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Muñeco Roto

Muñeco Roto.

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La liga de la justicia se encontraba reunida en la atalaya, junto a los héroes que la conformaban estaban la tercera generación de Titanes, frente a todos Batman se dejaba escuchar exponiendo la razón de su reunión.

"Jonathan Kent será a partir de ahora oficialmente un miembro de los Titanes"

Robin que se encontraba de pie junto al caballero oscuro de inmediato negó dicha decisión.

"Pero padre, Jon aún no esta listo él es...

Batman corto en medio de sus palabras a su hijo, su voz y mirada en seria reprimenda, no dejando lugar a la discusión.

"He dicho, Superboy se esta uniendo a los Titanes"

Batman dejo de prestarle atención entonces al más joven de sus hijos, dirigiendo su mirada al frente y continuando con su resolución.

Mientras tanto Damian miraba a su padre con incredulidad, mirada que pronto se mancho de dolor, luciendo herida ante el pensamiento que inundo su cabeza.

Frente a él y dándole la espalda ya no era su padre, no, era su madre, igual que en aquellos días donde solo era un niño y su madre le imponía su voluntad sin miramientos ante sus propios deseos.

Y es que él no lo decía por alguna especie de capricho, de verdad creía que su mejor amigo aún no estaba listo para unirse a los Titanes, Jon aun era muy joven, inocente, él aún no estaba preparado para ver la crueldad del mundo, para sufrir las consecuencias de ser un niño luchando en la guerra de los adultos, Damian no estaba siendo egoísta, de verdad, solo intentaba proteger al chico de Krypton, él era el líder de los Titanes y ya había negado el ingreso de Jon al equipo, se supone que era SU equipo, pero al parecer igual que sucedió en el pasado con su madre, solo era un mero titulo sin valor alguno en realidad, el que movía los hilos y tomaba las decisiones era en verdad su padre.

Al parecer lo que su madre y padre querían de él no era algo tan opuesto como Damian llego a pensar alguna vez.

Y si eso es lo único que los demás esperaban de él, que podría hacer más que darles lo que quieren, después de todo siguen siendo sus padres, y Damian al final del día, sin importar cuanto dolor le lleguen a causar, Damian aún los sigue amando, así que él los hará felices, él les dará lo que ellos desean de él.

Y tal vez fue un mal día para no usar el antifaz que ocultaba lo que sus ojos revelaban, tal vez Damian bajo la guardia más de lo que nunca se permitió jamás, o tal vez su padre logro herirle como nadie más jamás pudo nunca.

Pero aquellos que le veían en vez de escuchar a Batman lo vieron, el dolor en aquellos jades que miraban al caballero oscuro pidiendo en secreto que se retractarse, labios pálidos temblar en lo que pudo haber sido un sollozo silencioso.

Y luego, nada.

Damian cerro sus ojos, enderezo su postura, hombros rectos, mentón elevado, cada fibra de su ser tensa en una pose de soldado obediente, y cuando abrió sus ojos, ya no era Robin, mucho menos el niño que llevaba por nombre Damian Wayne, no, era otra cosa.

Un soldado.

Un arma.

Una cosa sin voz ni voluntad.

Algo que solo sabe seguir órdenes, tal como aquel niño que alguna vez le entregaron a Bruce, y que Dick se esforzó tanto en moldear como un  niño de diez años, como  siempre debió ser.

Y ver el cambio con sus propios ojos suceder allí mismo enfrente de todos casi dolía, ver al niño de trece años volver a ser un soldado.

Y esta vez era mucho peor, porque al menos Talia entrego a un guerrero dispuesto a luchar por hacer valer su voz, pero lo que los allí presentes veían en aquéllas iris sin vida, aquellas gemas de jade desprovistas de todo brillo, opacas y sin emociones, era solo un muñeco roto y sin voluntad alguna, más haya de toda salvación.





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