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Capítulo 9

Kara:

La fiesta seguía a pleno ritmo cuando salí del baño, mi mente aún dando vueltas por todo lo que había pasado con Alex. El beso, las palabras, la tensión que había entre nosotros... Todo me dejaba confundida. Pero la música fuerte y las luces destellantes de la sala me ayudaron a recuperar el control, al menos en apariencia.

Me dirigí hacia el centro de la pista, donde algunos de mis amigos seguían bailando y riendo. Traté de ignorar el ardor en mi piel, el recuerdo del contacto de Alex tan reciente, tan intenso. Pero no podía evitar buscarlo entre la multitud, y cuando lo encontré, apoyado contra la pared con los brazos cruzados, nuestros ojos se cruzaron de nuevo. Me miraba de una manera que me hacía temblar. Esa mirada que prometía que esto no había terminado.

Justo en ese momento, sentí una mano en mi hombro. Archibald, uno de los chicos del grupo, se inclinó hacia mí con una sonrisa relajada. Él siempre había sido simpático, agradable, fácil de estar cerca. A diferencia de Alex, no había ningún peligro con Archibald, ninguna complicación. Solo una presencia amigable.

—¿Todo bien, Kara? —preguntó Archibald, su sonrisa amplia mientras me ofrecía un vaso de algo que olía fuerte.

—Sí, todo bien —mentí, aceptando el vaso y dándole un sorbo pequeño para mantener las apariencias.

—¿Quieres bailar un poco? —me preguntó, señalando a la pista donde la gente se movía despreocupadamente al ritmo de la música.

Dudé por un segundo, mis ojos desviándose hacia Alex, que no había dejado de observarnos desde su rincón oscuro. Algo en su expresión había cambiado. No era esa sonrisa confiada que siempre llevaba, ni esa indiferencia que parecía dominarlo. Ahora, había una tensión en sus hombros, su mandíbula apretada.

Antes de que pudiera pensarlo mucho más, pensé en la lista de besos y a mi obligaciùon de besar al menos 2 chicos como amber dijo que había hecho, asentí.

—Claro —respondí, tratando de mantener mi tono despreocupado.

Archibald me llevó al centro de la pista, y pronto nos encontramos moviéndonos al ritmo de la música. Era fácil estar con él, sin complicaciones. Nos reíamos de las bromas tontas que hacía y, por un momento, logré distraerme de todo lo que había pasado esa noche. Pero cada vez que giraba o cambiaba de dirección, sentía la mirada de Alex sobre mí. Era como una llama, quemando a la distancia.

Entonces, todo pasó rápido. La canción cambió a algo más lento, y antes de darme cuenta, Archibald me rodeó con sus brazos, acercándome a él. No había pensado en lo que vendría después, pero el ambiente, el alcohol, la confusión en mi mente, todo se mezcló. Y cuando él se inclinó hacia mí, no me aparté.

Nuestros labios se encontraron en un beso suave, un beso que debería haber sido insignificante. Pero en el momento en que cerré los ojos, pude sentir algo diferente. No era solo Archibald. Era la sensación de Alex observándonos. Y cuando abrí los ojos de nuevo, vi su rostro a lo lejos, su mirada fija en nosotros, su expresión cambiada.

Alex no había apartado la vista ni un segundo. Su postura ya no era relajada; sus brazos estaban tensos, sus manos apretadas en puños a los lados. Había algo en su mirada que no había visto antes, algo oscuro, casi furioso.

El beso con Archibald no duró mucho, pero fue suficiente. Cuando nos separamos, sonreímos torpemente, como si fuera lo más natural del mundo. Pero la sensación de incomodidad me inundó al instante.

—Voy por algo de beber —dije rápidamente, excusándome antes de que Archibald pudiera decir algo más.

Me alejé de la pista, y en el instante en que mis pies tocaron el borde del salón, Alex se movió hacia mí, cortando cualquier escape. Se paró frente a mí, su presencia tan abrumadora como siempre, pero esta vez había una tensión evidente entre nosotros. Sus ojos me taladraban, como si exigieran una explicación.

—¿Qué crees que haces? —preguntó con voz baja, casi un gruñido, sin apartar la mirada de mí.

—No es tu asunto —respondí, tratando de sonar firme, aunque mi corazón latía con fuerza.

—¿No es mi asunto? —repitió, dando un paso hacia mí, invadiendo mi espacio personal—. Besas a ese idiota justo delante de mí, y ¿pretendes que no me importe?

Sentí cómo el calor subía a mi rostro, pero no iba a dejar que me controlara.

—Archibald es solo un amigo —dije, cruzándome de brazos—. Y tú no eres mi dueño, Alex. No tienes derecho a decirme con quién puedo o no puedo...

—No se trata de ser dueño de nadie, Kara —interrumpió, su voz dura y sus ojos oscuros—. Se trata de lo que está pasando entre nosotros. No finjas que no lo sientes.

Las palabras me golpearon como un tren. No podía negar lo que estaba ocurriendo entre Alex y yo. La tensión, la atracción, era innegable. Pero tampoco podía ignorar lo que acababa de pasar con Archibald. Todo estaba fuera de control.

—Alex, no lo entiendes... —comencé a decir, pero él me interrumpió de nuevo, esta vez con más intensidad.

—¿Qué no entiendo? —dijo, inclinándose hacia mí hasta que nuestros rostros casi se tocaron—. Lo que entiendo es que no puedes estar jugando a dos bandas. Yo no soy como Noah, Kara. No me quedo esperando.

Mis palabras se congelaron en mi garganta. La intensidad en sus ojos me hacía difícil respirar. Por un momento, pensé que me besaría ahí mismo, delante de todos. Pero no lo hizo. En cambio, dio un paso atrás, pasando una mano por su cabello con frustración.

—Haz lo que quieras, pero no te equivoques —susurró, con la voz grave y baja—. Sabes lo que pasa entre nosotros, y también sabes que Archibald no es quien realmente quieres. Pero sigue engañándote si eso te hace sentir mejor.

Con esas palabras, Alex se alejó, dejándome allí, completamente descolocada. Sentía una mezcla de enojo, confusión y... algo más. Algo que no quería admitir. 

Cuando finalmente me encontré con Aaron en la fiesta, una mezcla de emociones me invadió. Había pasado tanto tiempo desde que lo vi, y su mirada seguía cargando el peso de la tristeza. Pero al mismo tiempo, la mención de Abigail me revolvía las entrañas.

No podía evitar recordar cómo había sido ella, la mejor amiga de Aaron, esa figura brillante que siempre se llevaba la atención. Era como una sombra constante en nuestras vidas, y aunque sonreía y parecía perfecta ante los demás, en mi interior había un resentimiento latente que nunca se disipó. Sabía que eso no era justo, pero mi mente siempre se llenaba de pensamientos oscuros cada vez que su nombre salía a la luz.

—Kara, ¿estás bien? —preguntó Aaron, rompiendo mi trance. Sus ojos reflejaban preocupación, y por un instante, el odio que sentía por Abigail se desvaneció, solo para ser reemplazado por la confusión.

—Sí, solo... estaba pensando en lo complicado que fue todo —respondí, tratando de sonar casual, pero mi voz traicionó mi incomodidad.

La forma en que Aaron hablaba de Abigail me hacía querer gritar. La imagen de su sonrisa perfecta, la manera en que parecía absorber todo el cariño a su alrededor, me enfurecía. La idea de que Aaron la idealizara, de que aún guardara su recuerdo con tanta reverencia, me dejaba un sabor amargo en la boca.

—Ella realmente se preocupaba por ti —dijo Aaron, su voz más suave—. Era una gran amiga.

Mis pensamientos se agolpaban en mi cabeza, luchando por salir. ¿Gran amiga? ¿La misma amiga que, a menudo, se reía de mis inseguridades? La misma que se aseguraba de que siempre estuviera en segundo plano, sin que nadie se diera cuenta de lo que realmente pasaba.

—Lo sé, pero... —empecé, sintiendo la necesidad de dejar salir mi frustración, aunque sabía que no era el momento—. A veces, es difícil para mí escuchar eso.

Aaron me miró, y por un momento vi un destello de sorpresa. No esperaba que mi resentimiento saliera a la superficie de esa manera.

—Kara, no tienes que sentirte así —dijo, su voz llena de confusión—. Ella fue parte de mi vida, pero no quiero que eso afecte lo que tenemos.

Eso me hizo sentir aún más incómoda. ¿Qué teníamos? Después de mis dos besos con Alex no tenía las ganas de acercarme a él. Era como si todo lo que había dicho a Fanny sobre cuánto que me gustaba el ex de mi exmejor amiga muerta se hubiera volatilizado el momento que sus labios tocaron los míos.

La sombra de Abigail siempre parecía estar presente, acechando entre nosotros. Cada vez que Aaron sonreía al mencionar su nombre, una parte de mí se crispaba. Era como si la historia de Abigail aún estuviera escribiendo su propio guion en nuestras vidas.

La tensión entre Aaron y yo había estado acumulándose desde el momento en que nos encontramos de nuevo. La última vez que hablamos, todo había sido diferente. Recuerdo claramente aquella noche, un momento robado en el que nos besamos en la oscuridad, escondidos de los ojos de Abigail. Aquella conexión había sido intensa, un chispazo de lo que podría haber sido. Pero todo cambió con la muerte de Abigail.

Desde entonces, el silencio se había convertido en nuestro compañero constante. Cada vez que pensaba en esa noche, en la forma en que nos acercamos, el sabor del beso todavía estaba fresco en mi memoria, pero se mezclaba con una punzada de dolor y culpa. Había algo casi prohibido en nuestro encuentro, una relación secreta que nunca tuvo la oportunidad de florecer. Ahora, la sombra de Abigail se cernía sobre nosotros como un espectro, siempre presente, recordándonos lo que había pasado.

Cuando vi a Aaron esa noche, el recuerdo del beso me inundó. Había tanto que no habíamos dicho, tanto que se había quedado sin resolver. La idea de que habíamos compartido algo tan especial en medio de la confusión de nuestras vidas anteriores se convirtió en un peso que llevábamos.

—No puedo creer que estemos aquí, hablando —dijo Aaron de repente, su voz temblando un poco. Su mirada estaba llena de una mezcla de nostalgia y tristeza.

—Sí, es raro... —respondí, sintiendo cómo las palabras se enredaban en mi garganta. Aquello que una vez había sido tan natural entre nosotros se sentía ahora como un terreno desconocido, lleno de espinas.

—Desde lo de Abigail, no he sabido cómo enfrentar esto... —dijo, y en su voz había una vulnerabilidad que no había mostrado antes. Esa sinceridad me atrapó, y quise alcanzarlo, pero el peso de nuestras historias compartidas me detuvo.

—Yo tampoco —admití, sintiéndome desgarrada por el conflicto. Había días en que quería que todo volviera a ser como antes, pero la realidad era innegable. Abigail había cambiado todo.

Mientras nos mirábamos, el silencio se volvió abrumador. La historia que habíamos compartido era una mezcla de momentos dulces y amargos, de decisiones no tomadas y palabras que se habían quedado sin pronunciar. Cada mirada entre nosotros era un recordatorio de lo que habíamos perdido y de lo que nunca pudimos tener.

—¿Tú crees que podríamos volver a tener algo? —pregunté finalmente, rompiendo el silencio. Mis ojos buscaban respuestas en los suyos, como si esperara que dijera algo que pudiera cambiarlo todo.

El quería responder, pero la sombra de Abigail seguía acechando.

La traición que sentía por haber compartido algo con él mientras que estaba con ella antes de su muerte me mantenía atrapada. Era como si cada palabra que decía estuviera envuelta en el peso de un pasado que no podíamos ignorar.

—No lo sé, Kara... —susurró, con los ojos perdidos en mi mirada. —Es complicado.

La tristeza en su mirada me atravesó. Había tanto en juego, tantas emociones no resueltas. El beso que habíamos compartido se sentía tan lejano y, al mismo tiempo, tan presente. Y mientras nuestras vidas seguían adelante, los ecos de Abigail seguían resonando, recordándonos que algunas puertas, una vez cerradas, son difíciles de volver a abrir.

- Por cierto, ¿No conocerás a una Amber? Me ha escito por instagram.

Mi cabeza iba a explotar si escuchaba a más "Amber" en esa fiesta, en ese momento bebí el resto de la botella y vomité.

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