Egoísta.

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Era la mitad de la noche, y el frío calaba hasta los huesos, estaba cansado, agotado en realidad, bueno, eso es lo que tiende a hacer el deambular por pasillos vacíos y oscuros, noche tras noche, en vez de permanecer bajo las mantas en su cómoda cama, como tendría que ser, pero es que las pesadillas no le han dejado pegar ojos en semanas.

El chico se detiene frente a uno de los grandes ventanales de la mansión, y mirando al cielo opaco y tormentos, le susurra sus dudas a alguien que no esta presente.

- Hey, Todd, dime, ¿Es egoísta el desear haber permanecido en mi tumba?, ¿Esta mal desear esa paz que solo la muerte me pudo entregar? - De sus labios se escapa la insinuación de un bufido, una mezcla de burla y de desprecio a si mismo - Por supuesto que lo es, no tienes ni que responder - Miro las estrellas que hoy estaban ausentes, igual que su oyente inexistente - Después de todo, no es quien es asesinado al que más le duele, sino los que se quedan atrás...¿No es así? - Bajando la mirada, tortura sus labios en pos de evitar un sollozo que quiere escapar, levanta la vista, endurece su mirar, y en puño eleva su mano, y con fuerza golpea su pecho, justo encima de ese corazón tan herido que no deja de sangrar, que sigue siendo torturado por el fantasma de esa espada que alguna vez le dividió en dos - ¡Sigue latiendo! - Le exigió demandante, ojos fieros, su voz firme y un poco elevada - Es una orden - Susurro unos segundos después de bajar su mirar inundado de dolor, esos ojos jades que portaban mil demonios.

Y fue un alivió, que no hubiese testigos que vieran caer las lágrimas que le siguieron a esa orden, aquella que en realidad no deseaba que fuera cumplida.