EL RESTABLECIMIENTO DE LA ARMONÍA.
EL RESTABLECIMIENTO DE LA ARMONÍA
De repente la tierra comenzó a abrirse y el bosque negro de Arioc fue engullido por las profundidades abismales del planeta en fuego. Sentimos un gran terremoto bajo nuestros pies y de aquel bosque oscuro salieron despedidas, hacia el cielo, cuatro figuras de colores brillantes y translúcidos. Formaron un arcoíris gigantesco, visible para cualquier ojo en el firmamento, que se adentró en el Bosque de Secuoyas gigantes. Eran Mastoc, Ekwa y Atul, los hermanos de Arioc. Entonces me sentí reconfortada, porque supe que Arioc no me había mentido. Él sabía o intuía que yo era la niña de la Leyenda del Manantial, por eso no podía quitarme ojo desde que me conoció. Yo era su única esperanza.
Desde el Bosque de los Grandes Árboles se escuchó un gran estruendo. Los cuatro Dioses destruyeron la fuente que impedía que aquellas aguas milagrosas bañaran el mundo. Acto seguido se escuchó un gran fragor, cómo si una gran ola nos fuera a caer encima.
Yo me abracé al lobo negro que me había convencido de que hiciera lo correcto. Sabía que tras beber del agua, ninguno de aquellos animales volvería a hablar jamás. Pero también sabía que el don de la palabra no se correspondía con su naturaleza. Era una aberración que tenía que terminar, y que había obligado a los animales a ser esclavos de los Homcos durante generaciones.
La tierra se abria por toda su superficie y se tragó a los Hombres Opacos. A pesar de que huían, se abrían grandes grutas de las que salía fuego y por ellas, los Homcos caían hacia el abismo. Las entrañas de la tierra parecían succionarlos, por donde ellos pasaban profundas simas les atraían inexorablemente. Los demás animales y las plantas fueron abrazados por la gran ola de agua sagrada. Todos flotábamos en ella, y bebíamos con placer. Su sabor era com el néctar de las flores del campo.
A mí y a Shyam, nos engulló el agua en un gran remolino. Pero en lugar de sentir que me ahogaba, comencé a beber a raudales. Me incorporé tras la caída y asome mi cabeza sobre el nivel del agua, que no era muy profundo. Todos hacíamos pie. Me sentí tan reconfortada y feliz, que ese momento es para mí el mejor de los recuerdos de toda mi vida. Los animales hablaron sus propios idiomas y se oía tal cantidad de gruñidos, cantos, gritos, cacareos, mugidos, relinchos y ladridos, que tuve que tapar mis oídos para no quedarme sorda.
De repente, los cuatro hermanos bajaron del cielo seguidos por el hermoso arcoíris de colores. El agua del Manantial Sagrado se iba filtrando por todos los rincones de la tierra e iba eliminando el maleficio y las sombras del mundo. Se pusieron delante mío y, uno a uno, se arrodillaron para besarme la mano. Arioc fue el último. Era bello, y aunque su mirada era la misma, la forma de su cuerpo había cambiado. Parecía la raíz de un gran árbol, sana y dispuesta a proporcionar alimento. Arioc me habló por última vez en mi vida:
–Amanda, mi dulce niña, has cumplido tu misión.
Y me señaló con su dedo-raíz hacia el sur. Desde allí se veía venir a mis amigos de la Institución de Crianza. Unos iban bailando, otros cantaban y todos sonreían al mirar las tierras que estaban repletas de animales y plantas que ahora mostraban un aspecto sano y fuerte. Por el este venían todos los adultos…nuestros padres. Por el norte, los hombres caníbales aparecieron lentamente. Todos se acercaban a donde nosotros estábamos y cuando llegaron vi, encabezando a los niños, a Gaspar y Julián que corrieron hacia mí para darme un gran abrazo. Los tres lloramos de alegría.
Con mis ojos llenos aún de lágrimas, miré al cielo y divisé a un gran halcón volando, en libertad, sobre nosotros.
FIN
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