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31° Cumpleaños: Hacer senderismo en un glaciar.

Mina

—Algo se me olvida.

Estaba mirando mis cosas en el asiento trasero de la camioneta de Chaeyoung,
segura de haber olvidado empacar algo importante. Era el fin de semana después de la pelea de pintura y Chaeyoung y yo nos dirigíamos a hacer una caminata en el Parque Nacional de los Glaciares.

¿Qué estoy olvidando? Tenía mi bolsa de ropa y artículos de aseo con ropa interior extra, pijamas, calcetines y una camiseta solo por si acaso. Tenía mis botas de senderismo, calcetines de senderismo y cantimplora que había sacado del almacén. Tenía mi bolso con la billetera, el teléfono, el cargador y el bálsamo labial y crema de manos que usaba antes de ir a la cama cada noche.

Aun así, no podía quitarme la molesta sensación que faltaba algo.

—¡Mina! —Mis ojos fueron a Chaeyoung en el asiento del conductor, sus dedos
golpeteando en el volante.

Le hice un gesto para que esperara.

—¡Estoy olvidando algo!

—Mina, has estado mirando esa pila durante cinco minutos. No olvidas nada. Solo vamos por una noche. Volveremos mañana.

—Bien. —Resoplé y cerré de golpe la puerta trasera. Luego me senté en el lado del pasajero y también cerré de golpe la puerta. Nada me molestaba más que no estar preparada para un viaje, pero desde que no podía recordar qué me faltaba, no tenía más elección que irme sin lo que fuera.

Conmigo finalmente lista, Chaeyoung no perdió tiempo retrocediendo por la
entrada y tomando la carretera.

Todavía era temprano, solo las seis de la mañana, pero la luz de la mañana de mediados de septiembre estaba empezando a brillar.

—¡Espera! —Extendí mis manos cuando Chaeyoung pisó los frenos—. Mis gafas de sol. Olvidé mis gafas de sol.

Gruñó y movió la camioneta en reversa, acelerando hacia atrás hacia mi casa.

Saqué las llaves de mi bolso y salí, apresurándome dentro para agarrar mis gafas de sol de la encimera de la cocina, justo donde las había dejado para no olvidarlas. Sonreí cuando volví a la camioneta, sintiéndome mucho mejor por empezar el fin de semana bien.

Gracias a una cancelación de último minuto, Chaeyoung y yo habíamos conseguido una habitación en una de las cabañas más bonitas del parque. Seríamos capaces de hacer este viaje, sin dormir en una tienda, y tachar esto en la lista de Johnny.

Aunque Chaeyoung me había preguntado unas cinco veces si estaba bien con que durmieramos juntas en una sola cama, la verdad es que cuando iba a reservar la única habitación disponible eran dos camas, pero le dije al hombre que atendio mi reserva que quería una cama matrimonial. Ajá quería dormir en los brazos de Chaeyoung.

—De acuerdo. Estoy lista ahora.

Chaeyoung estaba negando cuando entraba de nuevo en la camioneta.

—¿Eres así en cada viaje?

Me encogí de hombros y me abroché el cinturón de seguridad.

—No creo en empacar ligero. Tendrás que acostumbrarte.

—Anotado. —Sonrió con suficiencia—. ¿Estás segura que estás lista para irte? Podríamos dar otra vuelta por tu casa. Tal vez empacar algo más de ropa. Una hielera en caso de quedarnos varados en el lado de la carretera. Deberíamos probablemente tomar algo de gasolina extra también. Tal vez otra rueda de repuesto.

Luché con una sonrisa y deslicé mis gafas de sol en mi nariz.

—¿Has terminado de burlarte de mí para que podamos seguir el viaje?

Se rio.

—Por ahora.

—Bien. Entonces hagamos esto. —Sonreí, prácticamente rebotando en mi asiento. No podía esperar a hacer esta caminata. Mi mano se guío sola hacía el muslo de Chaeyoung, últimamente sentía la necesidad de estar en contacto siempre con ella.

...

Mi emoción desapareció ocho horas después.

Cada paso era insoportable. Dolor se disparaba por mis pies mientras seguía a Chaeyoung por el camino hacia el pico.

Maldita sea. ¡Maldita sea! Esto no era como había imaginado que iría el día.
Habíamos llegado a la cabaña justo después del almuerzo e inmediatamente nos habíamos preparado para caminar por este sendero. El sol estaba brillando. El aire era puro. Nunca había esperado tener tanto dolor horas después.

Había escogido este sendero porque estaba calificado como uno de los más hermosos. La relativamente corta caminata, solo unos trece kilómetros ida y vuelta, nos llevaría a un pequeño lago rodeado por altos picos y un par de glaciares.

Pero ahora, no tenía ni idea de si realmente lograría terminar o ser capaz de tachar esto en la lista de Johnny.

Podía ver la cresta en la distancia, y de acuerdo con mi podómetro, este era el último tramo antes que alcanzáramos el lago. Solo tenía que lograrlo unos noventa y un metros más, pero podrían también haber sido dieciséis kilómetros.

Estaba lista para colapsar.

Mis pulmones ardían y mis piernas se estaban convirtiendo en papilla. Podría haber continuado con ese tipo de dolor, ¿pero mis pies? La agonía de cada paso iba a ponerme de rodillas.

Mierda. ¡Mierda! Maldije e hice una mueca con cada paso. Todo por estas jodidas botas.

Mis pies habían crecido desde que había usado estas botas en la universidad. No mucho, no había cambiado de talla en mis otros zapatos, pero lo bastante para que estas botas ya no encajaran.

Mis talones estaban en carne viva.

Ampollas estaban creciendo sobre
ampollas. Estaba tan mal de mi pie derecho que, con cada paso, sangre se
esparcía entre mis dedos.

¿Cómo podía haber sido tan estúpida? ¿Por qué no me las había probado antes que hubiéramos dejado Bozeman? Crecí en Alaska, haciendo senderismo en Alaska. Había aprendido de joven cuán importante era tener buenas botas de senderismo.

Quería gritar. Quería llorar. Quería lanzar algo. Estaba cerca del final. Tan jodidamentecerca, pero todo lo que quería hacer era dar la vuelta.

Di otro paso y una nueva puñalada de dolor se disparó por mi pie, causando que me tambaleara y mi tobillo se torciera.

—¡Ahh! —Dejé escapar un grito estrangulado mientras me caía sobre mis manos y rodillas. Pedazos de grava se clavaron en mis palmas mientras cerraba mis ojos y tomaba aliento.

Tenía que continuar.

Tenía que terminar este sendero.

Gimoteé mientras intentaba levantarme, luchando por mi equilibrio con dos doloridos pies. Me habría caído de nuevo si no fuera por las dos manos que vinieron bajo mis brazos y me ayudaron a levantarme.

—¿Qué pasa? —El rostro de Chaeyoung buscó el mío—. ¿Estás herida? ¿Te torciste el tobillo?

Miré a mis traidores pies.

—No, estoy bien.

—Mentira —me cortó—. ¿Qué pasa?

Llevaba una gorra hoy, una vieja gorra de béisbol de la universidad de Montana, pero no ocultaba la preocupación en sus ojos verdes.

Fue su preocupación por mí lo que rompió el fino agarre que había mantenido sobre mis emociones.

Lágrimas de frustración llenaron mis ojos y mi barbilla tembló mientras miraba mis botas.

—Mis botas están demasiado apretadas. Mis pies deben haber crecido. Estas eran mis botas de senderismo en la escuela y la universidad, y yo... no lo sabía.

—Oye. —Chaeyoung levantó mi barbilla—. Está bien. Simplemente descenderemos.

—¡No! —Negué frenéticamente—. Estamos tan cerca. Necesito hacer esto. Puedo hacerlo. —Intenté dar un paso para pasarla, pero sus manos agarraron mis bíceps y no me dejaron pasar.

—Detente —susurró Chaeyoung—. Has hecho senderismo en el glaciar. Tal vez no llegaste al lago, pero lo hiciste. Puedes tacharlo de la lista, incluso si
volvemos ahora.

—No, necesito hacer esto. —Mi voz se rompió con desesperación—. No es solo por la lista de Johnny, sino por mí. Necesito terminar esta caminata.

Cada agonizante paso en esta montaña se había convertido en mucho más que tachar una casilla en la lista de Johnny. Esta era una oportunidad para probarme que tenía la fuerza que Chaeyoung veía en mí. Para probar que podía sobreponerme a cualquier dolor. Que no importaba lo que la vida me lanzara, esta era mi oportunidad de probar que podía manejarlo todo. Pies ampollados, corazón roto... Podía sobrevivirlo todo y seguir adelante.

—Puedo hacer esto. —Contuve mi aliento, lista para el inevitable dolor mientras pasaba junto a Chaeyoung. Me dejó ir esta vez, pero sentí sus ojos en mi espalda mientras daba otro paso, luego otro. Mis esperanzas se elevaron cuando el dolor no me hizo caer.

Casi me había convencido que podía recorrer este último tramo cuando di otro paso y mi pie resbaló de nuevo, forzándome de nuevo sobre mis manos y rodillas.

—¡Maldita sea! —grité—. Estoy tan cerca.

La mano de Chaeyoung se posó en mi espalda mientras se arrodillaba a mi lado.

—Déjame ayudar. —Gentilmente, me posicionó de modo que estaba sentada en el estrecho camino para un necesario descanso.

—Solo necesito un minuto, luego estaré bien. —Resoplé y limpié una nueva tanda de lágrimas.

Suspiró, pero en lugar de tomar asiento a mi lado, se arrodilló junto a mis estirados pies mientras empezaba a desatar los cordones de mis botas.

—¿Qué haces?

—Evaluando el daño. —Con un toque tierno, me quitó mis botas.

A pesar que había tenido cuidado, hice una mueca cuando las quitó. Justo como había sospechado, mis calcetines estaban manchados con sangre. Mis talones eran la peor parte, casi toda la zona cubierta de rojo, con mis dedos casi iguales.

—Mierda, Mina. —Chaeyoung negó—. No vas a volver a ponerte estas botas.

—Pero...

Alzó un dedo, interrumpiéndome.

—Quiero quitar estos calcetines también, pero va a doler.

—Bien. —Aspiré un enorme aliento y lo contuve mientras los dedos de Chaeyoung estiraban mis calcetines, separándolos de mi piel en carne viva. El algodón se pegaba en algunos lugares, y cuando los quitó, un grito de dolor escapó de mis labios. Sangre salió de ambos pies, causando que se hincharan de inmediato.

Mis pies estaban destrozados. No había manera que fuera capaz de continuar y no tenía ni idea de cómo lograríamos bajar. Las plantas de mis pies estaban sorprendentemente ilesas. Tal vez podría ponerme de nuevo mis calcetines y simplemente bajar en ellos. Porque, a este punto, cualquier cosa era mejor que las botas.

Abrí mi boca para decirle a Chaeyoung mi plan, pero habló primero.

—¿Puedo ver tu mochila?

—Claro. —La quité de mis hombros y se la di. No había mucho, solo mi cantimplora y un par de barras de granola.

Chaeyoung metió mis botas y calcetines en la mochila y luego aflojó las correas antes de ponerla en sus propios hombros.

—Voy a...

...necesitar esos calcetines. Pero antes que pudiera pronunciar las palabras, me levantó del suelo, haciéndome rebotar un poco mientras me situaba en sus brazos.

—¡Chaeyoung! ¿Qué estás haciendo?

—Cargarte.

—No puedes cargarme.

Me miró y sonrió.

—Claro que puedo.

—Soy demasiado pesada.

—Eres ligera como una pluma, además, no queda mucho.

¿No queda mucho?

—Son kilómetros. —Siete kilómetros para ser exactos.

—Es solo subir esta cuesta. —Dio un paso en la dirección equivocada. En lugar de volverse y llevarme de vuelta por el camino, empezó a andar hacia delante, con cuidado moviéndose en el camino rocoso mientras me cargaba hacia el pico.

—¿A dónde vas? —Me revolví, intentando bajar, pero solo me agarró más fuerte—. ¡Chaeyoung, no! Te harás daño. Es demasiado empinado.

Hizo una pausa y consideró mis palabras.

—Tienes razón. —Me dejó sobre mis desnudos pies y se quitó la mochila—. Lleva esto por mí, ¿quieres?

—Pero...

—Ahora, Mina. Quiero volver antes que se ponga oscuro.

No discutí, simplemente me coloqué la mochila. Con ella cargándome, nuestro descenso sería mucho más lento y no quería retrasarnos para volver al sendero. La última cosa que quería era estar aquí afuera de noche con los osos.

Palmeó su espalda y se agachó.

—Sube.

—Bien. —Con un pequeño salto, envolví mis brazos alrededor de sus hombros y mis piernas rodearon su cintura. Me levantó más para que sus brazos sujetaran por debajo de mis rodillas.

—¿Estás bien? —Cuando murmuré un ajá, dio un paso, de nuevo en la dirección equivocada.

—Chaeyoung, ¿qué haces? Tenemos que volver. —Balanceé un brazo detrás de
nosotras, en la dirección que se suponía que fuéramos.

—Quédate quieta, Mina. —Dio otro paso—. Y agárrame más fuerte con tus piernas.

—Chae —rogué—. Es demasiado. Da la vuelta.

Me ignoró, avanzando en el camino sin mucho más que una mirada hacia atrás o un aliento laborioso.

—¿Por favor? —susurré contra su cabello besandolo suavemente.

—Ni por asomo. Solo sujétate fuerte.

Ninguna cantidad de ruegos ni súplicas la harían cambiar de opinión, así que me callé, haciendo lo que pidió. Apreté mis piernas con más fuerza y me esforcé por quedarme quieta, haciendo tan fácil como era posible para ella subir el camino.

Lo cual hizo.

Me cargó por el camino y a la orilla del lago helado de la montaña.

Chaeyoung me dejó sobre mis pies descalzos y dio un paso detrás de mí para abrir la mochila y sacar mi cantimplora. Cuando el frío del suelo se filtró en mis doloridos pies, aliviando algo del dolor, tomó un largo trago de agua. Luego puso la cantimplora en la mochila y se paró a mi lado, mirando al lago.

—Mira eso. —Señaló a los glaciares abriéndose paso por los valles de los
altos picos—. Increíble.

Estaba demasiado absorta en su perfil para observar el escenario.

—Me cargaste.

Los ojos de Chaeyoung se alejaron del paisaje.

—Te cargaré de vuelta también.

—Pero, ¿por qué? ¿Por qué simplemente no diste la vuelta?

Se encogió de hombros.

—Dijiste que necesitabas hacer esto. Ahora lo has hecho.

Esta mujer me robaba el aliento.

—Chaeyoung, yo... —Tanto como quería agradecerle, decir algo, ninguna de las palabras en mi cabeza eran suficientes para expresar cuánto significaba esto.
Cuando no había sido lo bastante fuerte para hacer algo, cuando el dolor había sido demasiado, lo había hecho por mí.

—Está bien, Mina. —Se volvió hacia el paisaje—. Simplemente disfrútalo.

—De acuerdo. —Me volví y dejé a mis ojos asimilar todo ante nosotras. Y mientras estudiaba el lago y los glaciares y la montaña, me di cuenta de algo.

Tal vez no tenía que ser lo bastante fuerte para deshacerme del dolor por mí misma.

Tal vez ser fuerte significaba aprender a apoyarse en aquellos que se llevarían un poco del dolor.

Como la mujer a mi lado.

Sin pensar me agarre de su cuello y deje un suave beso en sus labios, luego llene de besos su hermoso rostro. Chaeyoung solto una risita que hizo mi corazón latir más rapido.

—. Te estás convirtiendo en todo para mí — Le susurre al oído.

Nos abrazamos un buen rato apreciando el paisaje y disfrutamos de nuestra compañía. Amaba estar en sus brazos. Me sentía jodidamente segura.

...

Para el momento que volvimos a la cabaña, el sol había empezado a ponerse. Chaeyoung me había cargado todo el descenso por la montaña, había soportado siete kilómetros conmigo sobre su espalda. Cuando habíamos llegado a la parte más fácil del camino, me había ofrecido a caminar en mis calcetines, pero se había negado a bajarme sin importar cuánto había rogado.

Finalmente, mis pies golpearon el suelo cuando alcanzamos un banco fuera de la cabaña.

—¿Quieres subir a nuestra habitación o prefieres ir por la cena antes?

Pasó una mano por su rostro.

—Necesito una ducha, pero realmente me gustaría comer primero para poder dormir después de bañarme. Estoy agotada.

—Entonces a cenar. Solo déjame ir por las sandalias que dejé en la camioneta.

—Iré por ellas.

—Chae, siéntate y descansa. —Señalé al banco—. Puedo caminar sobre el estacionamiento pavimentado con mis pies descalzos.

Cedió, sacando las llaves de la camioneta de su bolsillo.

Las tomé y me apresuré hacia el estacionamiento, mirando sobre mi
hombro para verla encorvada en el banco. Parecía más exhausta de lo que jamás la había visto antes.

Todo por mí.

Caminé más rápido, mi paso combinando con la velocidad de mis acelerados pensamientos.

¿Estaba tomando demasiado de Chaeyoung? Había ofrecido su ayuda libremente, ¿pero me estaba aprovechando? Primero, se había hecho cargo del caso del asesinato de Johnny en el trabajo. Luego la lista de cumpleaños y todo lo que la acompañaba. La camioneta. Las actividades de fin de semana. La caminata.

No quería que me tuviera resentimiento para el momento en que acabáramos la lista. No quería que pensara que todo lo que quería de ella era su ayuda.

Mis preocupaciones se detuvieron cuando alcancé su camioneta. Me puse las sandalias que había tirado al asiento trasero solo por si acaso, luego me apresuré a volver para que Chaeyoung pudiera ingerir unas muy necesitadas calorías y una muy merecida cerveza.

Una hora después, Chaeyoung palmeó su estómago habiendo limpiado un plato
de patatas fritas caseras y un enorme entrecot.

—Estaba muy bueno. No tan bueno como tu comida, pero aun así. Dio en el clavo.

—Gracias. —Sonreí—. Qué mal que no haya manera de servir bistec en un frasco.

Se rio entre dientes.

—Si tuviera que apostar por alguien para descubrirlo, sin embargo, mi dinero está en ti.

—Creo que simplemente guardaré las recetas de bistec para casa. Las sacaré cuando vaya a irrumpir en tu cocina.

Su mano cubrió la mía sobre la barra entre nosotras.

—Me gustaría eso.

—A mí también. —Volví mi mano para entrelazar nuestros dedos.

No habíamos discutido el beso que habíamos compartido en su cocina y
no habíamos tenido otro así como ese desde entonces. Solo esperaba que supiera que las lágrimas que habían seguido no eran porque me arrepintiera de ese momento. Nunca podría arrepentirme de ese beso.

—Espero que tú...

—¿Quiere otra cerveza? —interrumpió la camarera, una joven con cabello negro de punta.

Chaeyoung dejó ir mi mano y alcanzó su bolsillo por la billetera.

—No. Solo la cuenta. Gracias.

—Enseguida. —Tomó el posavasos de cartón sobre la barra y fue a la caja
registradora.

—Toma. —Me entregó varios billetes de veinte—. Volveré enseguida.

Se levantó de su taburete, inclinándose para besarme la frente, luego fue hacia el baño. Sus pasos eran lentos y pesados. Sus hombros estiraban el algodón blanco de su camiseta mientras avanzaba. Y por la manera en que estaba rodando su cuello, debía tener uno de sus dolores de cabeza.

—Aquí tienes. —La camarera apoyó sus brazos sobre la barra después de dejar nuestra factura—. Parece que tu esposa tuvo un día duro.

—Oh, mmm —busqué a tientas el dinero para entregarle—, no es mi esposa.

Sus ojos se dispararon a mi mano izquierda, centrándose en mis anillos de boda.

—Oh, está bien. —Se apartó de la barra y alzó sus manos—. No te juzgo. Solo lo asumí.

—¡No! —Mis manos se agitaron mientras me esforzaba por explicar que no estaba teniendo un romance—. No es eso. Yo... no estoy casada. Mi marido murió y simplemente no me he quitado mis anillos.

—Lo siento. —Su rostro se suavizó antes de darse la vuelta e ir a la caja registradora para cobrar.

De acuerdo, eso fue incómodo. Giré los anillos en mi dedo. ¿Era el momento de quitarlos? Si realmente quería seguir adelante, no podía continuar llevándolos.

Antes que pudiera reunir el coraje para quitármelos, la mano de Chaeyoung se posó en mi hombro.

—¿Todo listo?

Asentí.

—Solo está trayendo el cambio.

La camarera apareció con dinero en su mano, pero Chaeyoung solo le hizo un gesto desechándolo.

—Quédatelo. Gracias.

Bajé de mi taburete, luego seguí a Chaeyoung mientras nos dirigíamos a recepción para recoger las bolsas que habíamos dejado antes. Las tomamos del recepcionista, luego nos dirigimos a la segunda planta y recorrimos un largo pasillo hacia nuestra habitación.

Lancé mis bolsas en la cama mientras Chaeyoung hacía lo mismo antes de hundirse en una silla junto a la puerta del balcón.

—Adelante. Puedes ducharte primero.

—¿Estás segura?

Asintió y descansó su cabeza contra el respaldo de la silla.

—De acuerdo. Seré rápida. —Tomé mi bolsa de la cama y me apresuré al baño, sabiendo que cuanto más rápido me duchara, antes podría hacerlo Chaeyoung y dormir un poco.

Abrí la llave del agua y me desnudé. Las ampollas en mis pies habían empezado a secarse gracias a las horas de estar expuestas al aire, pero aun así, cuando di un paso bajo el agua, siseé ante el agudo escozor. Por suerte, se desvaneció rápido mientras tomaba la ducha más rápida de mi vida.

Con mi cabello envuelto en una toalla, salí del baño, vestida con pantalones cortos de dormir bermellón y una camisola a juego.

—Lista.

Mis pies se detuvieron cuando mis ojos aterrizaron en Chaeyoung.

Se había quedado dormida en la silla.

Su gorra descansaba sobre una rodilla y su cabello estaba revuelto. Su cuello y mandíbula que llamaban a mi boca a besar estaban algo sucia, y dios su ropa estaba sucia y arrugada. Era un desastre.

Era un desastre y la persona más guapa que jamás había visto en mi vida.

Chaeyoung era simplemente impresionante.

Silenciosamente, dejé mi mochila en el suelo y crucé la habitación.

—Chae. —Toqué su hombro y acaricie su cabello.

Se despertó con una sacudida, parpadeando un par de veces para espantar el sueño.

—Lo siento.

—Está bien. Ve a ducharte y luego métete en la cama.

Asintió, levantándose de la silla, luego dirigiéndose al baño.

Quité la toalla de mi cabello, rápidamente cepillándolo y dejándolo secarse al aire. Cuando abrió la ducha, abrí la puerta del balcón y salí.

El aire de la noche era frío y erizó mi piel, pero ignoré el frío y me centré en mi mano izquierda.

Era hora.

Con cuidado, quité el anillo que Johnny me había dado el día que nos habíamos comprometido. Luego deslicé la simple banda que me había dado el día de nuestra boda.

Siempre te voy a querer, Johnny, pero es el momento de dejar estos ir.

Ya no podía llevar sus anillos.

No cuando ya no sentía que le pertenecía.

No cuando me estaba enamorando de Chaeyoung sin medidas.

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