26.La sentencia
Ya era el último día del mes y el día del juicio de los chicos. Toda Lisboa se preparaba para la fiesta nacional de todos los santos que sería al día siguiente, por lo que todas las iglesias se vestían con numerosas velas y candelabros.
Leila y yo no entendíamos porque la ciudad se veía tan festiva cuando para nosotras era un día un tanto oscuro y de incertidumbre, entonces Marcos nos lo explicó todo.
-Mañana es el día de todos los santos y es fiesta nacional, Lisboa es una de las ciudades más católicas que existen en este momento, y días como estos son muy importantes.
Leila y yo nos miramos un poco desanimadas, parecía una gran fiesta que, en estos momentos, no teníamos muchas ganas de celebrar, nuestros nervios estaban a flor de piel y nuestros ánimos un poco por el suelo.
Nuestra situación no era la mejor en estos momentos pero debíamos ser positivas por lo chicos, ellos no podían ver qué esta situación nos estaba devastando.
Llegó casi la hora del juicio, y junto a nosotros una gran cantidad de personas esperaban ante la puerta del palacio para poder entrar a la dichosa sala donde darían la sentencia.
Los guardias al vernos, nos reconocieron por lo que nos dejaron entrar antes al saber que nosotras éramos testigos y compañeras de ellos, agradecimos y entramos en silencio.
Una vez dentro nos dirigieron entre los muchos pasillos a una gran sala atestada de bancos de madera puestos en paralelo unos a otros, y al final de la sala, una gran mesa de madera con un sillón detrás.
En unos de los lados de la sala se podían ver unas pequeñas gradas de madera donde se sentaría el jurado y enfrente los bancos donde se sentarían los acusados.
Al entrar nuestros cuerpos se tensaron y nuestras caras se endurecieron, pasábamos por el pasillo entre los bancos como si las juzgadas fuéramos nosotras.
Después de unos minutos la sala ya estaba llena de gente, incluso había gente que se había quedado de pie para escuchar aquel veredicto.
Acto seguido empezó a entrar el jurado, por último el juez y el rey, que sería partícipe de este juicio puesto que "era el afectado", aunque realmente no le faltará ni una sola de sus propiedades.
Empezó el juicio y la opinión de los presentes, al escuchar los motivos por los que la mercancía no llegó a tiempo, estaba muy dividida, unos decían que no era justo que los juzgarán y otros que habían atentado contra las pertenencias del rey.
Estaba muy reñida esa decisión, el jurado estaba muy dividido e indeciso, por lo que pensamos que quizás, tuviéramos una oportunidad de salir de aquel lugar indemnes con los chicos.
Pasaron un par de horas desde que inició el juicio, horas que habían parecido ser días escuchando alegatos y defensas, críticas y apoyo, nuestra mente estaba confundida por lo que pudiera pasar y nuestra ansiedad no hacia más que aumentar.
Fue el turno del rey y su alegato fue duro y autoritario, ahí nos dimos cuenta que por muy divididas que estuvieran las opiniones él sería quien tuviera la última y única palabra.
Después de ese alegato ya no tendríamos ninguna oportunidad, ese señor feo hizo que toda la gente allí presente se pusiera en contra de ellos, ya nadie lo defendía ni los apoyaba.
Entre susurros intenté explicarle al abogado de los chicos, sentado frente a nosotras que nosotras podríamos ayudar si nos sacaba al estrado para dar nuestro testimonio, el simplemente negó y me pasó un papel.
En ese papel ponía: ustedes son mujeres, comprendan que si las dejo subir a declarar, pueden hacer más daño que ayudar, aguanten y esperen a ver qué pasa.
Ese papel me enfureció y me indignó al mismo tiempo, no sabía si actuar con rabia o tirarle algo al rey feo este para que dejara de decir tonterías y cosas sin sentido.
Miré a Marcos de tal manera que el sólo abrió sus ojos como platos y le pidió a Leila más que corriendo que intentara calmarme o podía hacer alguna tontería.
Leila sin pensárselo se acercó a mí e intento entre palabras y caricias en mi espalda y cabeza calmar mi furia sin mucho éxito, aunque al menos consiguió que no me pusiera a darle voces a aquella gente.
Ya estaba todo echo, el jurado se había retirado a deliberar y en unos segundos saldrían a verificar su decisión y sentencia, en ese momento eché un vistazo rápido a los chicos y al capitán.
Parecían devastados, como si una guerra y una hambruna juntas hubieran pasado por ellos, sus cuerpos estaban escuálidos y andrajosos, sus caras consumidas y sus ojeras marcadas.
Al verlos Leila y yo sentimos el más ardiente dolor en nuestros corazones, era devastador verlos así, pero ahora era cuando más fuertes nos debíamos de mantener por y para ellos.
Después de unos minutos que parecieron ser eternos, el jurado volvía hacer acto de presencia en la sala colocándose cada uno en su lugar.
-El jurado ya tiene la sentencia?-Preguntaba el juez.
-Si señor, el jurado a decidido que declara al acusado...-En esa pausa todos contuvimos el aire durante un segundo.-Culpable.
En ese momento nuestro corazón se rompió, no podía ser, no podía estar pasándonos esto ahora, dicho eso el juez terminó el juicio diciendo.
-Puesto que se le declara culpable de robo a la corona, su castigo será la pena de la horca, mañana, cuando el reloj de las 12, se cumplirá este mando. Se levanta la sesión.
La pena y la desesperación se apoderaron de nuestros cuerpos en ese momento, los habían mandado a la muerte sin la más mínima oportunidad de defenderse.
Nosotras solo queríamos gritar y reprochar aquella tan grande injusticia, pero antes de que pudiéramos decir nada Marcos estaba frente a nosotras intentando acallar nuestras voces interiores.
-Chicas, se lo que sentís en este momento, pero y si ahora ponéis el grito en el cielo vosotras también seréis juzgadas y entonces ya no habrá nada que hacer. Siempre podemos buscar otra opción.
Marcos tenía razón, si ahora hacíamos un escándalo la cosa podría ser fatal para nosotras, debíamos buscar otra manera de sacar de allí a los chicos.
Sabíamos que teníamos poco tiempo, pero también éramos conscientes de que en solo unas horas podíamos hacer el mejor de los planes, ya lo habíamos desmostrado.
Sin más tuvimos que hacer de tripas corazón en ese momento y calmarnos, le echamos un último vistazo a los chicos antes de que se los llevarán y vimos que la mirada del capitán nos buscaba.
Nos miraba con pena, el sabía que esa sentencia nos había echo daño, pero en vez de encontrarse con una mirada de pena, se encontró con una mirada de desafío y de valentía.
Al mirarlo le dije en voz muy baja, os sacaremos de ahí, el pareció entenderlo, sonrió y asintió, luego susurró, confío en ti.
Esas palabras me hicieron sacar una gran sonrisa, el sabía que éramos capaces de eso y más y lo demostraba confiando en nosotras, yo simplemente asentí y desparecieron de nuestra vista.
Salimos de aquel lugar dolidas pero con fuerza, decepcionadas pero decididas a que eso no se quedaría así. Nos fuimos a casa de Marcos a trazar el mejor de los planes que se nos pudiera ocurrir.
Las horas pasaban sin pausa, entre Marcos, Leila y yo, poníamos sobre la mesa todas las ideas posibles y los pros y los contras que conllevan cada una de ellas, no nos rendiríamos fácilmente.
Se nos hizo bien entrada la noche, estábamos agotados mental y físicamente después del día tan complicado que habíamos tenido, por lo que decidimos tomarnos un pequeño descanso.
Unas horas de sueño nos harían pensar mejor y actuar más rápidamente, ahora la prioridad eran ellos y necesitabamos nuestros cuerpos al 100 por 100.
Serían las 12 de la noche cuando decidimos tomar nuestro pequeño descanso, pasaríamos dos o tres horas durmiendo y volveríamos a ponernos manos a la obra.
Y así fué, después de 3 horas de sueño reparador, volvimos en nosotros a buscar nuevos planes y formas para hacer el escape de la prisión.
Pensamos en muchas cosas, desde destruir parte de la torre, hacernos pasar por soldados, hasta montar el típico numerito de las películas de que a la hora de la ejecución formar allí un circo.
Ninguna parecía una idea que pudiéramos llevar acabó. No teníamos armas y tampoco gente, por lo que liarla de esa manera solo sería un suicidio.
Nuestra mente no paraba de dar vueltas y las horas se nos echaban encima, si al menos pudiéramos contar con alguien más...
-Chicas, aquí hay un grupo de hombres que hacen cualquier cosa por una bolsa de monedas, quizás podamos contar con ellos.-Marcos nos daba una pequeña opción.
-Pero nosotras nos emos quedado sin blanca, tendríamos que ir al barco a ver qué podemos encontrar.-Leila exponía también nuestro problema.
-Eso ahora mismo no sería un problema, yo puedo poner esas monedas.-Marcos volvía a salvarnos.
-Si, pero aunque tengamos mas hombres, seguimos sin tener armas, como podremos defendernos?.-No era por ser pesimistas pero había que pensar en todo.
-Sabari tiene razón, las armas que teníamos en el barco se quedaron en la isla tras la guerra, ya no contamos con ningún tipo de arma.
Volvía a pasar lo mismo que con los planes de la guerra, cuando uno encontraba una solución, otro la refutaba, al menos antes éramos más cabezas para pensar.
Una idea tras otra se iban descartando, y cada vez era menor el tiempo de reacción que teníamos, nos íbamos poniendo cada vez más nerviosas sin conseguir nada.
Ya se nos habían echo las 7 de la mañana y todavía no teníamos nada, por lo que decidí que lo mejor en ese momento era que, aunque fuese, debíamos de conseguir armas.
Los chicos estuvieron de acuerdo conmigo y Marcos se dispuso a llevarnos a casa de un conocido suyo que nos abasteceria de ellas.
Una vez en aquel lugar, el hombre se dispuso a sacarnos todo tipo de armas, largas y cortas, de mayor y de menor munición todas abastecidas de bastante balas.
Compramos unas cuantas de ellas, pensamos que mínimo deberíamos llevar dos cada uno para mayor protección, por lo que salimos de aquella casa con al menos 7 u 8 armas en una mochila.
Con ellas en nuestro poder, por lo menos no iríamos con las manos vacías y el pecho descubierto. Cuando salimos de allí, ya eran las 8 y pico de la mañana y comenzaba a amanecer.
De vuelta a casa de Marcos por aquellas calles abarrotadas de gente, pudimos escuchar la conversación entre dos mujeres.
-Sabias que el rey y sus hijas se han ido de Lisboa para celebrar el día de todos los santos?
-No lo celebrarán aquí este año?
-Por lo visto una de las princesas le a pedido al rey celebrarlo fuera de aquí este año, por lo que después de la misa de la madrugada, todos han partido en el barco.
Perfecto, eso era un punto a nuestro favor, si el rey se había ido de la ciudad, era un problema menos del que preocuparnos y quizás una ventaja para poder entrar a palacio sin llamar mucho la atención.
Al escuchar eso nos miramos entre nosotros, ahora teníamos más posibilidades que hace unos minutos y eso nos dió más confianza para seguir adelante con nuestro plan.
Nos pusimos rumbo a la gran plaza lo antes posible, allí Marcos buscaría a uno de sus amigos para que nos metiera en palacio sin ser vistos, una vez dentro tendríamos que buscar la mejor manera para salir.
Estuvimos en aquella plaza durante un buen rato esperando a que Marcos volviera con noticias, ya había salido el sol, y la ciudad se volvía a llenar de gente por todas partes.
Se veía a todo tipo de gente ir a visitar las iglesias de la ciudad para las misas por la celebración del día de todos los santos por lo que la gente se amontonaba en ellas, cuan beata era la gente en este lugar.
Ya eran las 9:25, cuando empecé a escuchar un ruido que me era del todo familiar, un zumbido lejano y estruendoso se iba acercando, de trataba de un terremoto.
El día 1 de noviembre, empezaba el infierno en Lisboa.
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