Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11

Reachel pensó en el juicio de Charlie Evans que tal vez él podría ser inocente, con todas esas pruebas contundentes que presentó ese abogado. Sin embargo, algo no encajaba, todas las pruebas apuntaban a él, e incluso él mismo declaró que es el asesino, y aunque realmente fuera él, habían ciertos cabos sueltos.

Las armas desaparecidas y el paradero de la señora Evans, todo eso sigue siendo un misterio, tal vez Charlie mintió y sabe dónde están las armas y su madre. De igual manera, viéndolo de otro ángulo, si Charlie hizo lo que hizo por mera ambición, ¿dónde quedó todo el esfuerzo y el apoyo que le puso a su madre?, ¿qué cambió?. Además, ¿por qué confesaría tan fácilmente que él es el asesino?, ¿arrepentimiento?.

Reachel meneó la cabeza y regresó al momento en que estaba. Se encontraba dentro de su auto en la zona de parking del lugar donde ella trabaja. Salió del vehículo y se dirigió a su oficina donde estaba su colega Jerry con dos tazas de café caliente.

—Buen día, Jerry —saludó Williams—. Supongo que uno es para mí. 

—Claro que sí, bien cargado con un toque de crema, tal como te gusta.

Reachel tomó la taza que le ofrecía Jerry y agradeció el gesto y le dio un buen sorbo.

—Delicioso —declaró ella.

—¿Qué tal el juicio?

—¿Qué te digo?, siendo honesta creo que falta una pieza más en todo este rompecabezas, hasta estoy considerando que Charlie Evans es inocente, hasta cierto punto.

—Vaya, no me esperaba eso. ¿Charlie Evans inocente?, pero si parecía tan culpable.

—Demasiado culpable.

—Y dime, ¿qué tal llevas tu ruptura con Taylor?

—Mejor, hace un par de días ya recuperé todas mis cosas y me quedé con los cachorros.

—¿Dónde te estás quedando? si necesitas donde quedarte, eres bien recibida en mi morada.

—Es muy amable de tu parte, pero ya estoy alquilando un piso en el centro. Además, si me quedo en tu apartamento, tendría que escuchar como la cabecera de tu cama choca con la pared todas las noches.

Jerry sólo se limitó a reír porque sabía que era cierto.

—Deberías invitar a salir a la Carter esa.

—¿Helena?

—Exacto. La he visto de las pocas veces que viene y tiene lo suyo.

—Eres un cerdo, Jerry —juzgó Reachel negando con su cabeza dándole otro sorbo a su bebida —. Además, no sé si ella es homosexual.

—No pierdes nada con invitarla a salir. 

***

—¡Esto es inaudito! —exclamó Helena—. Charlie Evans inocente, no había oído tantos disparates en toda mi vida.

—Aún hay ventaja —manifestó Lucas sacando de su bolsillo un juego de llaves—, la jueza dio un veredicto neutro, estoy seguro que encontrarás una manera de poner la balanza a nuestro favor.

—Eso espero. Emily no se merece esto.

La puerta que estaba enfrente del par de hermanos se abrió.

—Yo sé que no, Helena. 

Entonces, los hermanos entraron al departamento de Lucas y su familia, ahí se encontraba Cinthya en la cocina, pero dejó sus actividades para recibir a su novio a su cuñada.

—Hola, cariño —saludó Cinthya con un beso en los labios a Lucas.

—¿Qué tal, Cinthya? —abrazó Helena—. ¿Me permites usar tu baño?

—Claro, sólo que Tommy está en el baño de invitados, así que mejor usa el de la habitación principal.

—De acuerdo.

Helena se dirigió al dormitorio principal y tras usar el sanitario ella reparó en que había un dibujo de una mariposa azul pegado con cinta en la pared. De inmediato un escalofrío una extraña sensación invadieron a Helena, quien es un ataque de ansiedad arrancó el dibujo.

Velozmente, Helena se acercó a su hermano y le mostró el dibujo.

—Lucas, ¿de dónde sacaste este dibujo?

—Lo dibujé yo, tía —intervino Tom—. ¿Te gusta?

—Claro, Tom... pero, ¿cómo se te ocurrió dibujar una mariposa azul?

—Bueno, cuando me siento triste siempre me visita una mariposa azul y de alguna manera me siento mejor, creí que un dibujo de una mariposa azul alegraría a papá por lo que pasó con la tía Emily.

En su cabeza comenzaron a aparecer recuerdos al mismo tiempo: ese «ayudame a encontrar la verdad», ese «Charlie Evans es inocente», las extrañas llamadas , la mariposa azul y ahora lo que estaba pasando. Helena comenzó a sentir que el mundo daba vueltas, su parte racional decía que tal vez sería una gran coincidencia, nada más. Pero también estaba esa otra parte que le decía incongruencias, cosas que sólo podrían pasar en un cuento.

—¿Qué te sucede, Helena? —preguntó Lucas preocupado—, te estás quedando pálida.

—La mariposa, Lucas... tengo que irme.

Y en un impulso, Helena arrancó y se fue a hacer lo que ella creía que debía hacer. 

***


—Charlie Evans, se te llamó a la sala de interrogación —dijo un oficial—. Sígueme.

—¿Otra vez?, ¿por qué?

—¡Qué camines, alimaña!

El oficial empujó a Charlie hasta que este comenzó a caminar de mala gana.
«¿Qué querrán ahora?» se preguntó el joven recluso. Si le hubieran dicho que Helena Carter y la fiscal Reachel Williams le darían la oportunidad de demostrar su inocencia, no lo hubiera creído, no habría accedido a presentarse en primer lugar.

Al llegar a la sala de interrogación se le colocó un detector de mentiras al joven Evans.

—Charlie Evans —comenzó Helena antes de ser interrumpida por el susodicho.

—Presente.

—… no sé como demostrarlo, pero, sé que eres inocente. La pregunta aquí es, ¿qué pasó realmente?

—No soy… inocente.

El detector de mentiras señaló con una luz roja que esa afirmación era mentira. Ambas mujeres miraron de manera acusadora a aquel hombre que no tardó en derrumbarse.

—¡Okay, lo admito! —anunció él—, yo maté a la señorita Carter, pero… es que él tiene a mi madre.

—¿Quién?, ¿quién tiene a su madre, señor Evans? —inquirió Reachel.

—Mi madre es todo para mí, y ese maldito me extorsionó, me obligó a hacer todo esto o de lo contrario...

Charlie no pudo terminar esa frase y no era necesario, quedaba implícito el resto.

—Helena —continuó Charlie al borde del llanto—, no sabes lo dolido que estoy, pero te juro que no tenía opción, yo no quería matarla, ella era mi jefa y una gran persona… pero no quería que mataran a mi mamá.

Helena se limitó a mirar al suelo soltando un par de lágrimas. Mirando la situación, la fiscal intervino.

—¿Estarías a confesar la identidad de este hombre?

—No puedo, ella morirá si él va a la cárcel. Prefiero que me frían en la silla eléctrica a que mi madre muera.

—¿Ese fue el trato? —volvió a preguntar Reachel—, ¿echarte la culpa a cambio de liberar a tu madre?

—El trato era que yo matara a mi jefa, tomara sus joyas y las empeñara, le daría todo a él, parte del dinero sería para mi madre y para mí, así comenzaríamos una nueva vida lejos de Houston. Pero si me arrestaban antes de eso, no debía revelar su identidad.

Con cada palabra que sacaba era una pieza más para armar el rompecabezas.

—¿Tú tomaste las armas desaparecidas? —interrogó Williams.

—No, él las tomó y se las dio a los hombres que tienen cautiva a mamá. No sé sus nombres reales, pero sus apodos son Coyote y Buitre.

Era evidente que Charlie era fiel al bienestar de su madre y sería eso lo que termine por revelar al verdadero culpable.

—Digamos que salvamos a tu madre y le damos protección —propuso la fiscal—, ¿crees que nos dirías el nombre de quien te extorsionó?

Charlie asintió con la cabeza.

—¿Alguna idea de donde esté?

—Como ya le dije, fiscal, no tengo idea. Pero en el celular que me confiscaron viene el número de Coyote, él custodia a mamá.

El detector de mentiras indicó con luz verde que lo antes mencionado era verdad.

—Gracias —dijo finalmente Helena saliendo de la sala de interrogación seguida de Reachel—. ¿Ahora qué?

—Si queremos que se traiga justicia, justicia real, debemos hacer lo que él dice.

***

—Coyote, sé que soy muy insistente, pero, ¿cuándo veré a mi hijo?

—Muy pronto, señora. Ya verá, falta muy poco para que lo vea.

—Es que lo extraño mucho. Por cierto, no me gusta llamarlo “Coyote”, digame su nombre de verdad.

Antes de que Coyote respondiera algo, su celular empezó a sonar.

—A caray.

—¿Es mi hijo?

—Número desconocido—confirmó el hombre antes de contestar—. Diga.

—¿Coyote?, soy yo Charlie, Charlie Evans.

—¿En serio?, ¿no que estabas muy “ocupado”?

—Así era, Coyote, pero ya me libré de esos asuntos, no te preocupes por nada, nomas que tuve que cambiar de teléfono porque el otro lo perdí.

—Ajá.

—¿Cómo está mi mamá?

—Deseando hablar contigo. Deja te la paso.

***

Los abogados son personas normales, tienen una vida más allá de su trabajo de defender los derechos de la gente. Un claro ejemplo es de cierto abogado que tuvo un duro día en los juzgados defendiendo a un hombre que tenía todas las de perder, Charlie Evans.

El abogado consiguió que su cliente se salvara al menos por ahora, pero en esos instantes no quería pensar en el trabajo ni nada relacionado a lo fiscal. En esos momentos sólo quería regresar con su esposa embarazada.

Mientras silbaba una vieja melodía, el abogado se dirigía a su vehículo sin saber el terrible destino que le esperaba. No se encontraba ni un alma alrededor del estacionamiento, sólo estaba él y la persona que sigilosamente lo estaba siguiendo.

Esa persona perseguía al abogado como zorro a su presa. Comenzó a aumentar el paso sin ser apenas audible y cuando tuvo la distancia suficiente atacó al abogado golpeándolo con  un tubo.

Del golpe, el abogado cayó al suelo inconsciente. El atacante arrastró a su víctima y la arrojó a una cajuela de un auto cercano amarrando al abogado de pies y manos y lo amordazó. Luego sacó un celular y comenzó a llamar a alguien.

—Jefe, está hecho. Ese abogado ya no nos va a dar más problemas.

Excelente.

—Por cierto, jefe, Coyote me dijo que Charlie Evans se escapó.

¡Eso no es posible!

—Bueno, yo sólo le paso el recado. Ya sabe que si usted da la orden, yo le doy un buen plomazo y se acabo.

—No, no es necesario, por ahora. Debo verificarlo yo mismo. Gracias por el dato, Buitre.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro