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'Felicidad'

Autora: Maria Leal
Usuario: unaprimaveradeletras

A veces me pregunto, con mi mente a punto de un estallido, ¿Qué es la felicidad?

Suelo levantarme muy temprano, más de lo que debería. Camino deprisa, en ayuno, con un termo de café en mano y a medio vestir; buscando tomar el metro a tiempo.

Mi cuerpo se tensa cuando siento el roce de personas extrañas a mi alrededor, que toman del mismo agarradero  y ocupan más espacio que el que deberían. Escucho toser, conversaciones, llantos y algunas risas; todos con objetivos y fines por cumplir en el nuevo día.

Veo a lo lejos a una vieja amiga del colegio. Ella sonríe, pero la esquivo. Las puertas se abren y me retiro.

Llego a mi puesto, me siento y suspiro. Muevo mi cuello de lado a lado, lista para iniciar a teclear en un viejo computador que se traba cada vez que deseo apresurar.

El día, como siempre, transcurre lento, pesado y carente de sentido. Trabajo para crecer, aprendo para ser alguien... Así me lo dijo mi padre.

Me da jaqueca y mi espalda traspasa los límites.

El sábado es mi cumpleaños, número 21, y tendré que salir de la ciudad para trabajar. Me duermo de madrugada por los preparativos, me alimento deprisa y el tiempo es mi peor enemigo.

La hora del almuerzo suele ser corta. El sol hace fuego de mi cabello, salgo deprisa hacia la cafetería del frente y estoy un rato con mi novio. Almorzamos, hablamos y estamos al tanto. Él me habla, pero yo no estoy.

Mi mente traspasa los límites. Pienso y pienso, pero no paro. Estoy y no me encuentro presente, lejos de ser.

Él se marcha, lo olvido al entrar al edificio deteriorado. No me despido, aunque prometo hablarle luego. Tal vez lo haga, más de lo que hice hoy.

La jornada es extensa, me duele la cabeza. Quiero dormir y mi cuerpo lo exige. Papeles, cartas, correos e información; nadie me explica cómo parar, sino como llegar a ser.

Las horas caen como plomo, aunque al fin termina todo. Recojo mi bolsa, carpetas y gorro. Me voy antes del que metro inicie su marcha.

Me deja, llego tarde a la estación, y tengo que recorrer varias manzanas. El atardecer apenas cae, las calles se encuentran colapsadas, aunque no más que lo que se haya mi mente.

Camino deprisa y cansada. El cielo pinta un atardecer con pinceladas. El viento seca mi ahogo, me aglomeró y paso sin parar.

Llego a mi morada, me desvisto, no estoy y me ausento. Mi madre me espera, me continúa esperando y nunca llego a la cena.

Me presiono, me ahorco y espero ser alguien que tal vez nunca llegue a ser.

¿Qué sucedería si el personaje cambia su forma de ver la vida?

Me levanto temprano para tomar un baño helado. Cepillo mi cabello con cuidado, me visto con detallo y me aplico maquillaje con lentitud y goce en mi piel. Tomo el café recién hecho, desayuno mi comida favorita y salgo de mi hogar con una sonrisa, siendo optimista por el nuevo día.

Observo el despertar de las calles, hasta llegar a la estación del metro. Contemplo a las personas, y una más que otra se roba mi sonrisa y tal vez un suspiro.

A lo lejos veo a una vieja amiga. Ella sonríe y busco acercarme y, a pesar de lo abarrotado que se encuentra el metro, la alcanzo. Es una hermosa casualidad reencontrarme con viejas amistades, es como una dosis de alegría que recompensa la rutina.

Las puertas se abren de inmediato. Le ofrezco mi número de teléfono e intercambiamos palabras, porque tal vez nuestra amistad vuelva a renacer.

Saludo a mis compañeros del trabajo, me siento en mi puesto y tecleo despacio. Me emociona el transcurrir del tiempo, más aún cuando lo veré a él en el almuerzo.

El sábado es mi cumpleaños. Me encuentro muy emocionada por celebrar en la terraza de mi edificio. Vendrán viejas amistades, familiares y será una noche especial. Me habían ofrecido trabajo extra, pero no lo pude aceptar; es mi cumpleaños y no me puedo fallar.

El tiempo trascurre rápido. Me apresuro para llegar lo antes posible a la cafetería del frente, porque me espera mi novio. Lo abrazo, siento su aroma y roce de su cuerpo con el mío. Charlamos un extenso momento. Lo amo y disfruto de él en estos cortos ratos.

Prometo hablarle más tarde, y se me hace imposible no hacerlo.

Disfruto de cotidiano, de tomar del metro en horas picos, de caminar por las calles que no toman un paro, del trabajo y la cantidad de papeles que tengo que leer a diario. Disfruto del proceso y eso es mi felicidad. Me gusta el trayecto, porque soy feliz con lo simple que tengo.

Algunas tardes, como hoy, no tomo el metro, porque me deja y me toca caminar por las calles. Observo el atardecer, escucho el pitazo de las bocinas, el bullicio y el descanso de algunos pájaros.

Camino con calma, respirando y captando cada parte que observo; el atardecer, el parque, las aceras, el semáforo.

Llego a mi hogar lista para cenar con mi madre. Conversamos sobre nuestro día, disfrutamos de una copa de vino y vemos el cielo estrellado pintar nuestra fachada.

Descanso en mi hogar, con el corazón en mano y mi cuerpo agradecido por un día bien vivido.

La felicidad se encuentra en mi propio ser; cuando sonrío, disfruto y vivo. Cuando despierto, guardo el atardecer en mi memoria y gusto del proceso, del camino y de lo cotidiano.

La felicidad es hoy, todo lo demás es efímero.

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