calmadamente les dijo, su voz sonando sincera pero realmente ahora nadie confiaba totalmente en alguien como para creerle a esa rubia que no conocían en absoluto — Baja el arma y la bajo yo, para hablar cuando Jihyo regrese — pidió alzando al arma, apuntando al techo y pronto bajandola al ver que Minho también baja la suya — Solo sientense y esperemos, ella tampoco quiere hacerles daño — suspiró y miró como todo parecía suavisarse un poco.

No se debió desconcentrar porque en su mirar hacia los alrededores, Minho alzó el arma y su pierna recibió un disparo que la hizo caer y soltar el arma en la exaltación. Un dolor recorrió su pierna, le había dado justo en el muslo y sus dos manos fueron a parar el sangrado. Gruñó y soltó una queja, la cual luego calló mordiendo su lengua.

Al ver la salida disponible, Minho se acercó y giró la llave para abrir, dejando que las tres chicas salieran primero y luego él. Parecía que el alivio llegaba y se subirían a aquella camioneta roja desconocida pero un disparo cerca de la pierna de Jeongyeon, detuvo a todas e hizo a Minho alzar su arma a donde provino el ruido.

Jihyo había salido por la ventana de aquella habitación, queriendo llegar a tiempo antes de que llegaran a algún vehículo. Suerte que Mina los detuvo lo suficiente para ella llegar y disparar a las llantas de aquella camioneta, donde habían llegado los cuatro hombres de antes.

— De aquí nadie se va... todavía — dijo mientras caminaba y igualaba el avance de ellos hacia la camioneta. Respiraba un poco irregular porque le tardó tiempo recuperarse de aquel fuerte golpe, más el apresurarse para alcanzar a detenerlos — Les he dicho que primero explicaré — movió su arma apuntando dentro de la casa, deseando que las cuatro personas solo se metieran y terminara todo eso, pero ninguna hizo caso.

Claro que no lo harían, estupida, piensa y bufa harta de que la situación se le haya salido de las manos.

— Baja esa arma, Jihyo — Minho le dice, tomando el arma con ambas manos para hacerle saber de alguna manera que le disparará si era necesario. Jihyo bufa y ríe como si hubiera escuchado el mejor chiste, porque sabía que Minho no le dispararía... eso cree — ¡Baja esa puta arma, Park! — Jihyo deja de reír, pero aún así sonríe.

Después de unos segundos, su sonrisa se borra al escuchar la pregunta de parte de Nayeon.

— ¿Dónde está Chaeho?

Jihyo miró severamente a la castaña, deleitando su conciencia con el recuerdo de aquel pelinegro cayendo muerto mientras tenía sus manos despedazandolo por dentro, quitándole cada órgano lenta y dolorosamente.

— ¿Quieres saber, Nayeon? — susurró, ese aliento venenoso siendo llevado por el aire fresco de la noche de febrero — ¿¡Quieres realmente saber lo que pasó con Chaeho!? — preguntó alegremente, viendo el asentimiento asustado de Nayeon.

Jihyo rió y tomó el arma, bajandola para por fin darles el saber a sus amistades. Ya de tanto, ya era hora.

— Lo maté, disfruté tanto matarlo — las caras de los demás eran de pura impresión, incluso Minho tembló más de su mano, la cual sostenía el arma. Jihyo sonrió pensando, recordando y sintiendo — Le corté los dedos, de pies y manos, lo castré y le enseñé su propia virilidad mientras se horrorizaba — todos, especialmente Minho sintió un escalofrío a las palabras — Me encantó verlo pidiendo piedad, pidiendo perdón y ver cómo se lamentaba — sonriente y emocionada, comentó en un tono que demostraba lo verdaderamente encantada que estaba con lo que les contaba.

Lastimosamente para las cuatro personas, la cosa allí no terminaba. Jihyo no era la amiga de hace unos cinco meses, era otra persona que se convirtió por un suceso terrible.

— Es-Estas enojada, no hiciste eso, Jihyo — Sana negó temblorosa, no queriendo saber que en realidad todas esas atrocidades fueron hechas por Jihyo, por la chica de la cual se había enamorado.

Jihyo negó con burla, harta ya de ser tranquila y no dejar ver lo realmente extasiada que estaba por sus actos.

— Fueron mis partes favoritas cuando le abrí el abdomen y le saqué órgano por órgano hasta ver su cuerpo convulsionar y luego morir, viendo mientras tenía unos ojos que pedían morir y acabar con toda la tortura — siguió mientras sonreía en grande, una sonrisa que casi tapaba por completo sus ojos y que hacía abultar sus cachetes como a Mina le gusta — Me fascinó el solo pensar que él deseaba morir, me hace emocionar el pensar que él sentía que su cuerpo no le pertenecía y entonces quería morir — su tono de voz sonaba deleitado, como si acabara de comer el postre más exquisito del maldito mundo — ¡Todo eso, Nayeon! ¡Cada maldito momento me encantó y lo haría de nuevo! — alzó la voz, esta vez enfurecida porque Nayeon no entendía que todo lo hizo con una justificación, o por lo menos, una razón.

— ¿Por qué? — Minho preguntó empuñando su arma, viendo que Jihyo realmente no estaba fingiendo o inventando, sino relamnete sincerandose y disfrutando de todo. Sus dientes chocaron fuertemente y su mandíbula dolió de tanto apretarla — ¡¿Por qué?! — gritó totalmente molesto.

Nayeon estaba hecha un desastre de lágrimas, sollozos y puro llanto. Claro, no sentía amor por Chaeho, pero era cercano, dolía, dolía mucho. Todo dolía, todo le estaba horrorizando, porque eso era lo que causaba las acciones de Jihyo; horror.

— ¡¿Por qué?! — Jihyo repitió alzando la voz, respirando irregular y pareciendo incrédula de lo que escuchaba, pero realmente estaba colérica — ¿Quieren saber el maldito por qué? ¿Ahora sí quieren saberlo, uh? ¡Pues aquí está el maldito por qué de toda esta jodida mierda! — pareció tomar aire, como si estuviera entrando en pánico — ¡CHAEHO ME VIOLÓ! — gritó con todas sus fuerzas, lagrimas traicioneras bajando por sus mejillas hasta caer por su quijada y llegar al suelo. Nadie se atrevió a moverse, y Jihyo siguió sin parar, sin dejar descansar a su voz quebrada y enfurecida — ¡Me mintió y me secuestró para luego hacer que cuatro hombres diferentes me violaran! ¡Me usaron como una jodida muñeca! ¡Me destruyeron todos mis sueños! ¡Me tiraron a un callejón y deseé estar muerta, por eso le hice todo eso a Chaeho!, ¡porque lo que yo quería era hacerlo sentir como me sentí!, ¡como si su cuerpo no le perteneciera y que deseara morir! ¡Lo hice desear morir, porque yo deseé estar muerta en aquel sucio callejón! ¡Eso es el, jodido, por qué!

Y todo fue sollozos.

#♡>☆

CUATRO MESES Y ONCE DIAS ANTES - VEINTE DE SEPTIEMBRE.

Jihyo alegremente se había despedido de Minho, después de haberle acompañado para comprar el regalo de Nayeon. El cumpleaños de su amiga era en dos días y ella ya tenía un regalo en casa, así que no se preocupaba por eso. Le había llegado la llamada de Chaeho, pidiéndole ayuda sobre una sorpresa que le haría a su novia, ya tenían unos tres meses de novios y eran realmente una bonita pareja, muy estable y cómoda, así que Jihyo quería ayudar a que se fortaleciera.

Con aquella llamada, rápidamente se había despedido de Minho y emocionada fue a la ubicación donde Jang Chaeho la había citado. Ella no sospechaba nada, estaba feliz y confiaba en aquel chico que se ganó la confianza de todo el grupo en tan poco tiempo.

Cuando Chaeho abrió la puerta, este la invitó a pasar y allí empezaba la tortura de Park Jihyo. Ese día, veinte de septiembre, empezaba el crimen "perfecto" que Chaeho planeó contra Jihyo, porque realmente deseaba aquel cuerpo formado y proporcionado, y deseaba compartirlo con sus amigos.

Jihyo al primer instante se impresionó al ver a esos cuatro hombres mirándola de una manera que ella no conocía, pero que terminó odiando cuando Chaeho la tomó de los hombros y la aventó al sofá de la sala.

La casa de Chaeho estaba por zonas poco transitadas, y este mismo se había asegurado de que los vecinos no estuvieran. Aún con todo eso, una cinta fue puesta en la boca de Jihyo y toda su ropa fue quitaba para usar su cuerpo a como si de un títere se tratase. Ella en eso, sintió desgarradores dolores en toda su zona íntima, sus dos orificios habían sido usados brutalmente por cinco hombres diferentes, tres de una edad cercana a la de ella y otros dos mayores.

No olvidaría el cómo se burlaban de ella, el cómo reirán y la azotaban mientras ella ni siquiera tenía fuerzas para quitarse a hombres de casi dos metros de altura que la inmovilizaron. Todo ella se sentía sucio, desgarrado, impotente, adolorido y totalmente perturbado. Al final de todo, solo se quedó con la mirada perdida en el suelo, su cuerpo flojo a la disposición de personas enfermas, mientras ella ya no se sentía dueña de su propio cuerpo.

Las palabras de los hombres entraron en su sistema auditivo y aún con eso no se alteró. Solo se vio a sí misma, como si en realidad no estuviera en su cuerpo, como si su alma hubiera salido y estuviera viendo su cuerpo siendo llevado a un auto para luego ser arrojado a un sucio callejón.

Ese fue un momento donde ella deseaba morir. Estando disociada de su propio cuerpo, deseaba morir con todas sus fuerzas, porque había pasado las peores horas que pudo haber vivido. Sus fuerzas se fueron totalmente y se desmayó allí, pocas personas que la vieron solo se fueron porque por esas zonas era normal escenas como esas, la autoridad no hacía mucho en realidad.

La habían abandonado en un lugar peligroso, donde incluso personas pudieron usar su cuerpo muerto si querían.

Jihyo creyó que se le había cumplido el deseo, lo creyó en serio. De estar felizmente en el centro comercial, a luego en un infectado callejón, creyó que cualquier deidad le había cumplido su pedido de morir. Pero al cerrar sus ojos, pasaron horas y los volvió a abrir en un lugar desconocido.

Su cuerpo al parecer había sido duchado y estaba limpio, aunque se sentía totalmente sucia.

— Hey, despertaste — una rubia desconocida la llamo y se exaltó lo suficiente para casi caer del sofá — ¡Cuidado! — cuando la mujer la tomó del brazo para ayudarla, Jihyo se separó completamente asustada y atemorizada.

La rubia retrocedió mientras Jihyo se ponía en la otra esquina del sofá, arrastrándose porque realmente le dolía desde sus rodillas hasta su abdomen, era al zona donde más le ardía todo.

— ¡N-No se acerque! — levantó su mano como si fuera un escudo a cualquier mal — No me toque — ordenó y vio como la mujer alzaba sus manos, en inocencia y sus ojos expresaban preocupación.

— Está bien, no me acerco ni te toco. Solo quería ver si te dolía algo, te puedo dar una pastilla para el dolor. Estás brutalmente lastimada — como si Jihyo no lo supiera, la rubia dijo y apuntó al vaso de agua que había en la mesita, justo al lado de una pastilla empaquetada — Sé que te duele, te debe de doler, tómala — insistió pero Jihyo realmente no confiaba. No podía confiar después de lo que le hicieron — Por favor.

— ¿Cómo sé que eso no es otra cosa? — preguntó temblorosa, teniendo algunos recuerdos que la estaban mareando.

— Ammh, bueno, ¿quieres que me tome una? No lo sé, la verdad — la rubia nerviosa se encogió de hombros y luego vio algo más en su mesita de la sala — Puedes leer la caja, ahí está todo — le tendió la cajita rosada que Jihyo rápidamente tomó.

En unos minutos, la rubia vio como la chica se tomaba el agua con la pastilla.

Jihyo se movió un poco, sintiendo los revoltosos apretones en sus entrañas que la hacían quejarse del dolor, aunque en algunos minutos estos paraban solo un poco. Luego fue que no sintio algo en realidad. El dolor era tanto que ocasionó una disociación entre su cuerpo y su mente, haciendo a su cuerpo solo estar perdido mientras ella realmente pensaba en nada.

Mina la miró desde la cocina, donde se había puesto a comer un pan desde que vio a la chica perderse en ella misma. La vigilaba para asegurarse de que no fuera ninguna ladrona, aunque por lo que revisó, aquella chica fue duramente violada y arrojada a su suerte.

Realmente solo iba a llamar a autoridades pero sabía que ellas no harían algo mejor de lo que podría hacer ella misma, así que solo salió y con un manta tapando a la chica se la llevó dentro. Nadie la había visto llevársela, ya que la zona es poco concurrida y realmente a nadie le importaba los asuntos de los demás, menos cuando se trata de delitos.

Probablemente si llamaba a la policía esta solo llevaría a la chica a un hospital, la tratarían y todo el asunto acabado, no investigarían o harían algo realmente especial por ello, ya que es un caso común de violación para ellos.

Mina apretó los labios y recordó como había visto a la chica.

La había dejado en su sofá pero al verla con sangre y llena de suciedad del callejón, la llevó a la ducha donde con cuidado lavó todo su cuerpo, teniendo cuidado con la apartes intimas pero también limpiando esa zona con un trapo limpio, en eso fue que notó los moretones en sus muslos internos, en sus glúteos y la pequeña herida sangrante de la vagina. No debía realmente revisarla pero ahora no le importaba si no debía, le importaba que despertara mejor.

Había limpiado y puesto ropa interior suya, acomodándole a las bragas una toalla femenina grande por si sangraba. Todo ella sentía que invadía y abusaba de aquel cuerpo inconsciente, pero después de hacerlo la acostó para taparlo, ya que solo tenía puesto bragas y sostén. Había suspirado satisfecha de su buena acción, nunca tenía buenas acciones en realidad, pero no le venía mal una al año como su amiga Momo decía.

Había esperado una hora y media completa que fue donde aquella chica despertó, solo que después de tomarse aquella pastilla estaba totalmente ida. Mina la comprendía, no entendía realmente porque nunca le había pasado algo igual o parecido, pero se imaginaba que tendría muchos problemas mentales de ahora en adelante, así que la dejó en su mundo para que procese y quién sabe qué más.

Mina no lo sabía, pocas veces se relacionaba con las personas, ¿cómo podría entenderlas? Era todo difícil para ella, pero más para Jihyo que se sentía fuera de su propio cuerpo.

El primer día fue así, no hablaron, más que cuando Mina le dio una pastilla del día siguiente, no queriendo que además de un trauma, la chica tuviera una cosa dentro de su vientre por nueve meses y luego un hijo que duraba por lo menos veinte años dependiendo de ella, no, mejor prevenirle el más sufrimiento a la pobre chica que ya tenía suficiente tortura mental para ahora tener más física.

El segundo día pareció que Jihyo estaba fuera de su control, un llanto descontrolado ocasionaba que Mina quisiera salir de allí por el ruido pero se quedó a su lado, sin tocarla, solo acompañándola y comentando la algunas cosas de distracción.

Jihyo ni siquiera se dio cuenta que había pasado el cumpleaños de Nayeon, y mucho menos se tomó el tiempo para pensar que esta terminaría enojada con ella por ni siquiera felicitarla. Tenía muchas cosas en mente, más relevantes en su vida, en realidad.

Por las noches, se despertaba gritando y llorando, luego siendo acompañada por Mina que ponía algo de música para que se distrajera y también le daba comida. Por los días, se la pasaba casi siempre disociada de su cuerpo y no se movía de aquel sofá, agradecida que la dueña de la casa no la haya echado.

Fue un séptimo día en el que Mina intentó hablar con ella, su nombre, su casa, sus familiares, sus amigos, cualquier cosa que pudiera ayudarle a saber más sobre la inquilina en su casa.

— Jihyo, Park Jihyo. ¿Qué tan lejos estamos de Daegu? — preguntó la pelinegra mientras comía de un helado y cantaba una canción, acostada cómodamente entre mucha mantas frescas que la rubia le proporcionó. Ya le había dicho sobre que no tenía familia, ya que esta murió hace tiempo, y sobre no querer ver a alguien en esos momentos.

— Bueno, Jihyo. Soy Mina Myoui. Estamos en la cuidad vecina de Daegu — con esa información, Jihyo calló y se perdió en sí misma a como Mina acostumbraba ver — Es mejor que te quedes aquí, por lo menos un tiempo — comentó, aunque Jihyo realmente no la escuchó con claridad.

Mina se levantó para guardar el helado, regresó para sentarse en el otra sofá y empezó a mandar mensajes a Momo.

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