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33

De camino a la manada de Marco no hablamos en lo absoluto. De hecho, el entró en fase y yo iba en coche. No me había molestado en avisar de qué me iba, había despertado a Marco y al ejército y nos habíamos ido. En seis días volveríamos a verles.

Llegué a la mansión de Marco y me bajé del coche dando un portazo. El susodicho cambió de forma y le tiré su ropa, mientras se vestía, me seguía.
— ¿Se puede saber qué te pasa?—me preguntó.
— Cuándo termine todo esto me iré.
— ¿A dónde irás, Ky?
— ¡Eso da igual! —grité— ¡¿No te das cuenta?! ¡Tu Luna estará apunto de aparecer, y entonces me dejarás de patitas en la calle!
— Tu mate puede llegar en cualquier momento, creo no tener que recordarte que eres una loba.
— Mi mate apareció hace mucho, Marco. Y estoy aquí. Así que en tu vida vuelvas a decirlo.

Se quedó sin palabras, pero no hizo ningún comentario al respecto.

Y así, pasaron los días. El calor del verano se hacia cada vez más presente, el mes de Abril estaba apunto de terminar y con ello, las fatídicas lluvias.
Aquel día no logré dormir, igual que los anteriores, debía de hacer de anfitriona y de relaciones públicas entre los diferentes Alphas, quiénes no osaban hablar directamente.

Pero aún faltaban los invitados más importantes, al menos para mí. Así que aquella mañana, mientras que todos los ejércitos comenzaban a partir hacia la frontera, les esperé sentada en una piedra. Pero no aparecieron y no podíamos esperar más.
— Sabía que no era de fiar, un Alpha que no se ha casado a los veintiún años, no sirve para nada.—comentó una de las Lunas. Contuve mis ganas de arrancarle hasta el último pelo de su bonita cabeza. Eran unas marujas, las había oído criticar hasta el color del pelaje de Kaleb, que si era demasiado negro, que era un lobo demasiado grande... Cómo si el resto fueran pequeños. Es decir, fuéramos.

La desgracia es que todas iban montadas en el 4x4, como Marco decía, era mi obligación llevarlas. Al fin y al cabo, nadie sabia que yo también era una Luna, y me trataban como sí fuera del montón, aunque lo prefería.

Llegamos a la frontera. Podía ver a todos los lobos confundidos.
— ¿Qué pasa?—les pregunté a las Lunas. Según me había contado Marco, una Luna podía comunicarse con su Alpha incluso si una estaba en fase humana y el otro en fase lobuna.
— No hay ni rastro de los vampiros, es raro. Dicen que se han desviado, es como si hubieran dado un rodeo.

Entonces caí en lo obvio; habían descubierto nuestros planes. Un topo nos había delatado. Habían atacado directamente la zona norte, como temía, por eso Kaleb no había aparecido.

Un profundo dolor se instaló en mi pecho y desgarrador gritó brotó de mis entrañas. Marco corrió y se tiró a mi lado, dándome leves golpes con su hocico.

El grito se volvía a medida que pasaban los segundos más y más desgarrador. Comencé a sentir un profundo dolor en el interior de mi alma, que rompía una y otra vez mis huesos. Desgarrando mis músculos. Caí al suelo como humana. Y me alce cómo el lobo de la leyenda, como el Alpha supremo, como su líder. Y todos me reconocieron.

Todos, incluyendo a las Lunas, se arrodillaron ante mí.

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