Capítulo 7
Kara:
1025
1026
1027
1028
Mi madre siempre me ha dicho que si estaba triste o enfadada todo lo que tenia que hacer era contar hacia mil con los ojos cerrados y desapareceria: Eso siempre había sido cierto, como cuando tenía que aguantar un enfado contra mi hemano menor, o cuando sacaba una mala nota. Pero, ahora, irónicamente, solo conseguía llorar más fuerte.
¿Realmente a Noah le gustaba Amber?
¿Entonces por qué intentó besarme?
¿Por qué me hacia cumplidos?
Llaman a la puerta.
En algún momento, entre las luces y el bullicio, terminé en el baño, buscando un momento de tranquilidad. Cerré la puerta, apoyé la espalda contra la pared y dejé escapar un largo suspiro, intentando no pensar en Noah, en Amber, ni en lo estúpido que todo me parecía.
Estoy en un baño con unos muros estrechos y oscuros que tengo la sensación me van a tragar, cogo rápidamente papel higiénico, me lavo la cara y con el papel higiénico me la seco lo mejor que puedo. La persona del otro lado de la puerte continua insistiendo a cada vez más fuerte golpeando sus nudillos sobre la puerta cada vez más fuerte.
Precipitadamente abro la puerta insultando a la persona que insiste, y al apoyarme para abrir la cerradura la persona del otro lado tira con fuerza haciendome perder el equilibrio y caer.
El desconocido me coge por los hombros, yo sigo con los ojos cerrados (además de estar enrojecidos)
- ¿Kar? ¿Eres tú?
—¿Qué demonios? —murmuré.
Ahí estaba él. Alex William, el típico chico malo del instituto, con su chaqueta de cuero, una media sonrisa descarada en los labios y esos ojos verdes que parecían mirar a través de ti en lugar de a ti. El que venía de besar en el verdad o reto.
—¿Te estás escondiendo o qué? —me dijo, con ese tono burlón y despreocupado que parecía ser su marca registrada.
—¿Perdón? —solté, confundida por su presencia y la pregunta. Él me miraba como si ya hubiera sacado sus propias conclusiones sobre por qué estaba ahí.
—Vamos, Kara, no me digas que Noah te está arruinando la fiesta otra vez —añadió, cruzándose de brazos y apoyándose contra el marco de la puerta, como si fuera lo más natural del mundo irrumpir en mi pequeño espacio de escape.
—No tienes ni idea de lo que hablas —repliqué, intentando sonar más firme de lo que me sentía en realidad. ¿Cómo sabía que estaba pensando en Noah?
—Claro que sí —su sonrisa se ensanchó, y se inclinó un poco hacia mí, sus ojos brillando con algo que no podía identificar del todo—. Lo he visto rondando por ahí con Amber. Sabes lo que pasa, ¿no?
—No me interesa —mentí, y mi voz sonó más débil de lo que esperaba.
Alex dejó escapar una risa corta, una especie de bufido, como si mi intento de negarlo fuera un chiste en sí mismo.
—Bueno, si te interesa o no, es tu problema —dijo, alzando las cejas—. Pero esa cara de pocos amigos te delata. ¿O es que solo te estás escondiendo porque te aburres de la fiesta?
—¿Y a ti qué te importa? —respondí, cruzando los brazos, incómoda con la forma en que me miraba, como si me tuviera totalmente descifrada sin siquiera conocerme realmente.
—No me importa —dijo con una risa ligera—. Solo pensé que te vendría bien una distracción.
Dio un paso hacia dentro, cerrando la puerta detrás de él. El espacio del baño, ya de por sí pequeño, se volvió más claustrofóbico con él ahí. De cerca, su presencia era intensa, y esa actitud despreocupada que normalmente me habría irritado, de alguna manera me mantenía intrigada.
—Mira, no sé qué te pasa —comenzó, y esta vez su tono era un poco más serio, aunque no del todo—, pero esconderte en un baño no es la solución. Si Noah es un idiota, es su problema, no el tuyo.
—No estoy escondida —repliqué, aunque sonó débil incluso para mí.
—Claro, y yo soy el tipo más responsable de esta fiesta —bromeó, su sonrisa socarrona volviendo a aparecer.
—¿Qué quieres, Alex? —pregunté, intentando entender por qué estaba ahí.
—Solo salvarte de esta fiesta aburrida. —me preguntó, inclinándose contra la pared con una expresión que era una mezcla de burla y genuina curiosidad.
Suspiré, ya sin energías para defenderme de su ataque de bromas.
Alex soltó una carcajada baja y pasó una mano por su cabello, despeinándolo aún más.
—¿Sabes? Si estuviera en tu lugar, ya habría inventado alguna excusa para largarme.
Una parte de mí se sorprendió de lo fácil que era hablar con él, a pesar de que prácticamente no habíamos tenido más de dos conversaciones antes de esta. Y aunque tenía esa reputación de chico malo y despreocupado, su compañía era inesperadamente relajante.
—¿Y tú? —pregunté, sintiendo la necesidad de cambiar de tema—. ¿Por qué no te has ido?
Él se encogió de hombros.
—La fiesta no es tan mala cuando sabes cómo divertirte. Además, ver cómo los demás pierden el control siempre es entretenido.
Rodé los ojos, pero no pude evitar una pequeña sonrisa. Alex tenía ese efecto. Podía ser molesto, pero de alguna manera siempre lograba sacar una reacción.
—Pero vamos, Kara —dijo, mirándome con esos ojos que siempre parecían ocultar algo más—. No me vas a decir que toda esta cara larga es por una mala noche, ¿verdad?
No respondí. Mi silencio debió darle todas las respuestas que necesitaba, porque su expresión cambió ligeramente. Por un momento, la burla desapareció de su rostro y vi algo más, algo más serio.
—Noah no vale la pena si te hace sentir así —dijo, con un tono que no esperaba—. Y Amber... bueno, ya sabes cómo es.
No sabía qué decir. La tensión en el aire entre nosotros se hizo más pesada, más tangible. No estábamos cerca, apenas nos conocíamos, pero había algo en la forma en que Alex me miraba que me hacía sentir... vista. Como si, a pesar de su actitud despreocupada, pudiera entender lo que estaba pasando dentro de mí.
Finalmente, me atreví a preguntar:
—¿Y por qué te importa?
Su sonrisa volvió, pero esta vez fue más suave, menos burlona.
—No sé, tal vez me gusta salvar a las chicas que se esconden en baños —respondió con una pequeña risa.
Pero había algo en sus ojos, algo que no concordaba con el tono despreocupado de su voz, que me hizo pensar que tal vez había más detrás de sus palabras de lo que estaba dispuesto a admitir.
Me apoyé contra el lavabo, tratando de recuperar el control de mis pensamientos, pero Alex, de pie frente a la puerta, no apartaba los ojos de mí. Ese tipo de mirada que me hacía sentir desnuda, como si pudiera ver más allá de lo que yo misma entendía.
—¿Estás bien? —preguntó finalmente, su tono más suave de lo que esperaba, pero aún con esa firmeza que parecía rodear cada cosa que decía.
Asentí, aunque no estaba segura de si era verdad. Mi mente seguía reviviendo el caos de los últimos días, la confusión con Noah, el beso en el juego de la botella... y ahora, estar aquí con Alex.
Lo miré, sorprendida. Alex no solía decir cosas así. Su forma de ser era más bromista, más despreocupada, pero en ese momento, había algo genuino en sus palabras.
—No es tan simple —repliqué, aunque en el fondo sabía que tenía razón. Pero Noah era... bueno, Noah. La historia entre nosotros era complicada, llena de idas y venidas, de momentos que me hacían cuestionar todo, incluido lo que sentía por él.
—¿Ah, no? —Alex sonrió, esa sonrisa ladeada y desafiante que ya había visto tantas veces—. Me parece bastante simple. Él juega contigo, y tú lo dejas.
Sentí el golpe de sus palabras, directas y crudas, pero antes de que pudiera responder, alguien empezó a golpear la puerta con fuerza.
—¡Kara! —Era Noah, su voz llena de urgencia—. ¡Kara, por favor, abre la puerta!
Mis ojos se abrieron de golpe, y por un momento, el pánico me atravesó. Sabía que Noah estaba buscando respuestas, buscándome a mí. Pero lo último que quería era que me encontrara aquí, con Alex.
—Mierda —murmuré, sintiendo cómo la ansiedad comenzaba a subir.
Alex, sin perder la calma, me miró. Sus ojos tenían un brillo oscuro, casi desafiando la situación.
—Quédate aquí —ordenó, sin titubeos. Antes de que pudiera decir algo más, se giró y abrió la puerta lo justo para salir, cerrándola tras él.
A través de la puerta, escuché cómo la situación se desmoronaba.
—¿Dónde está Kara? —exigió Noah, claramente alterado.
—Ni idea, hombre —respondió Alex con un tono tan casual que casi me sorprendió. Sabía perfectamente dónde estaba yo, pero mentía con una habilidad desconcertante.
—¡No mientas! —insistió Noah, su voz subiendo de tono. Parecía al borde de perder los nervios.
Alex no se inmutó. Podía imaginar su postura relajada, con los brazos cruzados, desafiando a Noah sin esfuerzo.
—Relájate. ¿Por qué te pones tan loco? Kara puede estar donde quiera, no eres su dueño.
Hubo un silencio tenso después de eso, como si Noah estuviera procesando lo que Alex acababa de decir. Pero entonces, la ira en la voz de Noah volvió a aparecer.
—Esto no tiene nada que ver contigo, Alex. No te metas.
La risa baja de Alex resonó a través de la puerta, burlona.
—Claro que tiene que ver conmigo. No voy a dejar que la sigas confundiendo mientras juegas con Amber y con ella.
Pude escuchar cómo Noah respiraba con fuerza, claramente perdiendo la paciencia.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Noah, su voz ahora más baja, pero llena de furia contenida.
—Digo que te largues, Noah. Kara no te necesita ahora —Alex sonaba implacable, y aunque no podía verlo, podía sentir cómo cada palabra de él era como una barrera, protegiéndome.
Hubo otro momento de silencio, y por un segundo pensé que Noah no se iría. Pero entonces, escuché sus pasos, alejándose rápidamente. Alex esperó unos segundos más antes de abrir la puerta y volver al baño.
Su expresión era tranquila, casi como si nada hubiera pasado, pero sus ojos estaban cargados de algo más, algo oscuro y peligroso.
—Ya está —dijo simplemente, caminando hacia mí—. Se ha ido.
Lo miré, sin saber qué decir. La tensión en el aire era palpable, tan espesa que casi podía cortarse. Alex estaba a pocos pasos de mí, y su presencia era abrumadora, de una manera que no había sentido antes.
—¿Por qué...? —comencé a preguntar, pero mi voz se apagó.
—Porque Noah no tiene ni idea de lo que quiere —dijo Alex, su tono firme, pero con una suavidad inesperada—. Y yo sí.
Me quedé inmóvil, mis ojos buscando los suyos, tratando de entender qué quería decir realmente. Pero antes de que pudiera procesarlo del todo, él dio un paso más, cerrando la distancia entre nosotros. Su mano rozó mi mejilla, lentamente, y el mundo pareció detenerse.
—Kara, esto no es un juego —murmuró, sus labios peligrosamente cerca de los míos—. No para mí.
Y entonces, antes de que pudiera decir nada más, sus labios encontraron los míos de nuevo, como aquella vez en el juego de la botella. Solo que esta vez, no había nadie mirando. No era un juego. Era real. Y lo sentí en cada fibra de mi ser.
El beso fue lento al principio, pero pronto se volvió más intenso, más urgente, como si el tiempo estuviera en contra nuestra. Mi mente gritaba que esto era un error, que Noah seguía estando en medio de todo, pero mi cuerpo no podía detenerse. Alex tenía razón. Esto no era un juego.
Cuando finalmente nos separamos, ambos respirábamos con dificultad. Sus ojos seguían fijos en los míos, y por un segundo, todo lo demás dejó de importar. Noah, la fiesta, todo desapareció.
—No le digas nada a Noah —susurré, casi sin aliento.
Alex sonrió, esa sonrisa peligrosa que siempre llevaba consigo.
—Tranquila. Será nuestro secreto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro