Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Desgraciados todos.

Capítulo II: Desgraciados todos.

Corriendo por el hall de entrada, llegué a tiempo de subirme al ascensor que estaba a nada de partir. En su interior se encontraban Cristal, la chica que siempre tenía muchos sobres en sus manos pero que nadie sabía qué rayos hacía por nosotros; y Matías, el chico que en realidad no tenía idea si trabajaba allí o sólo pasaba a coquetear de tanto en tanto. Ambos me ofrecieron sendas miradas de reproche por hacerlos retrasar. Mi piso quedaba a mitad del suyo, por lo que el ascensor debía detenerse antes para mí y luego para ellos; en mi fuero interno deseé que se rompiera justo después de mi parada.

Una actitud infantil lo admito, pero no hay razón para que me vieran como si tuviera que pagar algún derecho de estar allí. Seguramente los dos tenían alguna clase de plan para pasar el rato en el ascensor, y eso automáticamente me hizo arrepentir de mi deseo anterior. La puerta se abrió antes de que tuviese tiempo de seguir planteándome teorías sobre esos dos, bajé del ascensor a trompicones y pude jurar que oí la pequeña risilla de burla de Cristal. Será perra.

Pasé de todos sin hacer contacto visual, me gustaba clavar la vista en la punta de mis zapatos e imaginar que era un pequeño microorganismo al que nadie ponía particular atención. Es decir, ¿por qué alguien pondría atención a un microorganismo? Ni siquiera pueden verse sin un equipo especifico, ¿cierto? Pues esa era yo en la oficina, una chica que no destacaba de nada y por nada. No es que me menospreciara, o me echara a menos. A decir verdad soy toda una belleza. De acuerdo lo admito, no soy una rubia despampanante de sonrisa deslumbrante como se suelen describir en las historias. Más bien tengo el cabello castaño y los ojos café, una sonrisa agradable cuando hace acto de presencia y un humor bastante negro cuando me apetece ser malvada. Pero que quede claro que no me apetece muy seguido, pocas personas despiertan mi genio y pocas personas despiertan a mi chica tonta, lambiscona, enamoradiza, soñadora… deben saber que Eliot acababa de entrar en mi campo visual.

—Hola, Sam—Y me estaba hablando, nada valía más la pena que tener a ese hombre delante de mis ojos tras una mañana particularmente complicada.

—Eliot—Afortunadamente no había tartamudeado como en otras ocasiones, o dejado salir un poco de baba a través de mis labios. Esas cosas pasan sin que una pueda controlarlo, lo juro.

—Te ves… —deslizó su mirada verde por todo el largo de mi talle, me sonrojé—. Distinta, ¿te has hecho algo?—Mataría a Jace, por su estúpido plan de mejorar la mercadería. Ahora Eliot pensaría que era una cualquiera, fácil, arrastrada… —. Te queda muy bien.

Jace acababa de ganarse el cielo, un viaje completamente pagado por mí.

—Gracias, pensé en cambiar un poco hoy… es un día muy especial—De acuerdo, hora de hacer silencio.

—¿Lo es?

—Sí…—Voy a bailar contigo y vas a declararme tu amor, tendremos bebés hermosos de ojos verdes y cabello castaño. Seremos felices, envejeceremos juntos y recordaremos este día en nuestro maldito álbum de fotos. Ya lo tenía todo planeado.

—Vaya, ¿por qué?

—Bueno, porque…—No sabía muy bien qué decirle, develar mi plan en ese momento podría asustarlo un poco. Los hombres tenían esa manía de echarse para atrás ante la primera muestra de estabilidad—. Porque alguien se va…—improvisé sobre la marcha —, siempre es especial el día cuando alguien se retira.

Eliot frunció el ceño pensativo.

—Pensé que era una fiesta para darle la bienvenida al nuevo equipo de encuadernación.

«Puta madre…»

—Ah… sí, claro… a eso me refiero. Un equipo viene, otro equipo se va—Debería haber una especie de alarma que silenciara a las personas cuando se supiera que estaban haciendo el ridículo en grande, debería haberla con urgencia.

—La encuadernación antes estaba a cargo de otra empresa…—reflexionó él en voz baja, como si no comprendiera adónde quería llegar yo con mi discurso.

Y es que su bondad y buen corazón, no le dejaban espacio dentro de su ser para ridiculizar o burlarse de una estúpida inepta como yo que no tenía idea de qué iba la fiesta en la que su futuro esposo—padre de sus hijos inexistentes—, se le confesaría. 

—¡Sam! ¿Dónde está mi café?

Salvada por la campana.

—Lo siento, Eliot. “Tigre Tony” me reclama.

Él me obsequió una sonrisa cordial, acercándose lo suficiente para que sólo yo pudiese oírlo.

—Nos vemos en la noche entonces.

Y yo me derretí allí mismo, mientras se alejaba dejándome hecha un charco de amor y hormonas en el suelo.

—¡Sam!

Obligué a mi ADN a recomponerse y aparté todo pensamiento sexual de Eliot y yo enredados en sabanas blancas, rompiendo postes de camas y arrancándonos la ropa con los dientes. Hacía relativamente poco había leído las Sombras de Grey, todavía tenía varios asuntos que resolver sobre mi sexualidad que obviamente no había explorado y quería que Eliot me ayudara.

Fui hasta la oficina de mi jefe, al que adorablemente llamaba Tigre Tony y al que ni en mi peor estado de embriagues llamaría de ese modo a la cara.

—En un segundo tengo su café, Jefe.

No me permitía que lo llamara Anthony o Tony como al resto de los empleados, él tenía el morbo fijo de que una secretaria debería llamarlo Jefe. Que le den por cabrón, machista.

—¿Qué te hiciste?

Me detuve en seco ante esa pregunta, entonces recordé mi atuendo y el modo en que Jace me había puesto antes de salir de la casa. Me di una bofetada mental, Tony jamás pasaría por alto un cambio en mi apariencia. Podrían decir lo que dijeran, pero estaba segura que sus miradas no eran del tipo profesional y siempre me ponían nerviosa. Admito que no soy una bomba sexual, pero si mi jefe no quiere jugar al doctor conmigo entonces simplemente no sé un carajo sobre los hombres.

—Nada.

—Te ves…—su mirada hizo el mismo recorrido que la de Eliot en el pasillo, pero a diferencia de la del susodicho con ésta me entraron ganas de enviar a Jace sin escalas al infierno. Mi nuevo aspecto de golfa, parecía encantar al Tigre —, candente.

—Err… voy…—señalé a mi espalda donde había una pintura de un gatito, luego me di la vuelta y huí a la cocina.

¿Lo ven? No son imaginaciones mías, él tiene un serio problema de acoso laboral. Aunque jamás se me había insinuado, sus miradas y algunas palabras que me soltaba, no dejaban mucho pie al debate.

***

Había recibido cumplidos toda la tarde; “te ves muy guapa” “¿has bajado de peso?” “¿te has pintado el cabello?” “¿qué te has hecho? Te luce”. Era increíble como un peinado y el enseñar algo de escote impactaba en las personas. No quería darle la razón a Jace, no quería estar de acuerdo con la teoría de que le gente podía ser tan superficial. Pero rayos, todos ¡todos los desgraciados! Habían hecho un comentario sobre mi “nuevo aspecto” y no tenía nada de nuevo. Era mi maldita y sosa camisa del viernes, de hecho tenía algo de mi olor del viernes—había olvidado hacer la colada—disimulado hábilmente por unas gotas de Jádore.

Entrada las seis de la tarde me resigné a que mi vecino quizás en un plano muy astral, donde yo era una ameba, podía tener razón. La apariencia era un factor importante en el modo en que te percibía el mundo, claro en ese plano yo no tendría la consciencia suficiente para darle la razón por lo que viviría en paz conmigo misma y mi idea de que lo que importa es lo de adentro.

Bajé la vista a mi mano donde sostenía mi tercer vaso de ponche de huevo; era horrible. No entendía el por qué de servirnos ponche sin alcohol en una fiesta después de hora, claro mañana deberíamos venir a trabajar. Pero con esa cantidad de bebida ni Paul, el enano de correcciones, se pondría ebrio. Suspiré, Eliot estaba bailando con una fulana de cabello rojo y curvas rojas, su vestido se apretaba tanto a ellas, que ya parecía parte de su piel y no tela. Él no lucía particularmente divertido, pero aún no había reclamado aquel baile que tan gustosamente me había pedido una semana atrás. No lo comprendía, esa mañana se había comportado tan amable y solícito. Llegué a pensar que ni bien pusiera un pie en el salón de eventos, él correría hacia mí, me envolvería en sus fuertes brazos, se arrancaría la camisa en un acto de pasión desmedida y…

—¿Crees que van a haber despidos con estas incorporaciones?

Pestañé sacándome la imagen mental de Eliot sin camisa, y miré a mi interlocutora.

—Hm…—Llevaba algo así como la última media hora sólo respondiendo eso, y eso era todo lo que necesitaba para que Dora se enfrascara en otra perorata.

Comenzó a decirme cuanto le atemorizaba perder el empleo, me dijo algo sobre un niño, quizás su nieto, quizás su hijo, quizás el sobrino del carnicero, me importaba un cuerno. La cuestión es que le tenía mucho apego al crío y no quería que se quedara sin dinero para sus dragones de madera con postes de chocolate y camiones de anís que jugaban en bla, bla, bla…

—Hola, Sam—Fui incapaz de oír más sobre niños y dragones o anís, él estaba allí parado delante de mí.

—Eliot…—En cierta forma parecía que repetíamos la misma escena siempre que nos veíamos, pero no lo piensen así. Hablábamos cosas inteligentes cuando comenzaba a llegarme la sangre al cerebro.

—Me preguntaba—se silenció mirando de reojo hacia mi derecha, entonces yo también observé, encontrándome con los dos enormes ojos de Dora fijos en nosotros. Le chisté para que se marchara con discreción, pero tras valorar a Eliot un largo minuto se marchó a regañadientes.

—¿Decías?—lo presioné sin presión, por supuesto.

—¿Te apetece bailar?

Las palabras casi salen eyectadas por mi boca, el “sí” se estranguló en mi garganta y mis ojos se llenaron de lágrimas de anticipación. Oh sí, así de estúpida puedo llegar a ser. Pero estaba esperando esa invitación desde el maldito puto día de las copias, denme algo de crédito.

—Aja…—supongamos por el bien de mi orgullo que eso fue lo que susurré.

Eliot no aguardó más, me tomó de la mano y me arrastró a la pista de baile. Una canción hermosa de Coldplay—grupo que no me gustaba pero desde ese día amaría—sonaba como un murmullo a lo lejos. Yo me trasladaba en una nube, al parecer mis zapatos habían sido reemplazados en algún momento entre la invitación y el acto. No me importaba, estaba cumpliendo una de mis tantas fantasías con Eliot. Si mis planes iban bien, al finalizar la canción él hincaría una rodilla en el piso, me tomaría la mano y me pediría pasar la eternidad juntos. Yo aceptaría, por supuesto, lo abrazaría, lo besaría y le arrancaría la camisa, pues esa escena no podía terminar bien si él continuaba vestido.

—¿Lo estás pasando bien?

Debía de estar bromeando, ¿cómo no pasarlo bien entre sus brazos?

—Sí.

—¿Te gusta esta canción?

Si le decía que no, ¿le pediría al DJ que la cambiara? ¿Acaso él quería sellar nuestro romance con otro tema?

—¿A ti?—Se encogió de hombros y estuve de acuerdo, no importaba la canción, lo importante era lo que se estaba cocinando en esa pista. Amor puro y verdadero.

Finalmente Dios se ponía generoso conmigo, luego de haberme maldecido con una timidez ridícula y una incapacidad mental para hablar adecuadamente con los hombres. Estábamos a mano, haría que mis hijos asistiesen a la iglesia a modo de agradecimiento por esta concesión.

—Oye… realmente te ves muy guapa esta noche.

Un pequeño punto se anotó mentalmente en la pizarra del lado de Jace, pero no tuve mucho pensamiento para ello. Eliot acababa de decirme que me veía muy guapa.

—Gracias…—¿Estaría bien responderle que él siempre se veía guapo?—. Tú también —Quizás era decir mucho —, siempre te ves guapo. —O quizás no.

—Vaya, gracias—sonrió haciendo que mis mejillas dolieran por la necesidad de emular su sonrisa—. Sam, eres muy agradable. Aquí no mucha gente lo es, ¿sabes?

—Claro.

—Me gusta hablar contigo, siempre comprendes todo…eres tan inteligente. —Esto se estaba dando incluso mejor que en mi “mejor” fantasía.

—Tú también lo eres…—Y te amo. No, debía dejar que él lo soltara antes.

Me obligué a controlar los erráticos golpeteos de mi corazón, afiancé el amarre alrededor de sus dedos e intenté aparentar que sabía bailar. Eran muchas cosas para las cuales debía concentrarme y lo único que podía pensar era; Eliot, Eliot, Eliot, Eliot.

—Te quería hacer una pregunta, verás…—se liberó de una de mis manos, para despeinarse su increíble cabello castaño—. No quiero ser indiscreto.

—No lo serás.

Él volvió a sonreírme, aunque se lo notaba inseguro.

«Atrévete cariño, yo te atraparé. Haz tu condenado salto de fe, no hay nada que temer» Eliot clavó sus ojos en los míos y se me cortó la respiración, iba a ir por lo seguro e iba a besarme. Perfecto, la técnica directa me quedaba fantásticamente bien. Se acercó e instintivamente cerré los ojos, aspirando su perfume que estaba segura era el 212. Entonces lo sentí respirar muy cerca de mi oído, justo antes de que me dijera:

—¿Me ayudarías con Casandra?

Algo debajo de mis pies comenzó a sacudirse, repentinamente la nube en la que llevaba sobrevolando el salón atravesó un sector de turbulencias. Trastabillé sobre mis propios pasos y Eliot tuve que cogerme por los codos, para que no me lo llevara conmigo al piso. Nos miramos fijamente cuando me hubo incorporado y entonces él lo vio, vio mi decepción, mi desazón, vio como mis sueños se hacían añicos en esa pista de baile. Seguramente se vio a sí mismo brincando sobre los pedazos de mi corazón, mientras el muy hijo de puta me pedía que lo ayudara a conquistar a la única chica que me hablaba decentemente en esa maldita oficina.

—Sam…yo…

Pero no tuve el valor para oírlo acabar esa frase, había un momento en la vida de toda chica en que simplemente debe separarse de sus absurdas creencias infantiles. Esa noche cuando festejábamos al nuevo equipo de encuadernación, yo perdí parte de mi inocencia. Y volví a mi casa, dispuesta a perder lo que me restaba de dignidad. 

________________

Bueno como comencé a subir la historia ayer, decidí poner ya el segundo cap. que es como el primero de índole más introductorio. Espero que les haya gustado y si tienen algo que decirme, pues adelante. Saludos ^_^

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: #comedia