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31.Una noche única

Pasaron pocos segundos hasta que empezó a salir gente de la casa, bastantes sirvientes y sirvientas salían de ella a todo correr para ver a la pequeña Leila, tras ellos los señores de la casa incrédulos asomaban sus miradas confundidas a la luz del sol.

Todos abrazaban y adulaban a Leila, hasta que al acercarse sus padres, con pasos lentos, hacían un pasillo mientras se hacía silencio.

Sus padres se acercaban a ella un poco recelosos al no creerse la noticia, pero al verla allí, frente a ellos, empezaron a aparecer lágrimas en sus ojos, su hija había vuelto.

Se envolvieron en un fuerte abrazo entre llantos y besos, la emoción del momento llegaba a todos nosotros dejando caer alguna que otra lágrima a los allí presentes.

Al calmarse un poco aquel bonito momento Leila se dispuso a a presentarnos haciendo que se acercarán un poco más a nosotros.

-Mamá, papá os presento a mis amigos y compañeros, los cuales me han ayudado a llegar hasta aquí sana y salva. Ellos-dijo Leila apuntando a los chicos de la tripulación y al capitán.-Son la tripulación del barco que nos ha traído de vuelta a España, con ellos emos vivido los momentos más difíciles de nuestro viaje.

En ese momento los chicos se presentaban de uno en uno haciendo una pequeña reverencia.

-Ellos, son los soldados que nos acogieron en el momento más vulnerable y nos protegieron, al frente el general Alejandro.-Dijo Leila señalando a los soldados.

-Si, emos escuchado de este batallón feroz y de su inmejorable general.-Indicó el papá de Leila.

-Y por último y no por ello menos importante, la chica que me salvó la vida, ella fue quien me rescató de mis captores, quién me ha enseñado a ser una guerrera y mi muleta en mis momentos más amargos. Ella es Sabari, mi hermana.

Al decir esas palabras, tanto a Leila cómo a mi, se nos asomaban lágrimas en los ojos. Es verdad que este viaje para nosotras había sido más que difícil, pero al estar juntas, la situación parecía siempre ser menos de lo que era.

Hice una pequeña reverencia y saludé, antes de que pudiera levantarme unos brazos ya me sujetaban fuerte por los hombros, los siguiente que se sentí, fue un fuerte abrazo sincero y de agradecimiento, los padres Leila me rodeaban con sus brazos.

-No sabemos como pagarte o agradecerte todo lo que has echo por mi hija, pide lo que quieras, se te dará.-Dijo entre sollozos la mamá de Leila.

-De verdad no es necesario, para mí es más que reconfortante el momento que ella a podido vivir al reencontrarse con su familia, no se preocupen.-La verdad la situación había echo que me sonrojara un poco.

-Siento romper este momento tan bonito, pero señor de Castro,pero necesito saber qué vamos hacer con estos maleantes.-Decía el general Alejandro jalando de la cuerda que mantenía presos a los hombres de la emboscada.

-Ellos quienes son?.-Preguntaba el papá de Leila.

-Señor, estos hombres intentaron emboscar nos y robar nuestras pertenencias, lo que ellos no sabían que la jugada no les saldría bien.

La verdad es que algunas veces el general se escuchaba un tanto arrogante y altanero, aunque a mí me parecía más sexi todavía.

El señor de Castro se dispuso a darles órdenes a sus guardias para llevar a los maleantes a las mazmorras y ya de paso quitarlos de nuestra vista.

-Por favor, todos pasen dentro, le daremos comida y habitaciones para que puedan descansar, me han devuelto a mi tesoro y quiero compensarlos con una buena estancia, pasen como si estuvieran en su casa.-La señora de la casa y anfitriona nos invitaba a su elegante y lujosa casa.

Todos entramos en la casa en orden, al entrar nuestros ojos no sabían dónde mirar de la cantidad de lujos y la grandeza que tenía la casa por dentro, si por fuera era sorprendente, por dentro era algo que solo podíamos soñar.

Un par de salones enormes, más de 6 habitaciones en las que entraban 3 camas medianas, varios baños super lujosos y gran cantidad de largos pasillos adornados de la forma más exquisita, se hacían presentes ante nuestros ojos mientras la mamá de Leila nos enseñaba nuestras habitaciones.

Cabían 3 personas por cada habitación menos nosotras,que éramos solamente Leila y yo. Nos prepararon varias tinas con agua para que nos pudiéramos bañar por turnos, pero claro está, las mujeres primero.

No sólo era un baño caliente, también tenia un toque aromático a lavanda que hacía que los sentidos se relajasen y disfrutarás aún más de ese reconfortante baño.

Una vez bañadas, vestidas con hermosos vestidos y aromatizadas con suaves fragancias decidimos volver al salón. Para mí parecer las dos habíamos rejuvenecido unos cuantos años en esos minutos de baño.

Al llegar una gran mesa que cruzaba el salón de punta a punta repleta de comida era lo primero que ocupaba la vista, grandes manjares se podían ver en aquella mesa perfectamente acomodada y vestida, ni el mejor de los hoteles de mi siglo se veían de esta manera.

La mamá de Leila nos invitó a pasar y sentarnos, mientras esperábamos que el resto de los chicos bajasen, tanto tripulación como soldados, Leila se dedicó a contarle a sus padres todo lo sucedido en el viaje desde que fue secuestrada, hasta nuestra llegada allí.

Sus padres con cada palabra de ella se asombraban y se horririzaban, hasta dejaron caer alguna lágrima que otra al escuchar por el horror que había pasado su hija.

-Se que lo has pasado muy mal mi pequeña, pero ahora veo que eres más mujer, estás más centrada y tu madurez ha crecido, estoy orgulloso de ti.

Las palabras del señor Ricardo hicieron mella en Leila, ella solo hincho su pecho de orgullo y sonrió a él y después a mi.

-Esto a sido todo gracias a ella.-Le decía a su padre mientras sujetaba mi mano.

Yo solo me limité a sonreír, era muy feliz de ver a mi pequeñaja de esa manera. Después de un largo rato, los chicos de la tripulación comenzaban a entrar en el gran salón del todo irreconocibles.

Vestidos con lujos trajes, con sus barbas rasuradas y acomodadas, con su pelo bien cortado y peinado, parecían otras personas, tanto que muchos me costaba reconocer quienes eran.

Un poco colorados por los piropos que le decíamos Leila y yo, fueron ocupando sitios frente a nosotras, el capitán hasta nos hizo señas de que lo dejáramos ya, se veía como un hombre elegante y adinerado.

Luego a llegaron los soldados, igual de guapos y elegantes que antes pero un poco más limpios y cuidados, por último entro por la puerta aquel adonis griego, muy bien vestido, con su paso señorial y su irresistible sonrisa, Alejandro entraba por la puerta del salón.

No podía quitarle los ojos de encima a aquel hombre, era como una droga para mis sentidos, era éxtasis para mis ojos. El se sentó a mi lado, cosa que hacía que me sintiera nerviosa y me sudaran las manos.

Tuvimos una cena de lo más amena y jovial, sentados en sillas cómodas, rodeados de lujos y de buena comida. Parecía algo tan lejano, y ahora lo estábamos viviendo en este momento, hasta la comida nos estaba sentando mejor que todas las anteriores.

Dejamos de comer y salimos al gran jardín trasero de la casa, lleno de flores y árboles frutales, se veía precioso adornado con pequeños faroles a sus lados.

En el centro del jardín una gran mesa adornada con frutas nos esperaba, y justo a su lado una pequeña mesa llena de bebidas alcohólicas y exóticas.

Allí pasamos gran parte de la noche entre bailes, risas, algún que otro trago y música. Era refrescante, tranquilizador y ameno, cosa que todavía no habíamos podido experimentar en el año que habíamos tenido de aventuras.

Estábamos cansados, pero no queríamos parar, queríamos celebrar nuestro logro al llegar allí, y recordar a los que no estaban brindando por ellos.

Leila acaramelada y cariñosa bailaba con Marcos, los miembros de la tripulación y los soldados sacaron a bailar a algunas sirvientas, y yo simplemente estaba sentada en una silla admirando la grandeza de aquel precioso momento.

Yo estaba absorta en aquella imagen hasta que una mano aparece frente a mi, un poco confundida sigo mi mirada hacia la persona que la extiende y era Alejandro.

-Me concede este baile señorita Sabari?

Solo pude asentir y ofrecerle mi mano, el tiró de ella con suabidad y me llevó hasta el centro del baile, puso mi mano alrededor de su cuello y la suya en mi cintura, con un empujoncito leve me acercó hasta el y comenzó la tenue danza.

Estábamos tan cerca que podía sentir su respiración y también los latidos de su corazón. Su mirada no se alejaba de mi ni un momento y su perfume embriagaba mis sentidos, desearía que este momento fuese eterno.

Yo creía si el dejaba su agarre yo caería al suelo de tanto que me temblaban las piernas, y de vez en cuando tenía que quitar mi mano de la suya para secarla del sudor. Me ponía tan nerviosa...

Seguimos bailando durante aquella canción que a mí parecer se hizo corta, al terminar, sin soltar mi mano, nos dirigimos hacia otro lado del jardín también adornado por bonitos farolillos en forma de camino.

Poco a poco nos íbamos alejando del bullicio, él no soltó mi mano en ningún momento, hasta que llegamos a un bonito estanque y nos sentamos en sus orillas.

-Que noche más fantástica no cree señorita Sabari?

Su voz era tan bonita...estaba tan nerviosa que apenas salía mi voz, esto no me había pasado ni con Nerón, la conexión que sentía con este hombre era algo de otro mundo.

-Tienes razón, es preciosa en todo su estado, no se si por el echo de que es una noche de lujos, o por lo esperada que a sido una noche como ésta.

El asentía y miraba el cielo, tenía la sensación de que me quería decir algo, pero le estaba costando trabajo poder expresarlo.

-Señorita Sabari, no se si solo me pasa a mi, pero desde el momento que la conocí, sentí una gran conexión con usted, lo que no se, y me intriga, es porque.

Parecía que me estaba leyendo la mente, en ese mismo momento yo también me preguntaba lo mismo.

-No, no solo es usted, yo también he sentido esa conexión desde la primera vez que su mirada se cruzaba con la mía.

-Pues es un alivio que me diga eso señorita, ya pensaba que me estaba volviendo loco.

Una pequeña sonrisa salía de sus labios que hacían que me derritiese.

-La verdad señorita Sabari es que...- Hizo una pequeña pausa mientras dejaba salir un suspiro.- Me gustó mucho desde el principio, y el tiempo que emos pasado juntos, solo a agravado ese sentimiento.

Me quedé congelada ante aquella declaración, el hombre con el que llevaba soñando un tiempo me había dicho que le gustaba. Con un poco de temblor en mi voz contesté.

-Usted también a mi general, y mucho.

En ese momento se hizo el silencio, nos mirábamos el uno a al otro con una sonrisa tonta en nuestras caras, y sin darnos cuenta, nos íbamos acercaron poco a poco hasta fundirnos en un tierno y pasional beso.

El tiempo se paró en aquel momento, en ese beso, en su respiración, en su olor...todo a nuestro alrededor desaparecía con cada bocanada de aire que cogía para poder seguir en ese beso intenso.

Poco a poco se levantó, dejando por un segundo ese beso para ayudar a la levantarme, pegarme a su cuerpo y seguir con el.

Me tenía fuertemente agarrada de mi cintura, mis manos alborotaba su pelo perfectamente peinado y nuestras respiraciones se agitaban con cada bocado voraz que nos dábamos el uno al otro fruto de nuestra pasión.

Después de unas semanas juntos, estábamos hambrientos el uno del otro, por lo que no parariamos hasta quedarnos saciados.

Poco a poco paso su beso a mi cuello, cosa que hacía que pequeños gemidos salieran de mi boca, ente gemidos, besos y bocados, iba desabrochando las cuerdas de mi vestido, y yo desabotonando los botones de su chaqueta.

Parecía algo planeado, parecía una danza de amor y deseo. Dejé caer su chaqueta al suelo, y fuí subiendo poco a poco su camisa blanca hasta dejarlo con el pecho descubierto. Ese hermoso torso definido, sube, desprendiendo su olor dulce....no me pude resistir a besarlo y a pasar mis manos por el con suabes caricias.

Él, con cada caricia, solo respiraba Ondo y cerraba sus ojos, me estaba sintiendo.

-Ahora es mi turno.-Dijo Alejandro con una pícara sonrisa.

Dejó caer mi vestido al suelo ayudándolo un poco, me dió la vuelta y a mis espaldas comenzó a desabrochar mi corset. Retiró mi largo pelo de la espalda y comenzó a besar mi cuello y mis hombros mientras terminaba de soltar las cuerdas.

El corset calló al suelo, el me rodeó con sus manos entre caricias, y agarró mis senos, un agarre fuerte pero placentero.

Sus labios seguían recorriendo mi piel, mis ojos se cerraban ante el placer de sus caricias y su roce, con cada beso me humedecía un poco más.

Me volvió a voltear para quedar cara a cara. Semi desnudos, yo solo con el camisón, y el sólo con sus pantalones. El fuego en nuestros ojos era más que evidente.

Sin pensárselo dos veces se acercó a mí con fiereza y con un movimiento rápido, el camisón quedó rajado por la mitad y caía al suelo, ese movimiento hizo erizar mi piel y sacar un suspiro de mi boca.

Mis manos se dirigieron a su sexo, una fuerte erección me saludaba, desate rápido el botón que mantenía el pantalón en su cintura y lo dejé caer.

Su miembro erecto y por qué no decirlo, grande, se hacia presente, sin poder aguantarlo, lo cogí entre mis manos y empecé a masajearlo.

El sólo rodaba sus ojos ante el placer y dejaba salir fuertes gruñidos. Él, controlando un poco su éxtasis, empezó a besarme mientras agarraba uno de mis senos y hundía su mano en mi intimidad.

El pelo se me ponía de punta ante su roce, nuestras respiraciones cortadas por gemidos llenaban el lugar y sin poder aguantarlo más, me tumbó en el suave césped y empezamos la danza del amor.

Al entrar en mi, nuestra conexión se hacía más notable, parecíamos piezas de un puzzle que encajaba perfectamente.

Estocada tras estocada nuestro cuerpo se estremecía hasta llegar a más placentero orgasmo, pero teníamos tanta hambre el del otro que eso no quedaría ahí. Uno tras otro se pasó la noche, dándonos placer, aplacando nuestra hambre.

Una noche de amor y pasión que nunca desaparecería de nuestra mente.

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