Prólogo
—¡Mina! —Johnny salió corriendo de la oficina y entró en la cocina.
La sonrisa en su rostro hizo que mi corazón palpitara, como siempre lo hacía, lo que significaba que había sido un lío de palpitaciones desde el día en que lo conocí hace cinco años.
Nos topamos el uno con el otro el primer día de nuestro segundo año en la Universidad de Montana. Literalmente. Salía apresuradamente de una conferencia de economía, con los brazos cargados de libros, cuadernos de notas y un plan de estudios. Johnny había entrado corriendo, demasiado ocupado mirando por encima del hombro, a una rubia pechugona, para verme en la entrada del salón de clase.
Después que los dos nos recuperamos del choque, Johnny me ayudó a levantarme del suelo. En el momento en que mi mano se deslizó en la suya, la rubia pechugona había sido casi olvidada.
Ese fue el día en que conocí al hombre de mis sueños.
Mi esposo.
Johnny Suh.
—¿Adivina qué?
—¿Qué?—Solté una risita cuando me levantó y me puso sobre la encimera, colocándose entre mis piernas abiertas. La excitación irradió de su cuerpo y no pude evitar sonreír ante la luz que brillaba en sus ojos.
—Acabo de agregar un par de cosas a mi lista de cumpleaños.—Sacudió su puño en el aire.—Las mejores ideas hasta ahora.
—Oh. —Mi sonrisa vaciló—. Por favor dime que estas no son ilegales.
—No. Y te dije que la alarma de incendio podría no ser ilegal. Podría necesitar activar legítimamente una alarma de incendio antes de cumplir
cuarenta y cinco años.
—Será mejor que sea así. No tengo ningún deseo de sacarte de la cárcel solo porque estás decidido a tachar un ítem de tu loca lista.
La "lista de cumpleaños" de Johnny se había convertido en su última obsesión. La había empezado hacía un par de semanas después que una serie de comedia le dio la idea, y desde entonces, había estado soñando con estas grandes ideas, aunque algunas eran más ridículas que grandiosas.
Esta lista era la versión de Johmny de una lista de deseos. Excepto que, en lugar de una larga lista para llevar a cabo durante la jubilación, Johnny se había asignado cosas que hacer antes de cada uno de sus cumpleaños. No quería completar una lista desalentadora cuando prácticamente había vivido su vida. En cambio, quería tachar las cosas de la lista todos los años antes de su cumpleaños. Hasta ahora, había llenado casi todo hasta que cumpliera
cincuenta.
Teníamos nuestra propia lista en "pareja": lugares a los que queríamos viajar y cosas que queríamos hacer juntos. Esta lista de cumpleaños no era para eso. Era solo para Johnny. Estaba llena de cosas que quería hacer, nada más para él. Y aunque puede que me haya quejado sobre algunos de los ítems más arriesgados y más locos, lo apoyaba de todo corazón.
—Entonces, ¿Qué has agregado hoy?
Sonrió. —Mi mejor idea hasta el momento. Aquí va. —Levantó los brazos, extendiéndolos de par en par y enmarcando una carpa invisible—. Antes de cumplir treinta y cuatro años, quiero nadar en una piscina de gelatina verde.
—Está bien.—Sonreí, lejos de estar convencida que fuera su mejor idea, pero era Johnny—. ¿Pero por qué gelatina? ¿Y por qué verde?
—¿No crees que sería genial? —Se movió entre mis piernas, sonriendo aún más cuando dejó caer sus brazos—. Es una de esas cosas que todo niño quiere hacer, pero ningún padre les permitirá que hagan. Piensa en lo divertido que sería. Puedo agitarme y revolcarme dentro. Aplastarla con los dedos de las manos y los pies. Y elegí verde...
—Porque es tu color favorito —terminé, sorprendida que incluso hubiera hecho la pregunta en primer lugar.
—¿Qué piensas?
—¿Honestamente? Suena como un desastre. Además de eso, las manchas de gelatina. Serás un alienígena ambulante durante una semana.
Se encogió de hombros.
—Estoy bien con eso. Mis estudiantes pensarán que es increíble, y te tengo a ti para ayudarme a limpiarlo.
—Sí, así es.
Lo ayudaría a limpiar su piel de vuelta a su bronceado normal y a deshacerse de un charco lleno de gelatina verde porque lo amaba.
Algunos elementos en la lista de Johnny me parecían extraños, pero si lo hacían feliz, haría lo que pudiera para ayudarlo. Durante los siguientes veinticinco años, o por el tiempo que él quisiera, estaría a su lado mientras él tachaba cosas.
—¿Qué más agregaste hoy?
Deslizó sus manos alrededor de mi pequeña cintura y se acercó un poco más.
—De hecho, agregué uno y lo taché al mismo tiempo. Es para mi vigésimo quinto cumpleaños. Me escribí una carta para dentro de diez años.
—Eso es lindo. —Si tuviera una lista de cumpleaños, me robaría esa idea—¿Puedo leer la carta?
—Claro. —Sonrió—. Tan pronto como cumpla treinta y cinco años.
Fruncí el ceño, pero Johnny lo borró con un suave beso.
—Tengo que ir a hacer algunos recados. ¿Necesitas algo mientras estoy fuera?
Recados. Claaaro. Mañana era nuestro primer aniversario de bodas y apostaría mucho dinero a que sus "recados" consistían en buscarme un regalo de última hora. A diferencia de mí, que había comprado su regalo hace dos meses y lo había guardado en la lavandería, Johnny siempre estaba de compras en Nochebuena o el día antes de mi cumpleaños.
Pero en lugar de molestarlo por su tendencia a posponer las cosas, solo asentí.
—Sí, por favor. ¿Te importaría pasar por mí a la tienda de licores?
Organizábamos una barbacoa de primavera mañana para celebrar nuestro aniversario y el único trago que teníamos en la casa era el tequila favorito de Johnny.
—Nena, te lo dije. No necesitamos tener cócteles elegantes. Solo comprar algunas cervezas en la tienda mañana y nos beberemos las cosas que tengo.
—Y, cariño, te lo dije. No a todos les gustan los chupitos de tequila.
—Claro que les gusta. Los chupitos de tequila son una bebida clásica de las fiestas.
Puse los ojos en blanco y me reí.
—No vamos a tener una fiesta de fraternidad mañana. Somos adultos ahora y podemos permitirnos algo de variedad. Por lo menos, podríamos comprar algo de mezcla para margarita.
—Bien —refunfuñó—. ¿Tienes una lista?
Asentí, pero cuando traté de salir de encima de la encimera, me mantuvo atrapada.
—¿Puedo preguntarte algo? —Sus cejas se juntaron mientras su sonrisa desaparecía.
—Por supuesto.
—Hemos estado casados por casi un año. ¿Qué es lo que más te gusta de estar casada conmigo?
Mis manos se acercaron a su rostro, apartando el cabello Castaño de donde había caído en sus ojos azules. Ni siquiera tuve que pensar en mi respuesta.
—Me encanta que pueda decir que soy tu esposa. Me llena de orgullo todo el tiempo. Como cuando estamos en tu escuela y los padres vienen a decirme lo mucho que sus hijos aman tu clase, estoy muy orgullosa de ser tu esposa. Eso.
La tensión en su rostro desapareció. No estaba segura de dónde había venido su pregunta, pero era una buena. Especialmente hoy, la víspera de nuestro aniversario. Johnny retrocedió, pero agarré el cuello de su camisa y lo jalé de vuelta a mi espacio.
—Espera. Es tu turno. ¿Qué es lo que más te gusta de estar casado conmigo?
Esbozó una sonrisa socarrona.
—Que tengas sexo conmigo todas las noches.
—¡Johnny! —Golpeé su pecho mientras él se reía—.Ponte serio.
—Lo digo en serio. Ah, y me encanta que siempre te ocupes de cocinar y de mi ropa. En serio, cariño. Gracias por eso.
—¿Me estás tomando el pelo?
Asintió y sonrió más ampliamente.
—Me encanta ser el que te ve crecer cada vez más hermosa. Me vuelves loco.
Mi corazón se aceleró de nuevo.
—Te amo, Johnny Suh.
—Yo también te amo, Myoui Mina.
Se inclinó hacia delante y acarició sus labios con los míos, provocándome por un breve momento con su lengua antes de dar un paso atrás y dejarme ir.
—Conseguiré tu lista en la tienda de licores —salté de la encimera y saqué la nota adhesiva que había hecho antes.
—Está bien. Vuelve pronto. —Johnny metió la lista en su bolsillo y me besó el cabello antes de salir por la puerta.
Tres horas más tarde, Johnny aún no había regresado. Cada vez que llamaba a su teléfono, sonó y sonó y sonó hasta que se activó su correo de voz.
Estaba haciendo todo lo posible para ignorar el nudo en el estómago.
Probablemente solo estaba de compras. En cualquier momento, estaría en casa y podríamos salir a cenar. Conociendo a Johnny, acababa de perder la noción del tiempo o se tropezó con un amigo y habían salido a tomar una cerveza.
Él está bien.
Una hora más tarde, todavía no estaba en casa.
—Johnny —le dije a su correo de voz—. ¿Dónde estás? Se está haciendo tarde y pensé que íbamos a cenar. ¿Perdiste tu teléfono o algo así? Tienes que volver a casa o llamarme. Me estoy preocupando.
Colgué y paseé por la cocina.
Él está bien. Él está bien. Al cabo de una hora, le había dejado otros cinco mensajes de voz y me había mordido todas las uñas.
Una hora después de eso, había dejado quince correos de voz y empecé a llamar a los hospitales. Estaba buscando el número del departamento de policía cuando sonó el timbre.
Lanzando mi teléfono en el sofá de la sala, corrí hacia la puerta, pero mis pies trastabillaron al ver un uniforme a través del cristal de la puerta.
Oh Dios. Mi estómago se revolvió. Por favor, que esté bien.
Abrí la puerta y salí al porche.
—Oficial.
La oficial se erguía alta, su postura era perfecta, pero sus ojos verdes la traicionaban. No quería llamar a mi puerta más de lo que yo la quería en mi porche.
—Señorita. ¿Es usted Mina de Suh?
Solté un sí ahogado antes que la bilis subiera por mi garganta. La postura de la policía se relajó un poco.
—Señora Suh, me temo que tengo malas noticias. ¿Le gustaría entrar y sentarse?
Negué.
—¿Es Johnny?
Asintió y la presión en mi pecho se apretó tanto que no pude respirar. Mi corazón latía tan fuerte en mi pecho que me dolían las costillas.
—Solo... solo dígame —susurré.
—¿Está aquí sola? ¿Puedo llamar a alguien?
Negué otra vez.
—Dígame. Por favor.
Tomó una respiración profunda.
—Lamento informarle, señora Suh, pero su esposo fue asesinado hace unas horas.
Johnny no estaba bien.
La policía siguió hablando, pero sus palabras fueron ahogadas por el sonido de mi corazón destrozado.
No recuerdo mucho más de esa noche.
Recuerdo que vino mi hermano.
Recuerdo que llamó a los padres de Johnny para decirles que su hijo ya no estaba en este mundo, que había sido asesinado en un robo en una tienda de licores.
Recuerdo desear estar muerta también.
Y recuerdo a esa policía sentada a mi lado todo el tiempo. Sus hermosos ojos verdes mirandome apenada.
ESTA HISTORIA NO ME PERTENECE.
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