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Capítulo 5

—No sabía que tú también venías aquí. —Dustin se pone en pie de un salto al verme salir de la consulta del psicólogo.

—Es mi primer día —le explico—. Llevas viniendo un tiempo, ¿no?

—Varias semanas —responde—. Desde que terminó todo, en realidad.

La voz de Dustin suena apagada. Me siento culpable de haber estado tan pendiente de mi propia miseria que he olvidado cuidar de él.

—Te espero en el coche. ¿Te apetece alquilar una película después?

Dustin esboza una pequeña sonrisa, que es otra daga directa a mi pecho. ¿Cómo he podido ser tan egoísta?

—Nos vemos en un rato —dice Dustin. Yo me aseguro de que entré antes de marcharme al coche.

***

En Family Video, Robin está detrás del mostrador con cara de pocos amigos. Cuando entro, me sonríe con entusiasmo.

—¡La tarde ha sido un infierno! —exclama Robin—. ¡Espero que esto no se vuelva a repetir! Vaya, traes compañía —dice al ver a Dustin—. ¿Qué hay, Henderson?

Robin le baja la gorra hasta la nariz. Dustin protesta y le enseña el dedo de en medio mientras se dirige a la sección de ciencia ficción.

—¿Haciendo de niñero otra vez? —bromea Robin en tono bajo para que Dustin no lo escuché.

—Muy graciosa. —Me cruzo de brazos—. Sabes que ese crío es mi debilidad. Y no me he preocupado de él lo suficiente.

—Tú siempre crees que no haces lo suficiente —me acusa Robin. Por suerte, Henderson llega al mostrador con una copia de El imperio contraataca y evita que tenga que contestar.

—Ten cuidado al cerrar, Robin —digo como despedida.

—¡Me debes una, Harrington! —grita. Me llevo un dedo a los oídos, fingiendo que no la he oído.

***

—¡Steve, despierta! —Sacudo la cabeza cuando Dustin me tira palomitas.

—¡Eh, no hagas eso! ¡Me cuesta mucho mantener mi pelo así! —exclamo medio dormido—. ¿Qué ha pasado? ¿Por dónde vamos?

—La película ya ha terminado —dice Dustin mientras pone los ojos en blanco.

—¿Qué hora es?

—Las once.

—¿Las once? —chillo—. ¿Por qué no me has despertado antes? ¿Sabes lo preocupada que estará tu madre? ¿Dónde están las llaves del coche?

Dustin me sigue por toda la casa sin dejar de repetir mi nombre. Al final, da un grito que me hace parar en seco.

—He llamado a mi madre. Le he dicho que me quedo en casa de un amigo.

—¿Por qué has hecho eso? ¿Sabes lo raro que es quedarte a dormir en mi casa?

—Y precisamente por eso Lucas me cubre. —Dustin sonríe y se da unos toquecitos con el índice en la cabeza.

—¿Qué hay de mis padres? ¿Eh? —pregunto, agachándome a su altura—. En eso no habías pensado, ¿verdad?

—Llevo sin verlos todo el día, dudo que aparezcan de la nada.

—Tienes razón, están de guardia —admito—. ¡Pero no es excusa!

—Steve, déjame dormir esta noche aquí. Por favor.

Junta las palmas en un gesto de súplica y no termino de distinguir si el tono lastimoso de su voz es falso o real. Me dejo caer en el sofá a modo de rendición.

—¡Pero recoge todas las palomitas del suelo!

***

—Necesito contarte algo —dice Dustin cuando ya lo hemos dejado todo limpio—. No me trates de loco, por favor.

—Con todo lo que hemos vivido hasta creería que vienes del futuro.

—Yo... A mí me han recetado... Unas pastillas —balbucea—. Bastante fuertes... Porque veo visiones... Ilusiones... O lo que sea.

—¿Qué tipo de visiones? —La nuca me pica, como si alguien tuviera sus ojos clavados en mí.

—Al principio solo iba al psicólogo por pesadillas —explica—. A las semanas, empecé a sentirme observado con frecuencia. Los médicos pensaron que era una consecuencia de la terapia. De compartir el trauma.

»Pero los fármacos que me recetaron no sirvieron de nada, solo eliminaron las pesadillas. Aún siento que me siguen. Sé que Will antes se sentía así, pero yo no tengo ese cosquilleo.

—¿Sigues tomando las pastillas?

Dustin niega con la cabeza.

—El psiquiatra solo me aumentaba la dosis si le decía que no había mejorado. Me he cansado de pasarme el día drogado y seguir sintiéndolo.

En mi bolsillo, el pastillero que me dio el médico esta mañana se siente demasiado pesado.

—Steve, no vas a creerme... Pero lo vi a él.

—¿Quién es él?

—Eddie. Eddie sigue vivo. 

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