Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. Cómo comprar un consolador y no morir en el intento



Sentada en mi cama, con la notebook en mi regazo, pienso si estoy lista para hacer lo que voy a hacer. Y, no, claro que no. Mi gato ronronea a mi lado, recordándome que está presente y que me juzga a pesar de creer que no es así. Por supuesto que lo hace, seguramente se burla con los otros gatos.

—Ayer mi dueña compró vibradores porque el jefe se lo pidió —seguramente le dice al gato naranja de la vecina y juntos se burlan ignorando que yo estoy llorando porque no sé qué hacer.

Estoy nerviosa, no voy a negarlo, pero también entiendo el punto de Marcus. No puedo tener relaciones con alguien cuando no conozco por completo mi cuerpo. Y, sí, antes de que digan algo, en el pasado he conocido algunas partes. Pero no sé si del todo bien. Lo que sentí con Marcus no tiene comparación a lo que yo hacía y me quedé pensando si era capaz de sentir más. Si se podía sentir más.

Tomé aire y me armé de valor para lo que estaba a punto de hacer.

Página en incógnito (no soy tan tonta como para dejar que google me muestre luego vibradores en todos lados) y entré a amazon para ver qué era lo que tenía que comprar. En ese momento me llegó un mensaje de Marcus y me tembló el cuerpo (sí, también en lugares que no sabía que podían saludarme). Miré nerviosa, con las manitos un poco temblorosas.

"¿Necesitas ayuda?"

Resoplé, por supuesto que necesitaba ayuda, pero no iba a pedírsela a él justamente. No podía, era una vergüenza que no era capaz de aprender a vivirla. No le iba a demostrar mi falta de experiencia a alguien como Marcus y no me importaba lo que dijera su tonta lista. No iba a hacerlo, fin.

Entré y comencé a ver el catálogo en silencio, sorprendida mientras bajaba por todos los productos que mis ojitos virgenes veían. ¿Qué carajo era una bala? Oh por Dios. ¿Podía usar un vibrador a distancia? ¿Qué era eso? Una locura. ¿Y si yo estaba en plena reunión y él lo hacía sonar? Mis piernas se movieron un poco incomodas y me di cuenta que deseaba eso. Seguí mirando, eso era mucho. Además el presupuesto era demasiado.

"Silencioso, pero muy poderoso" "10 velocidades distintas" ¿Para qué voy a necesitar tantas velocidades? Había de todos los colores, me causaba gracia que tuviera un consolador color rosa en la cartera. ¿Cuantas harían eso?

Y luego llegué a la peor parte. Sí, señores, a la parte de los pitos.

Pitos y pitos por todos lados. Penes, miembros, pitos de colores, penes venosos, pitos y más pitos. Cerré la tapa del ordenador y miré hacia los lados, por suerte había cerrado la ventana. Miré a mi gato y entrecerré los ojos esperando que él me dijera que estaba pensando de mi. ¿Y si en él se ocultaba el espíritu de mi abuela? ¿Y si me estaba juzgando?

—No le cuentes esto a papá y a mamá cuando vengan, ¿ok? —le pedí y volví a abrir la computadora dispuesta a comprar mi pito con pilas.

Decidí empezar a leer reseñas, porque creí que tal vez eso me iba a ayudar. Muchas eran buenas y otras un poco ridículas como "vino con un testículo medio aplastado". Me entró la risa fácil y no pude evitar tomarme todo a chiste. Luego de las risas y de burlarme de los penes de plástico, tomé aire y decidí que no sabía qué hacer. Por suerte, y como si estuviera leyendo mi mente, Marcus me llamó.

—Tal vez no ha sido la mejor decisión de mi parte —me dijo a modo de saludo y claramente arrepentido por llevarme a esa situación. No estaba enojada ni algo por el estilo, estaba abrumada—. Lamento si te estoy poniendo en una posición que no quieres vivir, Lizzie.

Sonreí al escuchar mi apodo, ese que nunca usaba y me dio a entender que estábamos hablando como una pareja íntima. No con nuestras bromitas sobre jefecito y señorita Elizabeth.

—No me has puesto en ninguna situación, yo he aceptado —le recordé y suspiré un poco mientras me acomodaba para poder hablar mejor por teléfono. Su voz me daba una sensación hermosa de tranquilidad y sonreí como una niña tonta casi creyendo que él estaba ahí a mi lado—. Me siento un poco abrumada porque no sé que puedo comprar y tengo miedo de comprar un pene de plástico con un testículo medio aplastado.

—Los míos están en perfecto estado si es de tu interés.

—Gracias, es bueno saber su condición —respondí a su broma y ambos reímos un poco por la línea del teléfono.

Marcus tomó aire y me preguntó en qué página estaba, para estar ambos en la misma. Bromeamos un poco con los primeros que encontramos y luego comencé a hacerle preguntas según lo que él sabía. Me dijo que tampoco era un experto, sabía lo básico y desconocía la cantidad de productos en ese catálogo.

—Estoy impresionada por ese de larga distancia.

—Es con una aplicación leí —me dijo mientras escuchaba de fondo ladrar un perro y como luego él lo regañaba en silencio. Sonreí, había mucho que no sabía sobre él y poco había conocido en su casa—. Se puede usar desde lejos... me parece una locura interesante. Nunca lo había visto hasta ahora. Oh, mira esta reseña "Lo compré para jugar con mi novia y me dieron ganas de tener vagina".

Nos reímos juntos un rato, porque los comentarios era lo más entretenido además de estar buscando consoladores juntos. Era una situación extraña, porque al mismo tiempo sentía que estábamos haciendo algo de pareja. Y no de pareja común, sino más bien de una pareja que lleva tiempo o por lo menos le interesa algo más que el sexo casual.

—Te envié un link a tu whatsapp, ese me parece el correcto.

Entré al link que me dijo y me encontré con algo bastante tranquilo a pesar de todo lo que había visto ya. Era un simple vibrador pequeño y de colores normales (no esos verde agua que vi). El precio era cómodo y me di cuenta que no sentía ningún tipo de desagrado por el producto. Además, lo había elegido él

—Escucha, por más que lo haya elegido yo o el orgasmo que te robé la noche anterior, tienes que ser tú quien elija esto. Eres tu la que decide qué hacer y qué no hacer con tu cuerpo.

Me sentí un poco acalorada al escucharle hablar de nuestro encuentro con total tranquilidad, sintiendo que tal vez eso ya era demasiado. Pero asentí, porque realmente deseaba eso a pesar de todo. A pesar del miedo, a pesar de lo desconocido.

—Creo que está bien para mi —susurré finalmente e hice la compra en silencio.

—Y no te emociones con los tamaños, tampoco soy un semental.

—Oh, vaya, mejor lo dejamos aquí entonces.

La risa entre ambos volvió a aparecer y no pudimos evitar quedarnos un poco colgados del teléfono escuchando al otro. Me di cuenta que deseaba mucho tener esa conexión con él, pasar todas las noches conversando de cosas banales, reírnos sobre consoladores y pitos. Vaya cosa rara que vivíamos.

—Señorita Elizabeth, creo que usted sabe muy bien que no puede recibir entregas de compras en la oficina.

Levanté la mirada confusa del ordenador, ya que estaba trabajando, y me encontré con el rostro de Marcus con una caja en sus manos. Me sonrojé como nunca antes y me mostré arrepentida por lo que acababa de hacer. No sabía muy bien que había sucedido y cómo había recibido aquello. Me golpeé la frente. Claro, yo tenía en amazon la dirección de la oficina no de mi casa. ¿Cómo podía ser tan tonta a veces? Por suerte era una caja de envíos, no decía nada en ningún lado y los únicos conocedores del contenido éramos nosotros dos.

—Lo siento, Marcus, yo...

—Estoy bromeando, encontré al repartidor de amazon afuera perdido buscando la editorial y tomé el pedido. Puede recibir sin problemas —me comentó y me regaló una sonrisa de esas divinas que él tenía. Tomé la caja y la guardé entre mis cosas para que nadie más la viera.

Noté la mirada de Laura puesta en mi caja y luego volvió a mirar a su computadora con una pequeña sonrisa, aunque sin echar bocado. Susan, mi supervisora, estaba en silencio desde que la había encontrado con la lengua en la boca del dueño de todo ese edificio. Sin embargo, no me dijo nada y por suerte ya que yo estaba realmente nerviosa

Esa noche fui a la casa de Marcus una vez más y esta vez fue diferente. No fue un encuentro rápido como la vez anterior, sino que fue realmente una cita. Comimos una pizza llena de grasa en el comedor y luego nos sentamos en el balcón a charlar de cosas sin sentido mientras terminamos nuestra cerveza. Ahí conocí a Pug, su perro precioso que a veces vivía con la madre del chico y a veces con él. El perro me llenó de besos por donde pudo y se mostró bastante contento de conocerme.

—¿Lo usas siempre para conquistar a tus chicas? —quise saber bromista mientras le acariciaba detrás de las orejas. Al perro, claro. Aunque no me molestaba si él necesitaba lo mismo. Solo esperaba que estuviera bañado.

—Solo a las que son difíciles de conquistar.

Lo miré conteniendo la sonrisa y sus ojos brillosos me miraron fijamente en la noche. Extendió su mano y yo la tomé pensando que iba a levantarse para ir a otro lado, pero en cambio me atrajo hacia él para sentarme en su regazo. Me sentía incomoda por mi peso, no sabía qué hacer y temía lastimarlo. Nunca me había sentado así con alguien y no podía dejar de pensar en eso.

—Estás incómoda, ¿qué sucede? —me preguntó mientras dejaba su lata de cerveza y acariciaba mi mejilla con sus dedos fríos por el sudor de la lata. Suspiré y cerré los ojos, dándome el lujo de pegar mi frente en la suya. Su colonia me invadió y lo sentí en todos lados. Su otra mano reposaba en mi gorda pierna, dejando descargas eléctricas por todo mi cuerpo—. ¿Por el peso? Deja de pensar en eso un poco.

—No es tan fácil cuando vives con él, cuando no te puedes sentar en las sillas normales o lo haces con mucho cuidado. No puedo simplemente dejar de pensar en mi peso cuando la gente en el transporte público no se sienta conmigo porque no entra o si lo hace se va rápido por sentir mis caderas golpeando las suyas...

—Lizzie —susurró deteniendo mi monólogo angustiado, lleno de miedos e inseguridades. Me di cuenta que había soltado todo eso sin pensar y ya estaba comenzando a esconderme en mi cueva—. Tu peso existe. Tiene un número, tiene identidad y convivirá contigo siempre. A veces el número será mayor, a veces menor. Pero es parte de ti. No vas a ocultarlo con medias, no vas a ocultarlo con fajas y no vas a poder ocultarlo de la gente. Tienes que convivir con él.

—¿Y crees que no convivo con él, Marcus? ¡Te estoy diciendo estas cosas y me dices esto! —exclamé algo enfadada y me di cuenta que estaba hablando con angustia contenido, sentía mi garganta doler y mi corazón romperse al darme cuenta que no me entendía. Me tomó las manos, impidiendo que yo me alejara de él porque estaba tratando de hacer eso.

—No, Lizzie, escuchame. No te encierres, escuchame. No te encierres en tu mundo pensando que no puedes hacer nada porque tienes más peso que los demás. Lo importante es estar saludable y que lo aceptes. Si no hay nada malo con tu salud al tener más peso, puedes vivir con él también. No te encierres en un mundo horrible en donde no puedes hacer nada porque eres gorda.

Tragué lentamente al escuchar la palabra maligna, la que nadie decía, la que todos odiábamos. Me sentí una niña porque comencé a llorar, todo porque el chico que me gustaba me decía gorda. Gorda, gorda, gorda. Ahí estaba la palabra que no podía ni siquiera decir en voz alta porque mis compañeros estaban gritando por los pasillos lo que era. Recordé al chico que me gustaba, en plena fiesta diciendo: "es bonita, pero gorda". La imagen de un chico en un baile, riéndose detrás de mí: "mira cómo baila la gordita". Las lágrimas me caían y aun así, Marcus la sacó de mi rostro con tranquilidad.

—Mi madre es nutricionista —me contó y yo sentí que ya odiaba a esa mujer. Los nutricionistas eran personas que odiaban a los gordos, de eso no tenía ninguna duda y todos a los que había ido se comportan igual—. Pero sufrió obesidad toda su vida, al día de hoy su peso no es el ideal. ¿Sabes por qué quiso ser nutricionista? Porque se propuso ser lo que la gente como tu necesita. Yo también fui gordo de chico, fui inseguro y una persona incapaz de pensar en algo que su padre no le dijera. Tenía que ser médico, empresario o rico. Pero decidí apostar por el mundo de la literatura, uno casi muerto en cuanto a lo físico, pero no me importó. ¿Sabes por qué?

—¿Por qué te gustan las causas perdidas como yo?

—Además de eso —comentó riendo un poco mientras acariciaba mi espalda y yo me sentía la chica más cómoda entre sus brazos—. No creo en la belleza del dinero, en la belleza normal. Creo en la gente que tiene talentos ocultos, que tiene belleza de maneras diferentes y te la demuestra de otros modos. Nuestras historias no son las que siempre verás por editoriales grandes, sino promesas para el futuro. Veo lo mismo en las personas.

—¿Eso viste en mi? —quise saber curiosa, encantada con sus palabras.

Conocía ese discurso porque ya lo había visto dando charlas pidiendo a los empleados que buscaran eso. La editorial Scott era una editorial que no pensaba en los números extremos, sino en las promesas. Obviamente nos estábamos muriendo de hambre, pero por lo menos éramos felices viendo que nuestro contenido era bueno. Nos fundimos, pero felices.

—Tu tienes una belleza única, Lizzie, una que no se ve todos los días. Eres la persona más divertida que he conocido en mi vida y le das un color a la editorial que podríamos imitar nunca por más que quisiéramos. Cuando mandaste mal el mail, te caíste de culo en mi despacho y me miraste un poco mucho la entrepierna... me di cuenta que eras única y no podía dejar irte. Eso te define. No te define el número que te muestra la balanza, ni los comentarios de las personas o ser virgen o no. Te define la marca que dejas en este mundo y me gusta eso de ti, Lizzie. Me gustas y mucho.

Humedecí mis labios sin dejar de mirarlo a él, a ese hombre que tenía diciéndome las cosas más lindas que escuché en mi vida. Diciéndome bonita, linda, llena de luz, todo lo que alguna vez había querido escuchar. Marcus era lo que siempre había buscado y a pesar de nuestras diferencias podíamos encontrar una manera de conectar.

—A mi también me gustas mucho, Marcus.

Su boca buscó la mía como siempre y yo fui a su encuentro sin dudarlo, porque necesitaba besarlo en ese momento tan bello que seguramente iba a recordar toda mi vida. Necesitaba su contacto, sus besos en mi piel y su voz llamándome por mi nombre largo, corto o lo que sea. Lo quería y de maneras que por el momento no entendía.

—¿Quieres probar la compra en Amazon así podemos dejar una reseña?

Me reí sobre su boca ante su propuesta y asentí, porque estaba más que lista para cualquier cosa que él me pidiera hacer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro