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46° Cumpleaños: Hacerme un tatuaje.

Chaeyoung

—Nada. —Apagué el televisor y arrojé el control remoto sobre la mesa.

Tenía un horrible dolor de cabeza de mirar hacia una pantalla pequeña toda la tarde, viendo la cinta de vigilancia del asesinato de Johnny Suh por décima vez hoy. Al igual que las nueve veces anteriores, no había ninguna pista para seguir.

Mientras me pellizcaba el puente de la nariz, cerré los ojos, esperando que los latidos en mi cráneo desaparecieran.

Habían pasado dos semanas desde que había llevado a Mina a recoger el viejo Ford de la casa de sus suegros. Dos semanas y sentí que todo lo que había hecho era sentarme en esta maldita sala de conferencias y mirar grabaciones de seguridad. Cada noche, me iba a casa sintiendo que mi cabeza se partía en dos. Y esta noche no sería muy diferente.

Presioné las palmas de mis manos en mis sienes y comencé a frotar justo cuando se abrió la puerta.

Jackson entró y tomó la silla a mi lado.

—¿Algo?

—No. —Dejé caer las manos—. He estado estudiando la cinta de la tienda
de licores y comparándola con las imágenes del estacionamiento que obtuvimos de la tienda de comestibles. Nadie que coincida con la descripción del asesino entra o sale dentro de las cinco horas siguientes al asesinato.

—¿Te importa si veo de nuevo las imágenes de la tienda de licores?

—Hazlo.

Tomó el control remoto y rebobinó el video hasta el principio, luego presionó reproducir. Estaba agradecida que la grabación no tuviera sonido. Ver lo que sucedió en esa tienda de licores era lo suficientemente horrible sin agregar una banda sonora a la mezcla.

La pantalla del televisor se llenó con un video granuloso tomado de una cámara que había sido ubicada en la esquina superior de la tienda. La cajera, Kennedy Hastings, estaba sonriendo y charlando con Johnny Suh mientras le pasaba sus compras; gin, vodka y mezcla para margarita. Los dejó sobre el mostrador, luego sacó una billetera de su bolsillo trasero y le dijo algo a Kennedy que la hizo reír.

Ella tenía una bonita sonrisa. Kennedy tenía el cabello castaño rizado y corto, pero le quedaba bien a su rostro redondo y moreno, y a su pequeño cuerpo. Y estaba un poco nerviosa, probablemente porque el marido de Mina había sido un tipo apuesto.

Johnny llevaba su cabello rubio un poco largo, pero iba con su estilo relajado. También era un tipo grande. Llevaba chanclas y pantalones cortos cargo con su camisa a cuadros. Y en su mano izquierda, una alianza de bodas de plata se reflejaba en la pantalla.

Mis entrañas se retorcieron a medida que la grabación avanzaba.

Trágico.

Esa era la palabra que habría utilizado para describir este video.

Jodidamente trágico.

En la pantalla, Johnny le entregó algo de dinero a Kennedy justo cuando el asesino entraba en la tienda de licores. El asesino estaba apenas dentro de la puerta antes que comenzara a agitar su arma en el aire. Johnny dijo algo, se podía distinguir la palabra no, y luego dio un paso adelante. En el momento en el que se movió, el asesino agarró el arma con ambas manos y le disparó a Johnny en la cabeza. La boca de Kennedy estaba abierta mientras gritaba antes que el asesino girara el arma hacia ella y le disparara en el pecho.

Luego, sin dudarlo, como si no acabara de tomar dos vidas inocentes, el asesino se acercó al mostrador y sacó todo el efectivo del cajón abierto de la caja registradora.

Se quedó de espaldas a la cámara mientras salía de la tienda. El ángulo de la cámara nunca había captado su rostro, solo atisbos de su perfil. Todo lo que podíamos ver era la simple sudadera con capucha de color negro y los vaqueros que había estado usando. Cuando sacó el dinero de la caja, pudimos distinguir un poco su nariz, piel clara y un pequeño mechón de cabello castaño cerca de su oreja. Gafas de sol negras le cubrían los ojos y guantes negros las manos.

Con la caja registradora vacía, se retiró de la tienda, dejando atrás dos cadáveres.

Dejando atrás a una hija pequeña sin su madre y una esposa que tuvo que enterrar a su marido en un ataúd cerrado.

Jackson y yo nos sentamos en silencio, ambos mirando la pantalla mientras
seguía reproduciéndose. Había visto muchas cosas jodidas como policía, pero este video era la peor. Tal vez era porque conocía a Mina. A lo mejor porque sabía lo que sucedería horas después cuando apareciera en su porche. Quizás, porque la imagen de su corazón rompiéndose ante mis ojos era una que nunca olvidaría.

Decirle a Mina que su esposo había sido asesinado y además mirar el video una y otra vez era lo más difícil que había hecho como oficial de policía.

Jackson detuvo el video y rompió el silencio en la habitación.

—Eso es jodido.

Asentí.

—¿Y para qué? ¿Un par de cientos de dólares de la caja? No parece valer la pena, ¿verdad?

Jackson negó.

—Tenemos que encontrar a ese tipo.

Volví a hundir los dedos en mis sienes.

—He revisado todas las cintas del complejo, todas las imágenes que obtuvimos de la tienda de víveres y de los otros comercios. No puedo encontrar indicios de este tipo en ningún lado.

Jackson suspiró.

—Lo que significa que pasamos al Plan B. Las cámaras de semáforo.

—Síp. —Agregué la p igual que Mina—. Lo que significa que, si me estás buscando en cualquier momento antes de las ocho o después de las cinco, estaré en esta habitación.

No tenía ni puta idea de cuánto tiempo me llevaría comenzar a escudriñar horas de grabaciones en mi tiempo libre. ¿Un mes? ¿Tal vez dos? Pero por Mina, haría cualquier cosa. Me sentaría en esta maldita habitación y saldría del trabajo todas las noches con dolor de cabeza solo por la oportunidad de darle un cierre.

Porque el cierre era lo único que anhelaba tanto como el amor.

Estaba desesperada porque alguien le dijera que estaba bien empezar a vivir de nuevo. Y ya que muy seguramente no lo conseguiría de los padres de Johnny, haría lo mejor para dárselo yo misma.

Estas últimas dos semanas, ella había construido una pared de ladrillos entre nosotras. Cuando iba al restaurante a cenar, estaba demasiado ocupada en la cocina como para sentarse conmigo durante más de diez minutos. Cuando
enviaba un mensaje de texto para ver cómo estaba, respondía con respuestas breves.

Yo: ¿Cómo estuvo tu día?

Mina: Bien.

Yo: ¿Te importa si voy al restaurante a cenar?

Mina: Claro. Está bien.

Yo: ¿Estás bien?

Mina: Estoy bien.

Bien.

Las cosas no estaban jodidamente bien.

Pero si pensaba que iba a poder excluirme, Suh Mina tenía algo que aprender.

No me iba a ningún lado.

Supe al meterme en esto con ella que el camino sería difícil. Que tenía más cosas que superar de las que podría imaginar. Tenía que darle su tiempo. Así que mientras esperaba a que se diera cuenta que era la nueva constante en su vida, había estado aquí, viendo videos. Y arreglando esa vieja camioneta.

Había olvidado lo mucho que disfrutaba arreglando autos clásicos. Cuanta diversión tuve cuando era niño trabajando en viejos cacharros con mi papá. Además de mis breves encuentros con Mina, esa camioneta me había dado algo que esperar al final de cada largo día.

Terminé llevándola a la casa de mis padres porque papá tenía mejores herramientas y un garaje más grande. Había estado más que feliz de separarse del espacio del garaje, emocionado de saltar al proyecto conmigo. Mamá estaba contenta porque había estado allí casi todas las noches durante las últimas dos semanas.

Todas las noches excepto cuando Mina había estado allí para sus clases de ukelele.

Esas noches, le di algo de espacio.

—Deberías salir de aquí. —Jackson apagó el televisor.

—Creo que lo haré. —Dejarlo sonaba como una maldita buena idea.

Necesitaba un poco de tiempo fuera de esta habitación. Un poco de tiempo para pensar sobre el caso—. Te veo el lunes.

Jackson asintió mientras ambos nos levantamos y regresamos a nuestras
oficinas en comisaría. No perdí un segundo agarrando mis llaves, lentes de sol y billetera de mi escritorio y saliendo de la estación.

En el momento en el que salí del estacionamiento, mi dolor de cabeza
empezó a aliviarse. Debatí si irme a casa, pero cuando pasé por delante de un supermercado, tuve una mejor idea. Con un paquete de seis cervezas frías en el asiento del pasajero, manejé hasta la casa de mis padres para pasar la tarde trabajando en la camioneta de Johnny Suh.

Todavía era temprano, sólo las cuatro de la tarde, cuando llegué a casa de papá y mamá, lo que significaba que tenía el garaje para mí solo. Papá aún no se encontraba en casa y mamá estaba enseñando en su estudio. Así que entré, me quité el arma y la placa, luego cambié mi polo del departamento de policía de Bozeman por una camiseta blanca que había escondido en la parte trasera de mi camioneta.

Abrí la tapa de una cerveza y me puse a trabajar, dejando que el ruido metálico de las herramientas sobre el metal ahogara los silenciosos disparos del video del asesinato que había visto demasiadas veces. Me estaba volviendo loca sin dudas.

Tres horas después, había vaciado por completo el interior de la cabina. El asiento había sido sacado, junto con los tapetes. El volante y los paneles de la puerta se habían ido. Incluso había quitado la radio, la guantera y el panel de instrumentos. Lo único que quedaba era el tablero negro, que estaba en buen estado, pero necesitaba una limpieza y un acondicionamiento a fondo.

Con el interior básicamente un caparazón, comencé con los objetos más pequeños, usando un destornillador para sacar el parasol del lado del conductor. Acababa de aflojar un tornillo cuando la visera se abrió y una foto cayó al suelo. Dejé a un lado el destornillador y me limpié las manos en los vaqueros antes de levantar la foto.

Era una foto de Mina y Johnny en la universidad. Johnny tenía sus brazos alrededor del pecho de Mina, su barbilla apoyada en su hombro. Ambos
sonreían a la cámara mientras estaban parados en una fila abarrotada en el estadio de fútbol de la MSU.

Maldición. Ella se veía feliz. Tan jodidamente feliz.

Mi corazón latió con fuerza mientras estudiaba el rostro de Mina. No había cambiado mucho desde la universidad. Algo de la juventud que tenía en la foto había desaparecido, y el dolor había borrado parte de su inocencia, pero ahora era tan hermosa como lo era en ese entonces.

Igual de hermosa, pero ni de lejos tan feliz.

Quería ver ese tipo de alegría en su rostro otra vez. Quería ser la mujer que la pusiera allí.

—Hola.

Mis ojos se volvieron hacia la puerta del garaje. Tan perdida en mi inspección de su foto, no había escuchado a la mujer misma entrando.

Pero allí estaba ella. Mi Mina bella. El sol la iluminaba con un halo ámbar, y mi corazón hizo esa extraña cosa del doble tamborileo antes de encontrar mi voz. Estaba preciosa con un vestido floreado de verano que enmarcaba su preciosa figura, sus piernas estaban al descubiertos y sin dudas tenía las piernas más hermosas en una mujer que antes hubiera visto. Su larga cabellera castaña con leves ondas cayendo por sus hombros.

—Hola.

—Disculpa si te he asustado. —Caminó hacia la pared más alejada donde todos los muebles con herramientas de papá estaban alineados.

—No pasa nada. —Rodeé el capó de la camioneta para unirme a ella, tendiéndole la foto—. Ten. Acabo de encontrar esto.

Tomó la foto y sonrió.

—Mira qué jóvenes éramos. Esto parece que fue hace una vida. —Con un dedo, tocó el rostro de Johnny, luego dejó la foto a un lado en una de las mesas de trabajo.

Esperé, preguntándome cuándo me toparía con la pared que había construido entre nosotras, pero me sorprendió plantando las dos palmas de sus manos en la parte superior de la mesa y saltando para tomar asiento.

¿Esto significaba que había terminado de excluirme? ¿Terminado de evitarme? Porque eso cambiaría mi larga y horrible semana.

—Sabes —dijo—, creo que esa fue la última vez que fui a un partido de fútbol de los Bobcats. Tengo ganas de ver las ampliaciones que hicieron en el estadio. ¿Me acompañarías a ver un partido este otoño?.

—Sin pensarlo dos veces.

Eso me concedió la sonrisa que no había visto durante mucho tiempo.

Maldita sea, la había echado de menos estas últimas dos semanas. Esa sonrisa. Su risa. Sus locos gestos con las manos. La distancia que había puesto entre nosotras me estaba matando.

Señaló la camioneta.

—¿Cómo va el progreso?

Me giré y me apoyé contra el banco de herramientas, mi cadera al lado de su rodilla.

—Bien. Creo que podré hacer todo el interior yo misma. Pude encargar un nuevo asiento y todas las piezas. Tengo un tipo que viene a reemplazar el parabrisas la próxima semana, y le he preguntado a un amigo de papá si puede ayudarme con la carrocería y la pintura.

—Lamento no poder ayudar. Pero llevas la cuenta de lo que te debo, ¿verdad?

—Por supuesto.

Cualquiera que fuera el total, lo estaba dividiendo por la mitad. No había manera que pagara por toda esta camioneta, sin importar lo que ella dijera. No cuando estaba tratando de montar un nuevo negocio, pagar a sus empleados y a sí misma.

—Creo que será mejor que guardes los recibos.

Me reí.

Nunca dejaba de sorprenderme lo bien que podía leer mis pensamientos.

—¿Qué hay de nuevo? ¿Todo bien?

—Estoy bien. —Asintió—. De hecho, acabo de terminar una clase con tu madre y vi tu camioneta, así que vine a saludarte.

Fruncí el ceño.

—Pensé que tus clases eran los martes.

—Así es, pero pedí un cambio esta semana. Me tomé toda la tarde libre para una cita. —Alcanzó el cuello de su vestido. El cuello estaba cortado con el fin que pudiera deslizase sobre uno de sus hombros, enseñando un poco de su piel perfecta.

Cuando tiró del cuello, metí una mano en mi bolsillo para no sentirme tentada de ver qué tan sedosa era esa piel. Mi polla se sacudió contra la cremallera mientras tiraba cada vez más de ese cuello, estirándolo para que su hombro quedara completamente desnudo.

—¿Lo ves? —Giró la espalda hacia mí y me incliné más cerca.

—¿Te hiciste un tatuaje hoy?

Asintió y miró por encima de su hombro.

—Mi primero y único. Esa cosa duele como un infierno.

Sonreí.

—Confiaré en tu palabra.

—¿No tienes tatuajes?

Negué.

—Aún no. Simplemente no puedo pensar en nada que me gustaría
tatuarme. —La señalé, queriendo mantenerla abajo para poder ver de
cerca—. ¿Puedo?

—Adelante.

Mis dedos reemplazaron los de ella y suavemente la tiré más abajo su tela. Tuve cuidado de no tocar su piel, sabiendo que estaría sensible, pero también para que mi polla no tuviera ninguna idea de a dónde iba.

En su hombro derecho, cubierto con una envoltura de plástico, había una larga secuencia de guiones delicados; el resto aún no está escrito.

—Me gusta. —Me esperaba que cualquier tatuaje que se hiciera, fuera algo sobre Johnny, pero esto parecía más como algo solo para ella—. ¿Qué significa eso?

—Es una canción lírica. Algo que siempre recuerdo. —Se ajustó el vestido por encima del hombro mientras mis dedos la soltaban—. Los primeros años después de la muerte de Johnny fueron difíciles. No vi mucho a ninguno de nuestros viejos amigos. En general me limité a lo mío. Trabajé como recepcionista en la oficina de un dentista hasta que compré el restaurante, y si no estaba en el trabajo, entonces, el tiempo lo pasaba en casa o con Jaehyun y Nayeon.

Asentí y permanecí en silencio, sin querer que se detuviera.

—Pero después de tres años más o menos, empecé a salir más. Empecé a
encontrarme con viejos amigos. Siempre me hablaban como en los viejos tiempos, pero en cuanto me alejaba, los oía susurrar viuda. Esa fue la primera palabra que utilizaron para describirme a mis espaldas. Esa pobre viuda, Suh Mina.

Miró fijamente, sin pestañear, a la camioneta mientras hablaba y la ira brillaba en sus ojos.

—Odio esa palabra. Viuda. —Sus manos se apretaron en puños en el banco de trabajo—. Cada vez que la oigo quiero gritar. La gente dice que una viuda es lo que soy ahora. Como si esperaran que permanezca en este estado permanente de dolor. Como si fuera inaceptable que considere seguir adelante con mi vida.

No tenía que decir sus nombres, pero sabía que se refería a los padres de Johnny.

—De todos modos —relajó sus manos—, fue entonces cuando comencé a pensar en completar la lista de cumpleaños de Johnny. Y eso es lo que significa mi tatuaje.

—Que el resto de tu vida todavía no está escrito.

Asintió y clavó su mirada castaña en la mía.

—He estado pensando mucho en ti estas últimas semanas.

—¿Sí? —Mi pecho se comprimió mientras me preparaba para que levantara esa pared. Mientras esperaba que me dijera que no sería parte de lo que tenía sin escribir.

—Sí. —Miró su regazo—. Me asustas muchísimo, Chaeyoung —susurró.

—¿Es por eso que me has estado evitando?

—Lo siento. Solo necesitaba tiempo para pensar.

Quería tocarla, levantar su barbilla para que me mirara, pero mantuve mis manos apretadas a los lados.

—Esta bien.

—Me gustas —le dijo a sus dedos—. Me gustas mucho y no como amiga.

La tensión salió volando de mis hombros y dejé escapar un suspiro. Le gusto. Eso era bueno. No, eso era jodidamente genial. Si ella realmente estaba dispuesta a reconocer sus sentimientos por mí, mi batalla cuesta arriba podría comenzar a nivelarse.

—Me gustas mucho también.

—Pero...

—Espera. —Mi dedo voló a sus labios—. Déjame decir algo antes que te lleves la mejor sensación que he tenido en semanas.

Sonrió contra mi piel.

—No estoy intentando tomar el lugar de Johnny ni borrar su memoria ni hacerte olvidar que lo amabas. Solo estoy tratando de explorar esto entre nosotras. —Me acerqué más, apoyando mi cadera contra su muslo.

Su aliento se atascó bajo mi dedo y lo dejé caer, descansando mi mano en el otro lado de su regazo, atrapándola en mi espacio.

—Lo que iba a decir era —sus ojos sostuvieron los míos mientras sonreían—; pero me gustaría tomar las cosas con calma y ver qué pasa.

Con calma. No iba a retroceder ni mantenerme a distancia. Solo quería
tomarse esto con calma. Y con calma, definitivamente podría manejarlo.

—Dios, quiero besarte. —Quería desnudarla y tomarla aquí mismo, en
esta mesa de trabajo, pero como no estaba lista para eso, me conformaría con un beso—. ¿Eso te asusta?

Asintió.

—¿Quieres que te bese, Mina?

No se movió. Solo me miró a los ojos mientras nuestras respiraciones se
mezclaban. Luego, hizo mi año entero dándome el más leve asentimiento.

Cerré los centímetros entre nosotras hasta que mi nariz rozó la de ella. Me detuve cuando se puso tensa, luego esperé, sin mover ni un músculo. Pero justo cuando estaba a punto de alejarme y darle un poco de espacio, se apoyó en mis labios con un roce vacilante.

—¡Chaeyoung! ¿Quieres pizza?

Mina y yo nos separamos apresuradamente, nuestras cabezas girándose hacia mamá mientras cruzaba la puerta lateral del garaje.

—Joder —murmuré al mismo tiempo que Mina gimió.

Salí del espacio de Mina y miré a mamá ceñuda. No podría habernos visto desde la puerta lateral, así que no podía enojarme demasiado, pero maldito sea el beso impedido por mi madre. Se sentía como la época de la escuela secundaria cuando me sorprendía besándome con mi novia en el camino de entrada.

—¡Oh, Mina! —dijo mamá, rodeando la vieja camioneta—. No me di cuenta que aún estabas aquí. Hemos ordenado pizza. ¿Te quedarás?

Sonrió.

—Por supuesto. Gracias, Jihyo.

—Chaeyoung y Daniel adoran la de carne, pero yo me pido la vegetariana. ¿Está
bien?

—Suena genial.

—¡Bueno! Te llamaré cuando llegue. —Mamá me guiñó un ojo antes de darse la vuelta y salir por la puerta.

Pasé una mano por mi cabello y tomé unos segundos para poner mi polla bajo control. Pensó que conseguiría algo más que mi mano esta noche y estaba atascada contra mi cremallera, lista para salir y jugar.

Los dedos de Mina trabajaban por su cuenta en enredados círculos, su labio inferior entre sus dientes.

—Lo siento. —Levanté mis manos—. Dijiste lento.

Sacudió su cabeza.

—Está bien. Sólo estoy...

—Oye. —Me volví a acercar a la mesa, atrapando sus manos entre las mías antes que se agitaran—. Iremos despacio hasta que estés lista para acelerar el ritmo. Solo dame la señal cuando estés preparada. —La dejé ir e hice una demostración de mi versión de su giro de muñeca—. Listo. Dame esa señal.

Se rio.

—Bueno.

Caminé a lo largo del banco hasta la mini nevera y saqué otra cerveza.

—¿Quieres una?

—Sí, por favor.

Abrí la cerveza y se la entregué.

Inclinando la botella color ámbar a sus labios, tomó un largo trago. La forma en la que su sexy garganta se movía mientras bebía no estaba haciendo nada para ayudar con el problema en mis vaqueros.

Dejó su cerveza y también que sus ojos vagaran por el banco de herramientas. Se quedaron en mi arma y placa a unos pocos metros de distancia.

—¿Puedo, mmm...? —Señaló mi arma.

Dejé la cerveza y recogí la Glock sacándola de la funda.

—Por supuesto. Tiene el seguro activado y la descargué cuando llegué aquí.

La sostuvo con cuidado en su mano.

—No sé mucho sobre pistolas. Solo utilicé un rifle cuando hice el hunter safety de niña. Es pesada.

Lentamente, envolvió la culata con ambas manos.

—¿Así se sostiene?

Negué y reposicioné sus manos para que una estuviera alrededor de la empuñadura y la otra debajo de la base para soportar su peso.

—Así. Esta arma sería demasiado grande para ti sin mucha práctica. Tiene un gran retroceso y está hecha para manos más grandes. La mayoría de las mujeres oficiales incluyendome llevamos una versión más pequeña. Probablemente la otra te enviará los brazos por encima de la cabeza y te haría retroceder un paso o dos.

Algo así como el asesino tuvo un retroceso en el tiroteo de la tienda de licores.

¿Qué mierda? Mi mente empezó a correr. ¿Cómo no pensé en esto? ¿Cómo ninguno de nosotros había pensado en esto? ¿Y si el asesino de Johnny fuera una mujer?

Pasé una mano por mi rostro cuando las cosas aparecieron bajo una nueva perspectiva. Simmons no había jodido este caso de asesinato. Lo había mirado desde el ángulo más obvio. Había estado buscando a un hombre.

Todos habíamos estado buscando a un hombre.

—¿Chaeyoung?

Parpadeé y me concentré en Mina.

—Lo siento. Solo estaba pensando en algo.

Tomé el arma de sus manos y la puse en su funda.

—¿Todo bien? —preguntó, frunciendo el ceño.

Sonreí y mentí.

—Sí. Todo fantástico. ¿Quieres pasar el rato conmigo mientras trabajo en la camioneta antes de la cena, o quieres entrar y hablar con mamá?

—Voy a entrar y hablar con tu mamá —. Se acercó a mí poniendose de frente.

Mi respiración se acelero ante su cercanía y su delicioso olor.

Sus brazos se envolvieron en mi cuello. Sin dudas este abrazo alegro mi semana entera, enterre mi rostro en su cuello inundandome de su rico perfume y la envolví con mis brazos.

Sus delicadas manos acariciaban mi cabello, enterrandosé en el. Estuvimos así durante unos minutos. Sin duda lo mejor que me había pasado en la semana.

Sus labios se posaron en mi mejilla, luego se separo sin apartar sus manos de mi cuello mirandome fijamente a los ojos. — Perdón por haberte apartado estás últimas semanas, pero de verdad que me sirvio para dejar toda la mierda atrás y ver por mi misma. Pude ver más allá al pensarte todo el día, al extrañarte y ver tus ojos cada vez que caía rendida a la cama. Quiero que sepas que estás en mi mente todo el día, cada minuto y segundo.

Sus manos acariciaron mis mejillas, y yo estaba como boba escuchandola.

—Estoy tan asustada, pero estoy aceptando esto que siento por tí y quiero seguir adelante. Pero vamos a ir paso a paso, ¿Sí? —. Yo solo asentí —. Bien, por ahora te tendrás que conformar con esto. — Sus labios lentamente se posaron sobre los míos, de la manera más inocente y delicada posíble. Solo una leve caricía. Mis latidos creo se escuchaban por toda la maldita ciudad.

Se separo cuidadosamente de mí, mis ojos cerrados por unos segundos. Cuando los abrí aún totalmente sin habla y embobada vi su sonrisa brillante mientras lentamente se alejo de mí. Cuando desaparecio donde mi madre me quede uno o dos minutos más parada sonriendo como idiota.

Que jodida estás por esa mujer Son Chaeyoung.

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