
27.El desastre.
Estábamos en aquella plaza abarrotada de gente esperando noticias de Marcos cuando empecé a escuchar un ruido que ya me era familiar.
Empecé a escuchar un zumbido ensordecedor, ese zumbido que habisaba de que algo aterrador se acercaba, un terremoto, lo reconocí inmediatamente ya que de donde yo venía era algo que se repetía a menudo.Eran las 09:30 de la mañana del 1 de noviembre cuando el infierno comenzó.
La tierra empezó a temblar bajo nuestros pies durante unos minutos con una fuerza desgarradora, apenas podíamos estar de pie por el fuerte movimiento.
Lo primero que hice fue buscar a Leila con la mirada, ella estaba a unos centímetros de mi, la agarré fuerte con mis brazos y comenzamos a andar torpemente hacia el centro de la plaza.
Nos teníamos que alejar todo lo posible de los edificios que por la fuerte sacudida empezaban a derrumbarse. El temblor cesó durante un segundo, pero antes de que pudiéramos reaccionar comenzaba de nuevo.
Los fuertes temblores empezaron a abrir grietas en la tierra, grietas que se abrieron hasta 5 metros de ancho en el centro de la ciudad, los edificios poco a poco iban cayendo de uno en uno ante nuestra miradas de terror.
Ante aquellos movimientos los edificios parecían echos de cartón, con cada temblor la ciudad se destruía un poco más. Solo se podían escuchar gritos desgarradores y fuertes golpes en el suelo al caer los ladrillos.
Leila y yo nos manteníamos en aquella plaza, agarradas la una a la otra fuertemente, agachadas y cubriendo nuestras cabezas por si algún trozo de los tantos que caían al suelo nos golpeaba.
Tres, tres fueron los movimientos de tierra que sacudieron aquel lugar como si de un pañuelo se tratase, nuestro corazón palpitaba de una forma exorbitante y nuestros oídos se ensordecieron durante un momento ante aquella catástrofe.
Aquello duró unos 6 o 10min, no lo sabía exactamente, pero para los allí presentes había sido toda una eternidad de terror.
Cuando cesaron los temblores, empezamos a levantarnos lentamente, descubriendo ante nosotras una imagen trágica y tétrica.
Solo se podía ver destrucción a la vista, las calles rajadas, los edificios en ruinas y gran cantidad de cadávares se adueñaban de la vista.
Eché un vistazo rápido a Leila, aunque un poco aturdida, ella se encontraba bien, dejé vagar mi vista por alrededor y la gran mayoría de los que estábamos en aquella plaza seguíamos respirando.
Levanté a Leila rápidamente, y nos pusimos andar hacia donde debería de estar el palacio, que con tanto polvo, éramos incapaces de ver.
Al llegar más cerca mis temores se confirmaron, gran parte del palacio había sido destruido, entre ellas la torre donde los chicos estaban recluidos.
Algo en mi murió en ese momento, los chicos habían quedado sepultados entre escombros y ni me podía imaginar si ellos habían tenido oportunidad de librarse de su celda o no.
Con mucho esfuerzo y entre llantos empecé a quitar todo el escombro que podía y Leila a mi lado también lo intentaba con fiereza.
La gente, al vernos, intentaron echarnos una mano, por lo menos los que todavía podían mantenerse en pie, pasaron unos 20minutos hasta que conseguimos destapar la entrada a las escaleras que bajaban a las mazmorras.
-Chicos!! Chicos!! Podéis oírme??.-Repetia esas palabras a voces una vez tras otra.
-Señorita Sabari, es usted??
La voz del capitán me respondía desde el otro lado, en ese momento una bocanada de aire me volvía a inchar el pecho.
-Sii!! Capitán están bien? Pueden salir de ahí??
-Si, lo estamos intentando, esperen unos segundos.
Ante aquella catástrofe yo me sentí un poco más feliz, no era un consuelo, pero al menos ellos estaban bien.
Esperando a que ellos salieran de aquel lugar, vi que el comportamiento de los barcos en el río era extraño, con tanto polvo no se podía ver bien, pero había algo raro en ellos.
Dejé la entrada de las escaleras para acercarme al río para ver que estaba pasando ahí mientras Leila esperaba y ayudaba a los chicos a salir de el agujero.
Me fuí acercando poco a poco asta el tramo de la plaza que no había sido destruido y era más cercano a lo que era la orilla del río, y se podía ver un poco de costa.
Cuando llegué mis ojos solo podían abrirse como platos, y mi cuerpo se tensó como la cuerda de un arco, todavía el infierno no había acabado.
El agua se estaba retirando y dejaba ver el lecho marino con cargas caídas de los barcos y algún que otro naufragio, esto solo podía significar una cosa, se acercaba un maremoto.
Con terror empecé a dar pequeños pasos hacia atrás, mi cuerpo no reaccionaba a la señal de alarma que mi cerebro le estaba enviando ante el miedo que sentía.
Me esforcé por qué mi cuerpo reaccionara y cuando lo hizo, corrí lo más rápido que pude hasta llegar donde Leila. Al llegar vi que algunos de los chicos por suerte ya estaban fuera, eso fue todo un alivio.
Pero ese alivio duró poco al recordar porque había llegado hasta allí corriendo. Me acerqué a la boca de la escalera a toda velocidad.
-Chicos, tienen que salir ya, el mar va a entrar en la tierra!! Daros prisa!!
El pánico en mi voz alertaron a toda la gente alrededor nuestra y se agolparon en torno a nosotros entre preguntas, miedo y nerviosismo.
Cuando conseguí calmar a todos y lograr que me escuchasen empecé a explicar lo que había logrado ver.
-Tienen que saber que el agua del río y del mar se está retirando, eso solo significa que unos kilómetros mar a dentro se están formando grandes olas que entraran tierra adentro en cuanto lleguen a la costa. Por favor, de forma ordenada salgan de aquí lo antes posible, subanse a lugares altos o corran tierra a dentro lo más rápido que puedan, pónganse a salvo.
Dicho eso, la gente comenzó a correr lejos de aquel lugar entre gritos de alarma y miedo, mientras Leila y yo ayudábamos a los pocos que quedaban dentro de las ruinas a salir.
Al hacer el recuento vimos que faltaban muchos de los miembros de la tripulación, miré al capitán buscando una una respuesta y el sólo se limitó a negar con la cabeza y bajar su mirada, los demás no tuvieron tanta suerte.
Pase una de mis manos por detrás de la espalda del capitán y el me echó su brazo por encima para poder caminar y empezamos a toda a prisa a ir en dirección contraria al río, debíamos salir de allí cuanto antes.
En nuestra apresurada carrera logré escuchar una voz conocida pidiendo auxilio, pedí a Leila que ocupara mi lugar y siguieran andando, yo iría a buscar esa voz que nos llamaba.
Poco a poco me fui acercando a aquella voz que pedía ayuda tan desesperadamente, era Marcos. Había quedado atrapado bajo uno de los casquetes del palacio y no podía moverse.
Busque a mi alrededor un hierro o algo que me ayudara a hacer palanca para sacarlo de ahí y con mucho esfuerzo y después de muchos intentos conseguí mover aquel montón de escombros lo suficiente para poder sacarlo.
Mientras salíamos de aquella plaza yo no podía dejar de mirar hacia el río, al fondo ya se podía ver una gran ola de unos 9 o 10 metros acercarse a toda velocidad.
Corrimos lo suficiente como para lograr alcanzar al resto del grupo e intentábamos seguir adelante sin mucho detenimiento para poder sortear aquel maremoto pero los heridos no podían ir muy rápido y nosotros estábamos ya exhaustas.
De un momento a otro, mientras íbamos a la carrera, un fuerte golpe de agua nos arrollaba a todos ciudad a dentro.
Intentábamos no separarnos pero las fuertes corrientes nos arrastraban a donde ellas querían sin tener la más mínima posibilidad de ir en contra de ellas.
El agua había arrastrado barcos, pequeñas barcas, ramas, árboles y hasta restos de ladrillos que nos golpeaban arañaban y hasta nos hacías grandes cortes en nuestros cuerpos.
Llegó un momento en el que no solo no sabía dónde estaba, que tampoco podía ver a ninguno de los compañeros de mi grupo. Gracias a que soy buena nadadora pude mantenerme a flote e ir nadando unos metros asta un gran árbol que todavía seguía en pie.
Me agarré al árbol con fuerza e hice todo mi esfuerzo para poder trepar poco a poco a una de sus ramas. Mi cuerpo estaba mal herido y cansado, pero el miedo y la preocupación de lo que les podría pasar a los demás me mantenían consiente.
Una ola tras otra azotaban la costa, 3 olas en total de entre 6 a 20 metros destruían todo lo que pillaban a su paso en aquella ciudad. Si el terremoto había dejado algo en pie, el maremoto lo había terminado de destruir.
Después de lo que pareció una eternidad, el torrente de agua comenzaba a bajar y a retroceder y dejaba a la vista las calles destrozadas, edificios en ruinas y millares de cuerpos tendidos en el suelo.
Era una paraje devastador e inhóspito, el dolor se reflejaba en la cara de los supervivientes que la verdad eran muy pocos.
Baje del árbol y comencé a buscar con mucha dificultad a los miembros de mi grupo, ante todo y porque no decirlo a Leila.
Conforme iba andando por aquellas destruidas calles me fuí dando cuenta del tamaño de aquella gran tragedia, las iglesias donde se agolpaban la gente, al destruirse, habían sepultado a millones de creyentes bajo sus techos, niños, abuelos y padres se podían encontrar tendidos en el suelo sin vida.
Mi desesperación y ansiedad aumentaban a cada paso, nunca había visto tanta destrucción y muerte en mi vida, era algo que me estaba sacudiendo mis pensamientos e hiriendo me el alma.
A voces gritaba el nombre de Leila, calle tras calle sin respuesta, no me podía imaginar que le ubiese pasado algo a ella, el lazo que había entre nosotras de negaba a que eso ocurriera.
Después de andar lo que parecieron
Kilómetros, mi cuerpo de derrumbaba en el suelo de rodillas derrotado, hundí mi cara en mis manos y el llanto se apoderó de mí, no podía seguir.
La soledad, el miedo y el cansancio hicieron mella, de tal manera que me sentía tan perdida, cansada y dolida que tenía ganas de solo dejarme morir en ese momento.
Arrodillada en aquel lugar, a punto de abandonar toda esperanza, escuché una voz llamarme a lo lejos, acto seguido escuchaba como unos pasos corrían hacia mi.
Empecé a levantar la cabeza en dirección a esos pasos, pero antes de que me diera cuenta unos brazos me abrazaban con fuerza y resonaban fuertes besos en mi cabeza.
Al mirar me encontré con esos ojos que tantas veces me habían dado paz y que tanta felicidad me habían brindado, Leila estaba junto a mi abrazándome.
Mi llanto ahora había cambiado ahora mi llanto era de felicidad al volver a tener a mi pequeña hermanita a mi lado.
Con sumo cuidado Leila me ayudó a levantarme y con su ayuda empezamos a caminar, ya que una de mi piernas estaba mal herida y de nuevo en busca de los demás.
Poco a poco volvíamos a recorrer aquellas calles juntas, ahora irreconocibles, con la cantidad de vida que rebosaba está ciudad, ahora no parecía que fuese la misma.
Conforme íbamos avanzando nos íbamos encontrando a más miembros de nuestro grupo entre ellos a Marcos, la alegría nos invadió cuando lo encontramos en buen estado.
La verdad el último en apecer fue el capitán, que estaba casi más muerto que vivo, que sobreviviera había sido todo un milagro.
Los hombres que todavía podían andar y estaban mejor, fueron en busca de carretas o carros para poder transportar a los heridos mientras que los demás esperábamos en un punto concreto de la ciudad para que pudieran encontrarnos.
Solo tardaron unos minutos en llegar con una carreta grande y un par de animales de los pocos que sobrevivieron, teníamos que salir de aquella ciudad antes de que intentarán buscarlos y detenerlos de nuevo.
Ahora éramos menos de 10 personas entre todos, la tripulación había menguado tanto que solo eran unos 4 o 5 hombres los que habían sobrevivido.
Ahora la prioridad era además de salir de allí, curar nuestros cuerpos heridos y nuestras almas maltrechas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro