
14. Cómo vivir tu sueño y no morir en el intento.
Lo siguiente que pasó no tiene explicación para mi actualmente. Sucedió. Así, sin más. Toda mi vida he querido ser escritora, desde pequeña he querido contar historias que llegasen a los corazones y que enseñaran algo. A veces quería contar ese tipo de novelas, otras veces solo quería contar historias de amor que salían de mis sueños más delirantes. Pero esa novela era especial, realmente lo era.
Todo sucedió con una rapidez que a veces me sorprende recordar. Marcus no quiso cenar conmigo ni verme, simplemente imprimió todas las hojas del manuscrito de su editorial junior y se sentó en el sillón de la editorial a leer, con un plumón en su boca que usaba de vez en cuando. Yo estuve un tiempo con él, nerviosa, ansiosa y deseando saber que pensaba. Sin embargo, a la hora de no recibir respuesta de él más que gruñidos, decidí marcharme por los nervios. Él me dijo que iba a comer algo rápido y luego iría a su casa, pero sabía que estaba inquieto.
Muchas veces había llegado temprano a la editorial para encontrarlo durmiendo en los sillones de la sala, con el brazo en el rostro y el cabello fuera de su agarre, con los mechones descontrolados. Me contaban luego que había pasado toda la noche leyendo y corrigiendo una novela. Días después teníamos en nuestro buzón de correo una nueva publicación que seguramente a todas nos iba a encantar.
A él le apasionaba leer historias, llevarlas de la mano y publicarlas. Lo veía por horas conversar con los escritores que llegaban a la editorial y me encantaba observarlos riéndose entre libros y café. Marcus era editor además de un empresario joven y exitoso, lograba conseguir cosas que nadie más había logrado con su edad y me encantaba verlo en acción. No solo convencía a la gente por lo guapo que era, se notaba que le apasionaba el trabajo. Se notaba que quería cumplir sueños además de pagar sueldos. Era uno en un millón y a mi me encantaba por eso.
Esa noche dormí poco y nada, le envié un par de mensajes, pero respondió muy pocos. Algunos me mandaba fotos de él casi dormido en el sillón de su casa, con el perro y la cara manchada por el plumón de color amarillo. Era simpático, era divertido a su modo y me hacía reír. Era todo lo que podía pedir en ese momento de un hombre.
Pero al día siguiente sucedió lo que menos me imaginaba. Llegué a la editorial y Marcus me pidió una reunión rápida. En mi correo habían varias reuniones, pero no pude ver ninguna porque, obvio, me interesaba más la de Marcus. En la sala espejada, estaban las hojas de mi novelas llenas de apuntes, marcas y algunas manchas de café. No sabía que podía significar, pero estaba nerviosa por saber cuál era su veredicto.
—Terminé de leer tu novela —me dijo a modo de saludo y yo levanté una de mis cejas sorprendida por lo rápido que iban a terminar las cosas. ¿Qué faltaba? ¿Un regaño? ¿Una queja? No lo sabía y suspiré cuando me senté frente a él esperando lo peor—. ¿Eres consciente que habla de nosotros, no?
—Oh, no, escribí una novela sin darme cuenta que me estaba inspirando en la historia con mi jefe —bromeé, pero él no se rio y me quedé en silencio sintiéndome incómoda. Suspiré y traté de comenzar a decir algo que tuviera sentido para Marcus. ¿Una disculpa? Algo—. No quise...
—Me ha gustado mucho —sentenció en medio de mi discurso y me quedé boca abierta sin saber que decirle. ¿Le había gustado mi novela? ¿Un tipo como Marcus? No lo podía creer—. Se la envié a mi madre y a Susan. No creo que hayan leído mucho, pero me han comentado que les ha gustado.
No, no podía ser.
—No sé cual es el target ideal de la novela. No sé si es para jóvenes... no sé si es para mujer más adultas. Eso tendrás que decírmelo tú y el equipo de marketing. Pero creo que aquí tenemos nuestra salvación, Lizzie. No puedo creer que tardaste tanto tiempo en mostrarme esto.
¿Estaba despierta acaso?
—Esto cambiará la imagen para siempre de nuestra editorial. Contaremos que le dimos la oportunidad a una de nuestras empleadas que siempre tuvo como sueño publicar, que trabajó duro, pero nunca se rindió y demostraremos que escribir es trabajo, talento y una carga sentimental de sueños —decía sin parar, caminando de un lado al otro como una persona a base de café y tal vez gaseosa. Yo estaba impactada, tenía la boca abierta y en ese momento no sabía que decirle—. Iremos a eventos, a conferencias, contaremos mil historias de superación y mucho más... este es el momento para...
—¿Me estás hablando en serio, Marcus?
El silencio apareció en la escena y él me miró confuso, sin saber qué decir ante la situación actual. Nos quedamos unos minutos en silencio sin saber que comentar, porque ninguno estaba al tanto de lo que el otro pensaba y me dio miedo.
—No quiero... no quiero que esto arruine nuestra relación.
—¿Nuestra relación? —preguntó Marcus repitiendo mis palabras, se sentó a mi lado, moviendo la silla de un modo que me asustó y luego apoyó su mano en mi rodilla. Frente a todos los curiosos que no entendían qué estaba sucediendo, pero sin embargo miraban a la sala. Seguramente pensaban que iba a echarme, de eso no tengo ninguna duda—. Aquí importas tu, Lizzie. No importa lo que tenemos...
—¡Claro que importa lo que tenemos, Marcus! Eres lo mejor que me ha pasado...
—Esto es lo mejor que te ha pasado —remarcó marcando con su dedo los papeles en la mesa y me quedé mirando aquello, analizando que tenía razón. Sí, encontrarlo había sido algo mágico, bonito y único. Pero escribir esa novela también lo era. Había dejado mi alma, mis miedos, mis inseguridades y finalmente había podido escribir algo que me llenaba el corazón—. ¿Sabes que quisiera? Quisiera que la Lizzie que conocí cuando me envió el mail equivocado leyera esto. Quisiera que todas las Lizzie del mundo encontraran en estas palabras lo que no encuentran en el espejo, ¿entiendes? No puedes decir que conocerme fue lo mejor...
—Pero el libro en gran parte fue gracias a ti... las cosas que me has dicho...
—No, Lizzie. Esto ha salido de ti. Las cosas que yo he dicho han sido las que necesitabas oír, pero que ya las sabías —me dijo y asentí, porque eso sí era cierto. Marcus me había dicho lo que nunca había podido decirme. Su crecimiento había sido gracias a él, a su aliento, pero también gracias a mi. Porque en los momentos más oscuros, solo había estado yo y tenía que aferrarme a eso—. Esto, esta novela y tu talento por contar las cosas es mucho más grande que una relación. Te dirán que te has acostado con el jefe para conseguir el contrato editorial, que eres una manipuladora... lo que sea, pero cuando lo lean se darán cuenta que la chica escondida detrás de un escritorio siempre fue una escritora. Eres una escritora, Elizabeth, vas a contarle a la gente tu historia y la vas a ayudar a crecer. Alguien leerá tu novela y crecerá, se querrá un poco más y dentro de una bonita historia de amor aprenderá a quererse. Que prefieres. ¿Un final feliz de una pareja o una mujer que ha aprendido a mirarse al espejo?
Me di cuenta que estaba emocionada, que sentía los ojos llenos de lágrimas y que eran por las palabras mágicas de Marcus. Me temblaban las manos sobre mi regazo y él las tomó para dejarles un beso en la palma, ignorando que éramos el show de la editorial en ese momento. Estaba nerviosa, pero asentí, porque prefería lo segundo. Siempre iba a preferir que una persona se amara primero y luego consiguiera el amor.
—Estoy tan enamorado de ti ahora mismo que echaría a todos los presentes para hacerlo sobre el sofá en el que dormí super incomodo.
Me reí sin poder evitarlo y él se unió a mis risas, pero no dijimos ni hicimos nada. Simplemente nos quedamos mirando como tontos, como tontos enamorados que éramos y tal vez siempre seríamos. ¿Siempre? ¿Estaba escuchando campanadas en la habitación? Tal vez sí.
—¿Y ahora qué sigue? ¿No eres tú quien elige que debe seguir? —pregunté cuando terminamos nuestra reunión en la que nos dijimos un par de tonterías más, pero sabía que tenía mil más en ese momento. Marcus se rio y asintió, levantando la tapa de su ordenador para contarme cómo seguiría esto.
—Bien, tienes una reunión con Susan, con el contador y luego con Laura. Lo sé, sé que odias a Susan y es entendible. Pero no es una mala mujer, te lo prometo —me dijo mientras yo refunfuñaba como una niña, incapaz de ver más allá de la realidad. Algo era cierto, Laura era una increíble editora y por eso era mi supervisora. Cuando la conocí creí que íbamos a tener una relación de alumna y mentora, pero nada más lejano. Suspiré enojada, porque no era lo que estaba buscando—. Lizzie, si vamos a hacer esto tienes que saber que vas a tener muchas conversaciones con personas que no quieras. Sin embargo, tienes que ser fuerte y entender que son por un buen bien.
—Susan va a negarse a aceptar mi novela y a decir que soy poca cosa...
—Ya la ha leído y la ha aceptado.
Sentí que la boca se abría de par en par, porque no podía creer que estuviera diciendo aquello. Susan, la supervisora que me había odiado y siempre maltratado había elegido mi libro. Estaba desesperada, no había otra opción en ese momento. Miré a Marcus sin poder creerlo y él me regaló una sonrisa.
—Para ser una persona que no quiere ser juzgada... juzgas mucho a los demás, Lizzie.
No podía creer que él estuviera diciendo aquello, que realmente se olvidase que su padre estaba engañando a su madre. No comprendí que sucedía con él y tal vez creí que ella había aceptado eso por aquel motivo. Claro, eso tenía sentido. Aceptaba porque yo la había chantajeado también. Por ahí buscaba derrotarme, publicar mi libro lleno de faltas en donde me enamoraba de Edward Cullen o algo por el estilo. Eso debía ser, ¿no?
—Es la mujer con la que está tu padre...
—Aquí hay una realidad de la que nunca hemos hablado —comenzó y dejó escapar un suspiro largo que me dio pánico—. Mis padres se están separando hace mucho, pero no es algo que yo pueda detener. Van y vienen, son esa relación tóxica que nunca quiero tener en mi vida. Mi madre es una mujer independiente e inteligente que ama demasiado a su marido manipulador y egocéntrico. Van y vienen, pero yo ya no participo más en sus juegos. ¿Sabes por qué? Porque siempre salgo herido. Y lamento haberte metido en esto también a ti... pero tienes que entender que su relación es de ellos y no quiero que te haga daño. Mis padres son un mundo, yo soy el hijo que no se mete porque lo dañan y así hemos sobrevivido. Que no te sorprenda que aparezcan en un evento de la mano y enamorados...
—Entonces no es justo para Susan, Marcus. No es justo que estés mirando como tu padre hace sus maldades y sufre una mujer —respondí sorprendida por mis propias palabras. Supuestamente odiaba a esa mujer, pero ahí estaba mi empatía por ella. Tal vez Laura me había demostrado mucho más de lo que yo había imaginado.
—Lo he hablado con ella, Lizzie. Le he tratado de decir, pero creo que es muy tarde y no puedo impedirle que deje de estar enamorada. A veces el amor no es sano.
Asentí, porque tenía razón. A veces el amor no era sano y si bien lo sabíamos lo elegíamos todos los días. Suspiré y terminé por aceptar que tal vez estaba juzgando a una mujer que no conocía. Yo no tenía la culpa de que solo me mostraba lo peor de ella, aunque siempre he creído que la gente que se comporta tan mal por algo es. Algo por dentro les hace mal y lo descargan de algún modo. Tal vez ese era el caso de Susan y yo recién lo estaba notando.
El silencio nos invadió a las dos, a la alumna y mentora, supervisora y junior. Por muchos años Susan y yo habíamos compartido escritorio, hasta que finalmente me pasaron al sector en donde estaba Laura y Susan quedó del otro lado. Nos veíamos las caras, pero por lo menos no miraba mi monitor y mi compañera no decía nada cuando me veía en redes sociales. Yo tampoco le decía nada cuando la veía en tinder a pesar del novio. Era un acuerdo que teníamos en silencio.
Sin embargo, nuestros meses compartiendo el escritorio habían sido complicados y en muchas ocasiones llegué llorando a mi casa. Llamé a mis amigas en un mar de lágrimas y le juré a mis padres que iba a dejar de ser pasante. No sé cómo había logrado pasar por su manía por el control, su manera horrible de tratarme y su presión constante. Susan un día me dijo que ya no era pasante, que era editora junior y no se debía a mi graduación, que había sido hacía mucho tiempo. Me había elegido y estaba en un puesto privilegiado.
Creí que eso iba a cambiar nuestra relación, pero nada más lejano entre nosotras. Y ahí estábamos, como si nada, como si yo fuera el cliente y ella mi empleada. No era así como tratábamos a los escritores, pero estaba nerviosa por saber como se trataba a un escritor en esos momentos.
—Voy a confesar que no me sorprende nada lo que está sucediendo, Elizabeth.
Por un momento la miré sin entender, porque no estaba del todo interesada en escuchar sus palabras que iban a costarme la paciencia que no tenía. Pero me di cuenta que tal vez estaba siendo dramática y tenía que darle una oportunidad a esa mujer.
—Siempre supe que ibas a ser buena —confesó de la nada, sorprendiéndome más que otra cosa y en ese momento, lo confirmo, no entendí nada de lo que estaba pasando. ¿Me estaba elogiando? ¿Luego del maltrato? Estaba delirando, definitivamente—. ¿Nunca te preguntaste porque te contraté a pesar del desastre que eras como pasante? ¿O tengo que recordarte las cosas que hacías en ese momento?
Suspiré. Bueno, aquí vamos con un poquito de verdad, yo era más bien un desastre. Eso ustedes ya lo saben, pero imagen lo que era al entrar. Una vez le envié a un escritor una corrección por error, otra vez creí que una persona era un troll de internet cuando en realidad era un famoso autor haciéndome una broma por mail. Confundí yogur por leche. Mil veces tomé leche vencida, dejé pollo en la heladera y tapé el baño dos veces. Yo era un desastre, no iba a negarlo, y mil veces creí que iban a despedirme. Sin embargo, una vez me llamaron para decirme que estaba contratada y que empezaba a tener un sueldo fijo.
—Bueno, no todos somos perfectos.
—Lo sé... pero a lo que voy es que siempre supe que ibas a triunfar. Era cuestión de verte, de notar tu energía. A veces uno se da cuenta de esas cosas, nota cuando alguien va a ser grande y que no estará con nosotros por mucho tiempo —me contó como si me estuviera diagnosticando de un cáncer terrible—. Lamento haber sido cruel contigo, Elizabeth. No merecías el maltrato, solamente quería ver si podías soportar permanecer en la editorial. Lo hiciste y al día de hoy no puedo creerlo...
—Tal vez era porque me interesaba el trabajo. ¿Nunca pensó en eso? ¿En ser más agradable por que su compañera de trabajo quería quedarse? —le cuestioné algo enojada, porque todo ese discurso de 'siempre creí que ibas a ser alguien' me aburría y me enojaba. Era injusto que se comportara de ese modo—. No se maltrata a una persona para cuidarla, para hacerla más fuerte... eso es antiguo y horrible. Todos estamos pasando por algo, Susan y seguramente tú también pasaste por mucho mientras yo te insultaba en mi mente, pero aun así jamás te hice daño.
El silencio reinó entre ambos una vez más y yo me sentí bien, sentí que había hecho lo que tanto estaba deseando hacer por años. Esas cosas antiguas no podían seguir sucediendo y quería que si un nuevo pasante entrara no tuviera que vivir eso. No tuviera que vivir con el miedo de tener una supervisora malvada que probara su fuerza a base de maltrato.
—Tienes razón —admitió finalmente y no pude mostrarme más sorprendida, porque en ese momento estaba siendo la persona que jamás creí que sería. Vaya sorpresa en ese momento y se notaba en mi rostro aquella expresión—. He sido muy cruel contigo solamente por envidia de tu juventud y capacidad. Me descargué y no era lo ideal. Te pido disculpas, Lizzie.
Aquello parecía más irreal que la publicación de mi libro, sin embargo, me sentí lo suficientemente adulta para asentir y disculpar a esa mujer. Sí, ya sé lo que están diciendo. Perdonar no siempre es lo mejor cuando te lastiman tanto, pero yo era de esas que aceptaba que todos eramos humanos y que pedir perdón era divino. Susan merecía una nueva oportunidad y, si tenía suerte, no iba a castigar a nadie más.
—Ahora, me gustaría que pudiéramos hablar de editora a escritora y que me dieras la oportunidad de serlo. Creo que hay mucho potencial aquí, a veces se pierde, pero creo que podemos enfocarnos todo el tiempo en conseguir lo que tanto buscas. Esta es una buena historia, Lizzie. Marcus tiene razón, aquí hay una voz y es la tuya. No quiero que falles.
Sonreí y asentí decidida, yo tampoco estaba dispuesta a fallar.
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