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🥀 Capitulo 9


Su pulso se había vuelto tan firme como el de un cirujano. Pintaba los ojos de esa muñeca con una concentración que pocas veces tuvo en su vida. Alzó la vista para contemplarla inacabada, permanecía calva y con un ojo en blanco. Parecía una vampira que protagonizaban las leyendas de la tribu. Tuvo un escalofrío al imaginar que elevaría las manos hasta su cuello apretando con sus dedos rígidos.

Negó dándole la espalda. El señor Vachirawit salió de detrás de la cortina con los vestidos que iban a llevar las muñecas.

-Si aguanta esta jornada tendrá el récord de su antigua compañera.

-Siete días-susurró.

-Nueve de convivencia-aclaró Bright.

-Justo como yo.

-Sí.

-De hecho yo también voy a irme–percibió que el ambiente se había congelado al instante, se giró hacia él que le mantenía la mirada con una sombra en sus ojos, se dio cuenta del significado de sus palabras. Alzó las manos mientras negaba.– No me refería a eso, quería decir que de hecho me iré este domingo a casa. Ya sabe de visita, necesito más ropa y ver cómo están las cosas por allí. -

-¿Eso significa que va a volver?

-Si no me despide por no saber expresarme sí.

Bright sonrió aliviado.

-Está en su casa, Win.

-Gracias.

-La próxima vez que necesite ropa puedo hablar con mi hermana, adora comprar ropa para todo el mundo. A nosotros nos trae de cabeza, siempre hay algo nuevo que ha comprado.

-Yo no tengo su elegancia, ese tipo de trajes en mí se verían irrisorios.

-No diga tonterías.

-Se nota que nunca me ha visto con uno.

-Venga a trabajar en traje.

Win se quedó mudo, Bright soltó una risita educada que no pudo reprimir.

-¿Se está burlando de mí?

-Yo no me burlo de mis amigos.

-¿Y de los que están en proceso de serlo?

-Puede.

El chico enarcó una ceja ante la diversión de su jefe.

-¿Alguna de ellas pretendió ser su amiga?

-Bright pareció pararse a pensar.

-La segunda que vino, pero no exactamente buscaba una amistad. Dijo que le resultaba atractivo, que era enigmático aunque no tanto como la mansión.

-¿Le tiró los tejos? -cuestionó riendo.

-Lo intentó. Se fue a las tres semanas cuando la rechacé, fue la que más tardó en hacerlo.

-Es usted un rompe corazones.

-¿Por no estar con quien no quiero? ¿Qué hay de usted? ¿Cuántos corazones ha roto?

La sonrisa de Win se apagó de un plumazo.

-Ninguno. He sido invisible toda mi vida. Era el típico que todos saben que existe, pero nadie se molesta en mirar.

-Perdone mi indiscreción.

-Estoy acostumbrado a ser una sombra para los demás.

-No debe permitir eso. Es una persona que vale la pena conocer.

-Gracias.

[...]

Al caer la noche Bright se refugió en su despacho. La estancia daba a la parte trasera de la casa donde podía contemplar el jardín. El observar aquel espacio verde desde su despacho siempre le hacía sentir un poco más libre, más relajado.

Pero en esa ocasión la visión era distinta, Win estaba sentado en una de las sillas de metal con la cabeza echada hacia atrás mirando la luna que estaría llena en dos noches más.

Era más alto y corpulento que él, pero Bright a veces sentía el impulso de abrazarle sobre todo desde la última conversación que compartieron. ¿Quién era capaz de ignorar a alguien como Win? A él le bastaron nueve días para ver la pureza de su alma, la sinceridad y la verdad de sus ojos.

Sonrió para sí mismo. Win era una de esas personas que hacían ver al resto que el mundo no tiene tanta oscuridad como parece. Si aquello que sentía era curiosidad daba gracias por experimentarla y si era un sentimiento todavía mayor del que imaginaba rogaba que no se perdiera y que el chico sentado en el exterior ajeno a su mirada pudiera darse cuenta de lo que empezaba a ocasionarle. Del miedo que le hizo pasar al pensar que se iba, del anhelo de un nuevo día que compartir con él. Se mordió el labio inferior para no reírse de sí mismo, apoyando la frente en el cristal.

Era solo una fantasía, el que más se reiría de todo eso sería Win, si es que no le comenzaba a odiar cuando supiera la verdad.

[...]

Por primera vez se tomó el atrevimiento de tumbarse en el sofá, sabía que Bright estaba en el piso de arriba y no bajaría hasta la hora de la cena para asegurarse, como hacía desde dos días atrás, de que hubiera cenado.

Se estiró todo lo que le permitió el sofá, pero los pies le sobresalían por uno de los extremos. Centró los ojos en el techo echando en falta una televisión, un ordenador o incluso una radio. Dejó la mente en blanco y sucumbió a un adormecimiento que le iba arrastrando a la oscuridad.

Cinco minutos. Eso duró dormido. Los golpes en la puerta le parecieron martillazos en mitad del silencio. Arrastró los pies, cansado, hacia la puerta. La oscuridad y el mutismo que envolvía la casa esa sepulcral.

Abrió rascándose la nuca, al otro lado había un hombre de aspecto extraño. Sus ojos eran de un color oscuro que se le antojaron como la sangre. Sus labios finos y pálidos se torcieron en una mueca de desagrado al verle. Le empujó a un lado y entró en el vestíbulo.

-Disculpe, no puede entrar aquí como si nada.

-Cállate-espetó con desprecio.

- Salga de aquí.

-No sabía que Bright tuviera un criado. Ve a avisarle de que estoy aquí.

-¿Quién se cree que es?

El desconocido se giró hacia él con brusquedad.

-Alguien muy superior a ti que podría hacerte pasar un mal rato.

No le oyó llegar, simplemente mirada a ese hombre que permanecía muy cerca de su cara, de repente frente a él se encontraba Bright dándole la espalda. Pudo ver que su jefe apretaba uno de sus puños.

-No es mi criado. Por favor respeta a los demás.

-Hola, Bright-su tono pasó de ser áspero a uno casi musical-. ¿Ahora adoptas desamparados? Parece un tanto pulgoso ¿no?

Win pudo escuchar un gruñido de parte de su jefe, quizá se lo estaba imaginado.

-Win, vaya a su cuarto —este dudó, no se movió ni un milímetro.

-¿Está seguro en quedarse a solas con él? -Bright asintió.

-Habla mucho, pero no es un problema para mí -sonrió.

-No dude en llamarme si me necesita.

-Por supuesto.

Bright esperó a que estuviera lo suficientemente alejado para que no oyera nada.

-No vas a cambiar nunca.

-Qué bien le has entrenado ¿luego le vas a dar una chuche?

Bright ignoró el comentario y se encaminó al estudio.

-Ven a por tus muñecas.

-Ya me comentó Nani que estabas haciendo una obra de caridad, pero esto es pasarse.

- Deja al chico en paz.

-Echo de menos a tus antiguas empleadas, ellas si que eran dignas de venir a visitarte ¿por qué has aceptado a un chico?

-No te incumbe. Recoge tus muñecas y vete. ¿Crees que puedes sólo o le llamo para que te ayude?-soltó con sarcasmo.

-¿Él ha trabajado en ellas?

-Ha pintado sus ojos aparte de moldear la cabeza y darle forma a las manos. Se le da bien esto.

-Vaya, orgulloso de su aprendiz.

-¿Vas a hacer más pedidos?

-Por el momento no-extrajo un sobre y se lo entregó. Está todo puedes contarlo.

-Lo sé.

Guardó una parte en una caja de madera que tenía en lo alto de la estantería.

-¿Eso es para él? -Bright ignoró la pregunta-. En unos días va a llamarte una amiga mía. Quiere encargar algo especial.

-¿Cómo de especial?

-Del tipo que hará que tu aprendiz salga corriendo. No te preocupes por el dinero, paga muy bien.

-¿Quieres que le ofrezca el descuento de la casa?

-No es necesario, puede costearlo.

-De acuerdo. Es un placer hacer negocios contigo-se estrecharon la mano en silencio, el mismo silencio que les acompañó hasta la salida.

Se quedó contemplando el pasillo que conducía al cuarto de Win preguntándose que impresión se le habría quedado con aquella visita.

Llamó suavemente con los nudillos a la puerta, escuchó los pasos de Win aproximarse. No pudo evitar que su sonrisa apareciese en cuanto le vio.

-Ya se ha ido, puede salir.

-Vale.

--Le pido disculpas en su nombre, siempre ha sido un poco arrogante.

-Usted no me debe esas disculpas, además he oído cosas peores.

-Ha ocurrido en mi casa y con uno de mis clientes al cual considero un amigo por lo que tengo que disculparme.

-¿De dónde saca a sus amigos? ¿Existe un catálogo de las tinieblas o algo así?

Bright sonrió ante la actitud del chico.

-He pensado en pedir comida a domicilio ¿alguna preferencia?

-Pizza.

-Por supuesto. Dígame, Win ¿sabe usted jugar al ajedrez?

-Un poco.

-¿Quiere jugar mientras llega la cena?

-Claro, pero no tengo dinero para pagar la mitad

-¿Quién ha dicho que va a pagar la mitad? Acabo de recibir un buen pago, invito yo.

Vamos a la sala de música.

-¿Sala de música?

-Se encuentra junto al comedor.

Win recordó esa puerta y los sonidos que percibió tras ella, ahora su jefe quería hacerle entrar allí. Por una parte sentía curiosidad de echarle un vistazo a lo que escondía ahí, pero por otra tenía cierto reparo. ¿Qué o quién hizo esos sonidos arañando la puerta?

-No tenga miedo, yo estaré con usted Bright le guiñó un ojo, divertido mientras abandonaba la habitación.

Le siguió a pocos pasos de distancia. Bright abrió la puerta de la sala dejando escapar un olor de humedad y polvo. La estancia estaba sumida en una atmósfera de sombras y elegancia. Su jefe descorrió las cortinas mejorando la visibilidad. La sala era la más amplia que había visto de la casa. Las paredes estaban cubiertas de un papel pintado color ocre, frente a la ventana yacía un piano de cola negro y brillante. Al otro extremo, junto a unas puertas francesas, había una mesa de ajedrez con piezas de cristal.

Win la observó con atención temiendo romper aquellas piezas de coleccionista.

-Debe ser carísimo.

-Nada que no me pueda permitir.

-¿No tiene otras piezas?

-No va a romperlas, Win. Pero puedo traer con las que aprendí.

-Me sentiría más a gusto, si las rompo no tendré como pagárselo.

-Trabajando para mí dos años gratis bastaría.

-¿Habla en serio? -Bright asintió y le hizo un gesto para que tomara asiento, él se dirigió a un mueble y extrajo una caja de metal. Parecía tan vieja como la mansión.

—Este fue mi primer ajedrez —las piezas estaban hecha de un metal plomizo, su tacto era rugoso y frío, pero sólido.

-Parecen sacados de la época de la guerra.

-1928. Es un tesoro familiar.

-Tiene alma --de inmediato miró a su jefe temiendo que le creyera ido de la cabeza, Bright asintió.

-Sé a lo que se refiere. ¿Sabe dónde va cada pieza? -limpió el tablero de las de cristal y esperó la respuesta.

-Sí.

-Como ve unas son un poco más claras que las otras, son las que emulan a las blancas. ¿Con cuál quiere jugar?

-Siempre juego con las blancas.

En apenas un minuto de partida Bright se había librado de dos de sus peones que usó para defender al rey y un alfil. Frunció el ceño buscando mil maneras de acabar con su oponente. Su jefe se reclinó en el butacón saboreando el momento, le sorprendía la facilidad con la que Win le cautivaba y le hacia disfrutar de su compañía.

El chico elevó la vista evaluando su expresión, su media sonrisa expresaba un deleite personal, lo que Win no sospechaba era que se debía a su persona y no a lo que él entendía como la victoria adelantada al saberse imbatible.

-¿Cuántos años lleva jugando?

-Muchos.

-Se nota.

-El ajedrez no es un juego de experiencia sino de estrategia y lógica. Sólo tiene que armar un buen plan para acorralar a su contrincante y salvar a su rey.

-La experiencia siempre hace al maestro -dijo moviendo el caballo frente al rey.

-El problema es que está centrado en proteger al rey y no está viendo el valor de el ataque. Si usa todas las piezas para formar una muralla al final el enemigo llegará a ella y la derribará, pero ¿qué pasaría si usa esa táctica para entrar en el territorio contrario? Podrá eliminar obstáculos y que no lleguen en masa a su rey.

-La reina es buena atacando-concedió.

-Entonces úsela. La está abandonando por fijarse demasiado en el rey. Él es la pieza con la que se acaba el juego, pero no por ello es la mejor.

-¿Va a darme clases? -sonrió mostrando los dientes, era una verdadera sonrisa.

-¿Quiere que lo haga?

-Sé que no controlo demasiado, pero usted es un experto.

-¿Quién le enseñó a jugar?

-Mi padre.

-¿Lo hizo por obligación o tuvo interés en aprender?

-Al principio quise yo, con el paso de las semanas perdí la emoción.

-He ahí su error, juega sin emoción. Lo único que le impulsa es vencerme.

Win se recostó en su asiento dejando escapar una carcajada.

-No. Ya sabía al empezar que no iba a conseguir ganarle.

-¿Entonces por qué ha accedido a jugar?

-Porque quiero aprender el arte del ajedrez de usted. Creo que se toma la vida como este tablero, con seriedad, lógica y calma y envidio eso de usted.

-El tiempo me ha enseñado que todo lo que se hace sin calma ni sentido común acaba en desastre.

Win le miró a los ojos viendo en ellos una profundidad y sabiduría que le hizo sentir pequeño en su presencia. Bright negó lentamente.

-No me vea como un maestro gruñón y recto, a veces la vida también tiene un punto de locura. Qué me dice ¿empezamos?



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