32
Me acerqué a él y le miré fijamente a los ojos.
— Dime que no me has querido —le dije— dime que no me ves cuándo la miras, dímelo Kaleb. Dime que no rezabas por qué apareciera hoy y te dijera esto, no, mejor dime que no has estado esperando eso mismo meses.
— Te quise, te veo en ella cuando la miro, y llevaba rezando meses porque volvieras —me dio la razón en todo— pero nunca fuimos nada, Ky. Da igual si deberías ser tu mi Luna, y no ella. O si te echaré de menos toda mi vida. Pero ella se ha quedado junto a mí mucho más tiempo que tú, y no voy a tirarlo todo por la borda porque ahora te de un venazo y quieras recuperarme.
— Kaleb...—Murmuré. Sentía un nudo en la garganta.
— Te odio, Ky. Lo hago con toda mi alma.
Me dispuse a irme cuando sujetó con sus cálidas manos mi muñeca y me acercó a él con rapidez. Me acorraló entre la pared y él, poniendo sus brazos a cada lado de mi cabeza.
— Te voy a odiar siempre, porque olvidarte no podré.
Pestañeé confusa, no sabía por qué no me dejaba irme. Cuando sus ojos viajaban entre los míos y mis labios, lo comprendí. Una de sus manos se dirigió a mi mejilla y me besó.
No, besar no suena lo suficientemente bonito para describir lo que sentía. Unió nuestros labios, de la manera más pura y delicada que podía hacer. Sentía un placer inimaginable, nada podía compararse a esto. Con la otra mano sujetó mi cintura y me atrajo más a él. Me sentía casi flotando, como si fuera el momento perfecto para detener el tiempo, y que diablos, lo era. Hubiera matado por morir en ese instante, había nacido para degustar sus labios.
—Ky.—murmuró separándose ligeramente de mis labios.
—Kaleb.
— ¿Tú también lo sientes?
Volví a besarle en modo de respuesta. Muchos podrían obviar a que nos referíamos, creyendo que hablábamos de excitación, o algo por el estilo. Pero no, era algo muy diferente. Una corriente de energía recorría todo mi cuerpo, centrándose en mi pecho.
Me separé de él con la intención de respirar.
— Qué coño hemos hecho...—murmuró.
— Vaya, tú también besas muy bien.
— ¿No lo ves, Ky? —me dio un pico, contradiciendo todas sus palabras— estoy prometido, y tu saliendo con otro Alpha. No está bien.
Rodé los ojos y volvió a darme un corto beso.
— Debería subir —me dijo— Sandy puede despertarse.
— Marco también.
— Me gustaría que durmieras conmigo.
— Sí, espera, ahora voy a despertar a Sandy y le digo oye, mira que he besado a tu prometido, ¿te importaría dormir en otra habitación..? Ya sabes, solo vamos a dormir. Madura, Kaleb.
— Ya veo que para ti solo ha sido beso, un par de besos.
— Una vez me dijo una pequeña, que si algún día me besabas jamás podría rechazarte, porque sería tuya en cuerpo y alma —le relaté— ahora, sé que siempre seré tuya, y que tú serás mío, aunque estemos a millones de kilómetros, cada quien con sus respectivas parejas.
Negó con la cabeza y entró en la habitación que compartía con su pareja.
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