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27° Cumpleaños: Pasar todo un día sin tecnología
Chaeyoung
Habían pasado dos semanas desde la noche que pasé en la cocina de Mina, y ella había estado en mi mente todo el tiempo. Una comida con ella y ya estaba completamente bajo su hechizo. Después de terminar nuestros sándwiches, dejó a un lado nuestros platos y llenó la mesa con jarras e ingredientes para hornear. Y me había quedado en su cocina, observándola cocinar hasta la una de la madrugada.
Cuando me preguntó si necesitaba llegar a casa, le dije que no. Cuando me dio las gracias por haber ido, le dije que estaba para servirla y mantuve mi trasero en ese taburete.
Nunca me había pedido que me fuera, y nunca me había ofrecido a hacerlo.
Así que mientras ella hacía bandejas de pasteles, tartas y quiches, asumí el deber del lavavajillas. Hice todo lo posible por enfocarme en el fregadero en lugar de la forma en que sus jeans se estiraban sobre su trasero. Lavé ollas para ignorar los centímetros de su estómago plano que se exponían cada vez que alcanzaba el estante superior de su despensa de almacenamiento. Y cuando lamió el relleno de pastel de manzana de una cuchara, restregué una sartén hasta que mis nudillos estuvieron raspados para resistir el impulso de besar su boca rosada.
Cuando declaró que había terminado por la noche, finalmente liberándome de mi miseria, la acompañé hasta el exterior y me paré junto al edificio mientras se subía a su automóvil y se alejaba. Luego me fui a casa a tomar una ducha y aliviar mi dolorido pene. Me había corrido con fuerza en mi puño, pensando en la forma en que la
respiración de Mina se agitaba cada vez que me acercaba. Mi atracción por ella era más fuerte de lo que alguna vez había sentido hacia una mujer, y es por eso que me había alejado estas dos últimas semanas. Por mucho que quisiera pasar cada noche en su restaurante, solo la asustaría.
Mina se sentía atraída por mí. Sentía la química entre nosotras.
Y eso la aterrorizaba.
Si mis intuiciones eran correctas, y generalmente lo eran, era la primera persona a la que se había sentido atraída desde su marido, y si quería tener la oportunidad de explorar cosas con ella, no podría asustarla moviéndome demasiado rápido.
No sabía dónde terminaríamos. Tal vez era una psicópata y me volvería loca. Tal vez querría acurrucarse en la noche cuando yo solo quería un poco de espacio. Tal vez masticaba goma de mascar haciendo demasiado ruido, algo que no podría soportar. No lo sabía Pero quería la oportunidad de averiguarlo.
—Hola, Chaeyoung.
Levanté la vista de mi escritorio, donde había estado soñando despierta con Mina e ignorando mi papeleo, y asentí hacia el detective Jackson Wang.
—Hola, Jack. ¿Qué ha sucedido hoy? Se dejó caer en el asiento detrás de su escritorio contiguo al mío.
—No mucho. —Dio una palmada a un grueso archivo en la parte superior de una pila—. Tengo que revisar todo esto hoy. ¿Tú?
—Lo mismo. —Toqué mi propia pila de archivos—. He estado postergándolo.
Se rio entre dientes.
—Sí, yo también. Pasé toda la mañana buscando pistas sobre un caso de robo asignado a Simmons.
Miré por encima de mi hombro y fruncí el ceño a Derek Simmons, que estaba sentado cinco escritorios más allá. Cuando me volví hacia Jackson, fruncía el ceño hacia Simmons también.
—Ese caso de robo en realidad podría resolverse si lo investigaras.
Bufó.
—Al menos yo lo estoy intentando.
Giré y miré a Simmons de nuevo. Estaba metiendo una rosquilla, una jodida barra de arce de todas las cosas, en su boca. Los brazos de la silla de su escritorio estaban clavados en sus costados y su culo se abultaba a través del pequeño espacio entre el asiento y el respaldo. Simmons no tenía montones de papeles en su escritorio, solo rosquillas, porque era el único detective que le daba prioridad al papeleo sobre el trabajo de campo. No era de extrañar que su tasa de casos cerrados fuera la más baja en el departamento. Nunca abandonaba ese escritorio para realmente hacer preguntas.
Pero él no iría a ninguna parte, sin importar cuánto se quejara el resto de
nosotros. Simmons había estado en el departamento durante casi treinta años.
Moriría sentado en esa silla mientras el resto de nosotros nos rompíamos el culo resolviendo nuestros propios casos y tomando las riendas de los que tenía asignados.
—Perezoso —murmuré, dándome la vuelta.
—Ajá —estuvo de acuerdo Jackson, y luego movió la barbilla hacia mis archivos—. ¿Qué tienes?
—Tengo un robo y seis arrestos por drogas que atrapamos la semana pasada con el comando especial.
—Bien. Parece que han tenido un buen comienzo.
—Oh, sí. —Sonreí—. Tengo seis traficantes, Higgins tiene cuatro, Smith tiene cinco y Colton dos. Te lo digo, tener un ex vendedor de nuestro lado ha sido oro. Ahora que sabemos qué tipo de cosas buscar, ha sido muchísimo más fácil averiguar dónde están traficando.
—Esa fue una jugada inteligente de tu parte: lograr que ese ex-vendedor se suba a bordo.
Asentí.
—Sin él, estaríamos en ceros.
Tuve suerte cuando habíamos estado planeamos el comando anti drogas el año pasado. Nuestro enfoque se centraba únicamente en el comercio de metanfetamina en Bozeman, y conocía a un ex adicto/traficante que necesitaba un poco de ánimo para estar limpio. Había salido de un refugio y yo personalmente pagué por su rehabilitación. Se había limpiado y regresado como un hombre nuevo. También volvió como mi maestro. Pasé meses con él, aprendí todo sobre el comercio de metanfetamina y obtuve los nombres de los principales productores y distribuidores. Me había enseñado las claves. Qué buscar en las redes sociales. La jerga callejera a la que debía prestarle atención. Lugares comunes para intercambios rápidos. Gracias a su ayuda, mi comando finalmente comenzó a hacer mella en el comercio de metanfetaminas que se había descontrolado en Bozeman durante la última década.
Mi padre había pasado años suplicando a los superiores conseguir fondos para comenzar este comando especial. No fue hasta que un niño de la escuela media, un jodido alumno de octavo grado, tuvo una sobredosis el año pasado que la ciudad se puso histérica y papá finalmente consiguió algo de dinero para sacarnos adelante. Nuestro objetivo era sacar las drogas de las escuelas intermedias este año, y luego llegar a la escuela secundaria el próximo año.
—Cuando tengas una vacante en tu equipo, házmelo saber —dijo Jackson—. Me interesaría unirme.
—Por supuesto.
Hice una nota mental de pedir otro miembro para el equipo en la reunión
general del comando especial del mes próximo. Con tanto éxito como habíamos tenido, el consejo podría considerar agregar un miembro más a mi equipo, y Jackson Wang estaría en la parte superior de la lista.
—Está bien —refunfuñó—. Es hora trabajar.
Sonreí y giré mi silla hacia mi propio papeleo en el que había estado trabajando todo el día, excepto por el tiempo que había pasado pensando en Mina.
Una hora más tarde, solo había terminado un archivo porque ella había estado acosando mis pensamientos otra vez. ¿Estaría en el restaurante hoy? ¿Le importaría si fuera a almorzar? Tenía hambre y era casi mediodía. Dos semanas era tiempo suficiente para darle algo de espacio, ¿no?
Joder últimamente comía demasiado mal, ayer no comí practicamente nada, no he almorzado casí en dos días.
—Hola, detective Simmons.
Cristo. Ahora incluso estaba escuchando su voz.
—Hola, señora Suh. ¿Cómo está hoy?
¿Qué demonios? Mi cabeza se levantó de mi escritorio y sobre mi hombro hacia Simmons.
Y allí estaba ella.
Mi Mina bella.
Moviendo la silla gris frente al escritorio de Simmons. Estuve fuera de mi asiento tan rápido, que mi propia silla rodó hacia atrás y chocó contra la pared. Avancé por los escritorios entre nosotras hasta que estuve detrás de la silla de Mina con las manos en las caderas.
—Mina.
Se giró, sus ojos se abrieron mientras su respiración se entrecortaba. Maldita sea, eso me gustaba. Simmons dejó de mirar su pecho y levantó la vista.
—Hola, Chaeyoung. ¿En qué te podemos ayudar?
Ignoré a Simmons y me concentré en Mina.
Su cabello castaño estaba suelto, algo que nunca había visto. Fluía por su espalda en ondas sueltas, iluminado por unos mechones más dorados que enmarcaban su rostro fino.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté—. ¿Está todo bien?
Asintió.
—Estoy revisando el caso de Johnny.
Mis cejas se juntaron.
—¿El caso de Johnny?
—Su, mmm... el asesinato. —Sus hombros cayeron y se volvió hacia Simmons.
¿Simmons tenía el caso del asesinato del esposo de Mina? Sabía que nunca habían encontrado al responsable de la muerte de Johnny, pero después de todo este tiempo, deberían haberlo marcado como un caso no resuelto y notificado a su familia. ¿No estaba cerrado? No necesité preguntar. La visita de Mina respondía mis preguntas.
Una ráfaga de ira calentó mi pecho. ¿Simmons había estado guiando a
Mina a pensar que en realidad podría encontrar al asesino? Miré a mi compañero de trabajo mientras sus ojos volvían a los perfectos pechos de Mina. Llevaba una simple blusa negra con tirantes anchos. No era escotada o indecente, pero por la forma en que Simmons babeaba, pensarías que estaba en bikini. Y no tenía ningún derecho a comerse esos pechos con los ojos.
—Tú y yo vamos a hablar. —Señalé a Simmons, luego me agaché y tomé a Mina por el codo, levantándola de la silla.
—¡Chaeyoung! —protestó, pero se levantó.
—Ven.
—Pero necesito conseguir una actualización sobre...
—¿Tienes una actualización? —espeté a Simmons.
Negó y su piel manchada se enrojeció.
—Mmm, no.
—Bueno. Actualización entregada. Vámonos.
—¿A dónde? —preguntó mientras la arrastraba hacia mi escritorio.
—A almorzar.
La solté y abrí mi cajón para sacar mis llaves y mi billetera.
—¿Te vas? —preguntó Jackson.
—Sí. —Empujé el cajón para cerrarlo y luego hice las presentaciones—. Mina, este es el detective Jackson Wang. Jack, ella es Suh Mina. Es la propietaria de ese nuevo restaurante en la calle Séptima.
Jackson se levantó y extendió una mano.
—Encantado de conocerte, Mina.
Dejó caer la mirada de asombro en su rostro y pasó junto a mí para darle la mano a Jackson.
—Mi esposa me estaba diciendo que quería ir a cenar allá esta semana — continuó Jackson.
Ella sonrió.
—Eso sería genial. Gracias. Espero verlos.
—Regreso después del almuerzo. —Tomé mis gafas de sol de mi escritorio y las coloqué sobre mi cabeza. Luego deslicé mi mano alrededor del codo de Mina otra vez, impulsándola hacia adelante.
Sus pies siguieron el paso de los míos.
—Chaeyoung, ¿qué estás haciendo?
—Te llevo a almorzar. Tengo hambre. —La conduje fuera de la oficina del detective y hacia las escaleras que conducían afuera. Cuando cruzamos el vestíbulo revestido de mármol, solté su codo.
Miró por encima del hombro antes de comenzar a bajar los escalones.
—Pero necesitaba verificar con el detective Simmons.
—No te preocupes. Estará allí en su escritorio cuando regresemos.
El bastardo probablemente estaba atrapado en su silla. Usualmente ordenaba el almuerzo y le pedía a uno de los recepcionistas en el vestíbulo que se lo llevara. El hombre subía en el ascensor en lugar de los dos tramos de escaleras y no podría aprobar nuestro examen físico ni aunque su vida dependiera de eso. Maldita política de antigüedad. Hace cinco minutos, Simmons era una molestia. Ahora, era un gran problema. No estaba segura de por qué estaba creándole esperanzas a Mina, pero iba a averiguarlo.
—¿Dónde sientes ganas de comer? —pregunté cuando doblamos la esquina bajando un tramo de escaleras—. ¿Tu restaurante?
—No. No puedo entrar allí hoy.
Mis pies se ralentizaron.
—¿Qué dices?
—No puedo ir al restaurante hoy. —Sus manos revolotearon en el aire—. Nayeon es una malvada dictadora y me está haciendo tomar un día libre al mes. Como junio ya casi termina, decidió que este era mi día libre.
Me reí. Más tarde, tendría que agradecerle a Nayeon por evitar que Mina se agotara.
—Además —dijo Mina mientras saltaba las escaleras—, si entro allí, estaría tentada de verificar las ventas y hoy no tengo permitido usar tecnología.
Mis pies se ralentizaron de nuevo.
—¿Sin tecnología? ¿Nayeon tampoco te dejará mirar la televisión o hacer llamadas telefónicas en tu día libre? Se vuelve loca con el poder.
Mina se rio.
—No, lo de la tecnología no es Nayeon. Es un punto en la lista de Johnny. Sin tecnología por un día.
—Ah. Eso tiene más sentido.
Llegamos al rellano en el primer piso y asentí hacia un pasillo que conducía a la parte posterior de la estación de policía.
—Por aquí.
—Pero mi auto. —Señaló hacia el estacionamiento de visitantes.
—Yo conduciré y te traeré de vuelta.
Su cabello se balanceaba sobre su espalda mientras miraba entre la salida principal y yo.
—Estamos en una estación de policía, Mina. Estoy segura que tu auto estará bien.
Bromeé, pero sabía que no estaba preocupada por su auto. Estaba debatiendo si quería o no estar en un espacio confinado conmigo.
—Eso no es... —Levantó sus manos e hizo esa pequeña cosa de dibujar un círculo con la muñeca—. No importa. Vámonos.
Sonreí mientras pasaba junto a mí hacia la puerta.
Maldición, era especial. Por mi vida, no podía recordar por qué había esperado dos semanas para volver a verla.
—¿Qué te parece Colombo's? —Abrí la puerta para ella.
—Eso suena genial. No he estado allí en años. —Su voz se calmó—. No desde que Johnny y yo estuvimos en la universidad.
—Si es un problema...
—No, está bien.
—¿Estás segura?
Asintió y sonrió.
—Me encanta Colombo's.
—Está bien. —Deslicé mis gafas de sol de mi cabeza hasta el puente de mi nariz, luego la llevé a la camioneta.
No podría ser fácil para ella, vivir en Bozeman. Apuesto a que era asaltada con recuerdos de su marido donde quiera que fuera. Era admirable que no hubiera permitido que la ahuyentaran.
Mina era una luchadora.
Abrí los seguros de mi camioneta y la puerta del pasajero. La tomé del brazo y la cintura y la ayudé a subirse. Ese familiar zumbido de electricidad se disparó por mis brazos en el momento en que mi piel tocó la suya. Queriendo poner a prueba su reacción, me incliné, solo un poco. No se apartó y su barbilla se levantó un centímetro mientras sus ojos aterrizaban en mi boca.
Quería besarla.
Si no estuviéramos en un estacionamiento, rodeados de patrullas y el sonido de los motores pasando zumbando, podría haber cedido a la tentación. Pero ahora no era el momento. Aunque había lujuria en el castaño de los ojos de Mina, también había miedo detrás de ellos.
—Sube.
Retiró la mirada de mis labios.
—Gracias.
Cuando estuvo acomodada en su asiento, cerré su puerta, y luego rodeé la parte delantera hacia mi lado. Con el cinturón puesto en el asiento del conductor, retrocedí y saqué la camioneta a la vía.
—Entonces, un día sin tecnología. ¿Qué no estás usando exactamente?
Estaba sonriendo por el parabrisas. Se había echado el cabello por encima del hombro y un par de mechones le caían por el brazo desnudo. Sus manos delicadas estaban dobladas en su regazo.
Ese era el asiento de Mina ahora.
Cada vez que mirara el cuero, la imaginaría de copiloto.
—Básicamente estoy evitando las pantallas —dijo, recordándome que le había hecho una pregunta—. Considero que los aparatos modernos son aceptables porque estoy de ponerme al día con la lavandería. Y los aparatos de cocina no cuentan, pero aparte de eso, nada más. Ni televisión. Ni teléfono. Ni radio.
—Oh, mierda. —Golpeé el botón de apagado de la radio—. Lo siento. ¿Te
arruiné el día? ¿Tienes que empezar de nuevo?
Su dulce risa llenó la cabina.
—No sé de lo que estás hablando. ¿No estabas cantando? ¿Alguien te ha dicho alguna vez que suenas mucho como Georgina Strait?
Sonreí.
—Creo que podrías ser la primera.
También era ingeniosa. Esta mujer lo tenía todo. Belleza. Cerebro. Y buen sentido del humor.
Colombo's estaba a solo un par de cuadras, pero para cuando entré en el estacionamiento, el perfume de vainilla de Mina había inundado el aire. Salté y cerré la puerta de un golpe, con la esperanza de evitar que el olor escapara.
—Este lugar no ha cambiado mucho, ¿o sí? —preguntó mientras caminábamos hacia la puerta.
—Ni un poco. —Lo que más me gustaba de Colombo's era que nunca cambiaba. Estaba exactamente igual que cuando mis padres nos traían a mi hermana y a mí aquí cuando éramos niñas.
Colombo's era una institución aquí en Bozeman. Situado directamente al otro lado de la calle de la Universidad Estatal de Montana, siempre estaba lleno de estudiantes universitarios. Casi dejaba de venir durante el año escolar, pero durante el verano, esta era mi parada para comer.
Abriendo la puerta, la dejé entrar primero. En el momento en que entré detrás de ella, el olor a cebollas, ajo y salsa de tomate llenó mi nariz.
—Oh, Dios —gimió ella—. Extrañé este lugar. Huele tan bien.
Ese gemido y la sonrisa en su rostro no ayudaron al problema en mis jeans.
—Deberías saber que no soy buena para compartir pizza —declaró—. Tendrás que comprarte la tuya.
Me reí.
—Puedo vivir con ello. Soy más fanático del calzone de pepperoni.
No perdimos el tiempo ordenando nuestras comidas en el mostrador y tomando bebidas de la fuente. El hijo de Colombo estaba atendiendo la cocina abierta hoy y le saludé con la mano antes de llevar a Mina a una mesa en la parte trasera del estrecho restaurante.
—¿Cómo va todo en el restaurante? —pregunté mientras nos sentábamos.
—Bien. —Sonrió—. Ocupado, pero me estoy haciendo a la idea de cuánta comida preparar, y hasta ahora, no he tenido quejas ni críticas negativas.
No es que las tendría. Dudaba que alguien encontrara fallas en su comida, y solo había probado un sándwich y ensalada.
—¿Estás durmiendo o eres esclava de la cocina?
—Esa primera semana fue dura, pero tenemos un nuevo empleado a tiempo parcial que comenzó la semana pasada, así que espero que Nayeon y yo podamos tener una mejor rutina y no estar allí las veinticuatro horas del día.
—Bien. No me gusta la idea de vayas por ahí a altas horas de la noche por tu cuenta. Asegúrate de estacionarte siempre en el espacio al lado de la puerta.
—Lo sé —murmuró—. Estacionaré junto a la puerta. No sacaré la basura después del anochecer. No me olvidaré de cerrar el frente en el momento en que cerremos.
Tomé un trago de mi agua para ocultar mi sonrisa. Recordaba mi discurso de hace dos semanas, y por lo que decía, había estado siguiendo mis instrucciones. Dejando mi vaso, me incliné sobre la mesa. Por mucho que me hubiera gustado visitar a Mina, necesitaba información antes de volver a la estación.
—Entonces, antes que llegue nuestro almuerzo, tengo que saberlo. ¿Qué haces reuniéndote con Simmons?
Suspiró y jugueteó con el envoltorio desechado de su pajita.
—He estado yendo una vez al mes desde que mataron a Johnny para ver si había descubierto algo sobre el caso. Nunca tiene información, pero simplemente no quiero que olvide que el asesino de Johnny todavía está por ahí.
Mierda.
Estaba esperando algo que probablemente nunca conseguiría. ¿Un caso de cinco años sin nuevas pruebas y Simmons como líder? El asesino de su marido probablemente ya se había ido.
Jodido Simmons.
—Estoy realmente sorprendida de no haberte visto antes —dijo antes que pudiera pensar qué decir.
Me encogí de hombros.
—No amo la oficina y la evito cuando puedo. La mayoría de nosotros usualmente solo pasamos tiempo allí cuando estamos haciendo papeleo. — Excepto por Simmons—. Todos comenzamos nuestras carreras en el campo, haciendo patrullas. A la mayoría de nosotros nos gusta salir y hacer preguntas.
Porque en el trabajo de campo era que se resolvían los casos, no sentándose en una silla, comiendo barras de arce. Los ojos de Mina se quedaron fijos en el papel arrugado en sus dedos.
—¿Crees que debería rendirme? ¿Crees que hay una posibilidad de encontrar a quien mató a Johnny?
Cuando levantó la vista, algo de la luz se había oscurecido en sus ojos. Por primera vez en dos semanas, se parecía más a la mujer que había visto cinco años atrás que a la que había venido a mi dojo.
—Seré honesta —le dije suavemente—. Ha pasado un largo tiempo. Cinco años sin nuevas pruebas no son algo bueno. No he visto el archivo del caso, pero creo que todas las pistas son callejones sin salida.
Sus hombros cayeron y puso sus manos en su regazo. Se estaba encogiendo justo enfrente de mí, curvándose sobre sí misma. ¿Eso era lo que le sucedía después de cada una de sus visitas a Simmons? Porque haría casi cualquier cosa para detenerlo.
—Te diré algo, cuando volvamos a la estación, echaré un vistazo al archivo. No sé lo que voy a encontrar, pero revisaré el caso. ¿De acuerdo?
—¿Realmente harías eso?
—Sin dudarlo.
—Gracias. —Suspiró—. No me malinterpretes, el detective Simmons ha sido genial. Se reúne conmigo todos los meses y siempre es agradable. Pero, no sé. Supongo que no siento que este caso sea su prioridad.
Lo había comprendido bien. Su prioridad en estos días parecía ser hacer lo menos posible.
—Déjame ver qué puedo hacer —le prometí justo cuando nos trajeron la comida.
—Gracias —me dijo mientras le decía lo mismo a la camarera.
Con mi calzone y su pizza, empezamos a comer y almorzamos sobre todo en silencio, como la cena en su cocina.
Mina no tenía que llenar cada momento con una conversación. Somi había sido una habladora constante, siempre queriendo conversar mientras comíamos. Me volvía loca cuando daba un bocado y ella inmediatamente me hacía una pregunta. A veces, solo quería comer. Como mis padres hacían. Hablaban, preguntaban cómo había sido el día del otro, pero también estaban contentos de estar el uno con el otro.
La tranquilidad me daba tiempo para disfrutar de mi comida y también la
oportunidad de pensar. Lo primero que haría cuando volviera a la estación seria tomar el archivo del caso de Johnny Suh de Simmons. Si todas las pistas estaban muertas, haría lo que había que hacer. Sentaría a Mina y le diría la verdad. Que el asesino de su marido estaba libre y lo seguiría estando a menos que saliera a la luz nueva evidencia.
Pero si el archivo tuviera más, si Simmons no hubiera investigado todas las pistas y mirado debajo de cada roca para encontrar al asesino, le estaría pidiendo un favor a papá. Haría algo que nunca, nunca hice: utilizaría mi posición como hija del jefe del departamento para elegir un caso. Le quitaría el caso a Simmons y haría todo lo posible por llevar al asesino de Johnny ante la justicia.
Sin importar cuánto estrés agregara a mi vida, lo haría porque era lo correcto.
Lo haría por Mina.
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