30
Se levantó del sofá y se sentó junto a mí.
— Te esperé.—Me aseguró y supe a que se refería.
— No tenías por qué —le dije— fue mi culpa, me obsesioné contigo, estaba de los nervios siempre, no sé ni por qué me enfadé contigo.
— Básicamente te dije que tu novio era un gilipollas unas cuántas veces mientras intentaba declararme, vete tú a saber cuantas burradas te diría.
— Es el pasado, ¿no crees? —le dije.
— Lo es —afirmó— aquella noche... Cuándo saliste de fiesta... Olvídalo.
— Nos besamos, sólo eso.
Apretó sus puños y miró hacia el techo.
— Es el pasado —repitió mis palabras anteriores.
— Y Sandy, ¿cómo es?
— Preciosa, graciosa, lista... Ya sabes, lo normal.
— ¿Lo normal? —le pregunté— yo desde luego no etiquetaría como normal a mi prometido.
— ¿Lo estáis? ¿Estáis prometidos?
— En el hipotético caso de que tuviera un prometido.
— Ah, bueno, me da igual.
— Ya, no sé por qué no te tendría que dar igual.
La situación era incómoda y ambos lo notábamos.
— Entraremos en la alianza —aceptó— eres una buena Luna, Ky. Marco es un chico afortunado.
— Bueno, lo seré hasta que aparezca su verdadera Luna, pero me alegraré por él.
— Será duro ver cómo ocupan tu lugar.
— No lo sabes bien.—murmuré haciendo referencia a como Sandy ocuparía un lugar de Luna que no le correspondía.
— Aún así, se ve que tenías un gran potencial—me dijo— no pretendo halagarte, pero hay algo especial en ti, todos podemos verlo. Está en ti, en tu interior, jamás había visto a una simple humana dominar a un beta y a un omega con tanta facilidad.
— Digamos que he nacido para ello.
Marco apareció por la puerta y frunció el ceño al vernos tan juntos. Se acercó e inmediatamente Mike y James hicieron lo mismo.
— Ha aceptado.—informé a Marco y me levanté para que pudiéramos chocar los cinco y celebrarlo.
— Eres capaz de todo nena.—murmuró.
— ¿Lo dudabas?
Me giré y miré a Mike, su mirada no me gustaba nada, no por qué me mostrara asco o repulsión, sino por la lástima que sus ojos desprendían cuándo me miraba.
— Bueno, nos vamos.—dijo Marco.
— ¡Esperar! —Gritó Laia.
— Hombre, rubia.—le saludó mi acompañante y se abrazaron efusivamente.
— Sandy quiere conoceros.
No, eso si que no. Podía ver a Kaleb y contener mis ganas de besarle, pero no podía ver a la preciosidad de mujer que disfrutaba de él día a día.
Apareció una pelinegra con un vestido blanco por las interminables escaleras, pelo largo, ojos azules. Ese patrón me recordaba a alguien. Me recordaba a mí misma.
— Soy Sandy, tú debes de ser Kylie, he oído hablar mucho de ti.—Se presentó.
— Vaya, espero que no todo sea malo.
— Que graciosa —rió con delicadeza— ¿por qué no pasáis aquí la noche? Anochecerá en pocas horas, y hay habitaciones de sobra.
— No es buena idea.—dijimos Kaleb y yo al mismo tiempo.
— Venga, nena. No seas maleducada.—me dijo Marco.
— Vuelve a llamarme así y cenaré tus huevos fritos.
Se rió y besó mi frente. La pobre Sandy se encontraba mirándome estupefacta ante mis palabras.
— Es un poco bruta a la hora de hablar.—Me excusó Marco. Oí la leve risa de Kaleb de fondo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro