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37

Abrí los ojos lentamente. Aunque mi visión era algo borrosa, distinguí la figura de Marco a los pocos segundos.
— Estás viva.—afirmó.
— Sorpresa.

Rió y besó mi mentón.
— ¿Por qué no me dijiste que eras la Luna de este capullo? —me preguntó— es decir, no me gusta haber besado los mismos labios que él, pero me gustan demasiado esos labios así que supongo que no pasa nada.
— Demasiado empalagoso.—le advertí y sonrió.
— Vaya nudismo te has marcado, ¿no? Ha sido cómo, joder, he dormido al lado de ese cuerpo y no lo he aprovechado.
— Tampoco te habría dejado hacerlo.
— Lo sé, nena.

Se sentó en la cama junto a mí.
—Te quiero, Kylie. No sé que mierda me pasa, pero te quiero.—susurró.
—Marco, no me hagas esto —le pedí— mi lugar está aquí, con Kaleb.
— ¿Puedo pedirte dos últimas cosas?

Me encogí de hombros, dando por hecho que no podía ser nada tan atroz.
— Quiero ver la cicatriz, la vi en el campo de batalla, pero quiero verla.—me dijo. Levanté la camiseta, quedando expuestas mis braguitas y mis pechos. Pero intuía que Marco ni siquiera se fijaba en ellos.
Tocó la cicatriz, y cuando ésta comenzaba a bordear mi pecho, se detuvo.

— Me gusta el tacto de la cicatriz. Pareces una chica mala, Ky.
— ¿Qué más quieres, Marco?—le cambié de tema mientras me bajaba la camiseta.
— Un beso.

Eso sería fácil. Había temido que dijera “tu virginidad” daba por hecho que el ya era consciente de ese hecho, sino, desde un primer momento habría caído rendida ante sus encantos.

Acercó su rostro al mío y me besó, era un beso dulce, uno de despedida. Acariciaba mi cabello y rostro, sin buscar tocar ninguna parte de mi anatomía. Oí como se abría la puerta. Nos alejamos pocos segundos más tarde.

— Estaré abajo, nena. —me avisó y asentí.

Entró Kaleb con una cara de pocos amigos que no cambiaba ni dándole un trago a la botella de vodka que sostenía entre sus manos.

—¿Cómo estás, Ky?—preguntó mientras le cerraba, literalmente, a Marco la puerta en las narices.
Se tambaleó hasta llegar a la cama y sentó.
— Más sobria que tú seguro.—afirmé y rió. Estiró su brazo y con delicadeza levantó mi cabeza y lo puso, simulando ser una almohada para mí.
— Lo necesito —admitió en voz baja— mi prometida ha sido una espía todo este tiempo, incluso mi prima lo ha sido...
— Sé que duro, Kaleb —aseguré mientras acariciaba su pelo— pero beber no va a hacer que lo olvides a larga.
— Quería a esas zorras —me dijo y sonrió— de verdad lo hacía. Supongo que fue culpa mía por confiar en Laia.
—No es culpa tuya, creeme. Tú solo confiaste en ellas, y ellas te fallaron.

Volvió a beber de la botella de vodka.

—Soy un mentiroso de mierda, ellas me la sudan.
—¿De qué hablas?— sabía de que hablaba, pero quería que me lo dijera él.
—¿Le quieres, Ky? —me preguntó mirándome a los ojos— ¿le quieres a él?

No es fácil responder a una pregunta de tal magnitud. Marco era especial, divertido, fuerte y había cuidado de mí desde que nos conocimos. Pero no existía ningún vinculo con él.

— Algo así —admití.
— Eres genial, Ky. No dejes que nadie te haga creer lo contrario.
— Siento que hayas visto el beso, me lo pidió.

Bebió otro trago de vodka y se rió sin gracia.

— Habría sido peor pillaros en plena faena.
— Eso es imposible.
— ¿Te pidió algo más? —me preguntó, curioso. Creía saber que buscaba averiguar.
— Quiso ver mi cicatriz.

Frunció el ceño y su mirada se iluminó cómo nunca antes lo había hecho. Trató de disimular una sonrisa.

— ¿No os habéis..? —negué con la cabeza— ¿Eres, ya sabes...? —asentí— me acabo de enamorar más de ti.

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