18
Dos semanas y media más tarde...
Taller del mecánico...
Nieves y Eros estaban discutiendo acaloradamente o eso estaba queriendo el hombre porque le gustaba ponerla enojada y que ardiera de rabia.
―¿Por qué te pones así si es solo un piropo que te dije?
―Porque no es lindo que me digas culo gordo.
―A mí me gusta el culo que tienes. Tienes culo gordo y no es nada del otro mundo que te diga algo así, no te lo digo para que te pongas mal o te enojes.
―Pero no me gusta que me digas eso. Tras que me estoy empezando a ver rara de barriga, vas y me sales con que tengo culo gordo.
―Es normal que tu cuerpo empiece a cambiar. No pretenderás estar esbelta aún, sabiendo que estás embarazada.
―Ya lo sé pero deberías cerrar la boca y contenerte en decirme algo con respecto a mi cuerpo.
―Me importa un pepino, te seguiré diciendo que tienes culo gordo y que me encanta ―sonrió.
Fifi estaba furiosa y buscó un cuchillo que estaba sobre el carrito de las herramientas para pinchar las gomas de la moto que estaba arreglando.
―Ahí tienes a tu culo gordo, pito flojo.
―Eso no tiene nada que ver, pinchaste las gomas. Pobre moto, no tenía la culpa y no soy ningún pito flojo como me llamas ―respondió molesto y frunciendo el ceño.
Aunque en verdad no se hacía mucho problema porque le causaba mucha risa la discusión que estaban teniendo.
Eros entró a la cocina y fue directo al baño donde sabía bien que ella guardaba el bolso de los maquillajes, agarró el bolso completo y se lo aplastó con los pies.
―Ahí tienes tu bolsito.
―¡Noooo! ―gritó desesperada.
―Te lo mereces.
―Desfachatado y sinvergüenza ―apretó los labios con rabia.
Él solo se rio a carcajadas echándose hacia atrás y luego poniéndose frente a ella la sujetó de la nuca y acercó la boca de ella a la suya para devorarla.
Nieves se separó y le dio un sopapo.
―No la quieras arreglar ahora ―escupió molesta y se dio media vuelta para salir de allí.
―Y que te conste que no soy ningún pito flojo, porque tú no estarías tan contenta ―rio.
La mujer tomó un cojín del sillón y se giró para arrojárselo, él lo esquivó entre risas y le tiró un beso en el aire.
La argentina subió las escaleras para cerrarse en el cuarto, el golpe en seco de la puerta hizo cimbrar un poco las ventanas y él revoleó los ojos.
Eros prefirió dejarla tranquila por un buen rato mientras que volvía a cambiar las cubiertas de la moto y arreglar un coche que le habían pedido.
Más entrada la noche, él preparó la cena para ambos y apagó todas las luces para ir al cuarto. La encontró de lado y durmiendo.
―Nieves... ―habló y ella abrió los ojos―. ¿Dormías?
―No ―respondió y miró el pastelito de limón que él tenía en una mano.
―¿Lo quieres ahora o después de cenar?
―¿Por qué lo traes?
―¿Tregua? ―sonrió.
―Ahora me comeré el pastelito ―se sentó en la cama.
―De acuerdo, iré a ducharme mientras tanto.
―Okey.
Cinco minutos después ella se había comido la magdalena con crema de limón y merengue en un periquete y se levantó de la cama para picotear de la comida que había dentro de la bandeja. Él salió con la toalla alrededor de la cintura. Fifi quedó con la boca seca al ver su cuerpo sin un gramo de grasa y todo músculos.
―Por más que este cuerpo te tiente, no puedo hacer nada, soy pito flojo, ¿recuerdas? ―arqueó una ceja y sonrió de lado con burla en su voz.
Ella entrecerró los ojos.
―Mejor empieza a comer sino soy capaz de darte un roscazo.
―Tú empezaste.
―Fuiste tú y tu boca floja que me dijo culo gordo ―dijo ella y él revoleó los ojos.
―¿Empezamos otra vez a discutir sobre esto? ―preguntó exasperado.
La argentina enojada de nuevo se dio media vuelta y volvió a la cama.
Él se puso un bóxer y dejó la toalla colgando del respaldo de una silla, y sujetó la bandeja para ir a la cama también. Cenaron en silencio.
―Gracias por hacer la comida ―admitió la mujer.
Eros ni le respondió pero ella quiso hacer las paces con él.
―¿No podemos hacer el amor y no la guerra? ―sugirió entre risitas y acercándose un poco más a él.
El mecánico rápido terminó de comer y dejó su plato, y tenedor sobre la bandeja. Nieves no le dijo más nada porque se dio cuenta que no iba a responderle. Cuando ella terminó, bebió agua del vaso que el hombre había dejado sobre la bandeja.
―Deja el vaso ―dijo sujetándolo.
Fifi se levantó de la cama para dejar todo sobre la cómoda y aprovechó para ponerse el camisón, salió del sanitario haciéndose un chunguito y se metía dentro de la cama de nuevo. Ella se acercó a él y giró su cabeza para darle un beso en los labios sin que él los moviera.
―Buenas noches ―acotó y le dio la espalda.
Casi se carcajea cuando le vio la expresión de su rostro pero se contuvo y actuó como si no le estaría afectando el verla así.
Nieves se puso de espaldas también y con su trasero le dio un empujón intentando hacerlo caer de la cama.
―¿Qué intentas hacer? ―preguntó mirándola de reojo.
―Quiero sacarte de la cama.
―Eso o que intentas llamar la atención.
―¿Surte efecto?
―Para nada.
La mujer arqueó una ceja y se le asomó una sonrisa para llevar a cabo lo que tenía en su mente, se puso de rodillas sobre el colchón y lo dio vuelta boca arriba, se ubicó sobre él. Se inclinó para darle un beso mientras lo sujetaba de las mejillas pero Eros no le correspondió el gesto. Se sacó el camisón para ver si así surtía efecto pero ni tampoco con eso se le movió un pelo al mecánico.
―Ay Eros, por favor. Quiero estar bien contigo. No seas así de malo ―se quejó mientras se movía sobre él sin darse cuenta.
―¿Me estás provocando?
―No, quiero hacer las paces contigo, no me gusta que estemos peleados ―lo abrazó por el cuello poniendo todo su cuerpo desnudo sobre el suyo―. ¿No me quieres más?
―No seas tonta, no dije eso. A veces te enojas por cualquier cosa y no tienes porqué. A estas alturas deberías aceptar mis piropos, no son asquerosos ni nada de lo que te parece obsceno.
―Lo sé pero culo gordo es feo.
―¿Y crees que pito flojo fue lindo?
―Pues no ―recostó la cabeza sobre su hombro.
―El culo que tienes me parece hermoso y más ahora que estás empezando con el proceso de embarazo ―confesó tocando sus nalgas.
―¿De verdad?
―Sí. Siempre me gustaste Nieves y que tengas el trasero más prominente no me molesta, sería malvado decirte lo contrario sabiendo que lo que crece en tu vientre te lo hice yo también.
―Qué lindo eres, pastelito de limón ―le dio un sonoro beso en los labios.
―Me gusta que me llames pastelito de limón. Aunque creo que los dos somos así. Por lo ácido que podemos llegar a ser entre ambos.
―Pero no eres ácido conmigo, yo a veces me porto mal contigo sin que te lo merezcas ―expresó Fifi oliendo su cuello.
Olía a cítricos. Y era como estar saboreando un afrodisíaco.
―¿Qué perfume usas? Me vuelve loca, es como si estaría oliendo siempre naranjas.
―Orange Spice, así se llama y es de Creed.
―Me encanta, estás para darte mordisquitos ―dijo en susurros dándole un beso en el cuello.
―Tú usas el Light Blue, ¿verdad?
―Exacto.
―Hasta en los perfumes nos parecemos, mi reina. ―La abrazó de la cintura y de la espalda.
―Sí ―rio por lo bajo y su perrita ladró―. ¿Qué? ¿Ahora no puedo hablar con él o qué? ―su perra la miró de reojo intentando no hacerse la aludida.
Resopló y bufó, y se echó de nuevo.
―Celosa el pompón ―acotó entre risas Eros―. Como la dueña ―la puso debajo de él.
―¿Hemos hecho las paces?
―Por supuesto, desde hace tiempo ―la besó de lleno en los labios.
A medida que los besos aumentaban, sus cuerpos también querían amarse y de a poco, y en silencio sin despertar a ninguno de sus canes, se dedicaron a amarse un rato.
Quedaron dormidos abrazados y sintiéndose dichosos, y cómodos uno junto al otro.
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