
12. Cómo tener celos por tu jefe y no morir en el intento.
Advertencia de autora: comentarios insultantes serán eliminados. Por favor, les pido empatia en este capítulo y que piensen antes de comentar. Lizzie es un personaje inseguro y tiene pensamientos feos como cualquier de nosotros. Comentarios de odio hacia mi y gordofobicos serán eliminados.
Les voy a presentar al mejor amigo de las gordas. Las fajas.
Ya sé, ustedes seguramente estaban pensando en otras cosas, pero lejos estaba de admitir en algún momento que las fajas eran la solución a todo. Y ahí estaba, en plena tienda de vestidos junto a Laura, que no ayudaba mucho, pero de vez en cuando me daba opciones. No les he contado, pero seguramente piensan que no tengo más amigos que mi gato. Y no es cierto. Bueno, un poco. Me mudé a esa ciudad dejando a mis amigas en su pueblito y por eso estaba más sola que un perro. A veces hablábamos por conferencia o viajaban a la ciudad, pero poco era mi contacto con ellas. Seguían siendo las típicas chicas que se casaban y tenían hijos, cuando yo ni siquiera había empezado a aprender como tener hijos.
Por eso Laura estaba ahí y en ese momento me parecía la mejor opción. Ella había estado distraída toda la tarde, pero de vez en cuando me decía las cosas de frente.
—Eso te queda muy feo.
—Eso te hace muy gorda.
—Horrible color.
—Pareces una pelota.
—Ese puede ser.
Y así.
No me quejaba, necesitaba su honestidad teniendo en cuenta que Marcus me iba a llevar a un evento editorial como si fuera su modelito. Estaba nerviosa y un poco asustada, lo suficiente para hacer eso que odiaba con toda mi vida.
Vamos a hablar de algo. No hay nada peor para una gorda que probarse ropa. Creo que no existe nada que me diera más vergüenza, además de tener sexo, que probarme ropa. Todas las tiendas eran para personas con un cuerpo exageradamente delgado y perfecto. Creo que ni siquiera las delgadas entraban en esa ropa que decía ser la adecuada. Los maniquis parecían muchas cosas, pero no tenían el cuerpo de un humano y los talles era algo extraño. ¿Por que a veces me probaba vestidos muy parecidos pero de diferentes tallas? ¿Por qué no había talles para todos? Odiaba cuando la chica que vendía ropa me preguntaba cómo me quedó. Horrible me quedó, señorita. ¿Qué más quiere?
Ser gordo y probarse ropa era complicado. Las lágrimas, el sudor, todo eso en un solo momento y siempre terminaba queriendo a mi mamá y a mi gato. Por suerte a Laura eso no parecía importarle porque para ella le parecía normal que yo tuviera un cuerpo diferente. Era una pena que la sociedad y los diseñadores de ropa no dijeran lo mismo.
—Vamos, Lizzie, encontraremos tu vestido perfecto. No te preocupes —me dijo esa tarde cuando salimos de un local con la cabeza baja. Tenía como opción pedirlo online, pero no era lo mismo porque podía fallar.
Miré mi teléfono cuando sonó y me encontré con un mensaje de Marcus.
"Dile a Lizzie que hay un local inclusivo en la dirección que te paso. Que vaya cómoda al evento, que tiene que soportar una noche entera.
Mensaje de mi madre, te paso la dirección."
Me sorprendí al darme cuenta que mi suegra, digo la madre de Marcus había pensado en mi y recordé que era nutricionista. Seguramente estaba acostumbrada a gordos llorando por querer entrar en una prenda de ropa. ¿Quién diría que la tela podía hacer llorar tanto a alguien?
—¿Quién es el afortunado que irá contigo? —quiso saber Laura sonando un poco más interesada en el chisme que en mi ropa. Caminamos hacia la dirección, que no estaba muy lejos, y la rubia me tomó el brazo para caminar juntas de ese modo. Laura a veces podía tener esos ataques de confianza que eran extraños y otras veces era muy distante.
—Iré con Marcus a un evento editorial.
Pude ver como la mandíbula de Laura caía al escucharme decir eso y por un momento se mostró incómoda. Sabía que venía, no podía negarlo.
—¿Has estado con él, no?
—Oh, bueno... fue una sola vez en una fiesta —comenzó a explicarme sumamente avergonzada y claramente incómoda. Mis energías se estaban cayendo por completo y no quería seguir estando con Laura en ese momento—. Bueno... salimos un par de semanas y me dio este trabajo porque yo estaba desesperada por dinero.
Quiero pedirles que no me juzguen. Era la primera vez que alguien me gustaba mucho y en ese momento una chica como Laura, que ante mis ojos era perfecta, me estaba diciendo que había tenido algo con Marcus. Sentí celos al instante y no pude evitar soltarme de ella, porque no quería estar a su lado. Además, ¿qué hacía yo con una chica como ella? Todos los hombres pasaban y la miraban como si fuera arte. En los locales de ropa las empleadas iban directo a ella y ponían cara fea cuando les decía que yo era la que buscaba ropa.
No éramos de los mismos mundos, ¿por qué yo trataba y trataba de formar parte?
Por eso, con esos sentimientos, dije algo horrible. Nunca había entendido como alguien con tan poca formación editorial estaba trabajando con manuscritos, ahí entendí finalmente.
—Ahora entiendo porque has conseguido un trabajo.
Laura se detuvo en seco en la calle, haciendo que yo la imitara y levanté una de mis cejas sintiéndome muy genial por decir eso. Ella balbuceó, sorprendida por mi agresividad y mi manera estúpida de ser en ese momento que me estaba defendiendo. Lo que hice no tiene explicación, había lastimado a una persona de una manera horrible. Me sentía mala, que defendía lo que era mío de delgadas sin gracia. Eso creía de una persona, de una mujer como yo que me había contado sus problemas y regalado un labial carísimo.
—No estoy compitiendo por quedarme con mi jefe, Lizzie —me dijo al instante, claramente sorprendida por mi actitud de niña—. Entré sin mucha experiencia a una editorial independiente, que necesitaban a una persona que manejara sus redes. Aprendí en el camino y hoy en día las redes sociales de la editorial se mueven más que cualquier otra cosa en la editorial.
—Oh, vamos, Laura, estes es un mundo de hombres y tu eres el tipo perfecto de chica que todos quieren tener.
Sí, en eso me había convertido.
—No, no, escúchame, Lizzie —me obligó a mirarla en medio de todo el caos de la ciudad. La gente pasaba cerca nuestro soltando insultos porque estábamos quietas en medio de la vereda—. Sí, este es un mundo de hombres, por eso está mal que creas que me gané el puesto porque me acostaba con el jefe. Conoces a Marcus y sabes que es incapaz de hacer algo así. Me contrató porque es un buen tipo y me dio una oportunidad. Yo conseguí todo lo demás sola y me esforcé para ser mejor. Nunca más en tu vida quieras desacreditar mis logros.
Me quedé en silencio, nuevamente sin poder creer la fuerza que tenía Laura para decirme las cosas en la cara y me avergonzó mi manera de comportarme. Después la chica dijo que le parecía lo mejor irse y me quedé sola. Sin la única amiga que había podido conseguir, que estaba un poco obligada a soportarme porque trabajamos juntas. A veces me comportaba de ese modo, incapaz de entender que otras personas también sufrían y no eran diferentes o privilegiadas por nacer delgadas. Me costaba verlo, me costaba entender que no solo yo había sufrido en mi vida.
Esa noche parecía ser un desastre, pero decidí que no iba a dejar que eso sucediera
Esa noche parecía ser un desastre, pero decidí que no iba a dejar que eso sucediera. Me negaba totalmente a arruinar mi relación con Marcus por celos, pero estaba entendiendo algunas cosas. Laura siempre había tenido rencor por Marcus, le hablaba de manera diferente que a los demás y bromeaba con tener un muñeco vudú entre sus cosas. Claro, que tonta había sido en ese momento.
Fui a la tienda que la madre de Marcus me dijo y elegí un vestido verde que combinara con mi cabello. No me emocioné cuando finalmente algo me entró y me quedó precioso. La faja hizo un trabajo perfecto y me volví a casa sintiendo de todo menos felicidad. Ustedes no se imaginan que felices nos ponemos los gordos cuando finalmente encontramos algo que ponernos. Los flacos pueden ponerse cualquier cosa, pero nosotros directamente nada. Y por eso los odiaba, porque eran privilegiados y ni siquiera lo sabían. Laura era una privilegiada que tenía una cara preciosa y un cuerpo envidiable.
Mis pensamientos estaban llenos de celos y odio, pero yo no lo entendía. Me habían enseñado que las mujeres eran competencia y desde que ella había soltado el nombre de Marcus en sus labios era mi enemiga. La chica que secó mis lágrimas en el baño y me dio las palabras que necesitaba para avanzar.
Así somos a veces, errados. Somos humanos que se equivocan y yo no paraba de hacerlo. Responder como le respondí a Laura no está bien, lastimar a alguien porque no estamos seguros de nosotros mismos no está bien. Me costó verlo, sobre todo en ese momento.
—Wow... sabía que no estaba preparado para esto —comentó Marcus cuando me vio bajar las escaleras de mi departamento y a mi se me cayó la cara al piso.
Había visto a mi jefe en traje mil veces, pero no para un evento. Me volví loca con solo verlo y quise comermelo ahí. En el pasillo, a la mierda el evento, no me interesaba vivirlo de ningún modo si no podía hacerle nada. Marcus comprendió mi mirada y se rio, negando con la cabeza porque a veces creía que podía leer mis pensamientos. O tal vez se notaba desde Roma que estaba alzada.
—Pareces sacado de una novela juvenil...
—Tienes que dejar de leer novelas de aplicaciones, Lizzie. Te está haciendo mal.
—Claro que me está haciendo mal, pero sales perdiendo tu. Tengo expectativas altísimas de ti —bromeé y Marcus abrió los ojos sorprendido por aquello. No iba a negarlo, si el delicioso con él no me hacía ver las estrellas pedía el reembolso.
No iba a negarlo, si el delicioso con él no me hacía ver las estrellas pedía el reembolso
Estábamos en su auto y andábamos por las calles de la ciudad, yendo hacia el evento. Sonaba muy bajo Taylor Swift, porque yo lo había pedido, y yo me movía nerviosa en el asiento sabiendo que iba a encontrarme con mil personas. Me estaba llevando a un lugar que no estaba lista y muchas personas iban a preguntar por mi. ¿Saldría en las revistas? ¿Mi madre me vería? No lo sabía y estaba muy nerviosa.
—¿Por qué no me dijiste que tenías algo con Laura? —quise saber algo acusadora, sin poder evitarlo. La expresión de Marcus pasó de sorpresa a los nervios, se notaba que yo lo había puesto incómodo, pero no me importaba.
—¿Has hablado con ella?
—Sí, me lo contó hoy cuando le dije que venía contigo. Hasta me dijo que le diste un lugar en la editorial por ser linda.
—¿Qué? Yo no hice eso porque estábamos saliendo —respondió mirando la carretera y luego a mi. Los celos, chicos, que enemigo del mal. Eran invisibles y envenenaban todo lo que estaba a mi alrededor—. Noté que ella tenía una gran facilidad para las redes sociales, ya sabes que tiene un montón de seguidores porque antes era alguien que formaba parte de la socialité.
—¿Qué? ¿Era una Kim Kardashian?
No podía creerlo. Eso explicaba mucho las cosas.
—Sí, es la hija de un rico en España. Pero eso no es importante. No entiendo porqué estamos teniendo este tipo de conversaciones. Laura es mi pasado como seguro tu tienes uno.
—No, no tengo pasado.
Le respondí tan enojado porque eso era verdad. No había nadie más que él en mi historial. Tal vez un par de besos con otras personas, pero nadie tan importante. Ni siquiera mi primer novio cuando era chica. Eso me molestaba, que no sabía cómo manejar mis sentimientos y parecía que a Marcus no le había gustado mi actitud porque me miraba realmente ofendido.
—Mira, Lizzie, Laura es una chica increíble y lo nuestro no se dio por... no lo sé. Cosas. No era la chica para mi. Nos habíamos conocido en una fiesta, nuestros padres se conocían... cosas así. Pero eso no quiere decir que tenga algo con ella..
—Dilo. Es tu tipo de chica, preferirías ir a este evento con alguien como Laura. Parte de la socialité, bella e interesante.
¿Mis inseguridades hablando por mí de un modo que jamás había pasado antes? Sí, eso era lo peor. Ya no era sobre Laura, para nada, era sobre mí. Odiaba no ser suficiente.
—Lizzie... quiero estar contigo. Estoy aquí contigo y no con Laura.
No sabía porque estaba arruinando eso y finalmente comprendí el motivo. No solamente por mis celos, sino que jugaba en contra mis inseguridades.
—No quieres ir al evento —adivinó finalmente y me miró esperando que yo confesara mi miedo no dicho. Finalmente, comprendiendo mis miedos, asentí—. Y seguramente es porque sientes inseguridad de ti misma y crees que me voy a ir con la primera modelo que se pase por mi lado. Por eso pones a Laura en esta conversación.
Volví a asentir y pude escuchar como chasqueaba la lengua ofendido. Me sentí pequeña, insignificante y quise llorar como una niña. Me quería ir de ahí, no estaba cómoda y deseaba irme a mi casa a llorar.
—Lo siento...
—No puedo seguir haciendo esto, Lizzie.
Fueron las palabras más feas que escuché en mi vida y entendí el motivo por el cual me estaba diciendo eso. Se había cansado, como todas las personas que estaban a mi alrededor. Me sorprendía que era la primera vez que tenía un conflicto y se iba, tal vez Marcus no estaba preparado para tener pareja tampoco si se rendía en el primer intento.
¿Saben? Sé que a veces en las novelas o películas nos muestran que la gente puede cambiar con un par de lecciones o palabritas y no es tan fácil como nos hacen creer. Cambiar, mejorar, superar es difícil. No es algo que suceda de un día al otro, es un proceso largo y a veces nunca sucede. Pero entendía que Marcus estuviera cansando de mi, de no avanzar, de no poder movernos de la casilla principal.
—Yo puedo decirte mil veces que increíble eres, pero eres tu la que tiene que creertelo. Porque por más que te lo diga si no lo escuchas no tiene sentido. Tienes que entenderlo, Lizzie...
Lo que no sabía Marcus es que no era tan fácil. No puedes simplemente cambiar tus miedos con un chasquido de dedos. ¿Cómo no lo veía?
Negar es ir a un lugar común y a veces eso hacemos los que vivimos con inseguridades. Esa noche hice algo de lo que me arrepiento y le dije a Marcus que no quería ir al evento. Que quería volver a casa. Me daba miedo enfrentar mis miedos, me daba miedo ir al evento y fingir que estaba segura de lo que estaba haciendo. A algunas personas les resulta más fácil fingir su seguridad y yo no podía hacerlo. Siempre me creí una persona muy social, pero a veces tenía situaciones que no podía afrontar. Esa era una.
Me bajé del auto prometiendo que iba a tomarme un taxi y a pesar de la insistencia de Marcus lo vi marcharse dejándome sola. No detuve ningún taxi ni pedí un uber, sino que comencé a caminar vestida de ese modo tan llamativo. Estaba en una zona segura de la ciudad, sabía que nada iba a pasarme y decidí caminar para tratar de limpiar mis ideas. Estaba en una zona turística y podía ver a las personas curiosos por mi atuendo, sin embargo, después de caminar un par de cuadras dejó de importarme.
Pensé en todo lo que había sucedido y dejé que mis pensamientos fluyeran, porque a veces los detenía cuando intentaba pensar. Me di cuenta que tenía miedo de muchas cosas y por eso no podía avanzar. ¿Alguna vez vivieron algo como eso? Sentía que había momentos en donde yo misma me ponía trabas y finalmente las terminaba esquivando e ignorando. Tal vez por eso nunca había tenido sexo, porque estaba tan asustada e insegura que me ponía trabas para que no sucediera.
Tal vez iba a morir virgen y sola. Tal vez nadie iba a quererme como lo hacía Marcus.
No sabía que estaba mal conmigo, que había hecho para ser esa persona. Mis padres me querían mucho, me apreciaban y me habían criado con ideales preciosos. Nada malo había pasado en mi vida. Tenía amigos, un trabajo de sueño y un chico que me quitaba el sueño. Sin embargo había algo que no tenía y que me arruinaba la vida. Amor propio.
Buscaba excusas para amar, pero, sobre todo, para amarme.
Lastimaba a la gente cuando no lo hacía porque muchos trataban de hacerme cambiar de opinión y yo no podía lograrlo. Simplemente no lograba encontrar las mismas características que otros me marcaban. Ignoraba mis éxitos, odiaba el reflejo en el espejo y trataba de ignorar todo lo bueno que decían de mí.
¿Qué había que hacer para quererse? ¿Había que apretar un botón? ¿Cómo funcionaba para otra gente?
Me encontré caminando a un lugar que conocía, pero solo había estado una vez. Cuando menos lo esperaba, estaba tocando el timbre del departamento de Laura y sin ni siquiera pensar que iba a decir. Un chico me abrió la puerta, uno que lucía como un criminal y sin embargo me hizo pasar. Me dio miedo por unos segundos, sobre todo porque iba sin camiseta y podía ver sus mil tatuajes que parecían de mafioso o esas cosas tan tontas de mi parte.
—Princesa, tienes visitas...
¿Princesa? Lo miré confundida mientras Laura aparecía en la escena con una bata y el cabello mojado pegado al cuerpo. Noté que el criminal también parecía haberse dado un baño. ¿Ahí pasaba algo? Yo era un poco lenta.
—Oh... Lizzie. Es tarde, ¿sucedió algo?
—No... decidí no ir al evento. ¿Podemos hablar?
La habitación de Laura era pequeña y no parecía ser totalmente de ella
La habitación de Laura era pequeña y no parecía ser totalmente de ella. Una vez me contó que vivía en el departamento del novio hasta que él volviera de su viaje y se notaba. Laura estuvo unos minutos en su baño y volvió con una camiseta grande que estaba segura que no me iba a entrar, pero podía hacer un esfuerzo.
—Quédate a dormir, hace frío y es peligroso el barrio —me recomendó y yo quise abrazarla por ser tan buena amiga de alguien que era una mierda—. Te ves impresionante, Lizzie. Sabía que encontrarías el vestido ideal. ¿Te has peleado con Marcus?
—No... sí, bueno no lo sé. Pero no quiero pensar en eso todavía —le dije sincera sabiendo que todavía tenía que pensar y analizar mucho en mi cabeza—. Quería hablar contigo. He sido muy desconsiderada contigo y quiero pedirte perdón.
—Está bien, Lizzie, no sabías lo de Marcus.
—No, no digas eso. Fui una maleducada y solo pude pensar en mi —confesé sin importarme lo que podía pensar ella de mi en ese momento. Tenía que dejarlo ir de un momento al otro—. Toda mi vida he envidiado a la gente delgada, he sentido que no tenían derecho a quejarse, a hacerme sentir bien porque ellos podían no comer y ser perfectos. Cuando hoy me contaste esto sentí... sentí que estaba en una especie de pelea contigo y te agredí. Eres perfecta y ... me sentí intimidada.
Laura me regaló una sonrisa triste y yo la miré apenada, sintiéndome un caso extraño, un caso diferente.
—Las personas delgadas también nos sentimos inseguras de nuestro cuerpo, Lizzie. No somos perfectos, tenemos defectos y peleamos contra eso también.
—Lo sé, entiendo que no debería haberte dicho esas cosas. Me contaste cosas y me animaste. Me comporté como una pendeja y te pido disculpas. He estado muy mal y lo siento...
Me di cuenta que estaba llorando, que no podía parar y Laura me acarició el hombro con cariño, como lo haría una amiga. Sin previo aviso, apoyé mi frente en su hombro y lloré como una niña en los brazos de mi compañera de trabajo, que poco tenía sabía de mi pero de todos modos escuchaba.
Esa noche dormí en la misma cara de Laura, aunque casi ni dormimos. Hablamos de todo y conocí a una chica vulnerable que estaba pasando por cosas muy fuertes. Nos contamos secretos, debatimos problemas importantes en la vida y nos quedamos dormidas con pensamientos positivos.
Esa noche comprendí que no estaba preparada para querer, porque todavía no me quería a mi misma y que faltaba un largo camino para hacerlo. El problema era saber si Marcus podía con eso y quería transitar el camino conmigo.
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