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35° Cumpleaños: Tomar una foto de mí mismo cada día por un año
Mina
El interés de Chaeyoung en la lista de cumpleaños de Johnny me sorprendió.
Nadie más que yo se había entusiasmado con la lista desde que Johnny había muerto, pero Chaeyoung era realmente curiosa. Y ansiosa, ¿tal vez? Fuera lo que fuera, me gustaba el brillo que agregaba a sus ojos.
—Está bien, mmm... —La mejor manera de explicar todo en la lista era simplemente entregarle el diario, excepto que nadie más que yo y Johnny lo habían tocado antes. ¿Sería extraño dejar que Chaeyoung lo leyera? ¿Eso hubiera molestado a Johnny? Sonreí para mí misma. No. Johnny había estado tan orgulloso de su lista que la habría pegado en una valla publicitaria—. Ya vuelvo. — Levanté un dedo hacia Chaeyoung, luego me levanté de la mesa y caminé hacia la caja registradora. Inclinándome sobre el mostrador, busqué en mi bolso, que escondía debajo de la caja. Cuando mis dedos rozaron el cuero, saqué el diario de Johnny, acariciando la tapa una vez antes de pararme de nuevo.
En el momento en que volví a nuestra mesa, encontré la mirada de Chaeyoung fija en el lugar donde acababa de estar mi culo. Sus ojos eran más oscuros, la chispa detrás de ellos ahora era un incendio. Ni siquiera trató de ocultarlo mientras su mirada recorría mi estómago y mis pechos. Se demoró un poco en mi pecho, extendiendo su inspección, hasta que finalmente continuó hacia mi rostro. Cuando su mirada encontró mis labios, luché contra el impulso de lamerlos. Cuando encontró mis ojos, no quería pestañear.
Tomando mi plato y el suyo, volví a la cocina y puse los platos en el fregadero. Luego volví al frente para poner los postres de Chaeyoung en el horno. Nayeon estaba ocupada limpiando un par de mesas, así que me tomé un momento para respirar y mirar el temporizador del horno. Había descubierto una forma de hornear parcialmente mis mini tartas cuando las estaba preparando para que cuando llegara un cliente, solo tuvieran que esperar cinco minutos en lugar de veinte. No eran tan buenas como cuando estaban completamente frescas, pero la única persona que sabía la diferencia parecía ser yo.
Así que durante los cinco minutos que estuvieron horneándose las tartas de Chaeyoung, hice todo lo posible para resolver la ansiedad que había crecido desde que le di el diario.
Mis dedos tocaron el mostrador mientras trataba de dar sentido a mis nervios. ¿Estaba nerviosa de escuchar lo que Chaeyoung tenía que decir sobre la lista de Johnny? ¿O nerviosa porque pensara que completar la lista era estúpido? O peor, ¿estaba nerviosa porque Chaeyoung pensara que las ideas de Johnny eran estúpidas? Dado el poco tiempo que pasamos juntas, me sorprendió lo mucho que importaba la opinión de Chaeyoung. Sabía que le gustaba, pero también quería que le gustara Johnny. Y la lista de cumpleaños era Johnny.
El temporizador se activó, terminando con mi ensimismamiento, y en piloto automático, saqué las tartas y las envolví en servilletas antes de agregar un poco de helado en ambas. Luego las llevé en una bandeja a la mesa, donde Chaeyoung había cerrado el diario y me estaba mirando con una seriedad que solo hizo que mi ansiedad aumentara.
—Todavía están calientes. —Dejé los dos frascos y me senté. Deslicé mis manos debajo de mis rodillas que rebotaban para no agitarlas mientras hablábamos. Chaeyoung agarró la tarta de manzana primero, tomando un pequeño bocado con su cuchara.
—Vaya. No es de extrañar que Randall quiera diez de estas por día. — Tomó otro bocado, aspirando algo de aire para enfriar la corteza—. Esto es increíble.
Sonreí mientras el orgullo me inundaba. Sabía que mis postres eran buenos, pero la aprobación de Chaeyoung se sintió increíble. No había estado tan entusiasmada con mis pequeñas tartas de manzana desde la primera noche que las hice para Johnny.
—Esa es una buena lista. —Chaeyoung asintió hacia el diario entre bocado y bocado.
—Lo es. —Mi sonrisa vaciló por la forma en que su mandíbula se endureció.
—¿Estás planeando hacer todo esto tú sola?
—Mmm, sí. —¿De qué otra manera iba a hacerlo?
—Eso llevará un tiempo.
—Espero que no. —Suspiré—. Mi objetivo es terminarla antes de Año Nuevo.
—¿Qué? —Su cuchara cayó al plato, chocando contra el vidrio—. Eso está a menos de seis meses.
—Lo sé. —Solo de pensar en todo lo que tenía que hacer, hizo que mis hombros cayeran—. Pensé que podría hacerlo, pero con el restaurante y algunas de las cosas más grandes de la lista, tomará más tiempo.
Realmente estaba esperando tenerlo terminado antes del cumpleaños de Johnny.
Eso parecía imposible ahora. Con el restaurante y todas las otras cosas que estaba agregando a mi agenda diaria, acumular más me iba a agotar. Si no lo lograba, mi fecha límite autoimpuesta me estresaría al máximo. Lo que significaba que me llevaría mucho más tiempo poner esta lista detrás de mí.
¿Podría hacerlo si agregaba otro año? ¿Tal vez dos?
No tenía que hacer todo esto tan pronto. Pero quería. Quería hacer esto por Johnny y tambien dejarlo ir. Todos los días, me estaba volviendo más fuerte. Me estaba volviendo a poner de pie. Estaba empezando a vivir de nuevo, por mí. Y hasta que la lista esté completada, aún estaría viviendo por Johnny.
—Mira. —Chayeoung apoyó los codos sobre la mesa—. No quiero meterme en tus cosas. Esta es una lista impresionante y él tenía algunas ideas geniales. Si quieres hacerlas por tu cuenta, lo entiendo. Entiendo que esto es increíblemente personal. Pero si quieres, me gustaría ayudarte con algunas de estas cosas.
—¿Qué? —No sabía qué me hizo sonreír más. Que creyera que la lista de Johnny era genial o que quisiera ayudar. De todos modos, estaba sonriendo radiante—. ¿Realmente ayudarías?
Los ojos de Chaeyoung brillaban de nuevo.
—En un abrir y cerrar de ojos.
...
—¿Bien? ¿Qué piensas? —pregunté. El restaurante estaba limpio y cerrado, y mientras estábamos preparándonos en la cocina para mañana, le había estado contando a Nayeon todo sobre mi cena con Chaeyoung.
—No lo sé. —Agarró otro tomate para los frascos de ensalada—. ¿Quieres su ayuda?
—Sí —admití mientras sacaba mi masa para tarta.
Finn y Nayeon me ayudarían si lo pidiera, pero ya tenían mucho en sus platos. Y algo sobre traer a Chaeyoung a bordo se sentía... correcto. En el instante en que me dijo que me ayudaría, una oleada de confianza se había extendido por mis venas. Por primera vez en semanas, sentí que esto podría suceder realmente. De hecho, podría terminar la lista de Johnny antes que acabara el año si tenía a Chaeyoung a mi lado.
—Creo que es algo bueno. —Nayeon sonrió—. Si está dispuesta, entonces acepta su oferta. Y además de eso, creo que será bueno que pases tiempo con otra persona. Una mujer, siendo esa otra persona.
—De eso no se trata esto.
—Lo sé. Tus intenciones son estrictamente platónicas. Pero también sé que te gusta ella.
—No me...
—Y eso te asusta hasta la muerte.
La negación sería inútil, así que dejé de aplanar la masa para decirle la verdad.
—¿Sabes qué?, Sí, me gusta y mucho. Y me hace sentir culpable. Muy culpable.
Nayeon dejó su cuchillo para mirarme.
—No tienes nada por qué sentirte culpable. Johnny querría que fueras feliz.
—Pero no quiero olvidarlo. Todos los días siento que se está alejando más y más de mí. —Y cada momento que pasaba con Chaeyoung, ese distanciamiento era más y más rápido. Anoche me había echado a llorar porque no podía sacarme de la cabeza la imagen de los ojos de Chaeyoung. Lloré porque ya no era su rostro con el que me dormía, el último recuerdo con el que dormía cada noche era con el hermoso rostro de Chaeyoung.
Terminé estudiando la imagen de Johnny durante una hora, tratando de memorizar sus ojos y bloquear los de Chaeyoung. Pero por mucho que quisiera bloquearlo, Son Chaeyoung estaba en mi mente y poco a poco se metía como intrusa en mi corazón y no lo podía evitar...
—Mina, solo porque te sientas atraída por otra persona no significa que te olvides de Johnny. Solo significa que lo estás dejando ir. ¿No era eso de lo que se trataba toda esta lista?
Asentí.
—Sí. Es solo que... duele.
Mi corazón había estado en pedazos desde la noche en que Johnny había sido asesinado. Había tomado todos los días de los últimos cinco años para que el dolor en mi pecho se desvaneciera hasta convertirse en un dolor sordo. Aun así, estaba allí. Y después de cada una de mis interacciones con Chaeyoung, ese dolor estallaba. Porque cuando estaba con Chaeyoung, no recordaba a Johnny. Chaeyoung me hacía olvidar el dolor.
—Extraño a Johnny. —Mi voz se quebró cuando el ardor de las lágrimas golpeó mis ojos—. Lo extraño todos los días. Al mismo tiempo, quiero seguir con mi vida. Sé que Johnny estaría enojado porque he pasado los últimos cinco años llorando por él. Pero si sigo adelante, ¿quién lo recordará? Todo lo que tiene es a su familia y a mí para mantenerlo con vida.
Nayeon rodeó la mesa y me dio un abrazo.
—¿Recuerdas lo que decidiste después de la muerte de Johnny? ¿Cómo lo superarías?
Asentí.
—Minuto a minuto.
Después del funeral de Johnny, pasé meses en la cama. Me había hundido en una depresión paralizante, apenas era capaz de funcionar por mi cuenta. Finalmente, Jaehyun y Nayeon se habían preocupado tanto que habían llevado a mis padres a la ciudad y organizado una intervención. Mis padres me habían pedido que me mudara a casa, a Alaska, y casi estuve de acuerdo, hasta que Jaehyun y Nayeon anunciaron que estaban embarazados de Jennie. Esa fue la primera vez que sonreí después que Johnny había muerto, y había sido mi punto de inflexión. Ese día, decidí quedarme para poder estar aquí para el nacimiento de Jennie, y había decidido tomarme la vida minuto a minuto.
Algunos minutos eran mejores que otros, pero era la única forma en que podía vivir una vida sin mi esposo.
Minuto a minuto.
—Mi consejo es llevar las cosas con Chaeyoung minuto a minuto. ¿Puedes intentar eso? Y recuerda, tienes que decir que sí.
Sonreí y la abracé más fuerte.
— Sí. Lo intentaré. Te lo juro.
Realmente lo haría, Chaeyoung tendría que ser paciente... pero realmente valdría la pena. Porque me gustaba mucho.
El teléfono de Nayeon sonó en la mesa, interrumpiendo nuestro abrazo. Sollocé mientras me soltaba, y tragué el ardor en mi garganta, decidida a no llorar más.
—Hola —respondió Nayeon a la llamada—. Bien, seguro.
Levantó el teléfono de su oreja y lo sostuvo mientras la solicitud de FaceTime de Jaehyun aparecía en la pantalla.
—¡Hola, mami! —La vocecita de Jennie llenó la cocina.
—Hola, cariño —. Sonrió Nayeon a su hija—. ¿Cómo estás? Te ves tan bonita y limpia. ¿Acabas de tomar el baño?
Jennie asintió.
—Estoy en mi cama también.
—Estoy tan feliz de que hayas llamado. ¿Te divertiste en casa de papá esta noche?
—Ajá. —Sonrió y se acurrucó más cerca del pecho de Jaehyun.
—¿Fueron buenos? —le preguntó Nayeon a mi hermano.
—Sí. Lo siento, Jungwon se durmió temprano antes que pudiéramos llamar.
—Está bien.
—¿Mamá? ¿Será mañana una noche de papá o de mamá?
—Es una noche de mamá.
Tiré mi labio superior entre mis dientes para no hablar. Noches de mamá. Noches de papá. Quería gritarle a Jaehyun y golpear la mesa hasta que Nayeon y mi hermano se dieran cuenta de lo que estaban perdiéndose. Estaban desperdiciando el amor. Daría cualquier cosa por recuperar a Johnny, y aquí estaban, desperdiciando una vida feliz porque eran demasiado tercos para mirar más allá de algunos errores.
Pero como siempre, mantuve mi boca cerrada y volví a mi masa.
—Di las buenas noches, Jennie —ordenó Jaehyun—. Ya es tarde.
Jennie bostezó.
—Buenas noches, mami.
Nayeon le lanzó un beso.
—Buenas noches, bichito Jennie. Te amo.
—Adiós —murmuró Jaehyun y terminó la llamada.
Nayeon tiró el teléfono sobre el mostrador y apoyó las manos en el metal, colgando la cabeza entre sus hombros. Oh, Nayeon. El mío no era el único corazón atribulado en esta cocina. Cuando sus hombros comenzaron a temblar, abandoné mi masa y fui a su lado, envolviéndola en otro abrazo.
— Lo siento, pingüino.
Asintió y se secó las lágrimas.
— Es mi culpa. No debería llorar.
—Siempre puedes llorar, especialmente conmigo. —Lloré sobre su hombro más veces de las que podría contar—. Y no es solo tu culpa. Ambos cometieron errores.
Nayeon negó.
—No. Esto es por mí.
—Pero...
—Fui infiel, Minari. —Me encogí cuando enfatizó esa fea palabra otra vez— Fin de la historia. Fin del matrimonio. Fin de la discusión.
Salió de mi abrazo, secándose el rostro mientras volvía a cortar vegetales y volví a la tarta. Trabajamos en silencio durante una hora, ambas en lo profundo de nuestras cabezas, hasta que finalmente Nayeon habló entre lagrimas.
— No sé si alguna vez amaré a alguien más que a Jaehyun. Tal vez nunca amarás a nadie más que a Johnny. ¿Pero me prometes algo? No quiero que ambas vivamos nuestras vidas con corazones rotos. Si aparece alguien nuevo, o si ya lo hizo, prométeme que no dejarás que el miedo te impida intentarlo de nuevo.
Prometí con mi corazón y la abracé entre sollozos:—Lo prometo.
...
Unos días después que Chaeyoung se ofreció a ayudarme con la lista de cumpleaños de Johnny, estaba en Lindley Park con el teléfono inclinado sobre mi rostro mientras intentaba tomarme una selfie.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Chaeyoung.
Dejé caer mi teléfono, sorprendida de ver a Chaeyoung de pie a unos metros de distancia. Maldición. Esperaba tener unos minutos a solas para tomar mi foto diaria.
—Mmm, nada. Solo tomando una selfie.—O doce.
Sonrió.
—Las fotos suelen verse mejor cuando sonríes.
—Odio las selfies. —Hice una mueca—. Mi nariz es demasiado grande para selfies.
—¿Qué? No tienes una nariz grande.
—Tengo casi doscientas fotos que prueban que estás equivocada. —Nunca pensé que mi nariz era grande hasta que comencé este ritual de las selfies. Ahora estaba buscando accesorios, un libro, una taza de café, mi mano, para cubrirla en mi foto diaria.
—Dame eso. —Chaeyoung arrebató el teléfono de mi mano—. Ahora siéntate en ese banco y sonríe.
Me desplomé sobre el asiento de metal, arrugando la nariz para darle una exagerada sonrisa mostrándole mis dientes. Dejó caer sus brazos y frunció el ceño.
—He visto fotos de reos mejores que eso.
Me reí, y justo cuando lo hice, tomó una foto.
—Listo. ¿Fue tan difícil?
Me levanté del banco y caminé a su lado, mirando alrededor de sus brazos a la foto.
—No está mal, detective. No está mal.
—¿Una foto al día por un año? —Supuso.
—Síp —dije, haciendo sonar la p—. Hubo un par de días en los que casi lo olvidé al principio, pero ahora es un hábito.
Mi primera foto había sido en el cumpleaños de Johnny. Hice su pastel de chocolate favorito y tomé una foto con todas sus velas. Desde entonces, intenté tomar mis selfies sin lágrimas ni ojos hinchados.
La foto de hoy sería mi primera foto no selfie para agregar a la pila que iba pegando en el diario de Johnny.
—Gracias por reunirte conmigo hoy. —Como el restaurante cerraba después del almuerzo los domingos, le envié un mensaje de texto a Chaeyoung y le pregunté si nos veíamos en el parque para que pudiéramos hacer un plan para abordar algunos de los ítems más grandes en la lista de cumpleaños.
—Con gusto. ¿Quieres quedarte aquí o caminar?
—Una caminata suena bien. —Sacudí mi brazo—. Dirige el camino.
Chaeyoung pasó rozándome y percibí su aroma natural mezclado con rastros de Irish Spring. Mi nariz actuó por sí misma y siguió ese olor, absorbiendo tanto aire por mis fosas nasales que zumbaron. Para un espectador, probablemente parecía ridícula, siguiendo los movimientos de Chaeyoung con mi nariz, pero olía tan bien, tan diferente, necesitaba solo una respiración más.
—¿Alergias? —preguntó Chaeyoung por encima de su hombro. Mi mano voló a mi rostro, frotando mi nariz rápidamente mientras mentía.
—No, eh, solo picazón.
Genial, Chaeyoung. Genial.
Descubrí mi nariz y troté al lado de Chaeyoung, caminando tan cerca del borde del camino como pude, esperando que la distancia me impidiera percibir otro olor embriagador.
—No recuerdo la última vez que caminé por un parque —dijo Chaeyoung mientras la acompañaba—. La universidad tal vez.
—¿Fuiste a MSU5?
Asintió.
—Sí. Obtuve mi título antes de ir a la academia.
—Debimos haber estado allí más o menos al mismo tiempo. ¿Cuántos años tienes?
—Treinta y uno. ¿Tú?
—Veintiocho. Me pregunto si alguna vez nos cruzamos en un pasillo.
Negó.
—Lo dudo.
—¿No estabas en el campus mucho o algo así?
—No. —Me miró y sonrió—. Lo dudo porque habría recordado verte por ahí.
Tal vez fue la luz del sol brillante de la tarde, o tal vez fue porque estaba mirando su boca, pero por primera vez, noté que Chaeyoung tenía dos pequeños hoyuelos cuando sonreía. Y maldición si no hacían su sonrisa mucho más sexy. Justo cuando pensaba que podía controlar lo de su olor, sacaba unos pequeños hoyuelos.
—Sí que hace calor hoy. —Abaniqué mi rostro, esperando que pensara que mi falta de aliento y mejillas enrojecidas eran por el clima.
Chaeyoung solo se rio entre dientes.
—Bastante.
Caminamos en silencio por unos minutos, y con cada paso, me relajaba más y más en compañía de Chaeyoung. Siempre fue así. Necesitaría de cinco a diez minutos solo para calmar mi corazón acelerado, para tranquilizarme y respirar tranquila de nuevo. Por eso me encantaba que Chaeyoung nunca nos apresurara a una conversación. Establecía el ritmo perfecto en lo que a mí respecta. No demasiado lento. No tan rápido. Así que nos tomamos nuestro tiempo, caminando por el parque, disfrutando de la tarde de verano.
Realmente hacía calor hoy, el sol de julio brillaba alto en el cielo azul sin nubes, y me alegré de haberme puesto pantalones cortos y una blusa sin mangas verde antes de salir del restaurante. Mis chanclas de goma crujieron a lo largo del camino de grava que serpenteaba entre los árboles. Incluso Chaeyoung estaba en chanclas; las correas de lona color canela se veían tan pequeñas en sus pies.
Hoy era la primera vez que veía a Chaeyoung sin su polo negro normal de Bozeman PD o camiseta. Aún vestía jeans azules desteñidos que colgaban perfectamente de sus caderas estrechas, pero sin el arma y la placa atada a su cinturón, se veía diferente. Más joven. Menos seria. Más guapa. No muchas personas podían usar una camiseta coral, pero Chaeyoung sí. El color resaltaba las manchas verdes oscuras en sus ojos y resaltaba su blanca piel en su rostro y antebrazos.
Hice lo mejor que pude para no mirar, pero robaba miradas cada pocos pasos. Es que era hermosa...
—La feria viene en un par de semanas —habló Chaeyoung finalmente cuando llegamos a una parte del sendero a la sombra de imponentes árboles de hoja perenne—. ¿Quieres compañía en las atracciones?
Johnny siempre había querido subir a todas las atracciones en la feria del condado. Todas y cada una, incluidos los juegos para niños. Pero aunque habían sido lo de mi esposo, los juegos mecánicos definitivamente no eran para mí.
—¿Te importaría? Me da un poco de mareo. Es posible que necesite un poco de aliento para superar todos ellos.
Chaeyoung dejó de caminar.
—¿Vas a vomitar sobre mí?
—No. —Me reí y pateé una piña seca—. Bueno, no intencionalmente.
Sonrió.
—Aceptaré ir siempre que prometas no comer nada de antemano.
Puse una mano en el corazón.
—Prometido.
Ambas nos reímos mientras emprendíamos el paso.
—He estado pensando mucho sobre la vieja camioneta de Johnny. Llamé a un par de mecánicos en la ciudad para ver cuánto costaría restaurarla, y es una fortuna. Supongo que no conoces a un mecánico decente que me haga una rebaja.
Johnny había comprado una vieja camioneta en la escuela secundaria con la esperanza de restaurarla. Como no sabía nada sobre la reparación de automóviles, iba a tener que contratar la restauración, pero con todo lo que había invertido en el restaurante, no podía permitirme gastar una gran cantidad. Definitivamente no tanto como me habían dicho en las últimas semanas.
Chaeyoung se frotó la mandíbula.
—Probablemente pueda manejar las cosas simples. Reemplazar los paneles. Organizar el motor. Ese tipo de cosas. Mi papá y yo arreglamos un par de autos cuando era una niña, solo como un pasatiempo. Tendré que ver la camioneta para saber exactamente lo que se debe hacer, pero si hiciera parte del trabajo, ahorrarías algo de dinero.
—Chaeyoung, no puedo pedirte que hagas todo eso. Estás demasiado ocupada como estás.
—Haré tiempo. —Me dio un codazo—. Además, me gusta arreglar viejos clásicos. También será divertido para mí.
Que alguien más restaurara esa camioneta no era lo que Johnny hubiera hecho, lo habría hecho él mismo, pero no podía darme ese lujo. O le pagaba a alguien para que lo hiciera por mí o la dejaba a Chaeyoung.
—No podré ayudar. No sé absolutamente nada sobre autos.
—Está bien. Me haré cargo de ello.
Y así, Chaeyoung hizo que uno de los elementos más desalentadores en la lista de Johnny se viera manejable. Esto era importante, pedirle a Chaeyoung que arreglara la camioneta de Johnny con poca o ninguna ayuda mía. Y después de esto, no pediría más. No me aprovecharía de la generosidad de Chaeyoung. Pero dejaría que se encargara de la camioneta. Una oleada de confianza me golpeó de nuevo. Terminaré la lista de Johnny. Haría esto por mi esposo.
—Gracias. Por ayudarme. Por unirte a la causa de Johnny. Realmente lo aprecio.
Se acercó.
—Haré todo lo que pueda para ayudarte.
Su tono suave e íntimo me hizo palpitar el corazón, pero el dolor rápidamente los ahuyentó.
Se supone que mi corazón revolotea para Johnny.
Culpa.
La culpa era una bestia pesada. Se asentaba como un peso muerto en mi pecho. Me alejé un paso de Chaeyoung, retirándome lo más lejos posible de ella en el estrecho camino, en un intento de disminuir la carga de culpabilidad. Chaeyoung la percibió, la línea que dibujé entre nosotras, y se mantuvo de su lado del camino.
Caminamos por un rato, en silencio otra vez, viendo como otros disfrutaban el día de verano. Los perros jugaban en la hierba, persiguiendo pelotas y el uno al otro. Los niños subían en los juegos del parque mientras las mamás observaban desde las cercanías. Una joven pareja se acurrucaba sobre una gran manta, la mujer leyendo mientras el hombre dormía la siesta.
—Cuéntame sobre Johnny —dijo Chaeyoung, quitando mi atención de la gente que miraba.
—¿Quieres saber sobre Johnny?
—Sí. ¿Cómo era? Era un maestro, ¿verdad?
Asentí.
—Español de séptimo grado y estudios sociales. Nunca podría hacer ese trabajo, pero a él le encantaba. Los niños de esa edad eran sus favoritos. Más viejos que los niños de kínder, no del todo idiotas adolescentes.
Chaeyoung se rio entre dientes.
—Me va mejor con los adolescentes idiotas.
Sonreí.
—Y yo lo hago mejor con los niños de kínder.
—¿Qué más?
Lo pensé por un minuto, repasando todas las cosas maravillosas que podía decir sobre Johnny.
—Era un bromista. Le encantaba hacer reír a los demás, probablemente porque era tan bueno con los preadolescentes. No le importaba si se hacía el tonto. Lo que veías en Johnny era lo que obtenías. Algo así como Chaeyoung. No trataba de ocultar sus sentimientos. Él no pretendía ser otra cosa que quien era.
—Le encantaba burlarse de mí. —Era una de las formas en que Johnny le mostraba a la gente que los amaba. Extraño las bromas. Excepto por Chaeyoung, nadie me había hecho una broma desde que Johnny murió. Todos a mi alrededor caminaban sobre cáscaras de huevo. Nayeon bromeaba a veces, pero incluso entonces, siempre era prudente. También Jaehyun.
Pero Chaeyoung, simplemente me trataba normal. No una Mina rota. O una triste Mina. Solo yo.
Y podía bromear con ella también.
—Entonces, ¿cómo se ve el futuro para usted, detective Don? ¿Jefa de policía? ¿Alcalde? ¿La casa Blanca?
Chaeyoung se rio entre dientes.
—No, estoy feliz solo de ser una policía. Aunque mi papá tiene planes más grandes.
—¿Oh? ¿Qué es lo que quiere?
—Quiere que siga sus pasos, que sea la próxima alcalde cuando se retire. —Soltó un suspiro—. Pero odio la política. Odio los comités y todas las reuniones. Me gusta estar en el campo y trabajar casos.
—Puedo ver eso. Apuesto a que te ahogarías si estuvieras atrapada dentro todo el día, vestida con traje.
Me miró y sonrió, mostrando sus hoyuelos de nuevo.
—Suh Mina, creo que me has descubierto.
Mi corazón latió un poco más fuerte.
—No exactamente.
—Dale tiempo.
Lo intentaría. Minuto a minuto.
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